domingo, 24 de julio de 2016

¿Qué es el Nihilismo?

"Solo los poetas son lo suficientemente cándidos para inventar semejantes monstruosidades". C. Baudelaire.



               Edvard Munch pintó el grito en 1893, símbolo de la angustia y la desesperación existencial a la que se enfrenta el hombre del siglo XX, descreído y desilusionado por los tormentos de las guerras, vacío de fe y de esperanza, frente al espectáculo de su minúscula existencia. Este es el panorama que describió Nietzsche a fines del siglo XIX, presagiando los siguientes dos siglos que vendrían. 




Ante la muerte de Dios surge el peligro de un tremendo empobrecimiento del ser humano, de una horrible trivialización de la vida y un desenfreno moral. La trascendencia se atrofia, lo sagrado pierde todo valor, la vida se vuelve estúpida, carente de sentido.

Si Dios, como fundamento suprasensible y meta de todo lo efectivamente real, ha muerto, nos hemos quedado sin "brújula", sin sentido que darle a esta vida. La fórmula «Dios ha muerto» comprende la constatación de que esa nada se extiende. Nada significa aquí ausencia de mundo suprasensible. 

Al perderse todos los valores que antaño se consideraban absolutos, el hombre queda desorientado, lleno de incertidumbres, la vida, la historia, carecen de sentido. Por eso Nietzsche se pregunta:
« ¿No erramos a través de una nada infinita?»
El nihilismo, «el más inquietante de todos los huéspedes» Se encuentra ante la puerta. Esto nos obliga a reflexionar sobre lo que ha ocurrido ya con las verdades del mundo y su relación con la esencia del hombre. 

EL nihilismo comienza con la creación de valores supremos, que luego caerán. La historia es cíclica, se repite. Primero se crea, se inventa, se venera. Luego de desconfía, se enfrenta y finalmente se destruye para luego volver a crear.

Si la primer etapa consiste en la creación de valores absolutos, la segunda etapa consiste en la reflexión, el cuestionamiento y el rechazo de las tradiciones. Es la etapa destructiva, irrespetuosa de todo pasado, altiva y orgullosa, en la que el hombre no siente respeto por nada. Esta fase es necesaria, pues antes de construir es preciso derribar los falsos ídolos.

«¿Qué significa el nihilismo? Que los valores supremos pierden validez». Por tanto, la civilización occidental se quedará sin los valores que ha poseído hasta ahora: del «Dios es la verdad» se pasará a decir que «todo es falso», se perderá el «sentido de la existencia», toda meta, todo «para qué» Nietzsche; Voluntad de Poder.

Pero el nihilismo tiene su cara positiva, esta se puede ver en su última fase, y es que la pérdida de valores debe llevar, en último término, a una nueva producción de valores. Este "momento" del nihilismo es recorrido no por la reflexión de la razón, sino por algo "instintivo”. Eso quiere decir que el hombre se encuentra en total libertad de crear, pero sin venerar lo creado como si fuera algo extraño. El hombre debe cobrar conciencia de su naturaleza creadora y proyectar nuevos ideales, sabiéndose autor de los mismos. Esta última posibilidad es la que predice Zaratustra con el nombre de Superhombre, el hombre libre de todo deber, el hombre artista, creador, aquel que dice "si", en lugar de "no", “quiero” en lugar de “debo”, aquel que es capaz de mandarse a sí mismo, obedeciendo solamente a su voluntad.

                          
           



El nihilismo en la literatura

     E. Cambaceres; Sin Rumbo.

"Entregado Andrés a su negro pesimismo, minada el alma por la zapa de los grandes demoledores modernos, abismado el espíritu en el glacial y terrible "nada" de las doctrinas nuevas, prestigiadas a sus ojos por el triste caudal de su experiencia, penosamente arrastraba su vida en la soledad y el aislamiento. 

