sábado, 11 de abril de 2015

Enemigos de la filosofía


Eduardo Galeano 
Contra el poder de la costumbre



"Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería. Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca." 

El libro de los Abrazos; La burocracia 3


Eduardo Rabossi, 
Contra todo dogmatismo



¿Por qué es criticable el dogmatismo? ¿Qué es un dogmático? 
Un dogmático es una persona cuya estructura mental es ésta: 
- existe un conjunto de verdades fundamentales acerca de x, o y; 
- yo (dogmático) las conozco; 
- esas verdades, por ser lo que son, no exigen justificación racional y sobre todo no pueden ser sujetas a críticas racionales; 
- todos tienen que aceptar esas verdades (y el mundo será mejor así); 
- quienes no acepten esas verdades estarán en el error y 
- el error no merece ser tolerado.

Sentado esto, se puede comprender por qué el filósofo provoca la suspicacia dogmática. Si hay un rasgo que caracteriza al filósofo de manera esencial, cualquiera sea la posición teórica que adopte, es su no dogmatismo. El filósofo puede llegar a convencerse de que existen verdades básicas. Pero no puede considerar que está eximido de fundamentarlas racionalmente, ni que pueden quedar al margen de la crítica racional. En el momento mismo en que admitiera tales cosas, dejaría de ser filósofo. Ser filósofo y ser dogmático son propiedades incompatibles, como lo son ser célibe y ser libidinoso o ser cobarde y ser guerrero. Esta es la razón por la cual el verdadero filósofo es para el dogmático un personaje molesto, poco confiable, "ideológicamente" complicado. Es que si hay una "ideología" propia de la filosofía ésa es el antidogmatismo, la actitud crítica racional, el respeto por el poder de la crítica racional.



Julio Cortazar
Contra lo dado



“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha, al mismo tiempo, fue el no aceptar las cosas como me eran dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra madre era la palabra madre y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas."


Julio Cortazar




Sábato
Contra los que critican la filosofía



¿En qué lugares se reclutan estos maledicentes? En primer término, en los laboratorios. Los hombres de ciencia positiva son a menudo seres del siglo XIX que viven en el siglo XX. Afirman atenerse a los hechos —esos famosos hechos— y sólo a ellos. Si les preguntamos cuáles son, nos señalarán un metro, una balanza, una columna de cifras, un termómetro, una pesa, algunos minerales, un hornito, ciertas placas espectrográficas. Nos dictaminarán que tomar un metro y medir una longitud son hechos, mientras que especular acerca de lo que es y lo que no es la medida es filosofía, es decir, puro charlatanismo (...) Es más fácil que un hombre de ciencia se ría de un tratado de filosofía que de un metro. Al menos, muchas veces los he encontrado jaraneando ante un tratado de filosofía y jamás he encontrado a ninguno de ellos riéndose ante un metro, aunque fuese un metro sin campana de vidrio. Por cierto que cuando le preguntaba el motivo de su algazara, el hombre iniciaba una tartamudeante explicación de índole metafísica.

La segunda legión se la encuentra en las calles, en los cafés, en las sobremesas, en los escritorios de negociantes y hombres prácticos (“No me venga usted con filosofías”). En otras palabras, entre los hombres realistas, o sea esos señores que temen al número 13, que tocan madera cuando mencionan la salud, que se ríen en 1491, cuando alguien viene con el proyecto de descubrir América, que sucesivamente han rechazado los antípodas, el paraguas, la ametralladora, la radiactividad, la teoría de Einstein, los microbios, las ondas hertzianas. Más brevemente: entre esos realistas que se peculiarizan por rechazar futuras realidades. Esa gente se ríe de la filosofía, la consideran sinónimo de charlatanismo, la combaten, la juzgan perniciosa para las buenas costumbres y la estabilidad. Y todo ello en frases fundadas en vertiginosos e inconscientes postulados metafísicos. 

