domingo, 4 de junio de 2017

Selección de textos filosóficos políticos


Platón; República, Libro VIII 

—Es, pues, cosa reconocida por nosotros, mi querido Glaucon, que en un Estado bien constituido todo debe ser común, mujeres, hijos, educación, ejercicios propios de la paz y de la guerra, y que deben designarse por jefes del mismo a hombres consumados en la filosofía y en la ciencia militar.
 —Sí. 
—También hemos convenido en que los jefes, conforme con la índole de su institución, han de habitar con los guerreros de su mando en casas del género que hemos dicho, que serán comunes y en las que nadie tendrá nada propio. 
—(...) Pero añadías, que si esta forma de gobierno era buena, todas las demás serian defectuosas. En cuanto alcanza mi memoria, recuerdo que contabas cuatro especies cuyos defectos era conveniente examinar (...) Deseo saber cuáles son esos cuatro gobiernos de que hablabas. 
—No tendré dificultad en satisfacerte, porque todos cuatro son bien conocidos. El primero y más alabado es el de Creta y Lacedemonia. El segundo, que ocupa también el segundo rango, es la oligarquía, gobierno expuesto a un gran número de males. El tercero, opuesto enteramente al segundo y poco estimado, es la democracia. En seguida viene la tiranía, que no se parece a ninguno de los otros tres gobiernos, y que es la mayor enfermedad que puede padecer un Estado.
—Efectivamente se citan muchos y muy extraños.
 —Sabes ahora, que hay necesariamente otros tantos caracteres de hombres como especies de gobiernos; porque no creerás, que la forma gubernamental de los Estados proceda de las encinas y de las rocas, sino de las costumbres mismas de los miembros que los componen, y de la dirección que este conjunto de costumbres imprime á todo lo demás. 
—Efectivamente. 
—Por lo tanto, puesto que hay cinco especies de gobiernos, debe haber cinco caracteres del alma que corresponden a aquellos. 
—Sin duda. 
— Ya hemos tratado del carácter que corresponde a la aristocracia, y hemos dicho con razón que es bueno y justo. 
—Si.  
—Procuremos por lo pronto explicar de qué manera puede tener lugar el paso de la aristocracia a la timocracia. 

(...) Lo que tendrá de propio será el temor de elevar á los sabios á las primeras dignidades, porque ya no se formarán en su seno caracteres de una virtud sencilla y pura sino que aparecerán caracteres compuestos de diversos elementos; el elegir para el mando espíritus poco ilustrados, dominados por la cólera, y nacidos más para la guerra que para la paz; el tener muy en cuenta las estratagemas y ardides de la guerra, y el estar siempre con las armas en la mano.  
Hombres de esta condición estarán ansiosos de riquezas, como en los Estados oligárquicos. Ciegos adoradores del oro y de la plata, los honrarán en la oscuridad, y los tendrán secretamente encerrados en cofres. Ellos mismos, atrincherados en el recinto de sus casas como en otros tantos nidos, gastarán en mujeres y en todo lo que halague sus pasiones.

—El gobierno, que corresponde examinar ahora, creo que es la oligarquía.
 —¿Qué entiendes tú por oligarquía? 
— Entiendo una forma de gobierno, donde el censo decide de la condición de cada ciudadano; donde los ricos, por consiguiente, ejercen el mando sin que los pobres participen de él.
 —Comprendo. 
—Estas riquezas, acumuladas en los cofres de cada particular, son causa de la ruina de la timarquía. Su primer efecto es arrastrar á cada ciudadano á gastar en lujo para sí y para su mujer, y, por consiguiente, á desconocer y eludir la ley.
— En fin, se dejan dominar más y más por la pasión de amontonar riquezas, y cuanto más aumenta el crédito de éstas, tanto más disminuye el de la virtud. ¿El oro y la virtud no son como dos pesos puestos en una balanza, no pudiendo subir el uno sin que el otro baje?
 —Sí.
—Entonces se fijan por una ley las condiciones necesarias para participar del poder oligárquico, y estas condiciones se resumen en la cuota de la renta. La cuota, que se requiere, es más ó menos grande, según que el principio oligárquico está más ó menos en vigor, y está prohibido aspirar á los cargos públicos á todos aquellos cuya renta no ascienda á la tasa señalada. Los ricos hacen quépase esta ley valiéndose de la fuerza y de las armas (...)
Este Estado no es uno por su naturaleza, sino que encierra necesariamente dos Estados, uno compuesto de ricos y otro de pobres, que habitan el mismo suelo y que se esfuerzan sin cesar en destruirse los unos á los otros (...) Mira ahora si el mayor vicio de esta constitución no es el que voy á decir.  
—¿Qué vicio? 
—La libertad en que se deja á cada uno de deshacerse de sus bienes ó de adquirir los de los demás 

(...) Me parece que corresponde ahora examinar el origen y las costumbres de la democracia, y observar después estas mismas cualidades en el hombre democrático, á fin de que podamos compararlos entre sí y juzgarlos (...) los magistrados en las oligarquías, por su negligencia y la anchura que dan al libertinaje, han reducido muchas veces á la indigencia á hombres bien nacidos. 
 — Sin duda.
 —Esto da origen á que haya en el Estado gentes provistas de aguijones, unos oprimidos con las deudas, otros notados de infamia, y algunos que han perdido á la vez los bienes y el honor, todos los que se hallan en permanente hostilidad contra los que se han enriquecido con los despojos de su fortuna y contra el resto de los ciudadanos, no aspirando más que á promover una revolución en el gobierno (...)
El gobierno se hace democrático cuando los pobres, consiguiendo la victoria sobre los ricos, degüellan á los unos, destierran á los otros, y reparten con los que quedan los cargos y la administración de los negocios, reparto que en estos gobiernos se arregla de ordinario por la suerte.