Insensible y como muerto, encerrado dentro de las paredes mudas de su casa, días enteros se pasaba sin querer hablar ni ver a nadie, arrebatado en la corriente destructora de su siglo, pensando en él, en los otros, en la miseria de vivir, en el amor -un torpe llamado de los sentidos-, la amistad -una ruin explotación-, el patriotismo -un oficio o un rezago de barbarie-, la generosidad, la abnegación, el sacrificio -una quimera o un desamor monstruoso de sí mismo-, en el cálculo de la honradez, en la falta de ocasión de la virtud; y nada ni nadie hallaba gracia ante el fuero inexorable de su amargo escepticismo. Ni aun el afecto de la madre, hijo tan sólo del propio sufrimiento al ver sufrir a los hijos; ni aun Dios, un absurdo espantapájaros inventado por la collonería de los hombres."
                                     
                                                    


Turgueniev, Padres e hijos.

Petrovich se atusó los bigotes-. Pero bueno; y ese señor Basarov, personalmente ¿qué es?
-¿Que qué es Basarov? -sonrió Arkadii-. ¿Es que quiere usted, tío, que yo le diga lo que es?
-Hazme el favor, sobrino.
-Pues es nihilista.
-¿Cómo? -preguntó Nikolai Petrovich; pero Pavel Petrovich levantó en el aire el cuchillo, untado de manteca en su afilada punta, y quedóse inmóvil.
-Es nihilista -repitió Arkadii.
-Nihilista -recalcó Nikolai Petrovich-. Eso viene del latín nihil (nada), según creo recordar; probablemente, esa palabra designa... que no cree en nada.
-Di más bien que nada respeta -encareció Pavel Petrovich; y volvió a emprenderla con su mantequilla.
-Que a todo aplica su punto de vista crítico -observó Arkadii.
-¿Y no viene a ser todo uno? -preguntó Pavel Petrovich.
-No; no es todo lo mismo. El nihilista es un hombre que no acata ninguna autoridad, que no tiene fe en ningún principio ni les guarda respeto de ninguna clase, ni se deja influir por ellos.
-¿Y eso está bien? -preguntó Pavel Petrovich.
-Según se mire, tío. A unos les parece bien; a otros muy mal.
-¡Ya, ya! Por lo que veo, eso no es para nosotros.
Nosotros, gente de la vieja generación, suponemos que sin principios profesados con fe, como tú dices, es imposible dar un paso ni descansar. Pues nosotros nos limitamos a admirar a los señores... ¿Cómo dijiste?
-Nihilistas -puntualizó Arkadii.
-Sí. Antes eran hegelianos, pero ahora son nihilistas. Ya veremos cómo podéis vivir en el vacío, en el espacio sin aire. Ahora haz el favor de llamar, Nikolai Petrovich, que ya es hora de que tome yo mi cacao. 



sábado, 23 de julio de 2016

Nietzsche: la muerte de Dios

                     

Así hablaba Zaratustra es uno de los libros más emblemáticos de Nietzsche, fue escrito en su época de madurez y en él presenta las ideas más importantes de su filosofía: la muerte de Dios, la voluntad de poder, la idea del eterno retorno y la del superhombre.

El libro tiene un formato particular, se compone por una serie de discursos que contienen grandes metáforas. Es una obra muy simbólica por lo que puede ser leído más como una novela que como un tratado filosófico. Se ha dicho que la obra puede considerarse como una anti-biblia. 



En esta entrada analizaremos una de las grandes metáforas del libro: la muerte de Dios.





Cuando contaba con treinta años -cuenta Nietzsche- Zaratustra decidió retirarse a la soledad de la montaña, acompañado solamente por sus dos animales: el águila, que simboliza el orgullo, y la serpiente, la sabiduría. Zaratustra estuvo en la montaña durante diez años, pensando y meditando, hasta que su sabiduría maduró y deseó compartirla con los hombres.

Al descender de la montaña hacia el pueblo, Zaratustra encuentra en su camino  al solitario del bosque, un santo que se apartó de los hombres para buscar a Dios.  Zaratustra entabla un diálogo hasta que descubre que el santo aún cree en Dios. Sin decirle nada se despide, y una vez que este se ha ido dice para si mismo:


“será posible! Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto”. 


Esa es la noticia que trae Zaratustra a los hombres, esa es la verdad que trae entre sus brazos, como un recién nacido. 

¿Pero qué quiere decir la frase «Dios ha muerto»?

