miércoles, 13 de julio de 2016

Kant y la subjetividad

Existe una leyenda sobre un pescador muy ingenuo, que cierto día decidió probar suerte en un río que no conocía. Este estuvo tirando su red un largo rato, sin obtener resultados, hasta que otro pescador se acercó y le preguntó cómo iba la pesca. El primero le contestó entre insultos y quejas que en ese río no había peces. El segundo pescador observó la red y luego repuso: “a lo mejor el problema no sean los peces, sino la red”.

Efectivamente, la red tenía aberturas muy anchas, y en ese río abundaban unos peces que eran más pequeños que las aberturas, por lo que cada vez que el hombre levantaba la red estos se filtraban sin ser atrapados.


Pescadores Valecianos, Sorolla

El relato sirve para representar el gran error que cometieron los primeros filósofos al intentar atrapar la realidad sin antes revisar las herramientas que tenían para hacerlo. La mayoría de ellos desconfiaban de los sentidos, pero confiaban plenamente en la razón, como este pescador confiaba en su red, sin tener en cuenta que esta podía ser inútil para lo que pretendía obtener. Así muchos filósofos pretendían saber sobre la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y demás temas, sin tener en cuenta que la razón tenía sus límites.

Quién llevó un exhaustivo análisis de las condiciones de posibilidad del conocimiento humano, determinó sus límites y puso fin a las discusiones entre racionalistas y empiristas  fue Emanuel Kant, y lo hizo en su libro "crítica de la razón pura".


El giro copernicano

La revolución que provocó Kant dentro del ámbito de la filosofía se la compara al con la llevada a cavo por Copérnico en el ámbito de la ciencia, significó un cambio de paradigmas que dio paso a la subjetividad.

Copérnico explicó los movimientos celestes suponiendo una hipótesis diametralmente opuesta a la que se aceptaba en su época. La teoría geocéntrica entonces vigente sostenía que la tierra estaba en el centro del universo, y que el sol y los demás cuerpos celestes giraban alrededor de ella. Pero ocurría que los cálculos que debían hacer los astrónomos para determinar la posición respectiva de los astros y predecir su lugar en un momento dado, eran cálculos extremadamente complicados. Copérnico simplificó la cuestión al observar que si se supone que es la tierra la que gira alrededor del sol, entonces los movimientos celestes y los cálculos respectivos resultan considerablemente más sencillos.

Del mismo modo Kant enfoca la cuestión del conocimiento al revés de como se la enfocaba hasta ese momento. Para la filosofía antigua y medieval (ambas realistas) el sujeto se limitaba a comprender las cosas como “son”. Kant, en cambio, piensa al conocimiento como una construcción del sujeto, y por lo tanto depende más del sujeto que del objeto. Por eso dice:

“Hasta ahora se admitía que todo nuestro conocimiento tenía que regirse por los objetos. [...] Ensáyese pues una vez si no adelantaremos más en los problemas de la metafísica, admitiendo que los objetos tienen que regirse por nuestro conocimiento.” 






Desnudando al sujeto


La palabra subjetivo indica aquello que pertenece al sujeto y refiere a todo lo vinculado a este, a nuestro particular modo de ver y pensar las cosas; es todo lo contrario a lo objetivo. Lo objetivo es por el contrario algo que existe muy por encima y fuera del sujeto que conoce, es algo que no recibe ninguna carga personal propia de ningún sujeto.

Si fuésemos jueces y tuviéramos que juzgar a un hermano, o un amigo, o por el contrario, a alguien que odiamos profundamente, nuestra tarea podrá ser puesta en duda por nuestra incapacidad de ser objetivos. Para llevarse a cabo efectiva y correctamente la tarea de juzgar, el juez no debería ser alguien cercano a la persona en cuestión, porque nuestros afectos podrían incidir en nuestra decisión.

Cotidianamente asociamos lo subjetivo a un modo de ser previo que no nos permite ser objetivos, pero también puede referirse a la cultura, las creencias o modos de pensar "que vienen con el sujeto".

Ahora bien, ¿qué pasaría si al sujeto le quitamos las cuestiones culturales, las cuestiones emocionales y la creencias, ¿qué nos queda? Nos queda los modos de percibir y pensar.