Ernesto Sabato; Hombres y Engranajes






miércoles, 1 de abril de 2015

La filosofía, entre acordes y melodías




A la filosofía se la puede reconocer en muchos lugares, escondida entre  novelas, canciones, películas, etc. También, si se mira bien, se la puede encontrar en la mesa de un bar, en una charla entre amigos, en los consejos de un padre o una madre, en la réplica de un adolescente  o en la clásicas y molestas preguntas de los niños.

Para empezar a reconocerla en lugares más habituales y desmitificar la idea de que la filosofía es algo difícil, que se encuentra oculta y es para unos pocos, vamos a buscarla en algunas canciones. La primera es Callejero, de Alberto Cortés, habla de un perro vive de acuerdo a "la filosofía de la libertad". Uno podría pensar en el famoso caso de Diógenes el cínico, que vivía como los perros, sin hogar y sin posesiones, para poder ser libre. O también podría pensar en esas personas que viven viajando y nunca echan raíces en lugar, como describe la canción "El desaparecido" de Manu Chao.


Callejero


Era callejero por derecho propio 
su filosofía de la libertad 
fue ganar la suya sin atar a otros 
y sobre los otros no pasar jamás. 
aunque fue de todos nunca tuvo dueño 
que condicionara su razón de ser 
libre como el viento era nuestro perro 
nuestro y de la calle que lo vio nacer. 
Era un callejero con el sol a cuestas 
fiel a su destino y a su parecer 
sin tener horario para hacer la siesta 
ni rendirle cuentas al amanecer 
Era nuestro perro y era la ternura, 
esa que perdemos cada día mas 
y era una metáfora de la aventura 
que en el diccionario no se puede hallar. 
Digo nuestro perro porque lo que amamos 
lo consideramos nuestra propiedad 
y era de los niños y del viejo pablo 
a quien rescatara de su soledad. 
Era un callejero y era el personaje 
de la puerta abierta en cualquier hogar 
y era en nuestro barrio como del paisaje 
el sereno, el cura y todos los demás. 
Era el callejero de las cosas bellas 
y se fue con ellas cuando se marchó 
se bebió de golpe todas las estrellas 
se quedó dormido y ya no despertó 
Nos dejó el espacio como testamento 
lleno de nostalgia, lleno de emoción 
vaga su recuerdo por los sentimientos 
para derramarlos en esta canción. 
Al fin y al cabo amigos míos, 
no era mas que un perro...

-Alberto Cortez-



Clandestino, El desaparecido



Me dicen el desaparecido
Fantasma que nunca está
Me dicen el desagradecido
Pero esa no es la verdad
Yo llevo en el cuerpo un dolor
Que no me deja respirar
Llevo en el cuerpo una condena
Que siempre me echa a caminar


La segunda canción es uno de los tangos más famosos de Enrique Santos Discépolo, interpretado por el Polaco Goyeneche, "Cafetín de Buenos Aires", un emblema de la cultura popular y "la escuela de la calle". 

Cafetín de Buenos Aires




De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan...
La ñata contra el vidrio,
en un azul de frío,
que sólo fue después viviendo
igual al mío...
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros:
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor.

Cómo olvidarte en esta queja,
cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja...
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía... dados... timba...
y la poesía cruel
de no pensar más en mí (...)

Enrique Santos Discépolo




"La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo ya hay que morirse"   E. Sabato





Asociaciones en entre filosofía y Rock internacional

Conceptos de filosofía

Bailando en el abismo
¿Qué es filosofía?


¿Qué es la filosofía? es ya una pregunta filosófica. Si recurrimos a los filósofos vamos a encontrar que difícilmente se pongan de acuerdo sobre lo que es, sobre cuál es su finalidad o para qué sirve. En esta entrada proponemos echar un vistazo a lo que algunos filósofos dicen acerca de la filosofía. La intención no es dar una definición acabada ni privilegiar alguna definición sobre otra. Por el contrario, creemos que la riqueza de la filosofía se encuentra en la variedad de ideas y en las posibilidades que esta nos ofrece de sacar nuestras propias conclusiones.


