lunes, 4 de mayo de 2015

Del Mito al Logos I


En esta estrada echaremos un vistazo a los orígenes remotos de la filosofía. Para eso nos remontaremos a la antigua Grecia, a la época en que los hombres explicaban el universo a través de mitos. Posteriormente veremos de qué modo estos hombres fueron abandonando las explicaciones mitológicas, poniéndolas en duda, criticándolas y buscando otro tipo de respuestas, más "lógicas", más "racionales", lo que daría origen a la filosofía. Este "pasaje" de una concepción mítica del mundo a una concepción "racional" es conocido como "el paso del mito al logos". Sin embargo, como veremos, más que un "paso" es un lento proceso el que da origen de la filosofía.  


El As
ombro, nacimiento del mito y de la filosofía

"Según Aristóteles, la filosofía surge de la admiración que los hombres sienten ante el mundo. Es el asombro que experimentamos ante el espectáculo enigmático que despliega el universo lo que nos mueve a filosofar. Pero, como el propio Aristóteles se encargó de indicar, ése es el mismo fondo del que surgen los mitos, y también 
ellos, al igual que la filosofía, pretenden proporcionar una interpretación coherente de la realidad que otorgue un sentido al mundo. 

Sin embargo, mientras que los mitos no pueden dar una explicación de aquello que cuentan, ni pueden dar razón de sí mismos, la filosofía sí está en condiciones (o al menos aspira a estarlo) de justificar racionalmente sus afirmaciones." (P.  Gonzalez 
Calero, Filosofía para bufones)


En la civilización helénica los poetas eran los encargados de divulgar los mitos de los dioses. Las obras de Homero y Hesíodo (que se supone que vivieron en el siglo IX y VIII a.C. respectivamente) son la fuente principal de los mitos helénicos. En ellos se recoge una larga tradición oral. Las musas, divinidades protectoras de las artes, eran quienes inspiraban a los creadores sus producciones artísticas.



"Se dice que una de las cosas impulsa a los hombres a filosofar es la admiración, y si hay algo una que no deja de asombrarnos es el simple hecho de existir o, más aún, de que exista todo un mundo. ¿Cómo se creó el universo? ¿Cuál es el origen de todas las cosas? ¿Por qué existe el mundo, en lugar de no haber nada? Preguntas como estas son las que el hombre se ha hecho desde los orígenes de los tiempos. Sin embargo Las respuestas no siempre han sido filosóficas. Uno de los primeros intentos por satisfacer estas inquietudes los encontramos en los mitos." (Rafael Gambra, Historia sencilla de la filosofía)

"En su definición más simple, el mito es un relato de carácter sagrado, que resulta siempre fruto de una creación colectiva. Los griegos, como muchos pueblos de la Antigüedad, eran poli­teístas creían que el destino de los hombres era gobernado por una multitud de dioses que vivían en el monte Olimpo; por eso, se los llamaba "los olímpicos". Esta concepción religiosa es el producto final de una larga evolución en el tiempo que comenzó en la prehistoria." (Mitos Clasificados I)



"La conciencia mítica está constituida por el conjunto de respuestas fundamentalmente imaginativo. A través del mito el hombre personifica a los elementos, dotándolos de conciencia también; así, por ejemplo, pensar que el trueno es señal de la cólera divina, deificar al Sol, a la Luna o al Mar, son típicas actitudes de la conciencia mítica. No obstante, es importante darse cuenta de que el mito responde a una exigencia racional e inteligente: el hombre imagina mitos, pero lo hace para satisfacer la necesidad de responder a unas preguntas."  (Diaz Pedroche)



La razón dentro del mito

A pesar de que el concepto de mito usualmente se lo asocia a lo fantástico y por lo tanto a lo irracional, podemos encontrar en los mitos griegos minuciosas muestras de un costado extremadamente racional. En el mito del minotauro el héroe Teseo debe enfrentarse tanto al monstruo (la representación más bestial de la naturaleza) como al laberinto, producto de la inteligencia humana. No solo se precia de valor para enfrentarse al desafío, sino también de la astucia de la razón. En este caso la astucia la pone una mujer; Artiadna, quien le obsequia a Teseo una madeja de hilo, la cuál le permitirá no perderse en el laberinto. De ahí que el "hilo de Ariadna" sea evocado como un símbolo de la razón calculadora.


Teseo lleva la espada en una mano y el hilo 
de Ariadna en la otra, un símbolo de la razón


Otro ejemplo de racionalidad lo podemos encontrar en el mito de Ulises y las sirenas, que se encuentra en el famoso libro "Odisea" de Homero. Allí el poeta narra las peripecias que tuvo que pasar el héroe Odiseo para regresar a su patria, terminada la guerra de Trolla. Una de las aventuras más recordadas es cuando Odiseo tiene que atravesar la zona de las sirenas. 

