martes, 24 de octubre de 2017

1984, cuando la ficción se vuelve realidad

En esta entrada proponemos la lectura de algunos fragmentos de 1984, la novela de Orwell que nos invita a reflexionar sobre el ejercicio del poder a través de la manipulación de la información. Proponemos también algunas relaciones entre las ideas y conceptos que aporta Orwell en su novela y algunas teorías filosóficas: la teoría nietzscheana del conocimiento como producto de la voluntad, la concepción del poder productivo de Foucault y la alegoría de la caverna de Platón





Sobre la obra

Orwell escribió varias novelas antes de 1984, y en todas ellas encontramos los mismos temas: el sufrimiento de las clases trabajadores, la descripción de la vida en los barrios humildes, las injusticias sociales, críticas profundas tanto hacia el capitalismo como a los regímenes comunistas totalitarios. Sin embargo ninguno de sus escritos tuvo tanto éxito como 1984. Quizás lo más novedoso de esta obra es su "futurismo", ya que se trata de una sociedad del futuro. Se cuenta que Orwell pensaba ponerle "El último hombre en Europa", pero la editorial le sugirió el título 1984, para acentual el carácter futurista de la novela. Es más fácil digerir la realidad si lleva el rótulo de "ficción" y se refiere a "otro tiempo"



El mundo del futuro y el Gran Hermano

En el mundo futuro que describe el autor sólo quedan tres superpotencias (Oceanía, Eurasia y Estasia), ellas reúnen todos los países que hoy conocemos. Son regímenes totalitarios que están en una guerra sin fin. Sin embargo todo es tan incierto que no se sabe hasta qué punto esa guerra existe o es solo una estrategia de quienes gobiernan para mantener unida a la población y encauzar su rabia contra un falso enemigo. 

La sociedad se encuentra sumamente controlada por el Gran Hermano, que todo lo ve.  No se sabe si el Gran Hermano es un hombre o un Dios. Posiblemente no exista, o solo sea una publicidad, con la cuál el partido único controla a los hombres.

Lo único que se conoce del Gran Hermano es su rostro que aparece en las telepantallas que se encuentran diseminadas tanto en los espacios públicos como en cada uno de los hogares. A través de ellas el "partido único" controla la fidelidad de los ciudadanos para con el partido. En esta sociedad no existe la intimidad ni la libertad, ya que cada gesto puede ser visto, cada palabra escuchada. 


Por otro lado las telepantallas son utilizadas como medio propagandístico. Constantemente se están publicando estadísticas y noticias falsas, pero la población celebra los triunfos de Eurasia o los avances económicos. 


También están los periódicos y los libros de historia que El Partido se encarga de editar en su "ministerio de la verdad" Allí trabaja  Winston Smith, el protagonista de esta historia. Winston es testigo de cómo se destruyen los documentos históricos (incluyendo fotografías, libros y periódicos), y se publican falsas noticias para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el estado de Oceanía. Al ser los dueños de la información fueron reescribiendo la historia y formando una opinión popular incuestionable. Es por eso que  ni siquiera se sabe cómo "El Gran Hermano" llego al poder.


Wilson conoce las acciones que el partido único lleva a cabo para manipular las mentes  y distorsionar la realidad, pero pareciera que es el único. ¿Puede ser posible que él sea el único que conozca la verdad? El partido Único llegó a construir una nueva realidad, en la que todos creen, pero no es más que un engaño, una ficción. ¿Pero si todo el mundo cree en esta ficción, no se vuelve verdad? 







A continuación un fragmento de las primeras páginas de 1984. 

"Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria (...) Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia y en esta época la corriente se cortaba durante las horas de día. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio. Winston tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de varices por encima del tobillo derecho, subió lentamente, descansando varias veces. En cada descansillo, frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie. 
Dentro del piso una voz llena leía una lista de números que tenían algo que ver con la producción de lingotes de hierro. La voz salía de una placa oblonga de metal, una especie de espejo empeñado, que formaba parte de la superficie de la pared situada a la derecha. Winston hizo funcionar su regulador y la voz disminuyó de volumen aunque las palabras seguían distinguiéndose. El instrumento (llamado telepantalla) podía ser amortiguado, pero no había manera de cerrarlo del todo.  
Winston fue hacia la ventana (...) afuera, incluso a través de los ventanales cerrados, el mundo parecía frío. Calle abajo se formaban pequeños torbellinos de viento y polvo; los papeles rotos subían en espirales y, aunque el sol lucía y el cielo estaba intensamente azul, nada parecía tener color a no ser los carteles pegados por todas partes. La cara de los bigotes negros miraba desde todas las esquinas que dominaban la circulación. En la casa de enfrente había uno de estos cartelones. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las grandes letras, mientras los sombríos ojos miraban fijamente a los de Winston. En la calle, en línea vertical con aquél, había otro cartel roto por un pico, que flameaba espasmódicamente azotado por el viento, descubriendo y cubriendo alternativamente una sola palabra: INGSOC. A lo lejos, un autogiro pasaba entre los tejados, se quedaba un instante colgado en el aire y luego se lanzaba otra vez en un vuelo curvo. Era de la patrulla de policía encargada de vigilar a la gente a través de los balcones y ventanas. Sin embargo, las patrullas eran lo de menos. Lo que importaba verdaderamente era la Policía del Pensamiento.
A la espalda de Winston, la voz de la telepantalla seguía murmurando datos sobre el hierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal. La telepantalla recibía y transmitía simultáneamente. Cualquier sonido que hiciera Winston superior a un susurro, era captado por el aparato. Además, mientras permaneciera dentro del radio de visión de la placa de metal, podía ser visto a la vez que oído. Por supuesto, no había manera de saber si le contemplaban a uno en un momento dado. Lo único posible era figurarse la frecuencia y el plan que empleaba la Policía del Pensamiento para controlar un hilo privado. Incluso se concebía que los vigilaran a todos a la vez. Pero, desde luego, podían intervenir su línea de usted cada vez que se les antojara. Tenía usted que vivir —y en esto el hábito se convertía en un instinto— con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados."







1984 y la alegoría de la caverna (Platón)

La situación de la población de Eurasia es similar a la que sufren los esclavos de la caverna platónica. En ambos casos hay una situación "engañosa", una falsa realidad que al ser creída se solidifica en la opinión popular (doxa) Pero por otro lado existe una verdadera realidad, que Winston conoce, como el esclavo liberado de la alegoría platónica.  La mayoría cae en la trampa, es engañada, viven en un mundo que es una fantasía, mientras la realidad se les oculta. Son esclavos, están siendo dominados, y lo pero es que no los saben.

A la inversa del la lógica socrática que decía "a mayor sabiduría mayor felicidad", Winston, cuanto más sabe más infeliz es. El saber en este caso nos abre los ojos a una triste realidad. Nosotros, lectores, que sabemos como Winston lo que está pasando nos compadecemos del personaje, sufrimos su asfixia, su impotencia, su angustia, su terrible soledad.

Pero al mismo tiempo es difícil no privilegiar la situación de Winston antes que la de cualquier otro persanaje de la novela. Un claro ejemplo lo tenemos en la figura del vecino de Winston: Parsons, a quién podríamos comparar con esos jóvenes fuertes, bellos y orgullosos que  Sócrates intentaba persuadir, como el famoso militar ateniense Alcibíades.  Así descrbe Winston a Parsons, su vecino:
"Era un hombre grueso, pero activo y de una estupidez asombrosa, una masa de entusiasmos imbéciles, uno de esos idiotas de los cuales, todavía más que la policía del pensamiento, dependía la estabilidad del Partido. A los treinta y cinco años acababa de salir de la "liga juvenil", y antes de ser admitido en esa organización había conseguido permanecer en la de los Espías un año más de lo reglamentario. En el ministerio estaba empleado en en un puesto subordinado para el que no se requería inteligencia alguna, pero por otra parte, era una figura sobresaliente en el comité deportivo"

Deportista sobresaliente, idiota, fiel al partido, Parsons es una persona útil al sistema, sirve para los fines del Gran Hermano, como si se tratara de sus propios intereses. Participó de la "liga Juvenil", de "los Espías", organizaciones estatales para mantener el orden, y para las cuales la única virtud que se exige es obediencia. 

Tanto Alcibíades como Parsons buscan ejercer cierto poder sobre la población. La situación no es del todo parecida en la medida en que el primero  buscaba un cargo político para mandar,  Parsons también quiere mandar, pero en realidad no hace más que obedecer a los intereses y fines del Gran Hermano (intereses y fines que en el fondo desconoce, pero que hace propios).



1984, el poder y la sociedad disciplinaria (Foucault)

Podríamos pensar también en la descripción que Foucault hace del poder y su concepto de sociedad disciplinaria. En la sociedad del siglo XVIII y el siglo XIX, dice Foucault, han surgido una gran cantidad de instituciones de encierro (la cárcel, la fábrica, la escuela) y mecanismos de "normalización de los sujetos".