En primer lugar se puede deducir fácilmente que si Dios ha muerto primero tiene que haber vivido. ¿Cómo es que ha vivido Dios?


En un aforismo de "El Ocaso de los Ídolos" dice:

“¿Cómo? ¿Es el hombre sólo un error de Dios?   ¿O Dios sólo un error del hombre?”.

Si Dios ha  muerto es porque en primer lugar Dios ha sido inventado. Ha sido inventado por ciertos hombres y con el fin de dominar a otros hombres. Pero ¿cómo pudo esta fábula volverse una firme creencia? ¿Cómo puede la ficción volverse realidad? En El Ocaso de los Ídolos podemos leer:


“La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa; consiste en confundir lo postrero con lo primero. Ponen al principio como principio, lo que es lo último, desgraciadamente: los conceptos más altos, o sea los más generales, los conceptos más vacíos, la última presunción de la realidad que se oscurece. Y ésta es sólo la expresión de su manera de honrar; lo más alto no puede salir de lo más bajo; en general, no puede ser madurado… Moraleja: todo lo que es de primer orden debe ser considerado causa sui. Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto Dios”

Lo postrero se confunde con lo primero, y lo primero es siempre la voluntad. La voluntad de poder, la voluntad de ejercer el dominio sobre los otros.




Ahora bien, Se podría suponer que la expresión «Dios ha muerto» enuncia una opinión de un simple ateo, la postura personal de alguien que no cree en Dios. Pero frase de Nietzsche no tiene exclusivamente una connotación religiosa; con ella Nietzsche logra expresar una etapa de la historia de Occidente. 

Ante el vacío que dejó la religión, la ciencia y la razón tomaron su lugar, pero solo para cometer el mismo error. Una fe reemplaza a la otra. La fe en la ciencia, el progreso de la humanidad, la revolución social, el paraíso terrenal, son "el fantasma de Dios" que no termina de morir, son los "nuevos ídolos", que así como se levantan se derrumban, y cuanto más se elevan más ruido hacen al caer.


Gustavo Santiago explica:

"Matar a Dios significaría desautorizar todo aquello que pretenda colocarse por encima del hombre para, desde allí, ejercer su control" (Gustavo Santiago, Intensidades filosóficas)

Comprender que Dios ha muerto significa comprender que no existe ninguna realidad asequible al hombre más que la que él mismo se crea. Por eso Nietzsche nos recuerda:

"Y lo que llamabais mundo, ¡habéis de crearlo!"



El discurso del Loco

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La primera vez que Nietzsche hace referencia a la idea de la muerte de Dios es en un relato que incluye en su libro "la Gaya ciencia" y se titula “el discurso del Loco”. En él un joven acude a plena luz del día con un farol encendido al grito de  "Busco a Dios! Busco a Dios!” La gente se ríe, se burla.


“«¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado?» —así gritaban y reían todos alborotadamente.
El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. «¿Que a dónde se ha ido Dios? —exclamó—, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora?»"

Se reflejan en la  frase la desesperación y el sufrimiento de quién creía y ha perdido la fe, quien se siente desengañado como si despertara de un largo sueño.  Muerto Dios no hay nadie que nos diga que hacer ni cómo. Ya no existe la tabla de valores que nos marcaba el bien y el hay mal. Tampoco hay paraíso, ni hay razón para soportar el dolor que es la vida. No hay camino.


Sin embargo, si Dios ha muerto, entonces el concepto cristiano de hombre también ha muerto. El concepto del hombre como un ser caído, un ser desobediente y pecaminoso que necesita de la gracia para redimirse. Un ser que ha de ser juzgado y, quizá, castigado. Ese concepto ya no es relevante. Muerto Dios han explotado todos los viejos dogmas. Somos libres. Pero ¿Qué es ser libre? ¿Quiere decir esto que está todo permitido?





"El Discurso del Loco” en: Mentira la verdad, Dios, Parte 2.


          
 "EL Día que Nietzsche lloró"

Zaratustra lleva su noticia de la muerte de Dios a los hombres en la película "EL día que Nietzsche lloró". 



viernes, 22 de julio de 2016

El conocimiento, ese gran invento

  
"Y lo que llamabais mundo ¡habéis de crearlo!



