lunes, 31 de agosto de 2015

La gran apuesta

JOHAN WOLFGANG GOETHE
FAUSTO
PROLOGO EN EL CIELO



MEFISTÓFELES Ya que de nuevo te llegas acá, Señor, y preguntas cómo andan las cosas entre nosotros, y ya que en otro tiempo solías verme con agrado, aquí me ves también entre la servidumbre. Perdona, yo no sé expresarme con palabras altisonantes, aunque me escarnezca el corro entero. Mi jerigonza te movería ciertamente a risa si no hubieras perdido la costumbre de reírte. Del sol y de los mundos, nada sé yo que decir, y, sólo veo como se fatigan los mortales. El raquítico dios de la tierra sigue siendo de igual calaña y tan extravagante como en el primer día. Un poco mejor viviera si no le hubieses dado esa vislum-bre de la luz celeste, a la que da el nombre de Razón y que no utiliza sino para ser más bestial que toda bestia. Se me figura, dicho sea con perdón de vuestra Señoría, uno de esos cigarrones de largas patas, que sin cesar vuelan y saltan volando y cantan invariablemente en la hierba su vieja cantinela. ¡Menos mal si pudiera siempre estarse quieto en la hierba! No hay inmundicia donde no meta la nariz.
EL SEÑOR ¿Nada más tienes que decirme? ¿Has de venir siempre a inculpar? ¿Nunca hay para ti algo bueno en la tierra?
MEFISTÓFELES No, Señor; encuentro lo de allá deplorable como siempre. Lástima me dan los hombres en sus días de miseria, y hasta se me quitan las ganas de atormentar a esa pobre gente.
EL SEÑOR ¿Conoces a Fausto?
MEFISTÓFELES ¿El doctor?
EL SEÑOR Mi siervo.
 MEFISTÓFELES ¡Singular manera tiene de serviros, a fe! No son terrenas la comida ni la bebida de ese insensato. El frenesí le impulsa a lo lejos, y sólo a medias tiene conciencia de su locura. Pide al cielo sus más hermosas estrellas y a la tierra cada uno de sus goces más sublimes; y ninguna cosa, próxima ni lejana, basta a satisfacer su corazón profundamente agitado.
EL SEÑOR Aunque ahora me sirve sólo en medio de su turbación, presto le guiaré a la claridad. Bien sabe el hortelano, cuando verdea el arbolillo, que la flor y el fruto serán su adorno en años venideros.
MEFISTÓFELES ¿Qué apostáis? Aun le perderéis si me dáis licencia para conducirle poco a poco a mi camino.
 EL SEÑOR En tanto que viva sobre la tierra, no te sea ello vedado. El hombre yerra mientras tiene aspiraciones.
MEFISTÓFELES Así, os lo agradezco, porque con los muertos nunca me ha gusta-do meterme. Prefiero las mejillas carnosas y frescas. No me vengan a mí con cadáveres. Me pasa lo mismo que el gato con el ratón.
EL SEÑOR Pues bien, séate ello concedido. Desvía de su origen este espíritu, y si en él puedes hacer presa, llévatelo contigo por tu senda abajo; pero caiga sobre ti la confusión si te ves obligado a confesar que, en medio de su vago impulso, el hombre bueno sabe discernir bien el recto camino.
MEFISTÓFELES Perfectamente; sólo que no durará esto mucho. No paso el menor cuidado por mi apuesta. Si me salgo con la mía, permitidme que a mis anchas goce yo de mi triunfo. Tendrá que comer polvo, y con delicia, como mi prima, la famosa serpiente.
 EL SEÑOR Puedes aparecerte, pues, también a tu albedrío jamás odié a tus semejantes; de todos los espíritus que niegan, el burlón es el que menos me molesta. Harto fácilmente puede relajarse la actividad del hombre, y éste no tarda en aficionarse al reposo absoluto. Por esta razón le doy gustoso un compañero que, debiendo obrar como diablo, le incite y ejerza influencia sobre él. (A los Angeles). Pero vosotros, verdaderos hijos de Dios, regocijaos en la espléndida belleza viviente. Que lo Evolutivo que perpetuamente obra y vive, os circunde con dulces barreras de amor, y a lo que se cierne en el aire cual flotante aparición, dadle fijeza con pensamientos duraderos. (El cielo se cierra. Los Arcángeles se dispersan).

MEFISTÓFELES (Sólo). De tiempo en tiempo pláceme ver al Viejo, y me guardo bien de romper con él, Muy linda cosa es, por parte de todo un gran señor, el hablar tan humanamente con el mismo diablo.



Nietzsche, las tres transformaciones




Nietzsche, Así Habló Zaratustra “De la Vaca Multicolor”

"Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se transforma en camello, y el camello en león, y el león, finalmente, en niño.
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la reverencia. Su fortaleza demanda cosas pesadas, y las más pesadas.
¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, como el camello, y quiere que lo carguen bien.
¿Qué es lo más pesado, oh héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije.
¿Acaso esto no es: humillarse para lastimar a su orgullo? ¿Hacer brillar su locura para burlarse de su sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?
¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad?
¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?
¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de sí las frías ranas y los calientes sapos?
¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando desea causarnos miedo?
Todas esas cosas, las más pesadas, lleva sobre sí el espíritu de carga: semejante al camello que cargado corre al desierto, así corre él a su desierto.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: El espíritu aquí se transforma en león, desea capturar la libertad y ser señor en su propio desierto.
 

Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, luchará por la victoria con el gran dragón.
¿Cuál es el gran dragón, al que el espíritu no quiere llamar ya señor ni dios? El gran dragón se llama »Tú debes«. Pero el espíritu del león dice »yo quiero«.
El »Tú debes« se halla apostado en su camino, como un animal escamoso de áureo fulgor, y sobre cada escama brilla áureamente »¡Tú Debes!«
Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: »Todo el valor de las cosas – brilla en mí.«
»Todo valor ha sido ya creado, y todo valor creado – soy yo. ¡En verdad, no debe haber más ningún ›Yo quiero‹!« Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se requiere del león en el espíritu? ¿No basta la bestia de carga, que renuncia y es respetuosa?
Crear valores nuevos – todavía el león no puede hacer eso: mas crearse libertad para nuevas creaciones – eso puede hacer el poder del león.
Crearse libertad y un no sagrado incluso frente al deber: para eso, hermanos míos, se requiere del león.
Tomarse el derecho de nuevos valores – ése es el tomar más horrible para un espíritu de carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.
En otro tiempo amó el »Tú debes« como lo más sagrado: ahora tiene que encontrar ilusión y arbitrariedad incluso en lo más sagrado, de modo que robe el quedar libre de su amor: para este robo se requiere del león.

Pero decidme, hermanos míos, ¿qué puede hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
El niño es inocencia y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer movimiento, un sí sagrado.
Sí, para el juego de la creación, hermanos míos, se requiere de una afirmación sagrada: el espíritu quiere ahora su voluntad, el que perdió el mundo gana ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se transformó en camello, y el camello en león, y el león, finalmente, en niño.
Así habló Zaratustra. Y por aquel entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca Multicolor"















Acerca del Mal

Si Dios es el creador de todo, entonces, ¿Dios creó el mal? ¿Cómo puede haber querido Dios, siendo eternamente bueno que existiera el dolor, el sufrimiento? ¿Acaso Dios es perverso? ¿O Su obra es un error... ¡pero entonces Dios no seria perfecto!

Estos son algunos de los cuestionamientos que recibe el cristianismo y los encontramos en la historia de la filosofía y la literatura. Dice Hermann Hesse, en Narciso y Goldmundo:
—"Dios mío, mira en lo que he venido a dar. Retorno del mundo convertido en un hombre malvado e inútil; malgasté mis años como un pródigo, y poco es lo que me ha quedado. He matado, he robado, he fornicado, me entregué a la holganza, le quité el pan a otros. Dios mío, ¿por qué nos has creado así, por qué nos llevas por tales caminos? (…) Tu proceder me desconcierta, Dios Padre; has creado un mundo lleno de maldad y lo conduces torpemente."  
Por un lado se pone en duda el plan divino, ¿por qué? se pregunta su protagonista desesperado, y pregunta por el sentido. Por el otro, su falta de esperanza lo lleva a elaborar la hipótesis -no de un ser malvado y perverso, pero si al menos torpe e imperfecto.

Por su parte David Hume, en sus Diálogos sobre la religión natural, expone el siguiente argumento:
"Concedamos que su poder es infinito; todo lo que Él quiere, se hace. Pues bien: como ni el hombre ni ningún animal son felices, hemos de concluir que Él no quiere su felicidad" 
 Si Dios es infinito y todo poderoso hay que aceptar su perversidad al negarle al hombre  la felicidad pudiendo hacerlo. Recordando las viejas preguntas de Epicuro dice:
"¿Es que quiere evitar el mal y es incapaz de hacerla? Entonces, es que es impotente. ¿Es que puede, pero no quiere? entonces es malévolo. ¿Es que quiere y puede? Entonces, ¿de dónde proviene el mal?”
Por su parte, Fererich Nietzsche, en su libro La genealogía de la moral confiesa que desde pequeño se preguntó sobre el origen del mal:
"¿Cuál es en verdad la fuente de nuestros conceptos del bien y del mal? a los trece años esta cuestión no se alejaba ya de mi pensamiento: a la edad en que Dios y los juegos de la niñez llenan el alma, dediqué a este problema mis primeros pininos de caligrafía filosófica. Y claro está que la solución a este problema estaba en Dios, a quién yo achacaba la culpa del mal. (…) Afortunadamente aprendí pronto a distinguir el prejuicio teológico y el moral y no busqué más el origen del mal fuera del mundo. Una educación histórica y filológica y un tacto innato, delicado, para los problemas psicológicos, transformaron muy pronto mi cuestión en esta otra: ¿De qué manera inventó el hombre estos conceptos: el bien y el mal? ¿Qué valor tienen en sí? ¿Han sido o no han sido favorables al progreso humano? ¿Son un síntoma peligroso de empobrecimiento vital, de degeneración? ¿O señalan por el contrario la plenitud, la fuerza, y la voluntad de vivir?"
Lo que comenzó siendo una pregunta sobre el origen terminó convirtiéndose en una pegunta por su procedencia: ¿Cómo fueron creados estos conceptos: el bien y el mal?

