jueves, 6 de agosto de 2015

Los cínicos


«Diogenes sentado en su tinaja», cuadro de Jean-Léon Gérôme (1860).


Antístenes y Diógenes

El cinismo es una postura filosófica que originó un tal Antístenes, un filósofo muy peculiar que supo ser discípulo del sofista Gorgias y luego paso a la fila de seguidores de Sócrates. Nació en Atenas, entre los años -450 y -445 y murió en al año -366. Fue el prototipo de sabio austero y solitario, con una confianza radical en el ser humano individual y una desconfianza total en las instituciones de cualquier clase. Fue uno de los filósofos más relevantes de su época, tanto por sus teorías, como por su actitud y su forma de vida. Tuvo a  una influencia decisiva en algunas de las escuelas que se formaron en este periodo, como la estoica, fundada por uno de sus seguidores: Zenón de Citio.

Pero fue a través de otro de sus discípulos que el cinismo ganó fama y admiración, se llamaba Diógenes y lo apodaban Kyon (que en griego quiere decir "perro") debido a su forma extravagante de vivir, sumamente austera, comparable quizás a la de un linyera; se dice que vivía en un tonel y satisfacía sus necesidades donde le apetecía.

Cuando Diógenes llegó a Atenas, quiso ser discípulo de Antístenes, pero fue rechazado por este ya que no admitía discípulos, y ante su insistencia Antístenes le amenazó con su bastón. Pero Diógenes le dijo: "no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir". Antístenes se dio cuenta de que estaba ante un hombre especial y decidió entonces aceptarlo como discípulo. 

Muy pronto Diógenes llevó al extremo las enseñanzas de su maestro y se convirtió en una de las figuras más sobresalientes de la Atenas del siglo V, por su talento para la ironía y sus controvertidas. Mucha gente viajaba a Atenas solo para conocerle. Es conocido que Alejandro Magno, cuando estuvo en la ciudad, pidió conocerlo, y su encuentro pasó a la historia. Alejandro quería saber si eral tal como se decía, que era incorruptible, fiel a sus ideas, y probó tentar al filósofo: “Pídeme lo que quieras”, le ofreció en público, a lo que nuestro filósofo contestó “apártate que me tapas el sol.”




Una filosofía de vida

Así como existieron la Academia  y el Liceo, en los casos de Platón y Aristóteles, y el Jardín, en el caso de Epicuro, Antístenes habría de elegir para dictar sus lecciones un espacio en las afueras de la ciudad, un lugar lindero a los cementerios, en lo alto de una colina. De modo que la escuela cínica vio luz en los suburbios, lejos de los barrios ricos, un espacio destinado a los excluidos, a aquellos que el orgullo griego había dejado de lado.

Sin embargo, eran la plaza pública, el mercado, los lugares más concurridos los que elegían los cínicos para realizar sus discursos, entablar diálogos o simplemente denunciar con sus acciones la hipocresía de la sociedad.

Los cínicos afirmaban que la civilización, con todos sus problemas, era algo artificial y antinatural y que debía considerarse con desprecio. Proponían en consecuencia un retorno a la vida natural, que ellos equiparaban a una existencia simple, y afirmaban que la felicidad completa sólo puede lograrse a través de la autarquía, la auto-suficiencia, ya que la independencia es el verdadero bien y no las riquezas o la lujuria.

Es por eso que, a semejanza de los perros, comían en la plaza pública, negándose a la ceremonia de comer en horarios, en lugares establecidos y según hábitos y costumbres estrictas. También se comportaban como perros para satisfacer sus necesidades sexuales con la misma espontaneidad que saciaban su hambre, a la vista de todos, bajo el horror de los paseantes. Se cuenta que un día Diógenes, mientras se masturbaba en público dijo: "si solamente pudiera poner fin a mi hambre y mis necesidades frotando así mi vientre..."

Al igual que los perros vivían en la calle, dormían a la intemperie, bajo las estrellas o dentro de un tonel. Los cínicos hacían de la sencillez una virtud. De ahí la invitación al desprendimiento y el repudio a lo ostensivo.

Para los cínicos la meta del ser humano, el bien supremo, era la autarquía, es decir, la autosuficiencia, el bastarse a sí mismo, la total independencia, tanto externa como interna. “El sabio se caracteriza por una aptitud singular para inventar nuevas posibilidades de vida que contrastan con las que ofrecen el hábito y la convención”, dice Michen Onfray en su libro Cinismos. Se trata de buscar una moral plenamente emancipada y por ello, necesariamente, antisocial, pues la sociedad no permite un individuo plenamente independiente, antes al contrario, nos modela y socializa hasta convertirnos en lo que necesita que seamos.

La sociedad, por una parte, complica enorme­mente la satisfacción de las necesidades más primarias por medio de infinidad de convenciones, reglas y usos, y por otra, convierte al ser humano en esclavo de nuevas necesidades perfectamente superfluas. Algo que podemos ver perfectamente en la actualidad, gracias al avance tecnológico, era ya denunciado por los cínicos cuatro siglos antes de Cristo. En ese momento no existían celulares, ni teléfonos ni redes sociales, no existía la propaganda, ni la televisión ni ropa de distintas marcas. Mujeres, hombres, ¡y hasta niños! Son cada vez somos menos dueños de sí mismos gracias a estas falsas necesidades que los obligan a tener un buen trabajo para poder pagarlas. Pero no solo se necesita dinero, sino también prestigio, éxito, fama, etc. Contra todas estas cosas se oponen los cínicos, por atentar contra la naturaleza humana que solo puede desarrollarse en libertad.

