miércoles, 25 de octubre de 2017

La vida después de la muerte en Platón

En La República de Platón, hacia el final del libro, Sócrates les cuenta a sus interlocutores este famoso mito: 



"No es precisamente un relato de Alcínoo lo que te voy a contar, sino el relato de un bravo varón, Er el armenio, de la tribu panfilia. 
Habiendo muerto en la guerra, cuando al décimo día fueron recogidos los cadáveres putrefactos, él fue hallado en buen estado; introducido en su casa para enterrarlo, yacía sobre la pira cuando volvió a la vida y, resucitado, contó lo que había visto allá.

Dijo que, cuando su alma había dejado el cuerpo, se puso en camino junto con muchas otras almas, y llegaron a un lugar maravilloso, donde había en la tierra dos aberturas, una frente a la otra, y arriba, en el cielo, otras dos opuestas a las primeras. Entre ellas había jueces sentados que, una vez pronunciada su sentencia, ordenaban a los justos que caminaran a la derecha y hacia arriba, colgándoles por delante letreros indicativos de cómo habían sido juzgados, y a los injustos los hacían marchar a la izquierda y hacia abajo, portando por atrás letreros indicativos de lo que habían hecho. Cuando le llegó el turno a Er los jueces le dijeron que debía describir a los hombres el mundo del más allá, conminándolo a mirar y escuchar todo lo que sucedía en aquel lugar.
Miró entonces cómo las almas, una vez juzgadas pasaban por una de las aberturas del cielo y de la tierra, mientras por una de las otras dos subían desde a bajo de la tierra almas llenas de suciedad y de polvo, en tanto por la restante descendían desde e el ciclo otras, limpias. Y las que llegaban parecían volver de un largo viaje; marchaban gozosas a acampar en el prado, como en un festival, y se saludaban entre sí cuantas se conocían, y las que venían de la tierra inquirían a las otras sobre lo que pasaba en el cielo, y las que procedían del cielo sobre lo que sucedía en la  tierra; y hacían sus relatos unas a o tras, unas con lamentos y quejidos, recordando cuantas cosas habían padecido y visto en su marcha bajo tierra -que duraba mil años-, mientras las procedentes del cielo narraban sus goces y espectáculos de inconmensurable belleza."



"Contó que había estado junto a alguien que preguntaba a otro dónde estaba Ardieo el Gr ande. Ahora bien, este Ardieo había llegado a ser tirano en algún Estado de Panfilia mil años antes de ese momento, había matado a su padre anciano y a su hermano mayor y,  según se de cía, había cometido muchos otros sacrilegios. 
Dijo Er que el hombre interrogado respondió: no ha venido ni es probable que venga. En efecto, entre otros es pectáculos terribles hemos contemplado éste: cuando estábamos cerca de la abertura e íbamos a ascender, tras padecer todas estas cosas, de pronto divisamos a Ardieo y con él a otros que en su mayor parte habían sido tiranos:  también había algunos que habían sido simples" particulares que habían cometído grandes crímenes. Cuando pensaban que subirían, de la abertura no se lo permitía, sino que mugía cuando intentaba ascender alguno de estos sujetos incurablemente adheridos al malo que no habían pagado debidamente su falta. Allí había unos hombres salvajes y de aspecto ígneo -contó- que estaban alerta, y que, al oír el mugido, se apoderaron de unos y los llevaron; en cuanto a Ardieo y a los demás, les encadenaron los pies, las manos y la cabeza . los derribaron y, apaleándolos violentamente, los arrastra ron al costado del camino y los desgarraron sobre espinas, explican do a los que pasaban la causa por la que les hacían eso, y que los llevaban para arrojarlos al Tártaro."


"Después de que pasaban siete días en el prado, al octavo se les requería que se levantaran y se pusieran en marcha (...) A su llegada las almas debían marchar inmediatamente hasta Láquesis (1). Un profeta primeramente los colocaba en fila, después tomaba lotes y modelos de vida que había sobre las rodillas de Láquesis, y tras subir a una alta tribuna, dijo: “Palabra de la virgen Láquesis, hija de la Necesidad: almas efímeras, éste es el comienzo, para vuestro género mortal de otro ciclo anudado a la muerte. No os escogerá un demonio, sino que vosotros escogeréis un demonio. Que el que resulte por sorteo el primero elija un modo de vida, al cual quedará necesariamente asociado. En cuanto a la excelencia, no tiene dueño, sino que cada uno tendrá mayor o menor parte de la según la honre o la desprecie; la responsabilidad es del que elige, Dios está exento de culpa (…).
Después de esto, el profeta colocó en tierra, delante de ellos, los modelos de vida. en número mayor que el de los presentes, y de gran variedad . Habla toda clase de vidas animales y humanas: tiranías de por vida , o bien interrumpidas por la mitad, y que terminaban en pobreza, exilio o mendicidad ; había vidas de hombres célebres por la hermosura de su cuerpo o por su fuerza en la lucha, o bien por su cuna y por las virtudes de sus antepasados; también las había de hombres oscuros y, análogamente, de mujeres (...)
Y entonces el mensajero del más allá narró que el profeta habló de este modo: inclusive para el que llegue último , si elige con inteligencia y vive seriamente, hay una vida con la cual ha de estar contento, porque no es mala. De modo que no se descuide quien elija primero ni se descorazone quien resulte ultimo. y contó que, después de estas palabras, aquel a quien había tocado ser el primero, fue derecho a escoger la más grande tiranía , y por insensatez y codicia no examinó suficientemente la elección, por lo cual no advirtió que incluida el destino de devorarse a sus hijos y otras des gracias ; pero cuando la observó con más tiempo, se golpeó el pecho, lamentándose de su elección, por haber dejado de lado las advertencias del profeta; pues no se culpó a sí mismo de las desgracias, sino al azar , a su demonio y a cualquier otra cosa menos a él mismo."



"Después de que pasaron también las demás, marcharon todos hacia la planicie del Olvido, a través de un calor terrible y sofocante. En efecto, la planicie estaba desierta de árboles y de cuanto crece de la tierra. Llegada la tarde, acamparon a la orilla del río de la Desatención, cuyas aguas ninguna vasija puede retenerlas. Todas las almas estaban obligadas a beber una medida de agua, pero a algunas no las preservaba su sabiduría de beber más allá de la medida, y así, tras beber, se olvidaban de todo. Luego se durmieron, y en medio de la noche hubo un trueno y un terremoto, y bruscamente las almas fueron lanzadas desde allí –—unas a un lado, otras a otro— hacia arriba, como estrellas fugaces, para su nacimiento. A Er se le impidió beber el agua; por dónde y cómo regresó a su cuerpo, no lo supo, sino que súbitamente levantó la vista y, al alba, se vio tendido sobre la pira."


Platón, República, 614a-621b.


Láquesis (1) Una de las Parcas, o Moiras, las tejedoras del destino, Junto con Cloto y Atropo. La primera hilaba el destino de las personas, la otra medía la duración de su vida, y la tercera lo cortaba en el momento de la muerte.





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