Poco tiempo después, en su libro Así Hablo Zaratustra dice:
“En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y todo su mal. En verdad, no los tomaron de otra parte, no los encontraron, éstos no cayeron sobre ellos como una voz del cielo.”
Por otro lado, Nietzsche reconoce que el mal es tan importante para la vida de los hombres como el bien, ya que sin el mal no habría progreso:
"(...) A decir verdad, los impulsos malvados son tan útiles, indispensables y convenientes para la conservación de la especie como los buenos impulsos; únicamente cumplen, una función distinta."
"Los espíritus más fuertes y malvados son los que hasta ahora han contribuido en mayor medida al progreso de la humanidad; nunca dejaron de inflamar una y otra vez las pasiones adormecidas pues toda sociedad ordenada adormece las pasiones (...) ellos fueron quienes forzaron a los hombres a contraponer una opinión a otra, un modelo a otro. Agitaron armas, derribaron límites fronterizos, vulneraron el espíritu de piedad; ¡pero crearon también religiones y morales nuevas! La misma "maldad" que desacredita a un conquistador se da en todo maestro y predicador de lo nuevo (...)  
Pero lo nuevo es siempre el Mal, pues únicamente quiere conquistar, pisotear los antiguos límites fronterizos y las antiguas piedades; ¡y sólo lo antiguo constituye el Bien! 
Los buenos de todas las épocas son los que cultivan a fondo los pensamientos antiguos y los aprovechan. Aunque al final este ejercicio ya no resulte y entonces sea necesario que el arado del Mal venga de nuevo a remover lo cultivado.  (Nietzsche, La gaya ciencia)


El Mal no existe

A estos y otros cuestionamientos dio respuesta uno de los máximos filósofos cristianos, allá por el siglo V d.C: San Agustín

Agustín consideraba que el mal, tanto físico como moral, no puede ser objeto de creación divina, porque denotaría imperfección. Por lo tanto considera que la existencia del mal es simple "carencia",  privación, y en cuanto tal, no es algo realmente existente.

En la teoría de  Agustín el mal se introduce al mundo a partir de la aparición del pecado, es decir, de la desobediencia de nuestros primeros padres al plan divino; luego el mal es responsabilidad del hombre, producto de su ignorancia o de la debilidad de la voluntad humana, que hace uso indebido de  su libertad:
"Por dos causas pecamos: o por no ver aún lo que debemos hacer, o por no hacer lo que ya vemos no se debe hacer; lo primero es mal de ignorancia; lo segundo, de flaqueza."
Por lo tanto el hombre debe retornar por medio de una vida purificadera a buscar a Dios y realizar en el mundo los planes de Dios.

La leyenda de Einstein.


La siguiente leyenda tiene como protagonista a un personaje muy conocido y por demás controversial: Albert Einstein. Si bien la historia no es verídica expone de modo elocuente la teoría del origen del mal dela que se sirvió el cristianismo gracias a San Agustín.



Durante una conferencia con varios universitarios, un profesor de la Universidad de Berlín... Alemania Inicio del siglo 20
Propuso un desafío a sus alumnos con la siguiente pregunta “¿Dios creó todo lo que existe?"
Un alumno respondió, valientemente Si, Él creó …
¿Dios realmente creó todo lo que existe? Preguntó nuevamente el maestro. Si señor, respondió el joven.
El profesor respondió “Si Dios creó todo lo que existe, y entonces Dios hizo el mal, ya que el mal existe! Y si establecemos que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, ¡entonces Dios es malo!!"
El joven se calló frente a la respuesta del maestro, que feliz, se regocijaba de haber probado, una vez más, que la fe era un mito.
Otro estudiante levantó la mano y dijo ¿Puedo hacerle una pregunta, profesor? Lógico, fue la respuesta del profesor.
El joven se paró y preguntó Profesor, ¿el frío existe? ¿Pero qué pregunta es esa?… Lógico que existe, ¿o acaso nunca sentiste frío?
El muchacho respondió "En realidad, señor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en verdad es la ausencia de calor. Todo cuerpo o objeto es factible de estudio cuando posee o transmite energía; el calor es lo que hace que este cuerpo tenga o transmita energía”.
“El cero absoluto es la ausencia total de calor; todos los cuerpos quedan inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Nosotros creamos esa definición para describir de que manera nos sentimos cuando no tenemos calor."
¿Existe la oscuridad? Continuó el estudiante. El profesor respondió Existe.
El estudiante respondió La oscuridad tampoco existe. La oscuridad, en realidad, es la ausencia de luz.
“La luz la podemos estudiar, y la oscuridad, no! A través del prisma de Nichols, se puede descomponer la luz blanca en sus varios colores, con sus diferentes longitudes de ondas. ¡La oscuridad, no!
“¿Cómo se puede saber qué tan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio.” “La oscuridad es una definición utilizada por el hombre para describir qué ocurre cuando hay ausencia de luz.”
Finalmente, el joven preguntó al profesor Señor, ¿EL MAL EXISTE?
El profesor respondió Como afirmé al inicio, vemos estupros, crímenes, violencia en todo el mundo. Esas cosas son del mal.
El estudiante respondió “El mal no existe, Señor, o por lo menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia del bien… De conformidad con los anteriores casos, el mal es una definición que el hombre inventó para describir la ausencia de Dios.”
Dios no creó el mal. … El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos. Es igual a lo que ocurre con el frío cuando no hay calor, o con la oscuridad cuando no hay luz.
El joven fue aplaudido de pié, y el maestro, moviendo la cabeza, permaneció en silencio…
El director de la Universidad, se dirigió al joven estudiante y le preguntó ¿Cuál es tu nombre?
¡Me llaman ALBERT EINSTEIN!