Fernando Savater




"Antes de llegar a saber, filosofar es defenderse de quienes creen saber y no hacen sino repetir errores ajenos. Aún más importante que establecer conocimientos es ser capaz de criticar lo que conocemos mal o no conocemos aunque creamos conocerlo: antes de saber por qué afirma lo que afirma, el filósofo debe saber al menos por qué duda de lo que afirman los demás o por qué no se decide a afirmar a su vez. Y esta función negativa, defensiva, crítica, ya tiene un valor en sí misma, aunque no vayamos más allá y aunque en el mundo de los que creen que saben el filósofo sea el único que acepta no saber pero conoce al menos su ignorancia."

Fernando Savater, Las preguntas de la vida


Michel Foucault




"Hay momentos en la vida en que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de cómo se piensa y percibir distinto de cómo se ve es indispensable para seguir contemplando o reflexionando." 

"¿Qué es la filosofía hoy (quiero decir la actividad filosófica) sino el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto?"

"Se trata de la curiosidad, esa única especie de curiosidad, por lo demás, que vale la pena de practicar con cierta obstinación: no la que busca asimilar lo que conviene conocer, sino la que permite alejarse de uno mismo"

Michel Foucault, El Uso de los Placeres, 1984


Nietzsche


“Un filósofo: es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias. Alguien a quien sus propios pensamientos le golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie particular de acontecimientos y rayos. Acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos, un hombre fatal rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí, pero que es demasiado curioso para no volver a sí una y otra vez…” Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal


"Los filósofos ya no deben darse por satisfechos con aceptar los conceptos que se les dan para limitarse a limpiarlos y a darles lustre, sino que tienen que empezar por fabricarlos, crearlos, plantearlos y convencer a los hombres de que recurran a ellos." Nietzsche, Fragmentos Póstumos

"Que un hombre así haya escrito es cosa que ha aumentado realmente el gozo de vivir en este mundo. Por mi parte al menos, desde que conocí a este espíritu libre y fuerte como ningún otro, no puedo decir de él sino lo que él mismo dice de Plutarco: apenas he lanzado una mirada en él y ya me han crecido una pierna o un ala". Nietzsche, Schopenhauer como educador 


Michel Onfray; Cinismos:
"¿Qué puede ofrecernos un hombre que ha dedicado todo su tiempo a filosofar sin haber  inquietado nunca a nadie"


                              Heidegger



"Aún cuando no sepamos nada de filosofía, estamos ya en la filosofía, porque la filosofía está en nosotros y nos pertenece y, por cierto, en el sentido de que filosofamos ya siempre. Filosofamos incluso cuando no tenemos idea de ello"

                               Heidegger; Introducción a la filosofía


André Comte-Sponville
   

 
  
“Quien, desde el comienzo, está contento de sí mismo, no necesita la filosofía. Tampoco quien, aun cuando esté descontento, renuncie a cambiarse. Tomar la decisión de filosofar (sí, esto se decide: basta con quererlo) es siempre impugnar el fatalismo del propio carácter, del propio temperamento, de las propias angustias, del propio inconsciente, de las propias pasiones: del propio cuerpo. Este cuerpo es yo. Filosofar es no resignarse a sí mismo, o no por completo. No aceptarse como destino.”                      


Russell


"El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales de su tiempo y su país (...) sin el consentimiento deliberado de su razón. 

El disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser (...) y guarda vivo nuestro sentido de la admiración, presentando los aspectos familiares en un aspecto no familiar"



Walter Kohan



"La filosofía se escenifica en el teatro del mundo (…) Este teatro ofrece actualmente un espectáculo al que asistimos entre atónitos y desengañados, entre fascinados e incrédulos. Pero esta realidad a la que asistimos como espectadores no termina de clausurar nuestras inquietudes más profundas, sino que suele instalar, por lo menos, una sospecha. Entre la sorpresa y el escepticismo se desliza un descontento o una molestia que abre interrogantes. Se origina una perturbación que genera curiosidad (¿por qué esto?). 

La filosofía como crítica radical es la superación de la inmovilidad a que conduce la aceptación acrítica de esas percepciones e interpretaciones, la contemplación pasiva del estado de las cosas. Es la puesta en cuestión de los supuestos y fundamentos de estos ordenamientos, removiéndolos, movilizándolos, mostrando su contingencia y arbitrariedad (...) El impulso primero de nuestra filosofía -y la de un Heráclito, un Sócrates o un Foucault- es el intento de superar la fijeza e inmovilidad que presenta cualquier orden establecido."