(...) ¿Cuáles serán las costumbres, cuál la constitución de este nuevo gobierno? (...)  todo el mundo es libre en este Estado; en él se respira la libertad y se vive libre de toda traba; cada uno es dueño de hacer lo que le agrada. 
—Así se cuenta. 
—Pero donde quiera que existe este poder, es claro que cada ciudadano dispone de sí mismo y escoge á su placer el género de vida que más le agrada. 
—Sin duda.

— Si hemos de juzgar á primer golpe de vista, ¿no es una condición agradable y cómoda en semejante gobierno el no poder ser uno obligado á desempeñar un cargo público, aunque tenga méritos para ello; el no estar sometido á ninguna autoridad, si no se quiere; el no ir á la guerra cuando los otros van ; el vivir en guerra, si hay gusto en ello, mientras los demás viven en paz; y el de ser juez ó magistrado si se le pone en la cabeza, por más que la ley le prohíba el ejercicio de tales funciones?
 —A primera vista, sin duda, así parece.
—¿No tiene también algo de admirable la dulzura con que en estos gobiernos se trata á algunos penados? ¿No has visto hombres condenados á muerte ó al destierro permanecer y pasearse en público, con una desenvoltura y un continente de héroes, como si nadie fijase la atención ni debiera apercibirse de ello? 
—Yo he visto á muchos. 
— ¡Y esta indulgencia, esta manera de pensar ajena á todo escrúpulo mezquino, que hace que tal Estado desdeñe aquellas máximas de que nosotros hemos tratado con tanto respeto al trazar el plan de nuestro Estado (...) Tales son, entre otras muchas, las ventajas de la democracia. Es, como ves, un gobierno muy cómodo, donde nadie manda, en el que reina una mezcla encantadora y una igualdad perfecta, lo mismo entre las cosas desiguales, que entre las iguales. 

(...) Considera ahora este carácter en un individuo (...) Vive al día. El primer deseo que se presenta, es el primero que satisface. Hoy tiene deseo de embriagarse entre canciones báquicas, y mañana ayunará y no beberá más que agua. Tan pronto se ejercita en la gimnasia, como está ocioso y sin cuidarse de nada. Algunas veces es filósofo, las mases hombre de Estado; sube ala tribuna, habla y obra sin saber lo que dice ni lo que hace. Un dia envidia la condición de los guerreros y hete aquí convertido en guerrero; otro día se convierte en comerciante.  

— (...) Veamos, mi querido Adimanto, cómo se forma el gobierno tiránico, y por lo pronto si debe su origen á la democracia (...) para la democracia es la causa de su ruina el deseo insaciable de lo que mira como su verdadero bien. 
—¿Cuál es ese bien?
 —La libertad. Penetra en un Estado democrático, y oirás decir por todas partes, que la libertad es el más precioso de los bienes, y que por esta razón todo hombre que haya nacido libre fijará en él su residencia antes que en ningún otro punto. 
— Nada más frecuente que oir semejante lenguaje. 
—¿No es, y esto es lo que quería decir, este amor á la libertad, llevado hasta el exceso y acompañado de una indiferencia extremada por todo lo demás, lo que pierde al fin este gobierno y hace la tiranía necesaria? 
—¿Cómo?
 — Cuando un Estado democrático, devorado por una sed ardiente de libertad, está gobernado por malos escanciadores, que la derraman pura y la hacen beber hasta la embriaguez (...) Pública y privadamente alaba y honra la igualdad que confunde á los magistrados con los ciudadanos. En un Estado semejante, ¿no es natural que la libertad se extienda á todo?
—¿Cómo no ha de extenderse? 
—¿No penetrará en el interior de las familias, y al fin, el espíritu de independencia y anarquía no se comunicará hasta á los animales?
—¿Qué quieres decir? —Que los padres se acostumbran á tratar á sus hijos como á sus iguales y si cabe á temerles; éstos á igualarse con sus padres, á no tenerles ni temor ni respeto, porque en otro caso padecería su libertad; y que los ciudadanos y los simples habitantes y hasta los extranjeros aspiran á los mismos derechos.
—Así sucede. 
—Y si bajamos más la mano, encontraremos que los maestros, en semejante Estado, temen y contemplan á sus discípulos; éstos se burlan de sus maestros y de sus ayos. En general los jóvenes quieren igualarse con los viejos, y pelearse con ellos ya de palabras ya de hecho. Los viejos á su vez quieren remedar á los jóvenes, y hacen estudio en imitar sus maneras, temiendo pasar por personas de carácter altanero y despótico. 
—Es cierto. 
—(...) Y por último llegan, como tú sabes, hasta no hacer caso de las leyes, escritas ó no escritas, para no tener así ningún señor.

De esta forma de gobierno tan bella y tan encantadora es de donde nace la tiranía, por lo menos á mi entender (...) porque puede decirse con verdad que no se puede incurrir en un exceso sin exponerse á caer en el exceso contrario.


