domingo, 30 de agosto de 2015

Nietzsche y la crítica a la moral

            "¿De qué manera inventó el hombre estos conceptos: el bien y el mal? 
¿Qué valor tienen en sí? ¿Han sido o no han sido favorables al progreso humano? "
Nietzsche; Genealogía de la Moral.


“Quien quiera que intente ser un creador en dominio del bien 
y del mal debe ser primero un destructor y un quebrantador de valores” 
Así Habló Zaratustra



Podría decirse que toda la obra de Nietzsche está atravesada por su afán de destruir la moral. Esto puede reflejarse en los títulos de sus obras: Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral, la Genealogía de la Moral, Más Allá del Bien y del Mal.  

Su plan de realizar una nueva tabla de valores, su ideal de correrse del rebaño y de no convertirse en un pastor ni en un nuevo ídolo, su idea del superhombre, un hombre capaz de mandarse a sí mismo, nos hablan de un filósofo que ha dedicado su vida a transgredir los límites, a liberarse y a ofrecer herramientas para la liberación de aquello que más nos ata: nuestra propia conciencia.


A continuación compartimos dos textos de Nietzsche y una explicación de los mismos. El primero se encuentra en La Gaya Ciencia ("la ciencia jovial") y explica la "necesidad del mal" para el "progreso" de una sociedad, y cómo en el fondo el bien y el mal solo se diferencian en su aceptación social. El segundo se encuentra en la Genealogía de la Moral y explica la procedencia del sentimiento de culpa, o "la mala conciencia".  


"Necesidad del mal"
Nietzsche, La gaya ciencia


"Los espíritus más fuertes y malvados son los que hasta ahora han contribuido en mayor medida al progreso de la humanidad; nunca dejaron de inflamar una y otra vez las pasiones adormecidas pues toda sociedad ordenada adormece las pasiones, ni cesaron de despertar siempre el espíritu de comparación y de contradicción, el gusto por la novedad, por las tentativas audaces, por lo nunca experimentado; ellos fueron quienes forzaron a los hombres a contraponer una opinión a otra, un modelo a otro. 

Agitaron armas, derribaron límites fronterizos, vulneraron el espíritu de piedad; ¡pero crearon también religiones y morales nuevas! 

La misma "maldad" que desacredita a un conquistador se da en todo maestro y predicador de lo nuevo, aunque se manifieste de un modo tan sutil que no ponga al punto los músculos en movimiento, ni provoque semejante descrédito precisamente por dicha sutileza. 

Pero lo nuevo es siempre el Mal, pues únicamente quiere conquistar, pisotear los antiguos límites fronterizos y las antiguas piedades; ¡y sólo lo antiguo constituye el Bien!

Los buenos de todas las épocas son los que cultivan a fondo los pensamientos antiguos y los aprovechan. Aunque al final este ejercicio ya no resulte y entonces sea necesario que el arado del Mal venga de nuevo a remover lo cultivado. 

Hay ahora una herejía fundamental de la mora, preconizada particularmente en Inglaterra, según la cual los juicios sobre lo que es "bueno" y lo que es "malo" traducirían la suma de experiencias de lo "útil" y de lo "inútil"; se llama bueno a todo lo que conserva a la especie y malo a todo lo que le es perjudicial. 

No obstante, a decir verdad, los impulsos malvados son tan útiles, indispensables y convenientes para la conservación de la especie como los buenos impulsos; únicamente cumplen, una función distinta." 




El origen de la "mala consciencia"
Nietzsche; Genealogía de la Moral, II, XVI.

"En este punto no es posible esquivar ya el dar una primera expresión provisional a mi hipótesis propia sobre el origen de la "mala conciencia": tal hipótesis no es fácil hacerla oír, y desea ser largo tiempo meditada, custodiada, consultada con la almohada. Yo considero que la mala conciencia es la profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo la presión de aquella modificación, la más radical de todas las experimentadas por él, de aquella modificación ocurrida cuando el hombre se encontró definitivamente encerrado en el sortilegio de la sociedad y de la paz. Lo mismo que tuvo que ocurrirles a los animales marinos cuando se vieron forzados, o bien a convertirse en animales terrestres, o bien a perecer, eso mismo les ocurrió a estos semianimales felizmente adaptados a la selva, a la guerra, al vagabundaje, a la aventura, -de un golpe todos sus instintos quedaron desvalorizados y "en suspenso". A partir de ahora debían caminar sobre los pies y "llevarse a cuestas a sí mismos", cuando hasta ese momento habían sido llevados por el agua: una espantosa pesadez gravitaba sobre ellos. Se sentían ineptos para las funciones más simples, no tenían ya, para este nuevo mundo desconocido, sus viejos guías, los instintos reguladores e inconscientemente infalibles, -¡estaban reducidos, estos infelices, a pensar, a razonar, a calcular, a combinar causas y efectos, a su "conciencia", a su órgano más miserable y más expuesto a equivocarse! Yo creo que no ha habido nunca en la tierra tal sentimiento de miseria, tal espantoso malestar, -¡y, además, aquellos viejos instintos no habían dejado, de golpe, de reclamar sus exigencias! Sólo que resultaba difícil, y pocas veces posible, darles satisfacción: en lo principal, hubo que buscar apaciguamientos nuevos y, por así decirlo, subterráneos. Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro –– esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: ˙únicamente con esto se desarrolla en él lo que mas tarde se denomina su "alma". 

