martes, 12 de mayo de 2015

El método socrático


“¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela" - Antonio Machado


A. Carpio: Principios de filosofía
Sócrates y la búsqueda del concepto

En sus debates con los sofistas y otros personajes importantes de su época, Sócrates adoptaba una actitud irónica. Se burlaba de las opiniones de sus su interlocutores pero sin contraponer su propia opinión, sino, sencillamente, hurgando en los fundamentos de sus adversarios, buscando las contradicciones y los defectos de sus argumentos. Esta era una actitud claramente destructiva, que irritaba a los supuestos “sabios” que terminaban quedando en ridículo frente a  los oyentes. Muchos de ellos abandonaban enfadados sus conversaciones, lo acusaban de embaucador, de tramposo, de cínico.

Sin embargo, para quienes reconocían su ignorancia, la conversación entraba en una segunda etapa, conocida como “mayéutica”, que significa “técnica para ayudar a dar a luz”. Según Sócrates, todos tenemos dentro de nosotros inteligencia y, por tanto, capacidad para captar la verdad. Por lo tanto, la misión del maestro, era la de guiar a su interlocutor en la búsqueda interior de la verdad, a través del diálogo y la reflexión conjunta.

El primer paso hacia la verdad era barrer de la mente los prejuicios, las ideas incompletas, los errores que generalmente llenan las cabezas de la gente y no dan lugar a la verdad. Hecha la limpieza, el camino queda abierto. ¿Cómo se avanza ahora? De lo particular a lo universal.

Si se está hablando de justicia y se quiere saber qué es justicia, la primera etapa de la averiguación consiste en recoger ejemplos de casos particulares en los que los presentes concuerdan en afirmar que allí se obró con justicia. La segunda etapa es examinar estos casos particulares, compararlos entre sí, ver sus diferencias, ver sus cosas comunes, hasta ir dando con la cualidad –común a todos– que nos hace afirmar que en cada uno de esos casos hubo justicia. Esa cualidad común, lo universal, es el concepto de la justicia, su definición. Ha sido abstraída de los casos particulares por la mente humana y gracias a un poder que sólo la mente humana posee.  


Primer Paso, la Ironía


Darío Sztajnszrajber; Para qué sirve la filosofía

"Cuando Sócrates se enfrenta a sus contrincantes dialoga minuciosamente con ellos e intenta derribar uno a uno sus argumentos (…) 

Por eso hay un aspecto en la labor socrática puramente disolvente, cuyo objetivo no es otro que desenmascarar la pretensión de monopolio de la verdad por parte de los que ostentan ser los dueños del saber.


Refutar no es más que encontrar argumentos que derrumban el argumento del otro. Pero no es tan simple. Se podría refutar desde el autoritarismo que, aunque parezca una broma, muchas veces se aplica, en especial por haberse borroneado bastante la línea que separa al que tiene autoridad del que es autoritario. Éste último necesita negar la voz del otro, simplemente prohibiendo sus argumentos en nombre de cierta naturalización jerárquica del tipo: “te faltan años de estudio”, o “de este tema vos no sabes nada”, o bien, “los jóvenes no tienen experiencia, o bien , “tenés que haber pasado por la experiencia para opinar”. Este tipo de refutación no tiene validez pedagógica (…)

En la refutación (socrática), sin embargo, se busca otra cosa. Por eso nunca es directa. 

Se la lleva con ironía, palabra griega que significa “Disimulo”, casi como un rodeo donde lo que se busca es que aquel que cree saber, implote contra sí mismo, haciendo estallar su conocimiento seguro en mil pedazos. Para ello resulta más que necesario la ironía en un sentido amplio: esto es, como una camino por el cual en un diálogo vamos llevando al refutado a que por sí mismo vaya haciendo consciente de sus propios errores, o en todo caso sus propias zonas ambiguas (…)


En ese único momento se produce la catarsis, un insigth, la purga de todo “error”, el sacarse de encima aquellos saberes infundados a partir de los cuales se asentaba la supuesta superioridad de conocimiento. Se asume que no sabemos nada.


"Hacer filosofía es en gran parte un ejercicio de refutación." 



Segundo paso, la Mayéutica

Gustavo Santiago, Intensidades Filosóficas

"Con aquellos quienes Sócrates considera verdaderos amantes de la sabiduría, el diálogo se desarrolla como una investigación en la que, ante un problema dado, los diversos participantes -incluso el propio Sócrates- aportan hipótesis tendientes a resolverlño. Comandados por Sócrates, todos van examinando las hipótesis propuestas aportando ejemplos, contraejemplos, detectando supuestos, etcétera. En la mayotría de los casos, las hipótesis presentadas resultan refutadas; en otros, quedan varias posibilidades abiertas para continuar la investigación.