Por otro lado, Fouacaut reconoce que el el poder no se encuentra en un clase o en los aparatos del estado, sino que se extiende y recorre todo el cuerpo social, siendo ejercido por cada uno de sus actores. 

Además, dice Foucault , el poder no solo es represivo,  sino más bien "productivo", en la medida que es capaz de inducir ideas, de promover conductas, de generar hábitos, etc. En síntesis, el poder es capaz de "formar", de "moldear" sujetos.

Hay una escena de 1984 que describe cómo El Gran Hermano logra penetrar en las mentes de los más chicos y así van formando ciudadanos a su medida. Nos acercamos a ella.

Mientras Winston estaba escribiendo su diario intimo, un acto sumamente subversivo que podía costarle muy caro. En eso la mujer de Parsons (su vecino) llama a la puerta de para pedirle ayuda con una canilla, y entonces se produce el drama:
"De repente, se sobresaltó espantosamente. Habían llamado a la puerta. 
¡Tan pronto! Siguió sentado inmóvil, como un ratón asustado, con la tonta esperanza de que quien fuese se marchara al ver que no le abrían. Pero no, la llamada se repitió. Lo peor que podía hacer Winston era tardar en abrir. Le redoblaba el corazón como un tambor, pero es muy probable que sus facciones, a fuerza de la costumbre, resultaran nexpresivas. Levantóse y se acercó pesadamente a la puerta.
Contuvo la respiración y abrió la puerta. Instantáneamente, le invadió una sensación de alivio. Una mujer insignificante, avejentada, con el cabello revuelto y la cara llena de arrugas, estaba a su lado.
—¡Oh, camarada! empezó a decir la mujer en una voz lúgubre y quejumbrosa——, te sentí llegar y he venido por si puedes echarle un ojo al desagüe del fregadero. Se nos ha atascado...
Era la señora Parsons (...) 
—¿Tiene usted un destornillador? dijo Winston tocando el tapón del desagüe.
—Un destornillador dijo la señora Parsons, inmovilizándose inmediatamente—. Pues, no sé. Es posible que los niños...
En la habitación de al lado se oían fuertes pisadas y más trompetazos con el peine. La señora. Parsons trajo el destornillador. Winston dejó salir el agua y quitó con asco el pegote de cabello que había atrancado el tubo. Se limpió los dedos lo mejor que pudo en el agua fría del grifo y volvió a la otra habitación. 
—¡Arriba las manos! chilló una voz salvaje.
Un chico, guapo y de aspecto rudo, que parecía tener unos nueve años, había surgido por detrás de la mesa y amenazaba a Winston con una pistola automática de juguete mientras que su hermanita, de unos dos años menos, hacía el mismo ademán con un pedazo de madera. Ambos iban vestidos con pantalones cortos azules, camisas grises y pañuelo rojo al cuello. Éste era el uniforme de los Espías. Winston levantó las manos, pero a pesar de la broma sentía cierta inquietud por el gesto del maldad que veía en el niño. 
—¡Eres un traidor! grito el chico—. ¡Eres un crirninal mental ¡Eres un espía de Eurasia! ¡Te mataré, te vaporizaré; te mandaré a las minas de sal. 
De pronto, tanto el niño como la niña empezaron a saltar en torno a él gritando: «¡Traidor!» «¡Criminal mental!», imitando la niña todos los movimientos de su hermano. Aquello producía un poco de miedo, algo así como los juegos de los cachorros de los tigres cuando pensamos que pronto se convertirán en devoradores de hombres (...) 
Lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los Espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido."





1984, la verdad como producto de la voluntad (Nietzsche)

El primer filósofo que se encarga de analizar el tema del poder, y al mismo tiempo, el mayor crítico del platonismo, es Nietzsche. Si detrás de las cosas Platón creía encontrar la esencia misma de las cosas, Nietzsche va a encontrar que detrás de todo está "la mano del hombre": todo es "Humano demasiado humano". Las cosas no son lo que son, sino o que nosotros hicimos  de ellas. 

Para Nietzsche la verdad es un invento, una creación, pero no desinteresada ni pacífica, detrás de toda gran verdad hay manchas de sangre; ya lo decía Heráclito: "la Guerra es la madre de todas las cosas". La verdad es el producto de una guerra, de un combate. 