La diosa Circe, que se había enamorado del héroe griego, antes de que este parta de su isla le dice las siguientes palabras: 

"Escucha ahora tú lo que voy a decirte y lo recordará después el dios mismo. Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil, que sujeten a éste las amarras, para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas."

Cuando la embarcación pasó por la zona de las sirenas estas entonaron su canto y dirigiéndose a Odiseo dijeron


"Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas" 

Odiseo escuchó su canto, casi enloquece, tan poderoso era este que por todos los medios intentó desatarse. Maldijo a su tripulación, los insultó, los amenazó, pero estos, tal como les había ordenado, lo ataron aún más fuerte. Finalmente el peligro pasó y Odiseo fue el único hombre que pudo escuchar el canto de las sirenas y seguir su camino. 

El mástil al que se ata Odiseo puede ser leído como un símbolo de la razón: al atarse el hombre a la razón logra dominar la naturaleza.





El mito del rapto de Perséfone

A continuación analizaremos otro ejemplo de cómo a través de los mitos el hombre intentaba explicar los fenómenos del mundo. Para eso reproducimos el famoso mito del Rapto de Perséfone: 

Cuenta Homero que en el sureste de Europa hubo un tiempo en el que reinaba la eterna primavera. La hierba siempre era verde y espesa y las flores nunca marchitaban. No existía el invierno, ni la tierra yerma, ni el hambre. La artífice de tanta maravilla era Démeter, la cuarta esposa de Zeus. De este matrimonio nació Core, luego llamada Perséfone. Se trataba de una hermosa joven adorada por su madre que solía acercarse a un campo repleto de flores a jugar. Un día, pasó por allí el terrible Hades con su temible carro tirado por caballos. Se encandiló con Perséfone y la raptó para llevarla al subsuelo, su territorio. Deméter, al no encontrar a su hija y con una antorchas en cada mano, emprendió una peregrinación de nueve días y nueve noches. Al décimo día el Sol, que todo lo ve, se atrevió a confesarle quién se había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Démeter decidió abandonar sus funciones y el Olimpo. Vivió y viajó por la tierra. Esta se quedó desolada y sin ningún fruto ya que, privada de su mano fecunda, se seca y las plantas no crecen. Ante este desastre Zeus se vio obligado a intervenir pero no pudo devolverle la hija a su madre. Es que Perséfone ya había probado el fruto de los infiernos (la granada) y por eso le era imposible abandonar las profundidades y regresar al mundo de los vivos. Sin embargo, se pudo llegar a un acuerdo: una parte del año Perséfone lo pasaría con su esposo y, la otra parte, con su madre.



Lo que este mito indica es que cuando Perséfone regresa con su madre, Démeter muestra su alegría haciendo reverdecer la tierra, con flores y frutos. Por el contrario, cuando la joven desciende al subterráneo, el descontento de su madre se demuestra en la tristeza del otoño y el invierno. Así se renueva anualmente el ciclo de las estaciones y así explicaban los griegos la sucesión de ellas: el otoño y el invierno son tristes y oscuros como el corazón de Deméter al estar separada de su hija. La alegría y la serenidad retornan cuando vuelve con ella, es decir, cuando comienza la primavera.


Las críticas de Jenófanes a los mitos

Los primeros filósofos griegos criticaron la mitología de Hesiodo y Homero porque los dioses se parecían mucho a los seres humanos y porque eran igual de egoístas y de poco fiar. Por primera vez se dijo que quizás los mitos no fueran más que imaginaciones humanas. Encontramos un ejemplo de esta crítica de los mitos en el filósofo Jenófanes, que nació en el año 570 a. de C.: 

«Los seres humanos se han creado dioses a su propia imagen», decía. «Creen que los dioses han nacido y que tienen cuerpo, vestidos e idioma como nosotros. Los negros piensan que los dioses son negros y chatos, los tracios los imaginan rubios y con ojos azules. Incluso si los bueyes, caballos y leones hubiesen sabido pintar, habrían representado dioses con aspecto de bueyes, caballos y leones!»  
                                            Gaarder, El Mundo de Sofía




El trueno es el pedo de las nubes


La comedia Las Nubes, de Aristófanes, ridiculiza hasta el extremo la figura de Sócrates, ayudando así a crear un ambiente de hostilidad ante el filósofo íntegro que le llevaría a la condena a muerte. La comedia no se priva de utilizar los temas y caricaturas que excitan la hilaridad popular, tales como la insistencia en los temas escatológicos y “anales” (referidos al ano o culo). Así que en esta ocasión Aristófanes explica graciosamente (al menos  para los espectadores de aquel momento) y gráficamente, cómo la ventosidad es como un trueno, o al contrario, el  trueno es como una ventosidad de las nubes.