Cerletti y Kohan, La filosofía en la escuela, Un panorama actual


Deleuze

“Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las victimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral, y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quien, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?. La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran…pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohíbe?" Deleuze, Nietzsche y la filosofía


Franz Rosenzweig:
"La filosofía es la enfermedad del sentido común"

Gustavo Santiago; Intensidades Filosóficas:
"La filosofía no se construye sobre saberes, sino sobre ignorancias. Quien cree saber no busca el saber. De este modo, cualquier persona está en condiciones de ingresar a la filosofía, no necesita acreditar saberes previos" 


Rafael Gambra


"Se dice que una de las cosas impulsa a los hombres a filosofar es la admiración, y si hay algo una que no deja de asombrarnos es el simple hecho de existir o, más aún, de que exista todo un mundo. ¿Cómo se creó el universo? ¿Cuál es el origen de todas las cosas? ¿Por qué existe el mundo, en lugar de no haber nada? Preguntas como estas son las que el hombre se ha hecho desde los orígenes de los tiempos." 


"El concepto de filosofía permanece aún hoy bastante oscuro para la generalidad de los hombres (...) La filosofía es, sin embargo, la actividad más natural del hombre, y la actitud filosófica, la más propiamente humana. Imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha sufrido un accidente en la calle a consecuencia del cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una clínica o a una casa inmediata. Cuando vuelve en sí se encuentra en un lugar que le es desconocido, en una situación cuyo origen no recuerda. ¿Cuál será su preocupación inmediata, la pregunta que enseguida se hará a sí mismo o a los que le rodean? No será, ciertamente, sobre la naturaleza o utilidad de los objetos que ve a su alrededor, ni sobre las medidas de la habitación o la orientación de su ventana. Su pregunta será una pregunta total: ¿qué es esto? O, mejor, una que englobe su propia situación: ¿dónde estoy?, ¿por qué he venido aquí? 

Pues bien, la situación del hombre en este mundo es en un todo semejante. Venimos a la vida sin que se nos explique previamente qué es el lugar a dónde vamos ni cuál habrá de ser nuestro papel en la existencia.

Tampoco se nos pregunta si querernos o no nacer. Cierto que, como no nacemos en estado adulto sino que en la vida se va formando nuestra inteligencia; al mismo tiempo nos vamos acostumbrando a las cosas, a verlas como lo más natural e indigno de cualquier explicación. A los primeros e insistentes ¿por qué? de nuestra niñez responden nuestros padres como pueden, y el inmenso prestigio que poseen para nosotros de una parte, y la oscura convicción que tiene el niño de no estar en condiciones de llegar, a entenderlo todo, de otra, nos hacen aceptar fácilmente una visión del Universo que, en la mayor parte de los casos será definitiva e inconmovible.

Sin embargo, si adviniéramos, al mundo en estado adulto, nuestra perplejidad sería semejante a la del hombre que, perdido el conocimiento, amaneció en un lugar desconocido. Si este mundo que nos parece tan natural y normal fuera de un modo absolutamente distinto nos habituaríamos a él con no menor dificultad.

Llegada la inteligencia a su estado adulto suele, en algún momento al menos, colocarse en el punto de vista del no habituado, de su nesciencia profunda frente al mundo y a sí mismo. En ese instante está haciendo filosofía."

Rafael Gambra; Historia Sencilla de la Filosofía"



Jostein Gaarder, El mundo de Sofía




"La mejor manera de aproximarse a la filosofía es plantear algunas preguntas filosóficas: ¿Cómo se creó el mundo? ¿Existe alguna voluntad o intención detrás de lo que sucede? ¿Hay otra vida después de la muerte? ¿Cómo podemos solucionar problemas de ese tipo? Y, ante todo: ¿cómo debemos vivir? 