Desde sus comienzos la filosofía siempre ha buscado la verdad. Sócrates la buscaba en los conceptos universales, Platón la buscaba en las esencias, Descartes y Kant la buscaron en la conciencia. Pero Nietzsche, antes de buscar la verdad se pregunta:
"¿Qué cosa existente en nosotros es lo que aspira propiamente a la «verdad»? ¿Hemos preguntado por el valor de esa voluntad? Suponiendo que nosotros queramos la verdad: ¿porqué no, más bien, la no-verdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia?" (MABM)
La pregunta de Nietzsche pone en tela de juicio el deseo del hombre por la verdad. ¿Por qué buscamos la verdad? Se pregunta, y ¿qué valor tiene la verdad? Si no la buscamos por sí misma, sino por sus efectos, por su utilidad; poco importa si es verdad o mentira. Incluso la mentira podría ser más útil que la verdad. 

A continuación haremos un recorrido de las ideas principales de Nietzsche respecto a su concepción de la verdad y el conocimiento analizando algunos de sus aforismos más conocidos.


El conocimiento "invención"

Nietzsche parte de la idea de todo conocimiento no es más que un invento humano y por lo tanto es una ficción. En uno de los textos de juventud, Sobre Verdad y mentira en sentido Extramoral, comienza diciendo:
"En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la Historia Universal” (SVyM)

Y luego también dice:
“Lo que llamamos actualmente el mundo, es el resultado de multitud de errores y fantasías, que han nacido poco a poco en la evolución del conjunto de los seres organizados” (SVyM)
Esa es la primera vez en la historia de la filosofía que se habla del conocimiento como un invento y una fantasía. Hasta entonces se había pensado al conocimiento como un hallazgo que nos permitía comprender el interior de las cosas (su esencia). Pero Nietzsche dice que el conocimiento es algo que inventó “la especie humana”. Los hombres son los únicos seres sobre la tierra que inventaron el conocer, y cuando estos desaparezcan, sus fantasías desaparecerán con ellos. ¿Pero cómo fue que los hombres llegaron a creer que el conocimiento era algo más que un mero invento? ¿Cómo fue que llegaron a pensar que este podía decirles algo de cómo son las cosas?


El gran olvido 

A esta pregunta responde cuando dice:
"Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una “verdad” (SVyM)
El hombre, dice Nietzsche, inventa la verdad, pero luego olvida u oculta esta creación y la cree existente en sí misma. Con el correr de los años esta ficción que ha sido creada se vuelve una firme creencia. ¿Pero por qué el hombre crea la verdad y el conocimiento? ¿De dónde proviene esta necesidad? ¿Y por qué razón olvida su procedencia?

La verdad como instrumento 

El hombre, dice Nietzsche, es el animal más débil, es por eso que para prevalecer frente a las bestias desarrolló su inteligencia:

"El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos". (SVyM)

Del mismo modo -dice Nietzsche- los individuos más débiles se sirvieron del intelecto para inventar el “conocimiento" con el fin de dominar a los "fuertes", es decir, aquellos que eran capaces de ejercer su voluntad libremente.

Así como los primeros hombres eran capaces de vencer sobre las bestias tendiendo trampas, los hombres más débiles han triunfado sobre los fuertes tendiendo "trampas metafísicas": el bien, el mal, el cielo, el infierno, la necesidad de ser "razonable", la búsqueda del bien común, la obediencia a las leyes, la paz. Todos inventos humanos con fines sociales. El hombre con el tiempo se ha vuelto un animal domestico, un animal manso y obediente. Esta es la razón por la cual los hombres han inventado el conocimiento, para establecer un orden, para dominar.


La Voluntad de Poder

En el fondo, el hombre no busca la verdad, sino imponer su verdad. Si el hombre busca la verdad es por sus efectos, pero no existe ninguna voluntad de verdad sino una la voluntad de poder. El afán de conocimiento no es más que afán de mandar, de someter, de volver domesticable lo peligroso, de convertir familiar lo desconocido. En Humano Demasiado Humano dice:

“Un impulso a acercarse a algo o a separarse de algo, sin un sentimiento de querer lo provechoso y evitar lo nocivo, no existe en el hombre” (SVyM)

Incluso el hombre de conocimiento (el filósofo, el pastor, el científico) busca un beneficio a través del conocimiento. Ningún acto es desinteresado. Todo discurso de verdad lleva oculto un deseo por dominar, por someter. Por eso dice irónicamente:

"Despreocupados, irónicos, violentos—así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero…" (Así Habló Zaratustra)

La verdad ama al guerrero porque es el producto de una guerra. A la verdad no se la descubre, a la verdad se la conquista.