Michel Onfray y el mito del pecado original



"En todos los casos, el enemigo principal y declarado de la razón sigue siendo la religión. Porque toda religión incita a la obediencia, a la sumisión, a la docilidad ante sacerdotes que supuestamente enseñan lo que hay que creer, decir y pensar. A la religión no le va la razón que aleja de lo irracional, de las supersticiones, de las creencias con las cuales se conduce, guía y embrutece fácilmente a la mayor parte de los hombres. La fe y la razón se oponen violentamente. Allí donde funciona la primera, no hay lugar para la segunda, y viceversa. Por un lado, la plegaria y el miedo a los castigos; por otro, la reflexión y la seguridad en las decisiones. El avance de la religión es correlativo al retroceso de la razón: todos los países en los que una dictadura teocrática (en nombre de Dios) se instala (Irán, Afganistán) tienen la razón, sus símbolos y sus instrumentos (las matemáticas, la filosofía, la historia, la sociología, por ejemplo) por enemigos que hay que combatir. Las religiones del monoteísmo (un solo Dios invocado) -judaismo, cristianismo, islamismo— sospechan de ella igualmente. La Biblia manifiesta claramente su odio hacia esta facultad en el Génesis, donde se narra el pecado original generador de toda negatividad sobre el planeta: el trabajo, el dolor, el sufrimiento, la muerte. ¿De dónde viene el mal? De Eva, quien, en el jardín del Edén donde todo estaba permitido y existía en abundancia, con tal de que ella no gustase del fruto del árbol del conocimiento, prefirió probar el fruto en cuestión. ¿Qué quiere decir eso? Prefirió saber por sí misma, usar su razón para distinguir el bien y el mal por sus propios medios. Al optar por la razón, dice el cristianismo, Eva inventa el mal. No se puede representar mejor el odio a la razón."



domingo, 30 de agosto de 2015

Nietzsche y la crítica a la moral

            "¿De qué manera inventó el hombre estos conceptos: el bien y el mal? 
¿Qué valor tienen en sí? ¿Han sido o no han sido favorables al progreso humano? "
Nietzsche; Genealogía de la Moral.


“Quien quiera que intente ser un creador en dominio del bien 
y del mal debe ser primero un destructor y un quebrantador de valores” 
Así Habló Zaratustra



Podría decirse que toda la obra de Nietzsche está atravesada por su afán de destruir la moral. Esto puede reflejarse en los títulos de sus obras: Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral, la Genealogía de la Moral, Más Allá del Bien y del Mal.  

Su plan de realizar una nueva tabla de valores, su ideal de correrse del rebaño y de no convertirse en un pastor ni en un nuevo ídolo, su idea del superhombre, un hombre capaz de mandarse a sí mismo, nos hablan de un filósofo que ha dedicado su vida a transgredir los límites, a liberarse y a ofrecer herramientas para la liberación de aquello que más nos ata: nuestra propia conciencia.


A continuación compartimos dos textos de Nietzsche y una explicación de los mismos. El primero se encuentra en La Gaya Ciencia ("la ciencia jovial") y explica la "necesidad del mal" para el "progreso" de una sociedad, y cómo en el fondo el bien y el mal solo se diferencian en su aceptación social. El segundo se encuentra en la Genealogía de la Moral y explica la procedencia del sentimiento de culpa, o "la mala conciencia".  


"Necesidad del mal"
Nietzsche, La gaya ciencia


"Los espíritus más fuertes y malvados son los que hasta ahora han contribuido en mayor medida al progreso de la humanidad; nunca dejaron de inflamar una y otra vez las pasiones adormecidas pues toda sociedad ordenada adormece las pasiones, ni cesaron de despertar siempre el espíritu de comparación y de contradicción, el gusto por la novedad, por las tentativas audaces, por lo nunca experimentado; ellos fueron quienes forzaron a los hombres a contraponer una opinión a otra, un modelo a otro. 

Agitaron armas, derribaron límites fronterizos, vulneraron el espíritu de piedad; ¡pero crearon también religiones y morales nuevas! 

La misma "maldad" que desacredita a un conquistador se da en todo maestro y predicador de lo nuevo, aunque se manifieste de un modo tan sutil que no ponga al punto los músculos en movimiento, ni provoque semejante descrédito precisamente por dicha sutileza. 

Pero lo nuevo es siempre el Mal, pues únicamente quiere conquistar, pisotear los antiguos límites fronterizos y las antiguas piedades; ¡y sólo lo antiguo constituye el Bien!

Los buenos de todas las épocas son los que cultivan a fondo los pensamientos antiguos y los aprovechan. Aunque al final este ejercicio ya no resulte y entonces sea necesario que el arado del Mal venga de nuevo a remover lo cultivado. 

Hay ahora una herejía fundamental de la mora, preconizada particularmente en Inglaterra, según la cual los juicios sobre lo que es "bueno" y lo que es "malo" traducirían la suma de experiencias de lo "útil" y de lo "inútil"; se llama bueno a todo lo que conserva a la especie y malo a todo lo que le es perjudicial. 

No obstante, a decir verdad, los impulsos malvados son tan útiles, indispensables y convenientes para la conservación de la especie como los buenos impulsos; únicamente cumplen, una función distinta." 




El origen de la "mala consciencia"
Nietzsche; Genealogía de la Moral, II, XVI.

