lunes, 31 de agosto de 2015

La gran apuesta

JOHAN WOLFGANG GOETHE
FAUSTO
PROLOGO EN EL CIELO



MEFISTÓFELES Ya que de nuevo te llegas acá, Señor, y preguntas cómo andan las cosas entre nosotros, y ya que en otro tiempo solías verme con agrado, aquí me ves también entre la servidumbre. Perdona, yo no sé expresarme con palabras altisonantes, aunque me escarnezca el corro entero. Mi jerigonza te movería ciertamente a risa si no hubieras perdido la costumbre de reírte. Del sol y de los mundos, nada sé yo que decir, y, sólo veo como se fatigan los mortales. El raquítico dios de la tierra sigue siendo de igual calaña y tan extravagante como en el primer día. Un poco mejor viviera si no le hubieses dado esa vislum-bre de la luz celeste, a la que da el nombre de Razón y que no utiliza sino para ser más bestial que toda bestia. Se me figura, dicho sea con perdón de vuestra Señoría, uno de esos cigarrones de largas patas, que sin cesar vuelan y saltan volando y cantan invariablemente en la hierba su vieja cantinela. ¡Menos mal si pudiera siempre estarse quieto en la hierba! No hay inmundicia donde no meta la nariz.
EL SEÑOR ¿Nada más tienes que decirme? ¿Has de venir siempre a inculpar? ¿Nunca hay para ti algo bueno en la tierra?
MEFISTÓFELES No, Señor; encuentro lo de allá deplorable como siempre. Lástima me dan los hombres en sus días de miseria, y hasta se me quitan las ganas de atormentar a esa pobre gente.
EL SEÑOR ¿Conoces a Fausto?
MEFISTÓFELES ¿El doctor?
EL SEÑOR Mi siervo.
 MEFISTÓFELES ¡Singular manera tiene de serviros, a fe! No son terrenas la comida ni la bebida de ese insensato. El frenesí le impulsa a lo lejos, y sólo a medias tiene conciencia de su locura. Pide al cielo sus más hermosas estrellas y a la tierra cada uno de sus goces más sublimes; y ninguna cosa, próxima ni lejana, basta a satisfacer su corazón profundamente agitado.
EL SEÑOR Aunque ahora me sirve sólo en medio de su turbación, presto le guiaré a la claridad. Bien sabe el hortelano, cuando verdea el arbolillo, que la flor y el fruto serán su adorno en años venideros.
MEFISTÓFELES ¿Qué apostáis? Aun le perderéis si me dáis licencia para conducirle poco a poco a mi camino.
 EL SEÑOR En tanto que viva sobre la tierra, no te sea ello vedado. El hombre yerra mientras tiene aspiraciones.
MEFISTÓFELES Así, os lo agradezco, porque con los muertos nunca me ha gusta-do meterme. Prefiero las mejillas carnosas y frescas. No me vengan a mí con cadáveres. Me pasa lo mismo que el gato con el ratón.
EL SEÑOR Pues bien, séate ello concedido. Desvía de su origen este espíritu, y si en él puedes hacer presa, llévatelo contigo por tu senda abajo; pero caiga sobre ti la confusión si te ves obligado a confesar que, en medio de su vago impulso, el hombre bueno sabe discernir bien el recto camino.
MEFISTÓFELES Perfectamente; sólo que no durará esto mucho. No paso el menor cuidado por mi apuesta. Si me salgo con la mía, permitidme que a mis anchas goce yo de mi triunfo. Tendrá que comer polvo, y con delicia, como mi prima, la famosa serpiente.
 EL SEÑOR Puedes aparecerte, pues, también a tu albedrío jamás odié a tus semejantes; de todos los espíritus que niegan, el burlón es el que menos me molesta. Harto fácilmente puede relajarse la actividad del hombre, y éste no tarda en aficionarse al reposo absoluto. Por esta razón le doy gustoso un compañero que, debiendo obrar como diablo, le incite y ejerza influencia sobre él. (A los Angeles). Pero vosotros, verdaderos hijos de Dios, regocijaos en la espléndida belleza viviente. Que lo Evolutivo que perpetuamente obra y vive, os circunde con dulces barreras de amor, y a lo que se cierne en el aire cual flotante aparición, dadle fijeza con pensamientos duraderos. (El cielo se cierra. Los Arcángeles se dispersan).

MEFISTÓFELES (Sólo). De tiempo en tiempo pláceme ver al Viejo, y me guardo bien de romper con él, Muy linda cosa es, por parte de todo un gran señor, el hablar tan humanamente con el mismo diablo.



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