"La guerra es la madre de todas las cosas"

Al fin y al cabo todas las doctrinas que se adjudican poseer la verdad, no son más que formas de ejercer su poder sobre el resto. La verdad por lo tanto no es un producto desinteresado de la raza humana, ni es el resultado de la fría reflexión. Es el producto de una lucha de fuerzas. 

Dice Foucault en “La Verdad y las Formas Jurídicas”:


"Para Nietzsche, el conocimiento es de la misma naturaleza que los instintos, no es otra cosa que su refinamiento (…) el conocimiento es simplemente el resultado del juego, el enfrentamiento, la confluencia, la lucha y el compromiso entre los instintos. Es precisamente debido a que los instintos chocan entre sí, se baten y llegan finalmente al término de sus batallas, que hay un compromiso y algo se produce. Este algo es el conocimiento. Dice Nietzsche que es como «una centella que brota del choque entre dos espadas»"


La crítica a la razón

A lo largo de la toda la historia la filosofía había tomado a la razón como el rasgo distintivo del hombre, aquel medio que le posibilita el acceso verdad. El error de todos los filósofos fue otorgarle independencia y autonomía a la razón. Para Nietzsche no existe la razón pura; una razón libre de instintos, de deseos, de voluntad. La razón es simplemente un complemento más del cuerpo, incluso la parte más superficial. Esta unida a los instintos y responde de un modo secreto a ellos. Por debajo de toda razón, de toda lógica, de toda ley se encuentra la voluntad de poder, que es el instinto más elemental de todo ser vivo. Por eso dice Nietzsche:

"La mayor parte del pensar consciente de un filósofo está guiada de modo secreto por sus instintos y es forzada por éstos a discurrir por determinados carriles. También detrás de toda lógica y de su aparente soberanía de movimientos se encuentran valoraciones o, hablando con mayor claridad, exigencias fisiológicas orientadas a conservar una determinada especie de vida". (Más Allá del Bien y del Mal)


La genealogía y la búsqueda de la procedencia

Por lo tanto, si queremos conocer las cosas no debemos buscar inocentemente las esencias platónicas, sino reconstruir la historia que dio origen a esa verdad, a ese saber. La filosofía de Nietzsche es la “genealogía”, esto es, la búsqueda histórica de la procedencia de determinadas ideas, valores, prácticas, etc. Nietzsche pretende mostrar cómo todos nuestros saberes fueron construidos “pieza por pieza”, y fueron impuestos por medio de la espada. De ahí su famosa frase: “todo lo que es grande en la tierra ha sido regado con sangre”.

Las preguntas que nos sirven para deconstruir esas verdades históricas no son ya las de la metafísica: ¿Qué es real? O las de la gnoseología moderna: ¿Cómo conocemos? sino: ¿cómo se creó tal o cual idea? ¿De dónde procede esta costumbre? ¿Quiénes han creado estos valores? ¿Con qué fines? 


La verdad, ¡al fin y al cabo qué importa!

Por último, Si la verdad la crea el hombre, no tiene sentido preguntarse cómo son las cosas. Lo que debe importarnos es ¿Por qué se dice que son así? O ¿de qué manera queremos que sean? Es por eso que dice: 
“La falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra él; acaso sea en esto en lo que más extraño suene nuestro nuevo lenguaje. La cuestión está en saber hasta qué punto ese juicio favorece la vida” (MABM)

No importa si una idea es falsa, todas las ideas son falsas, en tanto ficciones, creaciones humanas. Lo que importa es si nos favorece o no, si nos permiten vivir mejor, de un modo más bello, más auténtico, si incrementa o disminuye nuestras fuerzas vitales.