Incluso en los pocos casos en los que el problema parece quedar resuelto, dicha resolución es tomada como provisoria,     ya que en un uevo diálogo sobre la cuestión podrían aparecer elementos no considerados anteriormente que llevaran a reftar la hipótesis que había sido aceptada"



El Laques, discusión acerca de la valentía


A continuación compartimos otro diálogo platónico llamado "Laques". Este es el nombre de un famoso militar ateniense y el diálogo gira en torno al "valor" o la "valentía".

Al comienzo del libro Laques discute con unos amigos sobre si es conveniente o no educar a los jóvenes en el ejercicio de las armas. Para algunos era conveniente porque les permitiría comprender el arte de la táctica y la estrategia, al mismo tiempo que infundía valor en los jóvenes. Laques quiere saber la opinión de Sócrates, ya que tanto se preocupa por la educación de los jóvenes. Pero como la mayoría de las veces, Sócrates no responde la pregunta, por el contrario, cree que es necesario en primer lugar preguntarse qué es el valor. Así comienza este apasionante diálogo.





"Sócrates: En primer lugar, Laques, nos esforzaremos en definir el valor, y en la forma de aconsejar a los jóvenes, en cuanto al ejercicio y al aprendizaje. Intenta pues definir qué es el valor.
Laques: “Por Zeus amigo Sócrates, que no es difícil. Si alguien quisiera permanecer en las filas al rechazar al enemigo, y no huyera, entiendo que sería valeroso.
Sócrates: Dices muy bien, Laques. Pero tal vez soy responsable porque no me he expresado bien: no has respondido de acuerdo a mi pregunta
Laques: ¿Qué dices Sócrates?
Sócrates: Veré si soy capaz de explicarlo: es valeroso, según afirmas, quien permanece en las filas luchando con los enemigos.
Laques: Así lo creo.
Sócrates: Y yo también. ¿Y el que no permanece, sino que lucha con los enemigos retrocediendo?
Laques: ¿retrocediendo?
Sócrates: Como hacen los escitas, que luchan mejor huyendo que atacando. El propio Homero alababa alguna vez a os caballos de Eneas, y dice, una y otra vez que eran tan rápidos en la persecución como en la huida. También elogia a al propio Eneas, por ser tan hábil en huir, y dice que era maestro en la huida (...)
Laques: Es verdad Sócrates
Sócrates: te decía pues que soy yo el responsable de que no me hayas contestado bien, pues no te he preguntado con acierto. Deseo informarme no solo sobre los valerosos de infantería, los de caballería y todos los combatientes en general, sino también por los que se hayan en peligro en el mar, por los que sufren enfermedades, pobreza y son valerosos en la política, en las penas y temores, luchan contra los deseos y placeres, y se mantienen firmes en reemprender la lucha; pues también existen, Laques, quienes son valerosos en tales circunstancias.
Laques: Lo comprendo Sócrates


A. Carpio, Principios de filosofía.

La primer respuesta de Laques ("si un soldado queda en su puesto, y se mantiene firme contra el enemigo, y no huye") era demasiado estrecha, porque se refería a un caso particular, de un ejemplo, pero Sócrates observa hay otros muchos casos de valentía, como el caso de los guerreros escitas, que luchaban retrocediendo: avanzaban a caballo, lanzaban sus flechas, y luego, rápidamente, volvían grupas y desaparecían.

La nueva definición de Laques (cierta persistencia del ánimo), en cambio, sufre del defecto contrario: es demasiado amplia, puesto que puede aplicarse a muchas actitudes.

Sócrates siempre pide que Laques le señale lo que es "idéntico en todos los casos”. Si alguien preguntara ¿qué es la belleza? la respuesta adecuada no podría consistir en decir: "María es bella", porque lo que se busca con la pregunta es lo que María tiene en común con todas las demás personas hermosas, y con todas las obras de arte, y con todos los paisajes hermosos, etc. 

Ahora bien, lo común a todos los casos no es ya nada particular, sino universal. Una manera de reformular la pregunta “¿qué es?” Sería “¿En qué consiste?” Sócrates busca el "universal", lo que luego su discípulo Platón definiría como “esencia”.


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