sábado, 12 de octubre de 2019

La filosofía moderna y el progreso de la historia. Una lectura de Amelia Podetti


Dice Sartre: “la filosofía es ante todo una cierta manera para la clase en ascenso de tomar conciencia de sí
Con esta frase del filósofo francés Amelia Podetti comienza una de sus clases sobre filosofía política moderna. El mensaje es claro: la filosofía sirve “a las clases en ascenso” para “tomar conciencia de sí”. Así fue como el capitalismo mercantil del siglo XVII se sirvió de Descartes para empezar a definirse, y  cómo la burguesía del siglo XVIII se sirvió de Kant, se descubrió en Kant, y tomó conciencia de sí por medio su filosofía. Dicho de otra manera, la filosofía, tanto la de Kant como la de Descartes, intenta justificar un nuevo orden, que es el de la burguesía.
Podemos ubicar el germen de esta idea de progreso en la razón cartesiana, que buscó una verdad universal que superara la diversidad filosófica y cultural, pero basado justamente en una “razón universal”, que pretendía objetiva, desinfectada de toda creencia, dogma y cualquier influencia cultural, por lo que termina encubriendo su propia cultura y nos presenta la “razón europea” como “razón universal”. Con Descartes el hombre europeo se ubica en la centralidad, él es “la medida de todas las cosas”
Sin embargo, dice  Amelia Podetti a propósito del origen de la idea de progreso:
“En el siglo XVII las naciones europeas han comenzado a desarrollar una cultura nueva y específica y con ella la convicción de una superioridad histórica frente a los hombres y las culturas precedentes. Los hombres modernos europeos se consideran más sabios, más cultos, más civilizados que los medievales y los antiguos, y la antigüedad es a la modernidad como la infancia respecto a la madurez. A esta superioridad histórica (…) se agrega también, en forma implícita, la convicción de la superioridad europea sobre los otros pueblos no europeos que desde el siglo XV las naciones más poderosas de Europa se han anexado como su periferia y por cuya posesión y consecuente explotación luchan entre sí durante toda la época moderna”
Con Kant la idea de progreso es aún más firme, porque el avance científico, el desarrollo de la ciencia, el triunfo de la burguesía[1] en el campo económico que empieza a preparar el cambio político, lo acompañan. Eso lleva a Kant a afirmar que la humanidad está entrando en la mayoría de edad (ver “la respuesta a la pregunta “¿qué es la ilustración?”).
Para Hegel el progreso tiene un carácter idealista, no es otra cosa más que la idea que se despliega en el tiempo. Este despliegue no es azaroso, hay un fin determinado para cada pueblo. Las distintas manifestaciones son “el espíritu de la época, o del pueblo”. Los acontecimientos se suceden según un orden lógico. Acá entramos en una idea del progreso mucho más compleja y fundamentada. El progreso se realiza por medio de contradicciones, de saltos, de revoluciones. No es un avance continuo y lineal. Ese avance por contradicciones es dialéctico:
“cada momento, cada etapa niega y supera al anterior, pero la niega conservándola dentro de sí. Negación, conservación, superación, son justamente los tres sentidos de la palabra alemana Aufhebung (derogación, anulación), con que Hegel designa este proceso. En este proceso de afirmación (tesis), negación (antítesis) y negación de la negación (síntesis) cada nueva síntesis supera y conserva todo el proceso precedente” (A.P)
De esta manera no solo hay un constante avanzar, sino también una conservación, una acumulación cada vez mayor de conocimientos, de saberes, de historia, de cultura. Es justamente esto lo que va a criticar Nietzsche, porque este exceso del pasado (y veneración) no nos deja crear algo nuevo.
La filosofía de Hegel (siglo XIX) es la coronación de esa clase burguesa que ya no es la clase ascendente, sino la clase que triunfó y desde arriba mira victoriosa.
Más tarde Marx se entusiasmó con la idea del progreso dialéctico, pero difiriendo con el costado  idealista de Hegel. Para Marx el motor de la historia no es la idea sino la materia, el modo en que la sociedad produce, lo cual implica las relaciones de producción sobre las que se eleva la superestructura jurídica y política y la ideología de la clase dominante. Un texto muy famoso de Marx dice:
“Las relaciones sociales en que los individuos producen, las relaciones sociales de producción cambian por tanto al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de producción forman en su conjunto lo que se llama las relaciones sociales, la sociedad y concretamente una sociedad con un determinado grado de  desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad” (Trabajo salario y capital, obras escogidas, VI, P 76)
Lo que provoca el progreso, según Marx es la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, aunque en apariencia solo se vea la lucha de clases antagónicas, lo que sucede de fondo es la superación de las contradicciones, la síntesis hegeliana.
Dice Podetti:
“Esta contradicción toma la forma de una lucha de clases no meramente porque una clase sea la dominante  y las otras las explotadas, sino porque el desarrollo de las fuerzas productivas hace anacrónica la relación de clases existente, y una de las clases explotadas tiene, gracias al nuevo desarrollo de las fuerzas productivas, conciencia, interés y poder para utilizar ese nuevo desarrollo contra la clase hasta ahora dominante”
Por eso Marx dice sencillamente “la historia de todas las sociedades hasta ahora es la historia de la lucha de clases”. Con lo cual supone una historia  universal y determinada por las fuerzas productivas.
Ahora bien, a diferencia de otras épocas, en el capitalismo se simplifica y agudiza la contradicción de las clases en dos grandes grupos. Por eso el capitalismo significa un “progreso” en la lectura de Marx, y es necesario que todos los pueblos pasen por él, solo así será posible dar el nuevo salto hacia el comunismo (la fase superadora).
Con este salto el proletariado se convertirá en la nueva clase dominante (durante el tiempo que dure la dictadura del proletariado, como fase previa al comunismo). Un dato interesante es que en “La ideología alemana” Marx advierte que cada clase dominante representa su propio interés como el interés común, da a sus ideas el carácter de ideas producidas por la sociedad en su conjunto y no como ideas de clase (idea que retoma Gramsci con el término hegemonía)
Como se dijo la ideología puede servir para dar conciencia a una clase en ascenso, pero tan pronto se convierte en la clase dominante sirve para consolidar, justificar y enmascarar el dominio y la explotación de una clase sobre otra.



[1] Dice J.P Feinmman en La filosofía y el barro de la historia: “Nosotros no tuvimos sujeto cartesiano, el sujeto cartesiano nos tuvo a nosotros. La expoliación de nuestro continente posibilitó la acumulación originaria que hizo posible a la burguesía, que hizo posible, a su vez, al sujeto cartesiano. Nunca tuvimos un sujeto fuerte, mal podríamos querer deconstruirlo. Estamos, por el contrario, empeñados en su construcción. Todavía y pese a todo. Esa construcción es nuestra utópica identidad.”(…) “Somos parte de Occidente en la modalidad de periferia saqueada. El sujeto dominador del capitalismo se expresó ya en la conquista de América. En la «acumulación originaria del capital». No en vano nos ocupamos tanto de la filosofía europea. Ella se ha ocupado mucho de nosotros. Conocerla a fondo es conocer nuestra condición. Somos —aun contradictoriamente— lo que el sujeto de la modernidad capitalista hizo de nosotros”. Es cierto que nosotros no somos el sujeto cartesiano, o que nuestra subjetividad no es la europea, pero tiene mucho de ella; también tiene su desprecio. Somos la periferia de esa centralidad.


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