Mentira la verdad






miércoles, 20 de julio de 2016

Nietzsche

"Yo no soy un hombre, soy dinamita"

         
 1844- 1900 d. C.


Nietzsche (1844- 1900) es uno de los más grandes filósofos de los últimos tiempos. Dio comienzo a la época contemporánea al enfrentándose con toda la tradición filosófica de una manera agresiva y demoledora.  Consideraba que la historia de la filosofía no era más que la historia de un error, que había comenzado con Sócrates y la sobrevaloración de la razón, lo cual es un síntoma de decadencia y debilidad. Desde entonces el hombre se ha vuelto un animal doméstico, obediente e inofensivo, una oveja de rebaño.

También criticó duramente al cristianismo, al que consideraba un consuelo para los débiles, y se opuso a todo tipo de moral, ya que esta reprime lo más instintivo del ser humano.  Criticó a la ciencia y su ideal de objetividad. Anunció la muerte de toda verdad absoluta con una de sus frases más polémicas: "Dios ha muerto". Predicó el comienzo de una nueva época: el nihilismo; el ocaso de la cultura occidental, el derrumbe de sus creencias y sus valores más altos. Buscó en el fondo del famoso amor por la verdad y encontró lo que se esconde detrás de esa gran máscara: la voluntad de poder, la voluntad de ejercer nuestro poder sobre las cosas.

El conocimiento, para Nietzsche, no es más que un afán de imponerle al mundo nuestro orden, y un instrumento para dominar a otros hombres. Su filosofía nunca pretendió ser un sistema que explique el mundo, sino un conjunto de herramientas que permita destruirlo, hacer volar por el aire los viejos ideales que han dominado al hombre por siglos.

Por eso llamaba a su filosofía la "filosofía del martillo", cuya función era golpear sobre estos ideales para mostrar lo que se esconde detrás: la voluntad humana, y el ejercicio del poder. Sin embargo, no pretendió imponer nuevas verdades. "Yo no he de levantar ídolos”, decía, “Derribar ídolos (así llamo yo a los ideales) es mi deber principal” (Nietzsche, El ocaso de los ídolos). Su filosofía prendió ser un instrumento de liberación.

Escribía generalmente en aforismos, con estilo irónico y mordaz, más cercano a la poesía y la literatura que a los grandes sistemas filosóficos. Decía que escribía para los siglos posteriores, porque había llegado demasiado pronto y los hombres de su época no estaban listos para comprender su trágica sabiduría. En su último libro dejo escrito:

Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido a mi nombre el recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la Tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjuro, contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita. (Nietzsche; Ecce Homo, 1908)

 

martes, 19 de julio de 2016

"Yo no soy un hombre, soy dinamita"


"Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido a mi nombre el recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la Tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjuro, contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita".



"Y a pesar de esto, estoy muy lejos de ser un fundador de religiones. 

Quizá sea un bufón... Y a pesar de esto (...) la verdad habla por mi boca. Pero mi verdad es t e r r i -b l e, pues, hasta el presente, lo que ha sido llamado verdad es la mentira."

Yo contradigo como jamás se ha contradicho, y, sin embargo, soy lo contrario de un espíritu negador. Soy un alegre mensajero como no lo hubo nunca. Conozco tareas que son de tal altura que no ha existido siquiera su noción hasta el presente. 

Mi destino quiso que yo fuera el primer hombre honrado; quiso que yo me pusiera en contradicción con miles de años. 

Yo fui el primero en descubrir la verdad, por el hecho de que yo fui el primero en sentir -en oler- la mentira como mentira... Mi genio se encuentra en mis narices.

Cuando la verdad entre en lucha con la mentira milenaria tendremos conmociones como jamás las hubo, una convulsión de temblores de tierra, un desplazamiento de montañas y de valles como nunca se hayan soñado."

Sólo a partir de mí existen de nuevo esperanzas." 


"Ecce homo", 1889.  Selección de fragmentos

jueves, 14 de julio de 2016

Kant, Crítica de la razón pura


Introducción y prólogo a la primera edición, 1781


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"No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿por dónde iba a despertarse la facultad de conocer, para su ejercicio, como no fuera por medio de objetos que hieren nuestros sentidos y ora provocan por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento nuestra capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos, o separarlos y elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles, un conocimiento de los objetos llamado experiencia? Según el tiempo, pues, ningún conocimiento precede en nosotros a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella.