En todas las épocas, los seres humanos se han hecho preguntas de este tipo (...) En realidad, no son tantas las preguntas filosóficas que podemos hacernos. Ya hemos formulado algunas de las más importantes. No obstante, la historia nos muestra muchas respuestas diferentes a cada una de las preguntas que nos hemos hecho (...) . No se puede consultar una enciclopedia para ver si existe Dios o si hay otra vida después de la muerte. La enciclopedia tampoco nos proporciona una respuesta a cómo debemos vivir. No obstante, a la hora de formar nuestra propia opinión sobre la vida, puede resultar de gran ayuda leer lo que otros han pensado. 

¿Dije ya que lo único que necesitamos para ser buenos filósofos es la capacidad de asombro? Si no lo dije, lo digo ahora: LO ÚNICO QUE NECESITAMOS PARA SER BUENOS FILÓSOFOS ES LA CAPACIDAD DE ASOMBRO. Todos los niños pequeños tienen esa capacidad. No faltaría más. Pero conforme van creciendo, esa capacidad de asombro parece ir disminuyendo. ¿A qué se debe?

Para los niños, el mundo —y todo lo que hay en él— es algo nuevo, algo que provoca su asombro. No es así para todos los adultos. La mayor parte de los adultos ve el mundo como algo muy normal. Precisamente en este punto los filósofos constituyen una honrosa excepción. Un filósofo jamás ha sabido habituarse del todo al mundo. Para él o ella, el mundo sigue siendo algo desmesurado, incluso algo enigmático y misterioso.


Jostein Gaarder; El mundo de Sofía.





¿Qué es la filosofía?


¿Qué es la filosofía? es ya una pregunta filosófica. Si recurrimos a los filósofos vamos a encontrar que difícilmente se pongan de acuerdo sobre lo que es, sobre cuál es su finalidad o para qué sirve.
En esta entrada proponemos echar un vistazo a lo que algunos filósofos dicen acerca de la filosofía. La intención no es dar una definición acabada ni privilegiar alguna definición sobre otra. Por el contrario, creemos que la riqueza de la filosofía se encuentra en la variedad de ideas y en las posibilidades que esta nos ofrece de sacar nuestras propias conclusiones.


En su libro "Historia sencilla de la filosofía", Rafael Gambra dice: "el concepto de filosofía permanece aún hoy bastante oscuro para la generalidad de los hombres".  En general se piensa que la filosofía es algo difícil y misterioso. Esto se debe a que durante muchos años la filosofía se encontró encerrada en las universidades o en las bibliotecas, y por lo tanto pasó a a ser una especialidad para unos pocos. 

Sin embargo, dice Gambra también dice que la filosofía es "la actividad más natural del hombre", y para comprenderlo nos propone el siguiente ejemplo:
"Imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha sufrido un accidente en la calle a consecuencia del cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una clínica o a una casa inmediata. Cuando vuelve en sí se encuentra en un lugar que le es desconocido, en una situación cuyo origen no recuerda. ¿Cuál será su preocupación inmediata, la pregunta que enseguida se hará a sí mismo o a los que le rodean? No será, ciertamente, sobre la naturaleza o utilidad de los objetos que ve a su alrededor, ni sobre las medidas de la habitación o la orientación de su ventana. Su pregunta será una pregunta total: ¿qué es esto? O, mejor, una que englobe su propia situación: ¿dónde estoy?, ¿por qué he venido aquí?"
Y continúa:
"la situación del hombre en este mundo es en un todo semejante. Venimos a la vida sin que se nos explique previamente qué es el lugar a dónde vamos ni cuál habrá de ser nuestro papel en la existencia. Tampoco se nos pregunta si querernos o no nacer. Cierto que, como no nacemos en estado adulto sino que en la vida se va formando nuestra inteligencia; al mismo tiempo nos vamos acostumbrando a las cosas, a verlas como lo más natural e indigno de cualquier explicación. A los primeros e insistentes ¿por qué? de nuestra niñez responden nuestros padres como pueden, y el inmenso prestigio que poseen para nosotros de una parte, y la oscura convicción que tiene el niño de no estar en condiciones de llegar, a entenderlo todo, de otra, nos hacen aceptar fácilmente una visión del Universo que, en la mayor parte de los casos será definitiva e inconmovible.
Sin embargo, si adviniéramos al mundo en estado adulto, nuestra perplejidad sería semejante a la del hombre que, perdido el conocimiento, amaneció en un lugar desconocido. Si este mundo que nos parece tan natural y normal fuera de un modo absolutamente distinto nos habituaríamos a él con no menor dificultad. Llegada la inteligencia a su estado adulto suele, en algún momento al menos, colocarse en el punto de vista del no habituado, de su nesciencia profunda frente al mundo y a sí mismo. En ese instante está haciendo filosofía. Muchos hombres ahogan en sí esa esencial perplejidad, ellos serán los menos dotados para la filosofía; otros la reconocen como la única actitud sincera y honesta y se entregan a ella. Éstos serán —profesionales o no— filósofos." (Rafael Gambra, Historia sencilla de la filosofía)
Por lo tanto, la filosofía no es algo extraño ni misterioso. Cómo decía Heidegger, la filosofía no se encuentra fuera de nosotros, sino que está dormida en nuestro interior; solo se trata de ponerla en marcha.