El principio ético que los cínicos siguen para lograr esta libertad es simple: renuncia a lo social, desapégate de esas falsas necesidades, seguí los dictados de la naturaleza, lleva una vida sencilla, austera, lo más parecido a un animal, porque en el fondo, no somos otra cosa. No debemos dejarnos guiar por convenciones, usos y costumbres, sino solo por nuestra naturaleza. "El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella", decía Diógenes. Con lo cual, parafraseando a Sócrates podríamos decir: “una vida sin libertad no merece ser vivida”

Como vemos, además de ser estrafalarios, los cínicos tenían su propia visión del mundo y sobre todo su propio modo de entender y vivir la vida. Michel Onfray dice:

"Tras la causticidad de Diógenes y su intención de provocar, percibimos una actitud filosófica seria, tal como puede haber sido la de Sócrates. Si se dedicó a hacer caer una tras otra las máscaras de la vida civilizada y a oponer a la hipocresía en boga las costumbres del 'perro', ello se debe a que Diógenes creía que podía proponer a los hombres un camino que los condujera a la felicidad".

En efecto, uno de los rasgos que diferencia al cinismo de otros movimientos es precisamente la importancia que dan a la ascesis, la práctica y el ejercicio continuo, tanto mental como físico,  para alcanzar la autosuficiencia y un estado de ánimo que les libere de los imprevistos y les endurezca para permanecer impasibles ante "adversarios existenciales" como el hambre, el frío o la pobreza. Se cuenta que con este fin Diógenes se abrazaba a los postes congelados en invierno, y se revolcaba en la arena caliente en verano.

Aunque los cínicos no constituyeron estrictamente una escuela filosófica, atrajeron la atención por sus excentricidades y por su insolencia, pero también por la defensa de la naturaleza humana y la profunda crítica a la civilización. Sus enseñanzas fueron tomadas por los Estoicos, e incluso aún hoy se los recuerda. Vivieron como predicaron, y predicaron con el ejemplo.






Historias de Diógenes




Un día Aristipo, consejero del rey, lo vio a Diógenes comiendo un plato de lentejas. Aristipo se acercó y le dijo: "Diógenes, si trabajaras para el rey, no tendrías que comer lentejas". Diógenes, sin dejar de masticar le contestó: "si comieras lentejas no tendrías que ser consejero del rey".

Se cuenta también en una ocasión,  mientras viajaba en un barco, el mismo fue atacado  por unos piratas.  Los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. Pero el comportamiento de Diógenes era totalmente natural, llamaba la atención por su humor y su falta de preocupación. Cuando llego su turno le preguntaron: "¿y tú, qué es lo que sabes hacer? entonces Diógenes sonriente respondió: "yo se mandar, pregunta a algunos de estos  que si quiere comprarse un amo". Nadie salía de su asombro. Sin embargo un hombre muy bien vestido pagó el precio estipulado, este hombre era llamado Gemíades. Diógenes se encargó por años de su ascienda, de la educación de sus hijos y las costumbres de su casa.

En cierta ocasión  le invitaron a una lujosa mansión, para algunos hablar con Diógenes era una especie de pasatiempo. Al llegar a la casa su dueño le advierte: "ten cuidado Diógenes, en esta casa no se escupe en el suelo, mira lo brillante y reluciente que esta todo, es una casa digna, hay que tener respeto y cuidado de ella". Acto seguido Diógenes le encaja un escupitajo en pleno rostro.  Todos se quedan paralizados, nadie sabe que decir. Entonces Diógenes se justifica diciendo: "no he encontrado lugar más sucio para hacerlo".
En un banquete algunos le echaron huesos, como si fuera un perro: Diógenes, comportándose como un perro, orinó allí mismo.

En otra ocasión, gritó: “¡Hombres a mí!” Al acudir una gran multitud les despachó golpeándolos con el bastón: “Hombres he dicho, no basura”.

Se comportaba de modo terriblemente mordaz: echaba pestes de la escuela de Euclides, llamaba a los diálogos platónicos pérdidas de tiempo; a los juegos atléticos dionisíacos, gran espectáculo para estúpidos; a los líderes políticos, esclavos del populacho.

Proclamaba que los dioses habían otorgado a los hombres una vida fácil, pero que éstos lo habían olvidado en su búsqueda de exquisiteces, afeites, etc. Por eso, a uno que estaba siendo calzado por su criado, le dijo: “No serás enteramente feliz hasta que tu criado te suene también las narices, lo que ocurrirá cuando hayas olvidado el uso de tus manos”.

Observando cierta vez un niño que bebía con las manos, arrojó el cuenco que llevaba en la alforja, diciendo: “Un niño me superó en sencillez.» Asimismo se deshizo de su escudilla cuando vio que otro niño, al que le se había roto el plato, recogía sus lentejas en la cavidad de un pedazo de pan”



La mayor fuente sobre las anécdotas de Diógenes se encuentran en el famoso libro de Diógenes Laercio: “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos ilustres”, escrito en el siglo III. Otro libro muy completo sobre los cínicos es el del filósofo francés Michel Onfray, “Cinismos, relato de los filósofos llamados perros” De allí extraemos esta última cita:


“Hoy es perentorio que aparezcan nuevos cínicos: a ellos les correspondería la tarea de arrancar las máscaras, de denunciar las supercherías, de destruir las mitologías y de hacer estallar en mil pedazos los bovarismos generados y luego amparados por la sociedad.”




El vuelo de Antares y Héroes del Pensamiento nos ofrecen la vida de Diógenes de Sinope:




Pepe Mujica, un verdadero cínico




Alex supertramp, un cínico moderno

 Into the Wild (Hacia rutas salvajes)




Fuentes:

https://nocturnoginer.files.wordpress.com/.../unidad-6-teorias-eticas.doc
Michel Onfray, Cinismos.

Para leer más sobre el cinismo:


1 comentario:

  1. Actualmente más que a los cínicos prefiero a los epicureos.

    ResponderEliminar