Más, si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia. Pues bien podría ser que nuestro conocimiento de experiencia fuera compuesto de lo que recibimos por medio de impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer (con ocasión tan sólo de las impresiones sensibles) proporciona por sí misma, sin que distingamos este añadido de aquella materia fundamental hasta que un largo ejercicio nos ha hecho atentos a ello y hábiles en separar ambas cosas.

Es pues por lo menos una cuestión que necesita de una detenida investigación y que no ha de resolverse enseguida a primera vista, la de si hay un conocimiento semejante, independiente de la experiencia y aún de toda impresión de los sentidos." (Introducción, I)

"Tiene la Razón humana el singular destino, en cierta especie de conocimientos, de verse agobiada por cuestiones de índole tal que no puede evitarlas, porque su propia naturaleza las crea, y que no puede resolver, porque a su alcance no se encuentran.

Es así como incurre en oscuridades y contradicciones y, aunque puede deducir que éstas se deben necesariamente a errores ocultos en algún lugar, no es capaz de detectarlos, ya que los principios que utiliza no reconocen contrastación empírica alguna por sobrepasar los límites de toda experiencia. El campo de batalla de estas inacabables disputas se llama metafísica." (Prólogo a la primera edición, 1781)


"Pero hay algo más importante aún que lo antes dicho, y es que ciertos conocimientos abandonan incluso el campo de todas las experiencias posibles y, mediante conceptos para los cuales no puede ser dado en la experiencia ningún objeto correspondiente, parece que amplifican la extensión de nuestros juicios por encima de todos los límites de la experiencia. (...) Estos problemas inevitables de la razón pura son Dios, la libertad y la inmortalidad. La ciencia empero, cuyo último propósito, con todos sus armamentos, se endereza sólo a la solución de esos problemas, llámase metafísica" (Introducción, II)


"La paloma ligera que hiende en su libre vuelo los aires, percibiendo su resistencia, podría forjarse la representación de que volaría mucho mejor en el vacío. De igual modo abandonó Platón el mundo sensible, porque éste pone al entendimiento estrechas limitaciones y se arriesgó más allá, en el espacio vacío del entendimiento puro, llevado por las alas de las ideas. No notó que no ganaba camino alguno con sus esfuerzos; pues no tenía, por decirlo así, ningún apoyo, ninguna base sobre que hacer fuerzas y en que poder emplearlas para poner el entendimiento en movimiento. Es un destino habitual de la razón humana en la especulación, el acabar cuanto antes su edificio y sólo después investigar si el fundamento del mismo está bien afirmado". (Introducción, III)

  

Prólogo de la segunda edición, 1787

Resultado de imagen para kantcritica de la razon puraQue la lógica ha tomado este camino seguro desde los tiempos más antiguos es algo que puede inferirse del hecho de que no ha necesitado dar ningún paso atrás desde Aristóteles

La matemática ha tomado el camino seguro de la ciencia desde los primeros tiempos a los que alcanza la historia de la razón humana 

La física tardó mucho más tiempo en encontrar el camino de la ciencia; pues no hace más que siglo y medio que la propuesta del judicioso Bacon de Verulam ocasionó (...) una rápida revolución

Cuando Galileo hizo rodar por el plano inclinado las bolas cuyo peso había él mismo determinado (...) entonces percibieron todos los físicos una luz nueva. Comprendieron que la razón no conoce más que lo que ella misma produce según su bosquejo; que debe adelantarse con principios de sus juicios, según leyes constantes, y obligar a la naturaleza a contestar a sus preguntas (…) La razón debe acudir a la naturaleza llevando en una mano sus principios, según los cuales tan sólo los fenómenos concordantes pueden tener el valor de leyes, y en la otra el experimento, pensado según aquellos principios.