(...) La tercera clase es la plebe, compuesta de artesanos, ajenos á los negocios públicos y que apenas tienen con qué vivir. En la democracia, esta clase es la más numerosa y la más poderosa cuando está reunida (...)  ¿No es natural que el pueblo tenga alguno á quien confié especialmente sus intereses, y á quien procure engrandecer y hacer poderoso ? 
—Sí. 
— Es evidente, que de esta estirpe de protectores del pueblo es de la que nace el tirano, y no de ninguna otra.


Encontrá el capítulo entero en:



Nicolás Maquiavelo; El príncipe, 1513 

Capitulo IX DEL PRINCIPADO CIVIL

El principado pueden implantarlo tanto el pueblo como los nobles, según que la ocasión se presente a uno o a otros. Los nobles, cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe, para poder, a su sombra, dar rienda suelta a sus apetitos. El pueblo, cuando a su vez comprueba que no puede hacer frente a los grandes, cede su autoridad a uno y lo hace príncipe para que lo defienda. 

Cap. XVIII,  DE LA PRODIGALIDAD Y DE LA AVARICIA

Hay dos formas de combatir: o con las leyes, o con la fuerza. La primera es cualidad del hombre mientras que la segunda es de la bestia. Normalmente la primera no es suficiente por lo que se recurre a la segunda. Por lo tanto, un príncipe debe aprender a comportarse como bestia y como hombre .



Capitulo XVII DE LA CRUELDAD Y LA CLEMENCIA; Y SI ES MEJOR SER AMADO QUE TEMIDO, O SER TEMIDO QUE AMADO

Paso a las otras cualidades ya cimentadas y declaro que todos los príncipes deben desear ser tenidos por clementes y no por crueles. Y, sin embargo (...) un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos; porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causas de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población (...)

Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado que temido, o temido que amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues, como antes expliqué, ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan. Y el príncipe que ha descansado por entero en su palabra va a la ruina al no haber tomado otras providencias; porque las amistades que se adquieren con el dinero y no con !a altura y nobleza de alma son amistades merecidas, pero de las cuales no se dispone, y llegada la oportunidad no se las puede utilizar. Y los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca. No obstante lo cual, el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es imposible ser a la vez temido y no odiado; y para ello bastará que se abstenga de apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus ciudadanos y súbditos, y que no proceda contra la vida de alguien sino cuando hay justificación conveniente y motivo manifiesto; pero sobre todo abstenerse de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio.


Encontrá el libro completo en:



Algunas frases más de Maquiavelo:

  • Nunca intentes ganar por la fuerza lo que puede ser ganado por la mentira.
  • El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos.
  • Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos; o por amor o por miedo.
  • El fin justifica los medios
  • Los hombres rara vez tienen el valor suficiente para ser o extremadamente buenos o extremadamente malos.
  • Ante todo, ármate
  • Es mejor ser amado que temido, sino puedes ser ambos.
  • Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.
  • No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de administrar que la elaboración de un nuevo orden.
  • El primer método para estimar la inteligencia de un gobernador es mirar los hombres que tiene a su alrededor.
  • Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas.
  • El vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y el éxito.
  • Si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, no es realmente sabio
  • Un cambio siempre deja el camino abierto para el establecimiento de otros.
  • La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente.
  • La mejor fortaleza que un príncipe puede poseer es el afecto de su gente.


Tomás Moro; Utopía, 1515/6


La isla de Utopía tiene, en su parte media, un ancho de unas doscientas millas, pero esta distancia es menor en sus dos extremos, hacia los cuales se vuelve más angosta. Por ello su figura se parece bastante a una media luna; entre sus extremos el mar penetra unas once millas en la costa y forma una gran bahía rodeada por altas montañas y bien protegida contra los vientos, de manera que más parece un lago en calma que un brazo de mar (...) En el centro hay un peñasco que emerge del nivel de las aguas y que, por lo tanto, puede evitarse fácilmente; en él hay una torre que ocupa una guarnición militar; las otras rocas están ocultas bajo el agua y, por consiguiente, constituyen un gran peligro.

El que conoce una de las ciudades de Utopía, las conoce todas, tan parecidas son, dentro de lo que permiten las características del suelo. 

En cuanto a las casas, están bien construidas y son tan uniformes que cada grupo de edificios que forma uno de los lados de una calle podría tomarse por una sola casa. 

Las puertas tienen dos hojas que se abren fácilmente y se cierran solas; además, puesto que no existe entre ellos la propiedad privada, quien quiere puede entrar libremente en cualquier casa. Cada diez años cambian de habitación, no sin haber sorteado antes la que les tocará ocupar. 

La agricultura es tan universalmente conocida entre ellos, que ninguna persona, sea hombre o mujer, puede ignorarla. A todos se les instruye en ella desde la infancia, en parte por la enseñanza teórica que reciben en la escuela, y en parte por la práctica

En el campo existen casas con comodidades para jornaleros y provistas de todo lo necesario para realizar las tareas rurales.Cuando necesitan algo que no se produce en el campo, lo buscan en la ciudad, y lo reciben sin entregar nada en cambio; su entrega es vigilada por los magistrados de la ciudad. Los habitantes de las ciudades son enviados por turnos a vivir en aquellas casas. Todos los años, veinte miembros de la familia vuelven a la ciudad, después de haber estado dos años en el campo 

No comienzan su labor muy de mañana, ni trabajan continuamente, ni durante la noche, ni se fatigan con perpetua molestia como las bestias, porque es una infelicidad mayor que la de los esclavos la Vida de los trabajadores que han de estar a su tarea sin descanso, como ocurre en todas partes, menos en Utopía.