Si analizamos la situación que nos describe Orwell a través de los conceptos nietzscheanos podemos ver en lugar de dos realidades (una verdadera, otra falsa)  una sola; construida, inventada. Nietzsche no recurre a la oposición verdad-falsedad para describir el mundo; ambas son lo mismo. La verdad es una mentira que se impuso y que con el tiempo se volvió una creencia firme. La verdad no tiene más que un fin moral, social: domesticar la bestia humana. sin la verdad sería imposible la convivencia. Es por eso que los hombres decidimos mentir en tropel. 

Por otro lado, a través de la verdad el hombre logra ejercer cierto poder, el dominio de la verdad permite el dominio de los hombres, y más efectivo se vuelve cuanto más se oculte la voluntad que hay detrás.

En 1984 encontramos este mundo ficticio creado (impuesto) por el hombre, en el que todos creen como preexistente  y objetivo. Un concepto que pone en tela de juicio la hipocresía de los hombres al creer en ciertas verdades y la importancia del lenguaje respecto al dominio de la realidad es el de "doblepensar". Dice Winston:

"A esto le llaman control de la realidad, pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar (...) Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas , emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que El Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volver a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo (...) Esta era la más refinada sutileza del sistema"

Saber y no saber, ser consciente de que algo es mentira, pero creerlo como si fuera verdad, es decir aceptar la mentira como verdad. Una especie de auto engaño, ser capaz de creer dos cosas contrarias al mismo tiempo. La sociedad actual está llena de estos ejemplos. 


El último verano, en la costa argentina, un grupo de mujeres fue echada de la playa por la policía por hacer "topless", muchos de los que se escandalizaron por el atrevimiento de las mujeres al mostrar sus partes prohibidas son los mismos que consumen programas televisivos donde las mujeres muestras las mismas partes. Lo que se condena en un ámbito es aprobado en otro. Que una mujer muestre los pechos en una propaganda está bien visto, pero que una mujer lo haga para tomar solo, o para amamantar a su hijo es reprobado. Que una famosa haga topless en una playa cool está bien visto, pero que una mujer común y corriente lo haga en una playa común y corriente está muy mal. Esta es una doble- moral, un buen ejemplo del doble- pensar.


Un último ejemplo del doblepensar lo encontramos en uno de los lemas del Gran Hermano es "la guerra es la paz". A pesar de ser dos conceptos contradictorios podría interpretarse desde un sentido común: "la guerra traería como consecuencia la paz" discurso más que utilizado por algunas naciones. Pero conociendo el cinismo del Gran Hermano podría pensarse que expresa de manera solapada su verdadera ideología: "la paz es la guerra". Solo la guerra contra un enemigo externo permite mantener la paz interna. En primer lugar el Gran Hermano produce temor en la población ante una posible invasión y logra adherencias, ya que es visto como única posibilidad de salvación. Pero además del temor, encamina los odios, dirige los resentimientos, encausa el malestar propio de la población contra los extranjeros, que son vistos como las causas del mal. Solo por medio de este enfrentamiento contra un enemigo inventado por el Gran Hermano logra cierta unidad y gobierna pacíficamente. El arma principal del Gran Hermano es la propaganda y el control de la información.

En la siguiente escena de la película "El profesor" (Detachment) se expone perfectamente el concepto del doblepensar:




Para terminar, un último fragmento de la novela de Orwell que pone de relieve todo el cinismo del partido único. Cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia.

El Ministerio de la Verdad —que en neolengua (La lengua oficial de Oceanía) se le llamaba el Minver— era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vista. Era una enorme estructura piramidal de cemento armado blanco y reluciente, que se elevaba, terraza tras terraza, a unos trescientos metros de altura. Desde donde Winston se hallaba, podían leerse, adheridas sobre su blanca fachada en letras de elegante forma, las tres consignas del Partido:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
Se decía que el Ministerio de la Verdad tenía tres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y las correspondientes ramificaciones en el subsuelo. En Londres sólo había otros tres edificios del mismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de tal manera la arquitectura de los alrededores que desde el techo de las Casas de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental.  
El Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos. Sus nombres, en neolengua: Miniver, Minipax, Minimor y Minindantia. 
El Ministerio del Amor era terrorífico. No tenía ventanas en absoluto. Winston nunca había estado dentro del Minimor, ni siquiera se había acercado a medio kilómetro de él. Era imposible entrar allí a no ser por un asunto oficial y en ese caso había que pasar por un laberinto de caminos rodeados de alambre espinoso, puertas de acero y ocultos nidos de ametralladoras. Incluso las calles que conducían a sus salidas extremas, estaban muy vigiladas por guardias, con caras de gorila y uniformes negros, armados con porras.


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