lunes, 9 de septiembre de 2019

¿Por qué lo personal es político?


Por Alda Facio. Texto completo disponible en:

Reflexiones en torno al origen de la idea de que lo personal es político.

El eslogan –o mantra– lo personal es político se acuñó en los EEUU a finales de los 60s por el entonces naciente movimiento feminista llamado Women´s Liberation Movement. Fue una feminista radical de Nueva York quien escribió el primer artículo publicado sobre esta maravillosa idea/acción. Ese primer artículo publicado cuyo título era, precisamente, “The Personal is Political”, lo escribió Carol Hanish en 1969 y se distribuía mimeografíado de un grupo feminista a otro. El artículo prendió fuego entre todos los grupos feministas, y eran miles, que se estaban conformando en muchas ciudades de EEUU en un contexto de mucho activismo.
Carol escribe este artículo para explicar por qué la concientización no es terapia aunque pueda ayudar a las mujeres a sentirse mejor al reconocerse como valiosas. Explica que cuando en un grupo de autoconciencia una mujer habla de un problema individual, por ejemplo, un conflicto con la pareja izquierdista que comparte sus valores sociales, entre todas las integrantes del grupo lo politizan al entender que es un problema compartido que no se debe a deficiencias individuales sino a las estructuras patriarcales que nos llevan a la mayoría de las mujeres a escoger mal a nuestras parejas, a perdonarles todo lo que nos humillan y torturan, a mentirnos sobre lo que sentimos por estas torturas, y a culpabilizarnos cuando ya no aguantamos y nos vamos. Lo politizamos porque al compartirlo nos damos cuenta de que podemos transformar esas relaciones de poder que por tantos años nos han hecho tanto daño y que creíamos inmutables.

Fue precisamente hablando desde la subjetividad que las feministas de aquellos años nos dimos cuenta de que nuestros saberes conscientes, nuestra estética, nuestras prácticas y nuestros sentimientos y relaciones también están permeados de los valores patriarcales; de que todo lo que sentíamos y pensábamos estaba enmarcado dentro del paradigma dominante patriarcal. Entendimos que nuestra forma de disfrutar de la sexualidad, de la comida, de la vida, así como nuestra relación con lo divino, con las otras mujeres, con nuestros cuerpos, etc., también estaba definida por los parámetros del patriarcado.

Hablando desde nosotras sobre cualquier tema, tomamos consciencia de que a pesar de ser diversas todas teníamos experiencias de invisibilización, de discriminación, exclusión y opresión, en mayor o menor grado dependiendo de la clase, etnia u otra condición que nos identificara, y que esto solo se podía explicar gracias a la existencia de un sistema que nos mantenía oprimidas a todas las mujeres a pesar de nuestras enormes diferencias. Fue así como nos dimos cuenta de que una experiencia personal de discriminación o exclusión respondía a un sistema político de opresión de todas las mujeres, y de que ese sistema político era el patriarcado.

Los aprendizajes que nos dejan entender que lo personal es político

Saber que lo personal es político nos ayuda a ampliar el análisis sobre el poder a aquellos espacios en donde tradicionalmente no se hacen este tipo de reflexiones. Por ejemplo, nos ayuda a entender que la violencia en la pareja contra las mujeres es tan política como la tortura y tiene la idéntica función de mantener el statu quo. Es decir, entendemos que la violencia le sirve al patriarcado para mantenernos a todas las mujeres subordinadas y oprimidas aunque de distinta manera. Cuando comprendemos que lo personal es político, estamos entendiendo que las discriminaciones, exclusiones y violencia que sufrimos las mujeres no son un problema individual que solo concierne a las agredidas, discriminadas o excluidas, sino que la vivencia individual de la desigualdad es parte de un sistema que deshumaniza a todas las mujeres. Se trata, entonces, de un problema político que requiere de soluciones políticas.

Lo personal es político nos permite entender y no juzgar a nuestras abuelas, madres, hermanas mayores y recuperarlas reconociéndoles sus múltiples estrategias para sobrevivir dentro de una familia patriarcal y violenta.

Gracias a que lo personal es político luchamos por el respeto a nuestras hermanas con opciones sexuales distintas a la nuestra, y nos permitimos mirarnos al espejo tratando de ser coherentes, primero con nosotras mismas y luego con nuestras parejas, renegociando, cada vez que sea preciso, nuestro pacto amoroso.

Porque lo personal es político nos solidarizamos con cada mujer que nos pide ayuda para que no la metan presa por abortar el feto de su padre que la viola desde los 13 años. Pensar lo personal como político es pensar en la forma y en el fondo de cómo vivimos nuestras relaciones (…) son tan escasas las veces que reflexionamos sobre las relaciones que establecemos en nuestras camas, sillones, cuartos, colchones…

Pensar lo personal como político es reconocer que un aspecto característico del feminismo es la sororidad que existe entre nosotras, y cómo eso nos hace más fuertes como mujeres individuales, como grupo y como movimiento, donde mi lucha se une a la de otra mujer y otra y otra... tejiendo una red feminista de lucha por una sociedad más justa. Que lo personal es político es uno de los descubrimientos que más emociona porque significa darse cuenta de que gran parte del dolor y de las experiencias difíciles que cada una ha vivido en la intimidad, en la familia –ese espacio que es nuestro primer referente– tiene una explicación que va más allá de lo individual, puesto que forma parte de una historia colectiva.

Decir que lo personal es político es reconocer que nuestras vidas individuales son los hilos de los que está hecho el mundo, la sociedad y la vida misma. Nuestras decisiones personales cotidianas construyen o reconstruyen visiones de mundo: lo que comemos, lo que compramos, lo que sembramos, cómo nos transportamos y los lugares desde donde amamos o nos relacionamos.


¿Cómo logramos que lo personal sea político.?

Para que lo personal sea político tenemos que revolucionar nuestras cotidianidades, nuestro activismo: desaprendiendo la misoginia patriarcal, creando alternativas feministas para todo. Reconociendo a nuestras antecesoras, que pusieron en el debate ¡Lo personal es político! Desaprendiendo a ser solamente “seres para otros y otras” en todos los ámbitos: personal, amoroso, político, laboral, etc. Aprendiendo que somos un todo, integrales, sinérgicas, específicas, transversales.... Empoderándonos y estando alerta, comprometidas, haciendo activismo e intentando coherencia en nuestra cotidianidad, construyendo y reconstruyendo de nuevo todas las veces que caigamos en el ser para otros/as en el proyecto político feminista. Amando alternativa, libremente, sin culpas, sin miedos. Siendo congruentes en la cama con lo que pensamos, luchamos y creemos. No cayendo en imposiciones patriarcales como los celos. Construyéndonos como el centro de nuestras vidas, sin repetir patriarcado en el activismo, en lo público, en lo político... Reflexionando sobre nuestro actuar feminista con nosotras mismas, con las otras y entre nosotras. Dejando de ser mujeres fragmentadas, como el patriarcado nos ha formado.