"En este punto no es posible esquivar ya el dar una primera expresión provisional a mi hipótesis propia sobre el origen de la "mala conciencia": tal hipótesis no es fácil hacerla oír, y desea ser largo tiempo meditada, custodiada, consultada con la almohada. Yo considero que la mala conciencia es la profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo la presión de aquella modificación, la más radical de todas las experimentadas por él, de aquella modificación ocurrida cuando el hombre se encontró definitivamente encerrado en el sortilegio de la sociedad y de la paz. Lo mismo que tuvo que ocurrirles a los animales marinos cuando se vieron forzados, o bien a convertirse en animales terrestres, o bien a perecer, eso mismo les ocurrió a estos semianimales felizmente adaptados a la selva, a la guerra, al vagabundaje, a la aventura, -de un golpe todos sus instintos quedaron desvalorizados y "en suspenso". A partir de ahora debían caminar sobre los pies y "llevarse a cuestas a sí mismos", cuando hasta ese momento habían sido llevados por el agua: una espantosa pesadez gravitaba sobre ellos. Se sentían ineptos para las funciones más simples, no tenían ya, para este nuevo mundo desconocido, sus viejos guías, los instintos reguladores e inconscientemente infalibles, -¡estaban reducidos, estos infelices, a pensar, a razonar, a calcular, a combinar causas y efectos, a su "conciencia", a su órgano más miserable y más expuesto a equivocarse! Yo creo que no ha habido nunca en la tierra tal sentimiento de miseria, tal espantoso malestar, -¡y, además, aquellos viejos instintos no habían dejado, de golpe, de reclamar sus exigencias! Sólo que resultaba difícil, y pocas veces posible, darles satisfacción: en lo principal, hubo que buscar apaciguamientos nuevos y, por así decirlo, subterráneos. Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro –– esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: ˙únicamente con esto se desarrolla en él lo que mas tarde se denomina su "alma". 

Todo el mundo interior, originariamente delgado, como encerrado entre dos pieles, fue separándose y creciendo, fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la medida en que el desahogo del hombre hacia fuera fue quedando inhibido. Aquellos terribles barreras con que la organización social se protegía contra los viejos instintos de la libertad, y en primer término la barrera del castigo, hicieron que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta, se volviesen contra el hombre mismo. La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción, todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la "mala conciencia" (...)

Pero con ella se había introducido la dolencia más grande, la más siniestra, una dolencia de la que la humanidad no se ha curado hasta hoy, el sufrimiento del hombre por el hombre, por sí mismo (...) resultado de una declaración de guerra contra los viejos instintos en los que hasta ese momento reposaban su fuerza, su placer y su fecundidad." 





El Origen del sentimiento de culpa 
o mala conciencia
-una explicación-


"¿Cómo ha venido al mundo esa otra "cosa sombría", la consciencia de la culpa, toda la "mala conciencia"?


El hombre que hace y cumple sus promesas es un hombre que "ha criado en sí mismo una facultad" opuesta al olvido, es decir, una memoria, la cual se convierte en "una memoria de la voluntad". La persona que dice "te voy a amar por siempre" intenta hacer de su deseo actual algo eterno, inamovible. Pero no hay nada tan cambiante como el deseo.

El ser que promete es un ser que responde de sí mismo a través del tiempo y cuya palabra se mantiene a través del tiempo, un ser "que da su palabra como algo en lo que se puede confiar, porque se sabe lo suficientemente fuerte para mantenerla incluso contra infortunios". Esta voluntad larga, que permanece idéntica a sí misma a través del tiempo y que establece su propio tiempo, constituye al hombre de conciencia. 

Nietzsche reconsidera su idealización del animal que promete y se pregunta cómo puede crearse una memoria para la voluntad, y encuentra que esta tiene su origen el contrato. Así llega a la conclusión de que existe una relación entre deuda y culpa: el incumplimiento del pago de la deuda despierta el deseo de compensación en el acreedor y el deseo de infligir un daño al deudor. La deuda presupone que se ha incumplido un contrato, y la existencia de éste presupone la institución de la promesa (de una voluntad que debe continuar) 

Pero el deseo de castigar no puede explicarse del todo a partir del hecho del contrato incumplido. ¿Por qué el acreedor obtiene placer al infligir un daño, y qué forma adopta dicho placer cuando el daño es infligido en la acción moralizada por la cual hace moralmente responsable al deudor y lo declara culpable? ¿Qué extraña consumación de placer se produce en esa atribución de culpa?

El castigo del deudor parece surgir en respuesta a un daño, que sería la deuda, pero la respuesta asume un significado que sobrepasa el propósito explícito de obtener una compensación, porque el castigo es placentero. Ahora bien, para que el acreedor pueda regocijarse el deudor tiene que aceptar su culpa. ¿Cómo se explica la formación de esta culpa en el deudor? Dice Nietzsche:

"El castigo... tiene el valor de despertar en el culpable el sentimiento de culpa; se busca en él el auténtico instrumentum de la reacción anímica que recibe el nombre de "mala conciencia", "remordimientos de conciencia".

La mala conciencia sería la fabricación de interioridad que acompaña a la ruptura de la promesa, a la discontinuidad de la voluntad. El placer de infligir dolor, que antes se atribuyó al acreedor y que se encuentra presente en todos los hombres, se convierte, bajo la presión del contrato social, en un placer internalizado, el goce de perseguirse a uno mismo. El origen de la mala conciencia es, por tanto, el goce obtenido al perseguirse a uno mismo.