Todos tenemos la misma capacidad de pensar y también de percibir. Eso nos permite ponernos de acuerdo en muchos puntos. ¿Pero qué pasaría si tuviéramos un sentido más para percibir -o uno menos-? ¿Qué pasaría si todos los hombres perdieran la vista? La realidad ya nos sería la misma, porque la percibiríamos de un modo distinto. Y lo mismo si desarrolláramos una capacidad para ver más. Imagínense si todos los hombres pudiéramos ver a través de las paredes y los vestidos. Inevitablemente la realidad -la que percibimos- sería otra.


En su libro Principios de Filosofía A. Carpio propone el siguiente cuadro para comprender la subjetividad:

"Supóngase que todos los seres humanos naciesen con gafas de cristales azules; que esos anteojos formasen parte de nuestro órgano visual, de tal manera que quitárnoslos equivaldría a arrancarnos a la vez los ojos; y supongamos, además, que no nos diésemos cuenta de que tenemos puestos tales anteojos. Entonces ocurriría que todo lo que viésemos se nos aparecería azul, lo cual nos llevaría a suponer, no que las cosas las “vemos” azules, sino que realmente “son” azules -aunque la verdad fuese que en sí mismas no son azules, sino que nosotros, en la medida en que las miramos, estaríamos contribuyendo a otorgarles un cierto carácter, las estaríamos “azulando”. "

Por medio de este ejemplo hipotético Carpio nos explica porqué el sujeto no puede conocer las cosas como son; esto se debe a su subjetividad. El sujeto siempre "modifica" al objeto en la medida en que intenta conocelo.

Por ejemplo, pensemos en cómo es el mundo para un perro: probablemente sea mucho más rico en sonidos y olores que el mundo que conocemos, y al mismo tiempo será más pobre en colores. ¿Por qué? Porque el olfato y el oído del perro son más sensibles que los humanos, mientras que su vista no discrimina los colores (los perros perciben variaciones de intensidad, pero no de color; algo parecido a lo que era ver televisión "en blanco y negro").

En los seres humanos, por otra parte, no es sólo la percepción la que organiza los datos, sino también el entendimiento.





El entendimiento, la sensibilidad y los límites de la razón 


Según Kant el conocimiento comienza con la experiencia. En primer lugar es necesario que los objetos se den a nuestra sensibilidad, que tengamos una intuición directa de los mismos para que podamos conocerlos. Ahora bien, nuestra sensibilidad tiene dos formas puras o dos estructuras para ordenar las sensaciones que nos llegan del mundo exterior, esas formas son el tiempo y el espacio.

Ni el tiempo ni el espacio son cosas del mundo, dice Kant. El tiempo no es algo que podamos encontrar fuera de nosotros, el espacio tampoco, no es una propiedad de las cosas. Ambos le pertenecen al sujeto. Tiempo y espacios son, según Kant, “formas de la sensibilidad”. Es decir, por medio del tiempo y del espacio el sujeto recibe los datos del mundo. Podría pensárselos como  “moldes” o “redes” mediante las cuales el sujeto capta las sensaciones del mundo exterior y automáticamente las ordena.

Pero como habíamos dicho no alcanza con la percepción para conocer. Para eso precisamos de nuestro  entendimiento, que por medio de conceptos puros/a priori (independientes de la experiencia) ordena la realidad conceptualmente.

Según Kant, así como hay conceptos que extraemos de la experiencia, como el concepto de perro , o de mesa, también los hay que no, son conceptos "puros", como por ejemplo Unidad, Realidad, Causa, Efecto, Sustancia, (lo que nos recuerda un poco las ideas innatas de Descartes). Sin estos conceptos no podríamos pensar nada. No podríamos decir, por ejemplo, que el viento es la causa de que se haya cerrado la puerta. Para eso precisamos el concepto de causa, y sin embargo este concepto no lo extraemos de la experiencia; no tenemos una impresión de "causa". Es un concepto "puro", "a priori", independiente de la experiencia, que nos permite "formar" nuestra experiencia.

