viernes, 7 de agosto de 2015

La ética del Utilitarismo: ¿el fin justifica los medios?

El utilitarismo fue propuesto originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra por Jeremy Bentham y su seguidor John Stuart Mill.



La postura utilitarista dice que se actúa bien si se lo hace de acuerdo a un fin, y este no puede ser otro que la felicidad. Pero no la felicidad individual (lo que nos sumiría en un egoísmo sin salida) sino en la felicidad colectiva. Mejor actuaremos cuando nuestra acción contribuya con la felicidad del mayor número de personas.  

“El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad, o el Principio de mayor Felicidad, mantiene que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor, por infelicidad el dolor y la falta de placer.”
Esta postura ética sostiene que el placer y la exención del sufrimiento son las únicas cosas deseables, ya sea por el placer inherente a ellas mismas o como medios para la promoción del placer y la evitación del dolor. Es debido a esto que ha sufrido fuertes críticas, al punto de que a los primeros filósofos que la sostuvieron eran calificados irónicamente como “cerdos”. El fundamento de la crítica era el siguiente:
“si una persona actúa bien solo cuando busca placer y evita el dolor, esa persona se guía como lo hacen los animales. Un hombre que se contente en refregarse en fango y comer hasta el hartazgo sería un hombre “bueno”, o moralmente correcto”.
A esta crítica Stuart Mill responde de la siguiente manera:


“Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades.”
En efecto, existen varias clases de placeres, algunos son más elevados que otros porque implican una destreza mental, una preparación, una ejercitación, algún tipo de conocimiento. Por otro lado, algunos placeres son más durables que otros, y esto también los hace más valiosos. 

Un ejemplo que implica ambas condiciones de superioridad (duración y destreza): el placer de saciar la sed se termina tan pronto como se sacia la sed, y no se precisa de ningún tipo de conocimiento ni preparación alguna para disfrutarlo. En cambio el placer por la lectura requiere un conocimiento y un esfuerzo mayor, pone en juego un complejo de actividades mentales y sus efectos se prolongan más allá del tiempo de lectura, incidiendo incluso en nuestra manera de concebir el mundo o en nuestro modo de conducirnos en la vida.
“Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades.”
En efecto, existen varias clases de placeres, algunos son más elevados que otros porque implican una destreza mental, una preparación, una ejercitación, algún tipo de conocimiento. Por otro lado, algunos placeres son más durables que otros, y esto también los hace más valiosos.

Otra manera para decidir que placer es más valioso que otro es el siguiente: Mill dice que si le preguntamos a una persona que no conoce algún tipo de placer, como por ejemplo, ayudar a las otros, y en cambio está acostumbrada a actuar de manera egoísta, mirando solamente el propio interés, esta nos dirá que esto es lo mejor. Pero si le preguntamos a una persona habituada a los dos placeres va a saber decirnos, con fundamentos cuál de los dos es mejor.
“Ningún ser humano inteligente admitiría convertirse en un necio, ninguna persona culta querría ser ignorante, ninguna persona con sentimientos y conciencia querría ser un egoísta y depravada, aún cuando se la persuadiera de que el necio, el ignorante o el sinvergüenza pudieran estar más satisfechos con su suerte que ellos con la suya (…) Un ser con facultades superiores necesita más para sentirse feliz, probablemente está sujeto a sufrimientos más agudos, y ciertamente los experimenta en mayor número de ocasiones que un tipo inferior. Sin embargo, a pesar de los riesgos, nunca puede desear hundirse en lo que él considera que es un grado más bajo de existencia (…)"

"Es indiscutible que el ser cuyas capacidades de goce son pequeñas tiene más oportunidades de satisfacerlas plenamente; por el contrario, un ser muy bien dotado siempre considerará que cualquier felicidad que pueda alcanzar, tal como el mundo está constituido, es imperfecta. Pero puede aprender a soportar sus imperfecciones, si son en algún modo soportables. Imperfecciones que no le harán envidiar al ser que, de hecho, no es consciente de ellas, simplemente porque no experimenta en absoluto el bien que hace que existan imperfecciones. Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo contento.”


¿Qué es mejor, ser un ser humano insatisfecho o un cerdo contento?



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