Resumen de:
http://klytemmnestra.blogspot.com.ar/2011/01/la-explicacion-nietzcheana-de-la-mala.html

El árbol del conocimiento




Cuenta la biblia que Dios "hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer; también el árbol de la vida, y el árbol de la ciencia del bien y del mal". De este árbol "no comerás" le dijo a Adán, que sin chistar agachó la cabeza. Y después para que no se aburriera en el paraíso le creó a la mujer. Esta, un poco más despierta que el nabo de Adán, se sintió atraída por el árbol prohibido: " Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella"

De repente Dios lo llama a Adán y cuando ve que este anda medio timidón, escondiendo sus atributos detrás de una humilde hoja le dice: "¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿has comido del árbol que de que yo te mandé no comieses?" Y Adán como buen cobarde (esta es una de las mejores partes) le dice: "la mujer que me diste por compañera me dio del árbol y yo comí" (me lo imagino a Adán moviendo los hombros y señalando a la pobre Eva) 

La cuestión es que Dios, que supuestamente es infinitamente bondadoso, sabio, misericordioso y etc etc, se enoja tanto que le dice a Eva: "multiplicaré en gran medida los dolores de tus preñeses; con dolor darás a luz los hijos; y TU DESEO SERÁ PARA TU MARIDO, Y ÉL SE ENSEÑOREARÁ DE TI"


Michel Onfray, Antimanual de filosofía

"En todos los casos, el enemigo principal y declarado de la razón sigue siendo la religión. Porque toda religión incita a la obediencia, a la sumisión, a la docilidad ante sacerdotes que supuestamente enseñan lo que hay que creer, decir y pensar. A la religión no le va la razón que aleja de lo irracional, de las supersticiones, de las creencias con las cuales se conduce, guía y embrutece fácilmente a la mayor parte de los hombres. La fe y la razón se oponen violentamente. Allí donde funciona la primera, no hay lugar para la segunda, y viceversa. Por un lado, la plegaria y el miedo a los castigos; por otro, la reflexión y la seguridad en las decisiones. El avance de la religión es correlativo al retroceso de la razón: todos los países en los que una dictadura teocrática (en nombre de Dios) se instala (Irán, Afganistán) tienen la razón, sus símbolos y sus instrumentos (las matemáticas, la filosofía, la historia, la sociología, por ejemplo) por enemigos que hay que combatir. Las religiones del monoteísmo (un solo Dios invocado) -judaismo, cristianismo, islamismo— sospechan de ella igualmente. La Biblia manifiesta claramente su odio hacia esta facultad en el Génesis, donde se narra el pecado original generador de toda negatividad sobre el planeta: el trabajo, el dolor, el sufrimiento, la muerte. ¿De dónde viene el mal? De Eva, quien, en el jardín del Edén donde todo estaba permitido y existía en abundancia, con tal de que ella no gustase del fruto del árbol del conocimiento, prefirió probar el fruto en cuestión. ¿Qué quiere decir eso? Prefirió saber por sí misma, usar su razón para distinguir el bien y el mal por sus propios medios. Al optar por la razón, dice el cristianismo, Eva inventa el mal. No se puede representar mejor el odio a la razón."





Nietzsche y la crítica al cristianismo



Nietzsche pensaba que el cristianismo era una moral de esclavos que a lo largo del tiempo fue domesticando a los  hombres hasta convertirlos en ovejas obedientes que siguen al rebaño. Lo más difícil de todo según Nietzsche es mandar, y sobre todo mandarse a uno mismo.





Nietzsche se postula como el opositor  más grande del cristianismo. En primer lugar esta religión (la religión triunfante en el mundo occidental) propone un desenlace del drama de la vida, donde las opciones son irreductiblemente dos: el cielo o el infierno. 

Según  la visión cristiana del mundo, cuando el hombre muere, el alma es sometida a un juicio (el juicio final) y el veredicto determina su eternidad. La vida es entonces un tránsito  hacia algo más grande, más importante. El fin del hombre en la vida es seguir  las normas prefijadas por el creador y así el alma ganará el cielo.

Pero Pretender  una eternidad o un futuro sin sufrimientos es según Nietzsche un desprecio hacia la vida, por eso califica al cristianismo como una enfermedad, en el sentido de debilidad de la voluntad.  El más allá que propone el cristianismo, la promesa del paraíso, el deseo de una vida sin sufrimiento, sin dolor, es un síntoma de debilidad y desprecio hacia la vida.


"Cristianismo ha sido desde un principio, esencial y fundamentalmente, asco y cansancio de la vida misma, que se disfrazaba bajo la fe en otra  vida mejor"


La vida, dice Nietzsche, es trágica. La tragedia a diferencia del drama, no tiene resolución. En el drama siempre encontramos un fin, un desenlace. Pero en la tragedia no, quien se encuentra dentro de lo trágico no encuentra salida.  Es inevitable escapar al dolor, al sufrimiento, a la injusticia. Todas estas cosas que el hombre padece, así como la muerte, son parte de la vida, "hacen a la vida".