¿A qué se debe entonces qué la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia? ¿Es acaso imposible? ¿Por qué, pues, la naturaleza ha castigado nuestra razón con el afán incansable de perseguir este camino como una de sus cuestiones más importantes? Más todavía: ¡qué pocos motivos tenemos para confiar en la razón si, ante uno de los campos más importantes de nuestro anhelo de saber, no sólo nos abandona, sino que nos entretiene con pretextos vanos y, al final, nos engaña! 

(...) 

Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a establecer a priori, mediante conceptos, algo sobre dichos objetos -algo que ampliara nuestro conocimiento- desembocaban en el fracaso. Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes de que nos sean dados.

Ocurre aquí como con los primeros pensamientos de Copérnico. Este, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando las estrellas en reposo. En la metafísica se puede hacer el mismo ensayo (...) dado que la misma experiencia constituye un tipo de conocimiento que requiere entendimiento y éste posee unas reglas que yo debo suponer en mí ya antes de que los objetos me sean dados, es decir, reglas a priori. 

(...) 

Pero se preguntará: ¿cuál es ese tesoro que pensamos dejar a la posteridad con semejante metafísica, depurada por la crítica, y por ella también reducida a un estado inmutable? 

En una pasajera inspección de esta obra, se creerá percibir que su utilidad no es más que negativa, la de no atrevernos nunca, con la razón especulativa, a salir de los límites de la experiencia; y en realidad tal es su primera utilidad. 

Si bien en este sentido es negativa, sin embargo (…) resulta de una utilidad positiva, y muy importante, tan pronto como se adquiere la convicción de que hay un uso práctico absolutamente necesario de la razón pura (el moral), en el cual ésta se amplía inevitablemente más allá de los límites de la sensibilidad

(...)

Que espacio y tiempo son solo formas de la intuición sensible, y por tanto sólo condiciones de la existencia de las cosas como fenómenos (…) que consiguientemente nosotros no podemos tener conocimiento de un objeto como cosa en sí misma, sino sólo en cuanto la cosa es objeto de la intuición sensible, es decir como fenómeno; todo esto queda demostrado en la parte analítica de la Crítica.

(...) 

Sin embargo, y esto debe notarse bien, queda siempre la reserva de que esos mismos objetos, como cosas en sí, aunque no podemos conocerlos, podemos al menos pensarlos.

(...) 

Me ha sido, pues, preciso suprimir el saber para dar lugar a la creencia.


Estética trascendental (del tiempo y el espacio)

El espacio no es un concepto empírico sacado de experiencias externas.
El espacio no representa ninguna propiedad de cosas en sí
El tiempo no es algo que exista por sí o que convenga a las cosas

No podemos nunca representarnos que no haya espacio, aunque podemos pensar muy bien que no se encuentren en él objetos algunos. Es considerado, pues, el espacio como la condición de la posibilidad de los fenómenos y no como una determinación dependiente de éstos, y es una representación a priori, que necesariamente está a la base de los fenómenos externos.

No podemos, por consiguiente, hablar de espacio, de seres extensos, etc., más que desde el punto de vista de un hombre.

Por lo que se refiere a los fenómenos en general, no se puede quitar el tiempo, aunque se puede muy bien sacar del tiempo los fenómenos. 

El tiempo no es nada más que la forma del sentido interno, es decir, de la intuición de nosotros mismos y de nuestro estado interno.

El tiempo es, pues, solamente una condición subjetiva de nuestra (humana) intuición (la cual es siempre sensible, es decir, por cuanto somos afectados por objetos) y no es nada en sí, fuera del sujeto.

8, Observaciones generales de la Estética Trascendental


Jamas podremos conocer lo que son los objetos en sí, por luminoso que sea nuestro conocimiento del fenómeno, que es lo único que podemos conocer.


¿Que son los objetos en sí y separados de toda esa receptibidad de nuestra sensibilidad? esto permanece para nosotros enteramente desconocido. No conocemos más que nuestro modo de percibirlos, que nos es peculiar y que no debe corresponder necesariamente a todo ser, si bien si a todo hombre". 

Lógica trascendental, introducción

Ninguna de estas propiedades es preferible a la otra. Sin sensibilidad, no nos serían dados los objetos, y sin entendimiento , ninguno sería pensado. Pensamientos sin contenido, son vacíos; intuiciones sin conceptos son ciegas.