Como muestra Gambra en su ejemplo, una de las cosas que ponen en marcha el pensar filosófico es el asombro. El asombro nos incita a preguntar y las preguntas nos motivan a buscar respuestas.

Dice el filósofo J. Gaarder: 
"Lo único que necesitamos para ser buenos filósofos es la capacidad de asombro. Todos los niños pequeños tienen esa capacidad. No faltaría más. Pero conforme van creciendo, esa capacidad de asombro parece ir disminuyendo."  (Gaarder, El Mundo de Sofía)
No precisamos demasiado para filosofar, no es necesario ir a la universidad ni haber leído determinada cantidad de libros. Solo precisamos dejar que nuestro asombro aflore y no tener miedo de preguntar. Por eso dice Gaarder que los niños son buenos filósofos. Nadie mejor que  ellos para sorprenderse del mundo y torturarnos con sus preguntas. 

Filosofar es algo muy natural, podríamos decir que todos "nacemos filósofos". Sin embargo, en cuanto vamos creciendo esta capacidad va disminuyendo. ¿Por qué?


El problema está en la costumbre. Nos acostumbramos tanto a las cosas que las naturalizamos y dejamos de interesarnos en ellas. Hay un relato de Eduardo Galeano que refleja perfectamente esta situación:
"Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería. Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca." (Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, La burocracia 3.)

En el relato de Galeano hay una orden que cumple desde mucho tiempo atrás. Nadie conoce el origen de esa costumbre, pero todos la cumplen. Nadie sabe "por qué" hay que custodiar el banquito, no se conocen las causas, la razón, el porqué. Hasta que a alguien se le ocurre preguntar. Eso es precisamente lo que hace la filosofía, pregunta, indaga, busca conocer las causas, pone a prueba los fundamentos, critíca. Ya Aristóteles en el siglo V a.C. definía a la filosofía como la disciplina que indaga las causas y los principios. Sin embargo el filósofo griego concebía a la filosofía como un saber. Algunos filósofos modernos y contemporáneos en cambio la definen como una relación con el saber. Fernando Savater, por ejemplo dice: 
"Antes de llegar a saber, filosofar es defenderse de quienes creen saber (...) Aún más importante que establecer conocimientos es ser capaz de criticar lo que conocemos mal o no conocemos aunque creamos conocer"

Otra de las causas por las cuales dejamos de filosofar las encontramos en los dogmas que abundan en nuestra sociedad. Hay ideas que, ya fuera por el peso de la tradición y la costumbre, o bien creencias religiosas, nos impiden pensar.  El filósofo argentino Eduardo Rabossi dice en unos de sus textos:

"El filósofo puede llegar a convencerse de que existen verdades básicas. Pero no puede considerar que está eximido de fundamentarlas racionalmente, ni que pueden quedar al margen de la crítica racional. En el momento mismo en que admitiera tales cosas, dejaría de ser filósofo."
Es en este sentido el filósofo es todo lo contrario a un dogmático. Si bien suele definirse a la filosofía como la búsqueda de la sabiduría, muchas veces la filosofía se enfrenta a la sabiduría. Es por eso que también se habla de la filosofía como una "crítica radical". Dicen Cerletti y Kohan:
"La filosofía como crítica radical es la superación de la inmovilidad a que conduce la aceptación acrítica de esas percepciones e interpretaciones, la contemplación pasiva del estado de las cosas. Es la puesta en cuestión de los supuestos y fundamentos de estos ordenamientos, removiéndolos, movilizándolos, mostrando su contingencia y arbitrariedad (...) El impulso primero de nuestra filosofía -y la de un Heráclito, un Sócrates o un Foucault- es el intento de superar la fijeza e inmovilidad que presenta cualquier orden establecido."

La filosofía, entonces, no solo puede ser puesta en marcha por el asombro, sino también por una actitud de rebeldía ante una incomodidad, es la sensación de que "algo anda mal" lo que  mueve a filosofar, porque hay algo que debe ser examinado, criticado, puesto en duda. 

Esa actividad crítica de la filosofía atenta contra el orden establecido, contra la costumbre, contra la tradición. Es por eso que Gambra dice que hay que colocarse en "el punto de vista del no habituado" para hacer filosofía. Para no caer en el adormecimiento de la costumbre.

Al respecto Foucault dice:
"Hay momentos en la vida en que los que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de cómo se piensa y percibir distinto de cómo se ve es indispensable para seguir contemplando o reflexionando (...) ¿qué es la filosofía hoy (quiero decir la actividad filosófica) sino el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto?" (Michel Foucault, El Uso de los Placeres, Prólogo, 1984)
Desde esta perspectiva, la filosofía es el ejercicio de reflexionar sobre nuestro modo de pensar. Es decir, es el pensamiento que se piensa a si mismo. "¿Por qué pensamos como pensamos?" es la pregunta filosófica por excelencia. Esta actividad crítica sirve -según Foucault- para intentar "pensar  distinto". Ahora bien, ¿por qué es necesario "pensar distinto"?  

A esta pregunta podemos responder con Russell:
"El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales de su tiempo y su país (...) sin el consentimiento deliberado de su razón". 
Desde pequeños se nos dice qué y cómo son las cosas: en nuestra familia, en la escuela, en la iglesia, en nuestro hogar mientras miramos televisión. La mayor parte de nuestras ideas provienen del mundo exterior, de nuestro contexto. Se nos enseña desde chicos qué está bien y qué está mal, crecemos con esas ideas, y como en el relato del soldado, olvidamos el origen de estas ideas a causa de la costumbre. Pero cuando preguntamos ¿Por qué esta bien? ¿Por qué está mal? nos enfrentamos no solo al orden establecido y la costumbre, sino también a nosotros mismos.

Cuando Foucault habla de la curiosidad que lo lleva a filosofar aclara:
"Se trata de la curiosidad, esa única especie de curiosidad, por lo demás, que vale la pena de practicar con cierta obstinación: no la que busca asimilar lo que conviene conocer, sino la que permite alejarse de uno mismo". (Fouacault, Idem) 
Enfrentarnos con nosotros mismos, es decir, con nuestros modos de pensar, de actuar, de vivir, esa es la misión de la filosofía. En un principio puede parecer negativa, pero muy al contrario, solo mediante este enfrentamiento (la crítica, la puesta en duda, el replanteo de nuestros modos de ser y de pensar) nos permitirá buscarnos, elegirnos, encontrarnos.

"Conócete a ti mismo" decía Sócrates. Este conocimiento que buscaba la filosofía desde sus orígenes, era un conocimiento existencial, que  permitiera elegirnos y liberarnos. Que nos permitiera vivir de un modo auténtico. Pero antes tendremos que pasar por un largo y solitario camino, el camino de la duda, de la de la incertidumbre. Como dice Foucault, antes tendremos que alejarnos de nosotros mismos (de que hicieron de nosotros) Estas cosas que están tal mal vistas en nuestras sociedad pueden llegar a ser muy positivas.