Además de la Agricultura, cada uno se ejercita en otro oficio distinto, como trabajar la lana o el lino, la cantería, la herrería, la carpintería y demás artes manuales El vestido es igual para todos en toda la Isla, y en ningún tiempo se han introducido novedades

Cada familia se hace los vestidos a su gusto, pero ea los demás artes y oficios, tanto varones como hembras, cada uno aprende y se aplica en el que es de su elección. Las mujeres se ocupan en trabajos menos pesados tales como el labrar la lana y el lino. Y los hombres en los más duros. En general, y el hijo sigue la profesión del padre, ya que casi siempre la naturaleza le inclina a ello; pero si alguno tiene inclinación decidida por otra profesión, pasa por adopción a otra familia que trabaje en aquella tarea a que se siente inclinado.

Dividen el día y la noche en veinticuatro horas, dedicando seis horas diarias al trabajo, tres por la mañana, al final de las cuales van a comer. Tienen una siesta de dos horas después de la comida, y una vez descansados vuelven al trabajo por otras tres horas, que se terminan con la cena. Las veinticuatro horas empiezan a contarse a partir del mediodía. A las ocho se retiran a dormir durante ocho horas. En los intervalos de comer, cenar y dormir, cada uno emplea su tiempo con lo que mejor cuadra con su libre albedrío; pero no de manera que se disipe en excesos y holgazanerías, sino que libre de su trabajo se ocupe en algún ejercicio honesto de su elección.

Como todos se ocupan de un oficio útil y éste a su vez se ve reducido a lo mínimo indispensable, tienen tantas reservas de todo que de tanto en tanto pueden liberar una gran fuerza de trabajo para arreglar caminos en malas condiciones, y, a menudo, si hay algún requerimiento de este tipo, las autoridades anuncian un día de trabajo más corto. Nunca fuerzan a la gente a trabajar más de lo necesario, ya que el objetivo principal de su economía es otorgar a cada persona tanto tiempo libre del trabajo físico fatigoso como lo permitan las necesidades de la comunidad; podrá así cultivar su mente, lo cual es considerado como el secreto de una vida feliz.



Críticas a la sociedad actual



Así, cuando miro esas repúblicas que hoy día florecen por todas partes, no veo en ellas - ¡Dios me perdone! - sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden.



No tienen derecho a jactarse de la justicia impartida a los ladrones porque es una justicia más aparente que real o socialmente deseable. Permiten que estas gentes crezcan de la peor manera posible y sistemáticamente corrompidos desde sus más tempranos años. Al final, cuando crecen y cometen los delitos que estaban obviamente destinados a cometer desde que eran niños, los castigan. En otras palabras, ¡crean ladrones y después les imponen una pena por robar!

No creo que se pueda obtener verdadera justicia o prosperidad mientras exista la propiedad privada y todo sea juzgado en términos de dinero, a menos que consideres justo que la peor especie de personas tengan las mejores condiciones de vida o puedas denominar próspero a un país en el que toda la riqueza es propiedad de una pequeñísima minoría de personas, las que aun así no son del todo felices, mientras el resto es sencillamente miserable.

En otras palabras, estoy convencido de que jamás obtendrán una justa distribución de los bienes o una organización satisfactoria de la vida humana hasta que no sea abolida la propiedad privada en su conjunto.


Encontrá un resumen de la obra en:
Thomas Hobbes; Leviatán, 1651



Cap. XIII:


"La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades corporales y mentales (...) De esta igualdad de capacidades surge la igualdad en la esperanza de alcanzar nuestros fines. Y, por lo tanto, si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar, devienen enemigos; y en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia conservación, y a veces sólo su delectación) se esfuerzan mutuamente en destruirse o subyugarse. Y viene así a ocurrir que, allí donde un invasor no tiene otra cosa que temer que el simple poder de otro hombre, si alguien planta, siembra, construye, o posee asiento adecuado, puede esperarse de otros que vengan probablemente preparados con fuerzas unidas para desposeerle y privarle no sólo del fruto de su trabajo, sino también de su vida, o libertad. Y el invasor a su vez se encuentra en el mismo peligro frente a un tercero."

"Así pues, encontramos tres causas principales de riña en la naturaleza del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad; tercero, gloria."

"El primero hace que los hombres invadan por ganancia; el segundo, por seguridad; y el tercero, por reputación. Los primeros usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros hombres; los segundos para defenderlos; los terceros, por pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier otro signo de subvaloración, ya sea directamente de su persona, o por reflejo en su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre."

"Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre."

"Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre. Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de estas pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta que haya leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará." 

"Hay muchos lugares donde viven así hoy. Pues las gentes salvajes de muchos lugares de América, con la excepción del gobierno de pequeñas familias, cuya concordia depende de la natural lujuria, no tienen gobierno alguno; y viven hoy en día de la brutal manera que antes he dicho." 