Aristófanes; Las Nubes, Versos 360 - 405

CORO. ¡Salud, anciano cargado de años, cazador de palabras artísticas!, y tú (A SÓCRATES), ¡sacerdote de las naderías más sutiles!, explícanos lo que quieres. Pues a ningún otro de los eruditos de hoy en día en temas celestes atenderíamos, excepto a Pródico: a él, por su sabiduría y su inteligencia, y a ti, porque caminas con paso arrogante por las calles, lanzas miradas de reojo, soportas descalzo muchas cosas desagradables y presumes a costa nuestra.
ESTREPSÍADES. ¡Oh Tierra, qué voz!, ¡qué sagrada, venerable y portentosa!
SÓCRATES. Es que verdaderamente éstas son las únicas diosas. Todo lo demás son pamplinas.
ESTREPSÍADES. Pero Zeus, según vosotros, a ver, ¡por la Tierra! . ¿Zeus Olímpico, no es un dios?
SÓCRATES. ¿Qué Zeus? No digas tonterías. Zeus ni siquiera existe.
ESTREPSÍADES. Pero, ¿tú qué dices? Pues, ¿quién hace llover? Esto, acláramelo antes de nada.
SÓCRATES. ¡Ésas, claro! Y te lo demostraré con pruebas de gran peso. A ver: ¿dónde has visto tú que alguna vez llueva sin nubes? Sin embargo, lo que tendría que ser es que él hiciera llover con el cielo despejado y que éstas estuvieran ausentes.
ESTREPSÍADES. ¡Por Apolo!, con lo que acabas de decir le has dado un buen apoyo al asunto éste. Y la cosa es que yo antes creía a pies juntillas que Zeus orinaba a través de una criba. Pero explícame quién es el que produce los truenos, eso que me hace a mí temblar de miedo.
SÓCRATES. Éstas producen los truenos al ser empujadas por todas partes.
ESTREPSÍADES. A ver, a ti que no se te pone nada por delante: ¿cómo? SÓCRATES. Cuando se saturan de agua y por necesidad son forzadas a moverse, como están llenas de lluvia necesariamente son impulsadas hacia abajo; entonces, chocan unas contra otras y, como pesan mucho, se rompen con gran estrépito.
ESTREPSÍADES. Pero el que las obliga a moverse, ¿quién es? ¿No es Zeus?
SÓCRATES. Ni mucho menos; es un torbellino etéreo.
ESTREPSÍADES. ¿Torbellino? No me había dado cuenta de eso, de que Zeus no existe y de que en su lugar reina ahora Torbellinos'. Pero aún no me has explicado nada del estruendo y del trueno.
SÓCRATES. ¿No me has oído? Las nubes, al estar llenas de agua, te digo que chocan unas con otras y hacen ruido porque son muy densas.
ESTREPSÍADES. Vamos a ver: eso, ¿quién se lo va a creer?
SÓCRATES. Te lo voy a explicar poniéndote a ti como ejemplo. En las Panateneas, cuando ya estás harto de sopa de carne, ¿no se te revuelven las tripas y de pronto se produce un movimiento en ellas que empieza a producir borborigmos?
ESTREPSÍADES. Sí, por Apolo, y al momento provoca un jaleo horrible y un alboroto; y la dichosa sopa produce un ruido y un estruendo tremendo, como un trueno; primero flojito, «papax, papax», después más fuerte «papapapax», y cuando cago, talmente un trueno, «papapapax», como hacen ellas.
SÓCRATES. Pues fíjate qué pedos tan grandes han salido de ese vientre tan pequeño. Y el aire éste, que es infinito, ¿cómo no va a ser natural que produzca truenos tan grandes?
ESTREPSÍADES. Por eso incluso los nombres de las dos cosas, «trueno» y «pedo», son parecidos. Otra cosa: el rayo con su fuego brillante, ¿de dónde viene -explícamelo-, el rayo que, cuando nos atiza, a unos los achicharra, y a otros los chamusca dejándolos vivos? Pues está claro que Zeus lo lanza sobre los perjuros.

SÓCRATES. Tú, ¡imbécil, chapado a la antigua, que hueles a tiempos de Crono! (…) Cuando un viento seco al elevarse queda encerrado en las nubes, las infla desde dentro como a una vejiga, y después necesariamente las rompe, y sale disparado violentamente por causa de la densidad, y por el roce y el ímpetu del movimiento se incendia a sí mismo.


Quien quiera disfrutar de la lectura de algunos mitos:
Ihttp://unprimeroliterario.blogspot.com.ar/2012/05/mitos-clasificados-i.html



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