Quien desee verdaderamente la vida debe aceptarla con todo lo que ella tiene de bueno y de malo, con todo lo que tiene de horrendo y también de doloroso. Es por eso que Nietzsche venera las religiones antiguas, politeístas, como la de los griegos antiguos. En El origen de la Tragedia dice:

"Quien se acerque a estos seres olímpicos con otra religión en su corazón y busque en ellos elevación moral, santidad, espiritualidad, piadosas miradas de amor, pronto les dará la espalda disgustado y decepcionado. En ellos no hay nada que recuerde a la ascesis, a la espiritualidad y al deber; en ellos nos habla sólo una existencia exuberante, triunfante, en la cuál todo lo existente está divinizado, tanto si es bueno como si es malo."

Pero pretender una eternidad o un futuro sin sufrimientos es  un desprecio hacia la vida, por eso Zaratustra dice:


   
"Yo os conjuro hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales"
 
  




viernes, 7 de agosto de 2015

Kant y la ética del deber


En esta entrada veremos una ética muy particular, que rompe con la manera tradicional de fundamentar nuestros actos morales.Las teorías éticas anteriores a Kant habían identificado "el bien" a determinados “fines” como la felicidad, los placeres, el paraíso, el bien común, etc..

Pero Kant señala cualquier acción que mire a la obtención de un bien no puede ser considerada "ética". Incluso cuando actuemos bien o correctamente, si lo hacemos para conseguir algo a cambio, no actuamos sino por interés, y esto no tiene ningún valor ético.

Kant propone en su lugar la ética del deber. Solo pueden ser consideradas "éticas" aquellas acciones que se realicen "por deber".

No importa si comportándome como debo hacerlo me va bien o mal, si soy más feliz, o si por el contrario merezco un castigo. El deber del hombre es actuar bien, sin importar las consecuencias, más allá de los resultados que pueda tener su acción

Según Kant el deber es "la necesidad de una acción por respeto a la ley". Pero una ley que, como veremos, no se encuentra escrita en ningún lado, ni proviene desde el exterior (de la iglesia, del Estado, o de la sociedad), sino que proviene de nuestro interior, que nosotros mismos podemos dictar, haciendo uso de nuestra razón.

Otra de las particularidades de la ética kantiana es que no nos dice qué debemos hacer sino que nos da herramientas para que nosotros mismos sepamos qué debemos y que no debemos hacer. Por eso a esta ética se
 la suela llamar "formal", para distinguirla las éticas "materiales". La materia es el "contenido" de una orden; por ejemplo: "no robarás", o "no matarás". La orden dice exactamente "lo que hay o lo que no hay que hacer".  Kant, en cambio, jamás dice lo que debemos hacer. Pero ¿cómo sabemos cómo debemos actuar?

Según Kant, muchas veces actuamos de acuerdo a ciertos principios. Kant llama máximas a esos principios por los que nos guiamos. Una persona mentirosa, por ejemplo, se guiará por una máxima como ésta: "mentiré cada vez que me convenga", aunque no la formule explícitamente.

Si cada uno hiciera solamente lo que le conviene o lo que cree correcto, no sería posible ninguna ética. La idea de Kant ofrecernos una ética universal que nos permita estar de acuerdo en nuestros deberes, y al mismo tiempo no imponernos desde afuera nuestros deberes. ¿Es esto posible?

Según Kant si, porque todos tenemos la posibilidad de usar la razón ("la razón es lo mejor repartido" dice Kant), lo que nos permitirá saber cómo debemos actuar en cada caso. Solo tenemos que realizar una pequeña operación mental. Escuchemos al propio Kant:

“Para saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente bueno (...) bástame preguntar: ¿puedes creer que tu máxima se convierta en ley universal?"
Kant nos dice que hay que determinar si nuestras "máximas" pueden elevarse a "ley universal." ¿Qué significa esto?

Habíamos dicho que una máxima es un principio o norma por la cual se rige una conducta. Ahora bien, esta máxima puede ser muy útil para mí. ¿Pero qué pasaría si todo el mundo utilizara esta máxima mía como propia? 



Cada vez que estamos a punto de realizar una acción debemos preguntarnos “¿qué sucedería si todos hicieran lo que yo voy a hacer?". "Esto que yo haré, ¿es deseable que todo el mundo lo haga?" Si la respuesta es afirmativa, estaré obrando éticamente, es decir, transformando mi acción en una norma que vale para las conductas de todos los hombres del mundo.

Volvamos al ejemplo anterior, ¿puedo querer que la máxima "mentiré cada vez que me convenga" se convierta en ley universal, es decir, sea utilizada por "todo el mundo"? Al responder esa pregunta sabré por mí mismo (sin necesidad de consejo alguno) si mi acción es correcta o no. Por eso sentencia Kant:

"Obra de modo tal que puedas querer sin contradicciones que tu máxima se convierta en ley universal"
En esta oportunidad dice algo muy parecido a lo anterior, pero con dos diferencias. En primer lugar no realiza una pregunta sino que enuncia una orden. Para actuar correctamente, éticamente, debemos actuar de modo tal que podramos querer que nuestra máxima se convierta en "ley universal". Pero además agrega que podamos querer "sin contradicciones". ¿Cómo sería querer con contradicciones?