"Las pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz son el temor a la muerte; el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable; y la esperanza de obtenerlas por su industria. " 

"Una ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto o regla general encontrada por la razón, por la cual se le prohíbe al hombre hacer aquello que sea destructivo para su vida, o que le arrebate los medios de preservar la misma, y omitir aquello con lo que cree puede mejor preservarla, pues aunque los que hablan de este tema confunden a menudo ius y lex, derecho y ley, éstos debieran, sin embargo, distinguirse, porque el derecho consiste en la libertad de hacer o no hacer, mientras que la ley determina y ata a uno de los dos, con lo que la ley y el derecho difieren tanto como la obligación y la libertad, que en una y la misma materia son incompatibles." (Cap. XIV) 

Primera ley de naturaleza. La búsqueda y el seguimiento de la paz mientras pueda obtenerse: 

"Y es por consiguiente un precepto, por regla general de la razón, que todo hombre debiera esforzarse por la paz, en la medida en que espere obtenerla, y que cuando no pueda obtenerla, pueda entonces buscar y usar toda la ayuda y las ventajas de la guerra, de cuya regla la primera rama contiene la primera y fundamental ley de naturaleza, que es buscar la paz, y seguirla, la segunda, la suma del derecho natural, que es defendernos por todos los medios que podamos." (Leviatán, XIV) 

Segunda ley de naturaleza. La capacidad de renunciar a sus propios derechos (lo que abre la posibilidad de establecer un contrato con otros seres humanos): 

"De esta ley fundamental de naturaleza, por la que se ordena a los hombres que se esfuerce por la paz, se deriva esta segunda ley: que un hombre esté dispuesto, cuando otros también lo están tanto como él, a renunciar a su derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa propia que considere necesaria, y se contente con tanta libertad contra otros hombres como consentiría a otros hombres contra el mismo." (Cap. XV) 


Tercera ley de naturaleza. Cumplimiento de los pactos y acepten las consecuencias que de ellos se siguen (lo que se hace efectivo sólo una vez constituida la sociedad civil): 



"De aquella ley de naturaleza por la que estamos obligados a transferir a otro aquellos derechos que si son retenidos obstaculizan la paz de la humanidad, se sigue una tercera, que es ésta: que los hombres cumplan los pactos que han celebrado, sin lo cual, los pactos son en vano, y nada sino palabras huecas. Y subsistiendo entonces el derecho de todo hombre a toda cosa, estamos todavía en la condición de guerra". (Cap. XV) 


"Por tanto, antes de que los nombres de lo justo o injusto puedan aceptarse, deberá haber algún poder coercitivo que obligue igualitariamente a los hombres al cumplimiento de sus pactos, por el terror a algún castigo mayor que el beneficio que esperan de la ruptura de su pacto y que haga buena aquella propiedad que los hombres adquieren por contrato mutuo, en compensación del derecho universal que abandonan, y no existe tal poder antes de que se erija una República". (Cap. XV

"Pues si pudiésemos suponer que una gran multitud de hombres se plegaría a la observancia de la justicia y otras leyes de la naturaleza sin un poder común capaz de mantener a todos sus miembros en el temor, podríamos del mismo modo suponer que toda la humanidad hiciera lo mismo, y entonces ni habría gobierno civil ni necesidad de él, ni de República en absoluto, porque habría paz sin sometimiento." (Cap. XVII) 

"Una persona cuyos actos ha asumido como autora una gran multitud, por pactos mutuos de unos con otros, a los fines de que pueda usar la fuerza y los medios de todos ellos, y según considere oportuno, para su paz y defensa común. Y el que carga con esta persona se denomina soberano y se dice que posee poder soberano; cualquier otro es su súbdito". (Cap. XVII) 




Encontrá estos y otros fragmentos en:


J.Locke; Segundo tratado sobre el gobierno (1690)

"Si no se quiere dar ocasión a pensar que todo gobierno en el mundo es el producto de la fuerza y la violencia puras y duras, y que los hombres viven juntos sin otras reglas que aquellas que gobiernan el reino animal, donde impera el más fuerte, [….] es preciso encontrar otra fuente distinta del gobierno, otro origen del poder político, así como un procedimiento diferente con el que se puedan designar y conocer a las personas que lo tienen" 

"Tenemos, pues, la que la finalidad máxima y principal que buscan los hombres al reunirse en Estados o Comunidades, sometiéndose a un gobierno, es la de salvaguardar sus bienes; esa salvaguardia es muy incompleta en el estado de la naturaleza".

"El fin que se proponen  al elegir y autorizar a los miembros de la legislatura es que se hagan leyes y normas que sean como salvaguardas y barreras que protejan las propiedades de todos los miembros de la sociedad"

"Nadie tiene más poder que otro, pues, los hombres son criaturas de la misma especie, nacidos iguales con las mismas facultades, y por lo tanto es evidente que todos son iguales y ninguno está subordinado a otro"

"Esta ley natural es tan inteligible y clara a una criatura racional como las leyes civiles, y aún más clara porque las leyes civiles únicamente son justas en la medida que se hallan fundadas en la ley natural"

"La convivencia de los hombres conforme  a la razón, sin un superior común sobre la tierra con autoridad para juzgar entre ellos, es propiamente el estado de naturaleza"