Gaarder, en su novela "el mundo de Sofía" presenta ese ejemplo:


"–Imagínate un gato tumbado en el suelo. Imagínate que una pelota entra en la habitación. ¿Qué haría el gato en ese caso?
Lo he visto muchas veces. El gato correría detrás de la pelota.
De acuerdo. imagínate luego que eres tú la que es­tás sentada en una habitación y que de pronto entra una pe­lota rodando. ¿Tú también te irías corriendo detrás de 1a pelota?
Antes de hacer algo giraría la cabeza para ver de dónde viene la pelota.
Sí, porque eres una persona, y buscarás indefectiblemente la causa de cualquier suceso. La ley causal forma parte, pues, de tu propia constitución."

Así, la causa, que para Hume era una idea formada por la experiencia, para Kant es un concepto “puro”, anterior a la experiencia, y gracias a la cual podemos ir formando una experiencia. Por  lo tanto los empiristas se equivocaban al decir que el conocimiento solo es un producto de la experiencia, porque no habría experiencia posible sin los conceptos puros del entendimiento. Por otro lado los racionalistas se equivocaban al tratar de conocer solamente por medio de conceptos objetos de los cuales no podemos tener experiencia (como Dios o el alma) Por eso Kant dice:

“Pensamientos sin contenido son vacíos, impresiones sin conceptos son ciegas"

En conclusión, el conocimiento es un producto subjetivo, una "elaboración" del sujeto a partir de ciertas  facultades sensibles y racionales . Resulta totalmente imposible por lo tanto conocer las cosas "en sí mismas", solo podemos conocer el “Fenómeno”, es decir, las cosas que se nos presentan y tal como se nos presentan, pero no tal como son. Para profundizar esta idea compartimos un texto de Joan Solé que explica la diferencia que establece Kant entre fenómeno y noúmeno.





"Según Kant, nuestra experiencia del mundo es como es por dos motivos: en parte por cómo es el mundo, y en parte por cómo es nuestra manera de conocerlo". (/A.Carpio)




Bibliografía:
J.Gaarder; El Mundo de Sofía
A, Carpio, Principios de Filosofía
Kant, Crítica de la Razón Pura
Solé Joan, Kant, el giro copernicano en la filosofía



Joan Solé, Kant, el giro copernicano en la filosofía. Fenómeno y noúmeno

"Las cosas se intuyen en el espacio y en el tiempo, que como sabemos son una condición necesaria y estructural para percibirlas. Ahora bien, podemos concebir que esas cosas que percibimos en el espacio y en el tiempo tienen, a la vez, una existencia independiente de la percepción o intuición sensible, que están fuera de nuestra intuición, y que de ellas no podemos saber nada excepto que son las causas de lo que percibimos en la forma pura del espacio (…) Como existen fuera de las estructuras de la sensibilidad, solo podemos sospechar y pensar su existencia, no conocer su naturaleza. Lo que intuimos -lo que se nos aparece- en la sensibilidad son los fenómenos; lo que sospechamos fuera de la sensibilidad son- los noúmenos o cosas en sí. Los noúmenos son las causas de los fenómenos.

La distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno introduce algo muy nuevo en filosofía, que rompe con todo lo anterior. Los filósofos habían distinguido tradicionalmente entre realidad y apariencia: realidad era lo que había en el fondo, subyacente y permanente, la esencia, lo inteligible, mientras que apariencia era lo que saltaba a la vista, evidente y fugaz, lo sensible. Los filósofos eran capaces de alcanzar la realidad mediante el uso disciplinado de la razón, mientras que el vulgo no iba más allá de las apariencias que captaba con los sentidos. Tenemos, pues, dos mundos o perspectivas: esencia inteligible y apariencia sensible. Platón instituyó esta dicotomía al separar el mundo de las ideas o formas y el mundo sensible, dicotomía que pasaría al pensamiento cristiano a través del neoplatonismo y la patrística. El aristotelismo conservó la distinción, pero dándole un sentido inmanente (no el trascendente platónico) que distingue entre materia y forma.

Kant prescinde de la polaridad realidad/apariencia y plantea en cambio el par fenómeno-noúmeno. La distinción no es equivalente a la anterior, entre ambas media el abismo que separa la filosofía clásica y la moderna. El fenómeno no se define como apariencia, sino como aparición, como dato (intuición, percepción) registrado en la conciencia y que no es un subproducto de una esencia más digna. El fenómeno no se opone a la esencia. Se opone al noúmeno, que es, precisamente, lo que no se registra en la conciencia. La aparición es lo que aparece en tanto que aparece, sin que haya que preguntar si es falso o verdadero." 