Escuchemos nuevamente a Russell:
"El disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser (...) y guarda vivo nuestro sentido de la admiración, presentando los aspectos familiares en un aspecto no familiar"
Que lo familiar se vuelva extraño, que nuestras mayores certezas naveguen en un mar de dudas. Para hacer filosofía hay que tener valor, hay que animarse a emprender un camino incierto que no sabemos donde nos puede llevar. 

La duda, la crítica, el enfrentamiento a los más conocido, a lo más familiar, ese alejarse de uno mismo, nos enfrentan a los desconocido. 

Se dice que Sócrates fue considerado el hombre más sabio de toda Grecia y que sin embargo decía "no saber nada". Esta contradicción no es casual. Sócrates sabía lo importante y positiva que era la ignorancia. Si la filosofía busca la sabiduría es porque no la posee. El filosofo no sabe, no es un sabio. Es alguien que busca saber porque reconoce su ignorancia. Gustavo Santiago dice:
"La filosofía no se construye sobre saberes, sino sobre ignorancias. Quien cree saber no busca el saber. De este modo, cualquier persona está en condiciones de ingresar a la filosofía, no necesita acreditar saberes previos" (Gustavo Santiago; Intensidades Filosóficas)

Esto desmitifica la idea de que la filosofía es algo difícil, que hay que saber mucho para  hacer filosofía, que hay que haber estudiado, leído un montón de libros, etc etc. Sócrates nunca escribió, y si bien sabía leer, nunca recomendó un libro. Su actividad filosófica se basaba en el diálogo y el exámen de las opiniones propias y ajenas. Son precisamente las preguntas lo que lo llevaron a la muerte. No sus opiniones. 

Onfray, en su libro Cinismos nos cuenta cómo en sus orígenes la filosofía estaba asociada a un "modo de vida". Al recordar a su maestro dice: "Conocer a los filósofos que nos enseñaba equivalía a poner en tela de juicio la propia vida."  Es que los filósofos antiguos hacían filosofía de un modo muy particular. Para darnos una idea Onfray nos regala esta imagen:

"Al punto uno comprende qué podía significar la práctica de la filosofía en un foro o en un agora helenística. Allí donde pasan todos, entre un mercado improvisado y un nicho votivo, el filósofo habla y entrega su palabra al público. Entonces se examinan todas las cuestiones posibles: la muerte y la naturaleza de los dioses, el sufrimiento y el consuelo, el placer y el amor, el tiempo y la eternidad. En medio de los olores y los murmullos, las ráfagas de calor y los perfumes de las piedras caldeadas hasta ponerse blancas, la sabiduría llega a ser un arte."

Sócrates, Diógenes, Epicuro, esos filósofos antiguos no se recluían para meditar, salían a la calle, se dirigían al mercado, a la plaza pública. La filosofía nace unida al diálogo, a la reflexión ética y política, pero no a una reflexión individual, sino colectiva. La filosofía se hace con los otros, nace de la confrontación, de la variedad de ideas, de la refutación y la búsqueda de argumentos para convencer a los otros. 

Si la filosofía se fue recluyendo cada vez más fue a causa de las instituciones que vieron en su uso un peligro: la iglesia en primer lugar, pero también los estados modernos con sus universidades y sus centros educativos. La filosofía quedó encerrada, confinada a algunos recintos y para unos pocos. Se convirtió poco a poco en mera "palabrería", en discursos puramente teóricos e inútiles. 

Es hora de sacar a la filosofía de este encierro, es hora de poner en marcha el filosofar nuevamente, en todos lados, en la calle, en la escuela, en nuestros hogares. Es hora de revisarnos a nosotros mismos y a los otros, pero sobre todo con los otros. Es hora de animarse a reconocer la propia ignorancia y dejarnos interpelar por la duda. Es hora de aventurarse a pensar distinto. Para eso hay que tomar riesgos, el riesgo que implica alejarnos de nosotros mismos, de lo que somos, y de todo o que amamos. Pero es necesario que nos alejemos, incluso a riesgo de perdernos, para empezar a buscarnos y poder elegirnos.


Alejandro Rodriguez