 "Pero, aunque ese estado natural sea un estado de libertad, no lo es de licencia; aunque el hombre tenga en semejante estado una libertad sin limites para disponer de su propia persona y de sus propiedades, esa libertad no le confiere derecho de destruirse a sí mismo, ni siquiera a alguna de las criaturas que posee, sino cuando se trata de consagrarla con ello a un uso más noble que el requerido por su simple conservación. El estado natural tiene una ley natural por la que se gobierna, y esa ley obliga a todos. La razón, que coincide con esa ley, enseña a cuantos seres humanos quieren consultarla que, siendo iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones; porque, siendo los hombres todos la obra de un Hacedor omnipotente e infinitamente sabio, siendo todos ellos servidores de un único Señor soberano, llegados a este mundo por orden suya y para servicio suyo, son propiedad de ese Hacedor y Señor que los hizo para que existan mientras le plazca a El y no a otro.Y como están dotados de idénticas facultades y todos participan en una comunidad de Naturaleza, no puede suponerse que exista entre nosotros una subordinación tal que nos autorice a destruirnos mutuamente, como si los unos hubiésemos sido hechos para utilidad de los otros, tal y como fueron hechas las criaturas de rango inferior, para que nos sirvamos de ellas." 



"Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenezcan a todos los hombres en común, con todo, cada hombre es propietario de su propia persona, sobre la cual nadie, excepto él mismo, tiene ningún derecho: Podemos añadir a lo anterior que el trabajo de su cuerpo y la labor de sus manos son también suyos. Luego, siempre que coja algo y lo cambie del estado en que lo dejó la naturaleza, ha mezclado su trabajo con él y le ha añadido algo que le pertenece, con lo cual, lo convierte en propiedad suya."



"El fruto o el venado que alimenta al indio salvaje, que no conoce el cercado y que es todavía usufructuario común, debe ser suyo de alguna manera para que él pueda apropiarse de ese producto, sin que ningún otro tenga derecho al uso o al usufructo de tal producto"



"Esta ley de la razón hace que sean bienes propios de quién puso trabajo en ellas, las cosas que antes constituían el derecho común de todos. También la tierra se adquiere del mismo modo: tanta tierra como un hombre llegue a labrar, plantar, mejorar, cultivar, y cuyo producto pueda consumir, es su propiedad. Por su trabajo ese hombre la cerca separándola del común (...) De modo que Dios, al ordenar someter la tierra, en la misma medida daba autorización para su apropiación"



 "Cada uno tiene derecho a todo aquello que pueda adquirir mediante su propio trabajo, y nada más. En segundo lugar, cada uno tiene derecho a adquirir todo aquello que pueda consumir antes de que se estropee, y nada más. Y cada uno tiene derecho a acumular siempre que deje en cantidad suficiente y de la misma calidad para los demás"



"Aquel que juntó cien toneladas de bellotas o manzanas tenía una propiedad en ellas; tan pronto como las acopió se convirtieron en sus bienes. Sólo tenía que asegurarse de usarlos antes de que se echaran a perder; de lo contrario, estaba tomando más de lo que le correspondía y, por lo tanto, les robaba a los demás [...]. Si regalaba una parte a otro individuo, para que los bienes no perecieran inútilmente mientras estaban en su posesión, también hacia uso de ellos. Y si también trocaba ciruelas que se echarían a perder en una semana, por nueces que durarían en buen estado durante un año entero, no cometía daño alguno, no desperdiciaba el bagaje común; no destruía parte alguna de la porción de bienes que pertenecía a los demás, siempre y cuando nada pereciera inútilmente en sus manos. Nuevamente, si cambiara sus nueces por un trozo de metal porque le agradase su color, o bien si trocara sus ovejas por caracoles, o lana por una piedra o diamante reluciente, y los guardara durante toda la vida, esto no representaría una invasión a los derechos de los demás; podría acumular tantos de esos bienes duraderos como quisiera, pues el hecho de exceder los limites de su justa propiedad no radicaría en la extensión de sus posesiones, sino en que poseyera inútilmente cosas que pudieran perecer. Y así surgió el uso del dinero, algo duradero que los hombres podían guardar sin que se echara a perder y que por mutuo consentimiento aceptarían a cambio de las cosas realmente útiles pero perecederas de la vida"


"Dios ha procurado a todos los hombres frente a la fuerza y la violencia. Por lo tanto, siempre que el poder legislativo viole esta ley fundamental de la sociedad, y ya sea por ambición, por miedo, por insensatez o por corrupción, trate de acumular excesivo poder o de depositarlo en manos de cualquier otro, es decir, un poder sobre las vidas, las libertades y los bienes del pueblo, estará traicionando su misión; y, por ello mismo, estará trocando el poder que el pueblo puso en sus manos, por otro con fines distintos. Y al hacer esto, estará devolviendo al pueblo el poder que éste le dio, y el pueblo tendrá entonces el derecho de retomar su libertad original y el de establecer un nuevo cuerpo legislativo que le parezca apropiado y que le proporcione protección y seguridad, que es el fin que perseguía al unirse en sociedad."



"Pero si quienes dicen que esta doctrina “está sembrando la semilla de la rebelión” quieren con ello dar a entender que el decir al pueblo que está absuelto de prestar obediencia cuando se intenta invadir sus libertades o propiedades (…) es una doctrina impermisible porque resulta destructiva para la paz del mundo, entonces podrían agregar también, basándose en lo mismo, que los hombres honestos no pueden oponerse a los ladrones y piratas, porque esto puede dar ocasión a desorden y a derramamiento de sangre."