Volvamos a nuestro ejemplo: ¿Está bien mentir? A esta pregunta podemos responder de muchas maneras. Una de ellas podría ser: "si me conviene mentir no está mal”. Una vez formulada la máxima tendría que preguntarme: ¿Qué pasaría si todos lo hicieran? Si todos mintieran nadie creería a los demás, y al perderse la confianza la mentira carecería de sentido, pues nadie la creería. ¿Puedo yo querer esas consecuencias? No, puesto que si digo una mentira lo hago para que me crean. Entonces, yo quiero y no quiero la mentira al mismo tiempo: la quiero para mí pero no para los otros. En mi voluntad hay una contradicción, lo que me prueba que la máxima propuesta no puede universalizarse.

En conclusión, a la hora de determinar lo que debemos hacer solo
tenemos que preguntarnos ¿qué pasaría si todos hicieran lo mismo
en esta situación ? ¿podemos quererlo siempre? Si la respuesta es
si, estamos haciendo lo correcto, si es no, debemos reformular la
máxima de nuestra acción.



A esta orden que nos damos a nosotros mismos Kant la llama imperativo categórico.Un imperativo es una orden, una imposición, un mandato. Los imperativos pueden ser hipotéticos, cuando mandan algo para conseguir otra cosa, “si quieres aprobar el examen ponete a estudiar”, o categóricos, cuando deben cumplirse por sí mismo, sin fin alguno. Por ejemplo: "no se debe mentir". Es diferente de afirmar "si no querés ser tratado como un mentirosos no mientas", o " a la larga vas a ser descubierto, la mentira tiene patas cortas, así que mejor se sincero"





Actos por de deber y de acuerdo al deber 


Según Kant nuestros actos pueden clasificarse de tres maneras de acuerdo a nuestra intención y su relación con el deber: podemos actuar de acuerdo al deber, en contra del deber y por deber. 

A Actuamos en forma contraria al deber, cuando hacemos lo opuesto de lo que requiere el deber. Nuestro deber es ser honestos. Por lo tanto, si estafamos, estamos actuando en forma contraria al deber, y nuestra acción tendrá un valor moral negativo.

B Actuamos de acuerdo con el deber cuando nos atenemos a lo que el deber nos requiere pero por motivos que tienen que ver con nuestros propios intereses o inclinaciones. Por ejemplo, un hombre se está ahogando en el río y otro salta al agua para rescatarlo. Inmediatamente juzgamos el acto como heroico y noble. Pero luego nos enteramos que el hombre que se estaba ahogando le debía una buena cantidad de dinero al que saltó para rescatarlo. En este caso, se estaría actuando de acuerdo al deber, el rescatista hizo lo que debía, pero no por bondad, sino por un interés, ya que si el hombre se ahogaba nunca iba a cobrar su deuda. Kant cataloga esta acción como una acción de acuerdo al deber por inclinación mediata ya que los motivos que inclinaron su acción fue producto del cálculo de las consecuencias.

Si en lugar de ser un hombre que debía dinero se hubiera tratado de su hijo, la acción tampoco podría juzgarse éticamente, el hombre lo hubiera salvado por inclinación inmediata, es decir, no hubiera tenido que pensar si le convenía o no, o si estaba bien o mal, lo hubiera hecho instintivamente, por amor.

La acción de acuerdo con el deber, sea por inclinación mediata o inmediata, tendrá un valor moral neutro. No es negativo, porque no se opone al deber; pero tampoco es positivo, porque se realizó por interés o por afecto. 

C. Actuamos por deber cuando el único motivo de nuestra acción es el conocimiento de que esa es la manera en que debemos actuar. Supongamos que la médica a la que nos referimos antes no conoce al herido, o más aún, que el paciente fue herido en una confrontación en la que mató a un ser querido de la médica. Sin embargo, no hay otro médico presente, y ella hace todo lo posible por salvarlo, porque ese es su deber. Aquí vemos la distinción entre actuar por inclinación y actuar por deber. El deber es de naturaleza exclusivamente racional; en cambio las inclinaciones corresponden a nuestros instintos y a nuestros sentimientos y son, por tanto, de naturaleza emocional.


Un ejercicio:

Supongamos que un bombero voluntario entra a un edificio en llamas. Sabe que es peligroso, y que puede perder su vida; sin embargo, intenta salvar las vidas de cinco personas (desconocidas para él) atrapadas en una habitación del tercer piso.

a. ¿Cómo se evaluaría su acción desde el punto de vista kantiano: moralmente buena, moralmente mala, moralmente neutra? 

b. Supongamos que las personas atrapadas no son desconocidas, sino que se trata de la familia del bombero. ¿Cómo se evaluaría su acción desde el punto de vista kantiano (buena, mala, neutra)? 

c. Supongamos que el bombero no es un voluntario, sino que recibe un premio económico por cada persona que logra salvar. ¿Cómo se evaluaría su acción desde el punto de vista kantiano?

La ética kantiana en "perfume de mujer"

El siguiente video es un fragmento de la película “Perfume de Mujer”, se trata de la escena del juicio en donde se culpa a Charlie Simms, un joven estudiante de New Hampshire de encubrir a un grupo de compañeros que jugaron una broma pesada al director del colegio. Charlie se debate en una encrucijada: puede delatar a sus compañeros y obtener fácilmente un ingreso a la universidad, o protegerlos y ser expulsado del colegio. Según los directivos el deber del muchacho es decir la verdad, y por lo tanto debe delatar a sus compañeros. Pero el Teniente Coronel Frank Slade, retirado tras haber quedado ciego, realiza un encendido discurso a favor de los valores éticos del muchacho por no delatar a sus compañeros.




Un poco de humor...