sábado, 23 de julio de 2016

Nietzsche: la muerte de Dios

                     

Así hablaba Zaratustra es uno de los libros más emblemáticos de Nietzsche, fue escrito en su época de madurez y en él presenta las ideas más importantes de su filosofía: la muerte de Dios, la voluntad de poder, la idea del eterno retorno y la del superhombre.

El libro tiene un formato particular, se compone por una serie de discursos que contienen grandes metáforas. Es una obra muy simbólica por lo que puede ser leído más como una novela que como un tratado filosófico. Se ha dicho que la obra puede considerarse como una anti-biblia. 



En esta entrada analizaremos una de las grandes metáforas del libro: la muerte de Dios.





Cuando contaba con treinta años -cuenta Nietzsche- Zaratustra decidió retirarse a la soledad de la montaña, acompañado solamente por sus dos animales: el águila, que simboliza el orgullo, y la serpiente, la sabiduría. Zaratustra estuvo en la montaña durante diez años, pensando y meditando, hasta que su sabiduría maduró y deseó compartirla con los hombres.

Al descender de la montaña hacia el pueblo, Zaratustra encuentra en su camino  al solitario del bosque, un santo que se apartó de los hombres para buscar a Dios.  Zaratustra entabla un diálogo hasta que descubre que el santo aún cree en Dios. Sin decirle nada se despide, y una vez que este se ha ido dice para si mismo:


“será posible! Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto”. 


Esa es la noticia que trae Zaratustra a los hombres, esa es la verdad que trae entre sus brazos, como un recién nacido. 

¿Pero qué quiere decir la frase «Dios ha muerto»?

En primer lugar se puede deducir fácilmente que si Dios ha muerto primero tiene que haber vivido. ¿Cómo es que ha vivido Dios?


En un aforismo de "El Ocaso de los Ídolos" dice:

“¿Cómo? ¿Es el hombre sólo un error de Dios?   ¿O Dios sólo un error del hombre?”.

Si Dios ha  muerto es porque en primer lugar Dios ha sido inventado. Ha sido inventado por ciertos hombres y con el fin de dominar a otros hombres. Pero ¿cómo pudo esta fábula volverse una firme creencia? ¿Cómo puede la ficción volverse realidad? En El Ocaso de los Ídolos podemos leer:


“La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa; consiste en confundir lo postrero con lo primero. Ponen al principio como principio, lo que es lo último, desgraciadamente: los conceptos más altos, o sea los más generales, los conceptos más vacíos, la última presunción de la realidad que se oscurece. Y ésta es sólo la expresión de su manera de honrar; lo más alto no puede salir de lo más bajo; en general, no puede ser madurado… Moraleja: todo lo que es de primer orden debe ser considerado causa sui. Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto Dios”

Lo postrero se confunde con lo primero, y lo primero es siempre la voluntad. La voluntad de poder, la voluntad de ejercer el dominio sobre los otros.




Ahora bien, Se podría suponer que la expresión «Dios ha muerto» enuncia una opinión de un simple ateo, la postura personal de alguien que no cree en Dios. Pero frase de Nietzsche no tiene exclusivamente una connotación religiosa; con ella Nietzsche logra expresar una etapa de la historia de Occidente. 

Ante el vacío que dejó la religión, la ciencia y la razón tomaron su lugar, pero solo para cometer el mismo error. Una fe reemplaza a la otra. La fe en la ciencia, el progreso de la humanidad, la revolución social, el paraíso terrenal, son "el fantasma de Dios" que no termina de morir, son los "nuevos ídolos", que así como se levantan se derrumban, y cuanto más se elevan más ruido hacen al caer.


Gustavo Santiago explica:

"Matar a Dios significaría desautorizar todo aquello que pretenda colocarse por encima del hombre para, desde allí, ejercer su control" (Gustavo Santiago, Intensidades filosóficas)

Comprender que Dios ha muerto significa comprender que no existe ninguna realidad asequible al hombre más que la que él mismo se crea. Por eso Nietzsche nos recuerda:

"Y lo que llamabais mundo, ¡habéis de crearlo!"



El discurso del Loco

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La primera vez que Nietzsche hace referencia a la idea de la muerte de Dios es en un relato que incluye en su libro "la Gaya ciencia" y se titula “el discurso del Loco”. En él un joven acude a plena luz del día con un farol encendido al grito de  "Busco a Dios! Busco a Dios!” La gente se ríe, se burla.


“«¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado?» —así gritaban y reían todos alborotadamente.
El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. «¿Que a dónde se ha ido Dios? —exclamó—, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora?»"

Se reflejan en la  frase la desesperación y el sufrimiento de quién creía y ha perdido la fe, quien se siente desengañado como si despertara de un largo sueño.  Muerto Dios no hay nadie que nos diga que hacer ni cómo. Ya no existe la tabla de valores que nos marcaba el bien y el hay mal. Tampoco hay paraíso, ni hay razón para soportar el dolor que es la vida. No hay camino.


Sin embargo, si Dios ha muerto, entonces el concepto cristiano de hombre también ha muerto. El concepto del hombre como un ser caído, un ser desobediente y pecaminoso que necesita de la gracia para redimirse. Un ser que ha de ser juzgado y, quizá, castigado. Ese concepto ya no es relevante. Muerto Dios han explotado todos los viejos dogmas. Somos libres. Pero ¿Qué es ser libre? ¿Quiere decir esto que está todo permitido?





"El Discurso del Loco” en: Mentira la verdad, Dios, Parte 2.


          
 "EL Día que Nietzsche lloró"

Zaratustra lleva su noticia de la muerte de Dios a los hombres en la película "EL día que Nietzsche lloró". 



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