Rousseau, El contrato social, 1762
"El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas. El mismo que se considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás. ¿Cómo se ha operado esta transformación? Lo ignoro. ¿Qué puede imprimirle el sello de legitimidad? Creo poder resolver esta cuestión (...)   Sin embargo, este derecho no es un derecho natural: está fundado sobre convenciones. Trátase de saber cuáles son esas convenciones"  (Cap I, Objeto de este libro)

"Como un pastor es de naturaleza superior a la de su rebaño, los pastores de hombres, que son sus jefes, son igualmente de naturaleza superior a sus pueblos. Así razonaba, de acuerdo con Filón, el emperador Calígula, concluyendo por analogía, que los reyes eran dioses o que los hombres bestias. 
El argumento de Calígula equivale al de Hobbes y Grocio. Aristóteles, antes que ellos, había dicho también que los hombres no son naturalmente iguales, pues unos nacen para ser esclavos y otros para dominar. 
Aristóteles tenía razón, sólo que tomaba el efecto por la causa. Todo hombre nacido esclavo, nace para la esclavitud, nada es más cierto. Los esclavos pierden todo, hasta el deseo de su libertad: aman la servidumbre como los compañeros de Ulises amaban su embrutecimiento. Si existen, pues, esclavos por naturaleza, es porque los ha habido contrariando sus leyes: la fuerza hizo los primeros, su vileza los ha perpetuado" (cap. II, De las primeras sociedades)

"El más fuerte no lo es jamás bastante para ser siempre el amo o señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber. De allí el derecho del más fuerte, tomado irónicamente en apariencia y realmente establecido en principio. Pero ¿ se nos explicará nunca esta palabra? La fuerza es una potencia física, y no veo que moralidad puede resultar de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; cuando más, puede ser de prudencia. 
¿En qué sentido podrá ser un deber? 
Supongamos por un momento este pretendido derecho; yo afirmo que resulta de él un galimatías inexplicable, porque si la fuerza constituye el derecho, como el efecto cambia con la causa, toda fuerza superior a la primera, modificará el derecho. Desde que se puede desobedecer impunemente, se puede legítimamente, y puesto que el más fuerte tiene siempre razón, no se trata más que de procurar serlo. ¿Qué es, pues, un derecho que perece cuando la fuerza cesa? Si es preciso obedecer por fuerza, no es necesario obedecer por deber, y si la fuerza desaparece, la obligación no existe. Resulta, por consiguiente, que la palabra derecho no añade nada a la fuerza ni significa aquí nada en absoluto".(Cap.III Del derecho del más fuerte)

"Puesto que ningún hombre tiene por naturaleza autoridad sobre su semejante, y puesto que la fuerza no constituye derecho alguno, quedan sólo las convenciones como base de toda autoridad legítima sobre los hombres.
Se dirá que el déspota asegura a SUS súbditos la tranquilidad civil; sea, pero ¿qué ganan con ello, si las guerras que su ambición ocasiona, si su insaciable avidez y las vejaciones de su ministerio les arruinan más que sus disensiones internas? ¿Qué ganan, si esta misma tranquilidad constituye una de sus miserias? Se vive tranquilo también en los calabozos, pero ¿es esto encontrarse y vivir bien? Los griegos encerrados en el antro de Cíclope, vivían tranquilos esperando el turno de ser devorados? (...) 

Renunciar a su libertad es renunciar a su condición de hombre, a los derechos de la humanidad y aun a sus deberes. No hay resarcimiento alguno posible para quien renuncia a todo. Semejante renuncia es incompatible, con la naturaleza del hombre: despojarse de la libertad es despojarse de moralidad. En fin, es una convención fútil y contradictoria estipular de una parte una autoridad absoluta y de la otra una obediencia sin límites (...) (Cap. IV De la esclavitud)

"Supongo a los hombres llegados al punto en que los obstáculos que impiden su conservación en el estado natural superan las fuerzas que cada individuo puede emplear para mantenerse en él. Entonces este estado primitivo no puede subsistir, y el género humano perecería si no cambiaba su manera de ser (...)
Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes. Tal es el problema fundamental cuya solución da el Contrato social (...)
Cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y cada miembro considerado como parte indivisible del todo. (...) La persona pública que se constituye así, por la unión de todas las demás, tomaba en otro tiempo el nombre de Ciudad-Estado y toma hoy el nombre de república o cuerpo político, el cual es denominado Estado" (Cap VI Del pacto social)

"Desde que esta multiplicidad queda constituida en un cuerpo, no se puede ofender a uno de sus miembros, sin atacar a la colectividad y menos aún ofender al cuerpo sin que sus miembros se resientan (...)  cualquiera que rehúse obedecer a la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo (Cap VII Del soberano)

La transición del estado natural al estado civil produce en el hombre un cambio muy notable, sustituyendo en su conducta la justicia al instinto y dando a sus acciones la moralidad de que antes carecían. Es entonces cuando, sucediendo la voz del deber a la impulsión física, y el derecho al apetito, el hombre, que antes no había considerado ni tenido en cuenta más que su persona, se ve obligado a obrar basado en distintos principios, consultando a la razón antes de prestar oído a sus inclinaciones. (...) El impulso del apetito constituye la esclavitud, en tanto que la obediencia a la ley es la libertad"
(Cap VIII Del estado civil )

