Nietzsche pensaba que el cristianismo era una moral de esclavos que a lo largo del tiempo fue domesticando a los hombres hasta convertirlos en ovejas obedientes que siguen al rebaño. Lo más difícil de todo según Nietzsche es mandar, y sobre todo mandarse a uno mismo.
Nietzsche se postula
como el opositor más grande del
cristianismo. En primer lugar esta religión (la religión triunfante en el mundo occidental) propone un desenlace del drama de la vida, donde las opciones son
irreductiblemente dos: el cielo o el infierno.
Según la visión cristiana del mundo, cuando el
hombre muere, el alma es sometida a un juicio (el juicio final) y el veredicto
determina su eternidad. La vida es entonces un tránsito hacia algo más grande, más importante. El fin
del hombre en la vida es seguir las
normas prefijadas por el creador y así el alma ganará el cielo.
Pero Pretender
una eternidad o un futuro sin sufrimientos es según Nietzsche un
desprecio hacia la vida, por eso califica al cristianismo como una enfermedad, en el sentido de
debilidad de la voluntad. El más allá
que propone el cristianismo, la promesa del paraíso, el deseo de una vida sin
sufrimiento, sin dolor, es un síntoma de debilidad y desprecio hacia la vida.
"Cristianismo ha sido desde un principio, esencial y fundamentalmente, asco y cansancio de la vida misma, que se disfrazaba bajo la fe en otra vida mejor"
La vida, dice
Nietzsche, es trágica. La tragedia a diferencia del drama, no tiene resolución.
En el drama siempre encontramos un fin, un desenlace. Pero en la tragedia no,
quien se encuentra dentro de lo trágico no encuentra salida. Es inevitable escapar al dolor, al sufrimiento, a la
injusticia. Todas estas cosas que el hombre padece, así como la muerte, son
parte de la vida, "hacen a la vida".
Quien desee verdaderamente la vida debe aceptarla con todo lo que ella tiene de
bueno y de malo, con todo lo que tiene de horrendo y también de doloroso. Es por eso que Nietzsche venera las religiones antiguas, politeístas, como la de los griegos antiguos. En El origen de la Tragedia dice:
"Quien se acerque a estos seres olímpicos con otra religión en su corazón y busque en ellos elevación moral, santidad, espiritualidad, piadosas miradas de amor, pronto les dará la espalda disgustado y decepcionado. En ellos no hay nada que recuerde a la ascesis, a la espiritualidad y al deber; en ellos nos habla sólo una existencia exuberante, triunfante, en la cuál todo lo existente está divinizado, tanto si es bueno como si es malo."
Pero pretender una eternidad o un futuro sin sufrimientos es un desprecio hacia la vida, por eso Zaratustra dice:
"Yo os conjuro hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales"
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