 Diccionario de bolsillo kantiano

Sensibilidad: facultad de percibir los casos particulares que se dan en el espacio o en el tiempo, o en ambos, y de percibir el espacio y el tiempo mismos. Las percepciones registradas en las formas puras o a prior/ de la sensibilidad (espacio y tiempo) se llaman intuiciones.  
Entendimiento: facultad de conocer mediante conceptos, que se aplican a los casos particulares registrados en la sensibilidad. Hay dos tipos de conceptos: los conceptos a posteriori, derivados o abstraídos de las percepciones, y los conceptos a priori, que el entendimiento posee como condición y aplica a las intuiciones.  
Razón: en sentido restringido, facultad de emplear ideas, que se distinguen de los conceptos en que no se aplican a las intuiciones. Son nociones que no se aplican a nada en concreto. Tienen dos usos: teórico o especulativo y práctico (véase página 90). En sentido amplio, conjunto de las facultades de la sensibilidad y el entendimiento.



 Crítica de la razón pura –Selección de frases-

  • “El conocer no es una mera recepción sino también elaboración del sujeto”
  • “Hasta ahora se admitía que todo nuestro conocimiento tenía que regirse por los objetos. [...] Ensáyese pues una vez si no adelantaremos más en los problemas de la metafísica, admitiendo que los objetos tienen que regirse por nuestro conocimiento.” 
  • "Si es verdad que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, todos, sin embargo, no proceden de ella."
  • "Nuestro conocimiento surge de dos fuentes fundamentales del ánimo, de las cuales la primera es la de recibir las impresiones y la segunda la facultad de ordenar esas impresiones por medio de conceptos” 
  • “Ninguna de estas propiedades es preferible a la otra. Sin sensibilidad, no nos serían dados los objetos, y sin entendimiento, ninguno sería pensado. Pensamientos sin contenido, son vacíos; intuiciones sin conceptos son ciegas."
  • Espacio y tiempo son solo formas de la intuición sensible, y por tanto sólo condiciones de la existencia de las cosas como fenómenos.
  • El tiempo es, pues, solamente una condición subjetiva de nuestra (humana) intuición (la cual es siempre sensible, es decir, por cuanto somos afectados por objetos) y no es nada en sí, fuera del sujeto.
  • No podemos nunca representarnos que no haya espacio, aunque podemos pensar muy bien que no se encuentren en él objetos algunos.
  • “Tiene la Razón humana el singular destino, en cierta especie de conocimientos, de verse agobiada por cuestiones de índole tal que no puede evitarlas, porque su propia naturaleza las crea, y que no puede resolver, porque a su alcance no se encuentran”
  • “¿De dónde y cómo puede uno deducir, por medio de la pura especulación de la razón, la evidencia de que no existe un ser supremo como fundamento primero de todo…? "
  • “Me ha sido, pues, preciso suprimir el saber para dar lugar a la creencia.”
  • "La paloma ligera que hiende en su libre vuelo los aires, percibiendo su resistencia, podría forjarse la representación de que volaría mucho mejor en el vacío. De igual modo abandonó Platón el mundo sensible”
  • “Nosotros no podemos tener conocimiento de un objeto como cosa en sí misma, sino sólo en cuanto la cosa es objeto de la intuición sensible, es decir como fenómeno” 
  • "Jamás podremos conocer lo que son los objetos en si, por luminoso que sea nuestro conocimiento del fenómeno, que es lo único que nos es dado"
  • ¿Que son los objetos en sí y separados de toda esa receptividad de nuestra sensibilidad? esto permanece para nosotros enteramente desconocido. No conocemos más que nuestro modo de percibirlos, que nos es peculiar y que no debe corresponder necesariamente a todo ser, si bien si a todo hombre".
  • “Sin embargo, y esto debe notarse bien, queda siempre la reserva de que esos mismos objetos, como cosas en sí, aunque no podemos conocerlos, podemos al menos pensarlos.”








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