sábado, 11 de abril de 2015

Enemigos de la filosofía


Eduardo Galeano 
Contra el poder de la costumbre



"Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería. Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca." 

El libro de los Abrazos; La burocracia 3


Eduardo Rabossi, 
Contra todo dogmatismo



¿Por qué es criticable el dogmatismo? ¿Qué es un dogmático? 
Un dogmático es una persona cuya estructura mental es ésta: 
- existe un conjunto de verdades fundamentales acerca de x, o y; 
- yo (dogmático) las conozco; 
- esas verdades, por ser lo que son, no exigen justificación racional y sobre todo no pueden ser sujetas a críticas racionales; 
- todos tienen que aceptar esas verdades (y el mundo será mejor así); 
- quienes no acepten esas verdades estarán en el error y 
- el error no merece ser tolerado.

Sentado esto, se puede comprender por qué el filósofo provoca la suspicacia dogmática. Si hay un rasgo que caracteriza al filósofo de manera esencial, cualquiera sea la posición teórica que adopte, es su no dogmatismo. El filósofo puede llegar a convencerse de que existen verdades básicas. Pero no puede considerar que está eximido de fundamentarlas racionalmente, ni que pueden quedar al margen de la crítica racional. En el momento mismo en que admitiera tales cosas, dejaría de ser filósofo. Ser filósofo y ser dogmático son propiedades incompatibles, como lo son ser célibe y ser libidinoso o ser cobarde y ser guerrero. Esta es la razón por la cual el verdadero filósofo es para el dogmático un personaje molesto, poco confiable, "ideológicamente" complicado. Es que si hay una "ideología" propia de la filosofía ésa es el antidogmatismo, la actitud crítica racional, el respeto por el poder de la crítica racional.



Julio Cortazar
Contra lo dado



“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha, al mismo tiempo, fue el no aceptar las cosas como me eran dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra madre era la palabra madre y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas."


Julio Cortazar




Sábato
Contra los que critican la filosofía



¿En qué lugares se reclutan estos maledicentes? En primer término, en los laboratorios. Los hombres de ciencia positiva son a menudo seres del siglo XIX que viven en el siglo XX. Afirman atenerse a los hechos —esos famosos hechos— y sólo a ellos. Si les preguntamos cuáles son, nos señalarán un metro, una balanza, una columna de cifras, un termómetro, una pesa, algunos minerales, un hornito, ciertas placas espectrográficas. Nos dictaminarán que tomar un metro y medir una longitud son hechos, mientras que especular acerca de lo que es y lo que no es la medida es filosofía, es decir, puro charlatanismo (...) Es más fácil que un hombre de ciencia se ría de un tratado de filosofía que de un metro. Al menos, muchas veces los he encontrado jaraneando ante un tratado de filosofía y jamás he encontrado a ninguno de ellos riéndose ante un metro, aunque fuese un metro sin campana de vidrio. Por cierto que cuando le preguntaba el motivo de su algazara, el hombre iniciaba una tartamudeante explicación de índole metafísica.

La segunda legión se la encuentra en las calles, en los cafés, en las sobremesas, en los escritorios de negociantes y hombres prácticos (“No me venga usted con filosofías”). En otras palabras, entre los hombres realistas, o sea esos señores que temen al número 13, que tocan madera cuando mencionan la salud, que se ríen en 1491, cuando alguien viene con el proyecto de descubrir América, que sucesivamente han rechazado los antípodas, el paraguas, la ametralladora, la radiactividad, la teoría de Einstein, los microbios, las ondas hertzianas. Más brevemente: entre esos realistas que se peculiarizan por rechazar futuras realidades. Esa gente se ríe de la filosofía, la consideran sinónimo de charlatanismo, la combaten, la juzgan perniciosa para las buenas costumbres y la estabilidad. Y todo ello en frases fundadas en vertiginosos e inconscientes postulados metafísicos. 

Ernesto Sabato; Hombres y Engranajes






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