" La dulce voz de la naturaleza ya no es una guía infalible para nosotros, ni la independencia que de ella recibimos es un estado deseable; la paz y la inocencia se nos han escapado para siempre, antes de que pudiéramos disfrutar de sus delicias; la feliz edad de oro, insensible para los estúpidos hombres de los primeros tiempos y que se les escapó a los hombres ilustrados de tiempos posteriores, fue siempre un estado extranjero a la raza humana, sea porque no lo reconoció cuando pudo gozarlo o porque lo perdió cuando pudo conocerlo. "

¿Bastará tener la fuerza para arrojar a los otros hombres arrebatándoles el derecho para siempre de volver a él? ¿Cómo podrá un individuo o pueblo apoderarse de un territorio inmenso privando de él al género humano de otro modo que por una usurpación punible, puesto que arrebata al resto de los hombres su morada y los alimentos que la naturaleza les ofrece en común?
(Cap. IX Del dominio real)

Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres:

"El primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera de decir: Esto me pertenece, y halló gentes bastantes sencillas para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.
¡Qué de crímenes, que de guerras. de asesinatos de miserias, y de horrores nos hubiese ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o llenando la zanja, hubiese gritado a sus semejantes: "guardaos de escuchar a este impostor: estáis perdidos si olvidáis que los frutos pertenecen a todos y que la tierra no es de nadie!" 


Discurso sobre las ciencias y las artes:

"Los antiguos políticos hablaban incesantemente de costumbres y de virtud; los nuestros solo hablan de comercio y de dinero" 


Encontrá el Contrato Social completo en:
http://www.enxarxa.com/biblioteca/ROUSSEAU%20El%20Contrato%20Social.pdf



Karl Marx y F. Engels; “La ideología alemana”, 1845/6. 

Prologo:

Hasta ahora los hombres se han formado ideas falsas acerca de sí mismos, acerca de lo que son o debieran ser. Han ajustado sus relaciones a sus ideas acerca de Dios, del hombre normal,etc. Los frutos de su cabeza han acabado por imponerse a su cabeza. Ellos, los creadores, se han rendido ante sus criaturas. Liberémoslos de los fantasmas cerebrales, de las ideas, de los dogmas, de los seres imaginarios bajo cuyo yugo degeneran. Rebelémonos contra esta tiranía de los pensamientos. Enseñémosles a sustituir esas quimeras por pensamientos que correspondan a la esencia del hombre, dice uno, a adoptar ante ellos una actitud crítica, dice otro, a quitárselos de la cabeza, dice el tercero, y la realidad existente se derrumbará. 

Cap. I Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista:

Las premisas de que partimos no tienen nada arbitrario, no son ninguna clase de dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica.

La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es, por tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia de ello, su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí, naturalmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales con que los hombres se encuentran: las geológicas, las oro-hidrográficas, las climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres. 

Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material. El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción. Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un intercambio entre los individuos. La forma de este intercambio se halla condicionada, a su vez, por la producción. 

La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí, como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde.

Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tiene su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Desde el primer punto de vista, se parte de la conciencia como del individuo viviente, desde el segundo punto de vista, que es el que corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia. 

Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico de desarrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocupar su sitio el saber real. 

Finalmente, la división del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de cómo, mientras los hombres viven en una sociedad natural, mientras se da, por tanto, una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural, los actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil, que le sojuzga, en vez de ser él quien los domine. En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos. 

Y estas condiciones de vida con que las diferentes generaciones se encuentran al nacer deciden también si las conmociones revolucionarias que periódicamente se repiten en la historia serán o no lo suficientemente fuertes como para derrocar la base de todo lo existente. 

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.

Encontrá más fragmentos de la Ideología más comentarios en: 



K. Marx, El Capital. 1867

El trabajo como proyecto.


El trabajo es en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina.

Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad. 


Marx; Manuscritos económicos y filosóficos, 1844. 
El trabajo enajenado

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?

Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.

De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.

Comer, beber y engendrar, etc., son realmente también auténticas funciones humanas. Pero en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad humana y las convierte en un único y último son animales.

Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana práctica, del trabajo, en dos aspectos: 1) la relación del trabajador con el producto del trabajo como con un objeto ajeno y que lo domina. Esta relación es, al mismo tiempo, la relación con el mundo exterior sensible, con los objetos naturales, como con un mundo extraño para él y que se le enfrenta con hostilidad; 2) la relación del trabajo con el acto de la producción dentro del trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia actividad, como con una actividad extraña, que no le pertenece, la acción como pasión, la fuerza como impotencia, la generación como castración, la propia energía física y espiritual del trabajador, su vida personal (pues qué es la vida sino actividad) como una actividad que no le pertenece, independiente de él, dirigida contra él. La enajenación respecto de si mismo como, en el primer caso, la enajenación respecto de la cosa.

Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida individual. 

Pues, en primer termino, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie, su carácter genérico, y la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. La vida misma aparece sólo como medio de vida.

El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital consciente. No es una determinación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre. El trabajo enajenado invierte la relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.

En general, la afirmación de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir que un hombre esta enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia humana.

La enajenación del hombre y, en general, toda relación del hombre consigo mismo, sólo encuentra realización y expresión verdaderas en la relación en que el hombre está con el otro.

En la relación del trabajo enajenado, cada hombre considera, pues, a los demás según la medida y la relación en la que él se encuentra consigo mismo en cuanto trabajador.

El trabajo debe ser para todos los hombres una manifestación de su personalidad (la objetivación de su personalidad) pero para el obrero es solo un medio de subsistencia


Encontrá más fragmentos de los Manusciutos en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/

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