lunes, 11 de mayo de 2015

Sócrates, el hombre más sabio

La "Apología de Sócrates" fue el primer libro que escribió Platón. En él relata el juicio que fue llevado a cabo contra Sócrates tras ser acusado por dos famosos aristócratas atenienses de pervertir a la juventud y no creer en los Dioses de la ciudad. Sócrates se defendió admirablemente, sin embargo fue encontrado culpable por la mayoría de los jueces. A continuación compartimos la historia del Oráculo de Delfos tal como la cuenta Sócrates en su defensa. Esta fue la que le dio fama de Sabio y la que le valió varias enemistades.




"Voy a intentar dar a conocer qué es, realmente, lo que me ha hecho este renombre y esta fama. Oíd, pues."


"En efecto, conocíais sin duda a Querefonte. Éste era amigo mío desde la juventud y adepto al partido democrático, fue al destierro y regresó con vosotros. Y ya sabéis cómo era Querefonte, qué vehemente para lo que emprendía. Pues bien, una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo esto -pero como he dicho, no protestéis, atenienses-, preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio." 


"Así pues, tras oír yo estas palabras reflexionaba así:  «¿Qué dice realmente el dios y qué indica en enigma?  Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho.  ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito.» Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir."

"Más tarde, a regañadientes me incliné a una  investigación del oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecía ser sabio, con la idea de que, si en alguna medida era posible, allí refutaría  este vaticinio y demostraría al oráculo: «éste es más sabio
que yo y tú decías que lo era yo.» Ahora bien, al examinar a éste -pues no necesito citarlo con su nombre, era un político aquel con el que estuve indagando y dialogando- experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. A continuación intentaba yo demostrarle que él creía ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gané la enemistad de él y de  muchos de los presentes."

"Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él  en esta misma pequeñez, en que lo que no sé  tampoco creo saberlo."

"Tras los políticos me encaminé hacia los poetas, los de tragedias, los de ditirambos y los demás, en la idea de que allí me encontraría manifiestamente más ignorante que aquéllos. Así pues, tomando los poemas suyos que me parecían mejor realizados, les iba preguntando qué querían decir, para, al mismo tiempo, aprender yo también algo de ellos.  Pues bien, me resisto por vergüenza a deciros la verdad, atenienses. Sin embargo, hay que decirla.  En efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen."

"Así pues, me alejé también de allí creyendo que les superaba en lo mismo que a los políticos. En último lugar, me encaminé hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por así decirlo, no sabía nada, en cambio estaba seguro de que encontraría a éstos con muchos y bellos conocimientos. Y en esto no me equivoqué, pues sabían cosas que yo no sabía y, en ello, eran más sabios que yo. Pero, atenienses, me pareció a mí que también los buenos artesanos incurrían en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio también respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría."

"Me parece, atenienses, que sólo Dios es el verdadero sabio, y que esto ha querido decir por su oráculo, haciendo entender que toda la sabiduría humana no es gran cosa, o por mejor decir, que no es nada; y si el oráculo ha nombrado a Sócrates, sin duda se ha valido de mí nombre como un ejemplo, y como si dijese a todos los hombres: «el más sabio entre vosotros es aquel que reconoce, como Sócrates, que su sabiduría no es nada."






Platón; Fedro

"Sócrates: Pero, puesto que estoy seguro de que nada de esto ha venido a la mente por mí mismo, ya que soy consciente de mi ignorancia, sólo me queda suponer que de algunas otras fuentes me he llenado, por los oídos, como un tonel. Pero por mi torpeza, siempre me olvido de cómo y de a quién se lo he escuchado.”


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