Todo el mundo interior, originariamente delgado, como encerrado entre dos pieles, fue separándose y creciendo, fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la medida en que el desahogo del hombre hacia fuera fue quedando inhibido. Aquellos terribles barreras con que la organización social se protegía contra los viejos instintos de la libertad, y en primer término la barrera del castigo, hicieron que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta, se volviesen contra el hombre mismo. La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción, todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la "mala conciencia" (...)

Pero con ella se había introducido la dolencia más grande, la más siniestra, una dolencia de la que la humanidad no se ha curado hasta hoy, el sufrimiento del hombre por el hombre, por sí mismo (...) resultado de una declaración de guerra contra los viejos instintos en los que hasta ese momento reposaban su fuerza, su placer y su fecundidad." 





El Origen del sentimiento de culpa 
o mala conciencia
-una explicación-


"¿Cómo ha venido al mundo esa otra "cosa sombría", la consciencia de la culpa, toda la "mala conciencia"?


El hombre que hace y cumple sus promesas es un hombre que "ha criado en sí mismo una facultad" opuesta al olvido, es decir, una memoria, la cual se convierte en "una memoria de la voluntad". La persona que dice "te voy a amar por siempre" intenta hacer de su deseo actual algo eterno, inamovible. Pero no hay nada tan cambiante como el deseo.

El ser que promete es un ser que responde de sí mismo a través del tiempo y cuya palabra se mantiene a través del tiempo, un ser "que da su palabra como algo en lo que se puede confiar, porque se sabe lo suficientemente fuerte para mantenerla incluso contra infortunios". Esta voluntad larga, que permanece idéntica a sí misma a través del tiempo y que establece su propio tiempo, constituye al hombre de conciencia. 

Nietzsche reconsidera su idealización del animal que promete y se pregunta cómo puede crearse una memoria para la voluntad, y encuentra que esta tiene su origen el contrato. Así llega a la conclusión de que existe una relación entre deuda y culpa: el incumplimiento del pago de la deuda despierta el deseo de compensación en el acreedor y el deseo de infligir un daño al deudor. La deuda presupone que se ha incumplido un contrato, y la existencia de éste presupone la institución de la promesa (de una voluntad que debe continuar) 

Pero el deseo de castigar no puede explicarse del todo a partir del hecho del contrato incumplido. ¿Por qué el acreedor obtiene placer al infligir un daño, y qué forma adopta dicho placer cuando el daño es infligido en la acción moralizada por la cual hace moralmente responsable al deudor y lo declara culpable? ¿Qué extraña consumación de placer se produce en esa atribución de culpa?

El castigo del deudor parece surgir en respuesta a un daño, que sería la deuda, pero la respuesta asume un significado que sobrepasa el propósito explícito de obtener una compensación, porque el castigo es placentero. Ahora bien, para que el acreedor pueda regocijarse el deudor tiene que aceptar su culpa. ¿Cómo se explica la formación de esta culpa en el deudor? Dice Nietzsche:

"El castigo... tiene el valor de despertar en el culpable el sentimiento de culpa; se busca en él el auténtico instrumentum de la reacción anímica que recibe el nombre de "mala conciencia", "remordimientos de conciencia".

La mala conciencia sería la fabricación de interioridad que acompaña a la ruptura de la promesa, a la discontinuidad de la voluntad. El placer de infligir dolor, que antes se atribuyó al acreedor y que se encuentra presente en todos los hombres, se convierte, bajo la presión del contrato social, en un placer internalizado, el goce de perseguirse a uno mismo. El origen de la mala conciencia es, por tanto, el goce obtenido al perseguirse a uno mismo.


Resumen de:
http://klytemmnestra.blogspot.com.ar/2011/01/la-explicacion-nietzcheana-de-la-mala.html

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