viernes, 16 de diciembre de 2016

bibliogtrafía obligatoria


¿Qué es la filosofía?


Etimológicamente filosofía significa amor a la sabiduría, con lo cual la filosofía no es un saber, sino una búsqueda, una reflexión, un cuestionamiento constante al saber. Si un filósofo lograse la sabiduría ya no sería filósofo, sería sabio. Pero el filósofo, si bien siempre anda rondando el saber, jamás cree poseerlo. El riesgo de creerse dueño del saber es caer en el dogmatismo.

Según Eduardo Rabossi ser filósofo es todo lo contrario a ser dogmático: 

"El filósofo puede llegar a convencerse de que existen verdades básicas. Pero no puede considerar que está eximido de fundamentarlas racionalmente, ni que pueden quedar al margen de la crítica racional. En el momento mismo en que admitiera tales cosas, dejaría de ser filósofo."

Sócrates fue uno de los primeros hombres en llamarse filósofo, justamente para contrastar con los antiguos sabios que pretendían poder explicar los orígenes del universo (Tales, Heráclito, Anaximandro). Sócrates en cambio dice “no saber nada”. Sin embargo esta conciencia de la ignorancia es lo que le permite querer salir de ella e ir en búsqueda. EL reconocimiento de la ignorancia es lo que le permite a Sócrates nuca darse por satisfecho y así indagar en los saberes de los hombres, cuestionarlos, criticarlos; pero también le exige buscar.

El reconocimiento de la ignorancia es un paso fundamental para empezar a filosofar, puede haber otros: la duda, el asombro, las situaciones límites. Todas estas cosas pueden movernos a filosofar, como dice Gambra “la filosofía es la actividad más natural del hombre”. 

El asombro es uno de estos motores que ponen en marca el filosofar. Jostein Gaarder (autor de “el Mundo de Sofía) dice que el asombro es lo único que precisamos para hacer filosofía, por eso los niños son muy buenos filósofos. Si dejamos de hacerla cuando crecemos se debe a la pérdida del asombro tras acostumbrarse a las cosas.

Así como la filosofía tiene sus amigos, tiene sus enemigos, Sócrates también los tuvo, estos fueron los sofistas y los relativistas. Estos afirmaban que todo era relativo. Si todo es relativo todo da igual, cualquier punto de vista es válido, no hay nada que valga más que otra cosa. Así la filosofía desaparece; si no hay una verdad, sin posibilidad de saber, lo único que queda es un ejercicio de fundamentación y refutación para que un punto de vista triunfe sobre otro. Pero poco importa cuál es el punto de vista de cada uno, dice Sócrates, lo que importa es la verdad, una verdad universal y válida para todos. Hay unos versos de Machado que sintetizan esta idea:
"¿tu verdad? no, La Verdad, y ven con migo a buscarla. La tuya, guárdatela"
Sócrates -y a filosofía- se escapa tanto de la liviandad del relativismo como de la arrogancia del dogmatismo. Busca la verdad, desea la sabiduría, pero jamás se da por satisfecha. Tan pronto cree llegar a un llano, un descanso, vuelve a emprender su examen. Dice Foucault: ¿qué es la filosofía hoy sino el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo?


Bibliografía:



Sócrates, el hombre más sabio

“Tengo para mí —dijo en cierta ocasión— que un pétalo de flor o un
gusanito del camino dicen y encierran en sí mucho más que todos los
libros de la biblioteca. Con letras y palabras nada se puede decir.” 
                                                                                                                                   Hermann Hesse


Nunca escribió, y sin embargo fue considerado el padre de la filosofía. Manifestó su ignorancia respecto a todas los misterios de la naturaleza. Solo le interesaba los problemas del hombre: el amor, la justicia, el alma, la virtud, la felicidad. Se enfrentó a los sofistas, debido a su inmoralidad y su desinterés por la verdad. Confiaba en que se podía llegar a la verdad dialogando con los otros, examinándose a sí mismo y purgándose de los prejuicios.


Cuenta la historia que un amigo fue a consultar el Oráculo de Delfos para saber si era Sócrates "el hombre más sabio de toda Grecia" y este contestó afirmativamente. Sócrates recibió la noticia con humildad y picardía. Decía no saber nada, y que esa era la razón por la que andaba siempre cuestionándolo todo. Interpretó que el oráculo valoraba el reconocimiento de su ignorancia creyó que tenía la misión de “picar” a los ciudadanos como un tábano, para que estuvieran despiertos y se ocuparan por el cuidado de su Alma, porque “una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida”.


Sócrates vs Antifonte el sofista

A-"Oh Sócrates, yo te considero una persona justa, pero de ninguna manera sabia, y me parece que tú mismo así lo reconoces al no cobrar retribución por tu compañía (…) Por ello, es evidente que si creyeras que tu compañía vale algo, no cobrarías por ella menos dinero del que vale. Por ello, es posible que seas justo, ya que no engañas a nadie por codicia, pero no puedes ser sabio, pues no sabes nada que valga algo.

S- Antifonte, nosotros creemos que tanto la belleza como la sabiduría pueden emplearse tanto de manera honesta como deshonesta. Si una mujer vende por dinero su belleza a quien se la pide, se la llama prostituta. Con la sabiduría ocurre lo mismo: los que la venden por dinero a quien la desea se llaman sofistas
."

Jenofonte, Recuerdos de Sócrates



Sócrates Vs. los relativistas

-"Me sorprende, que al principio de su libro “Verdad” (en referencia al libro de Protágoras, el relativista) no haya dicho que el cerdo u otro animal más ridículo aún,  son "la medida de todas las cosas"
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates

El relativismo es la postura filosófica que afirma la inexistencia de una verdad absoluta (universal, objetiva). "Todo es relativo" es la fórmula que expresa su máxima sabiduría y que niega así todo tipo de conocimiento. Según esta posición solo existen distintos puntos de vista, miradas parciales de las cosas según el modo de ver y pensar de cada persona, y es imposible determinar cuál de las distintas miradas es cierta. Sintéticamente podríamos decir: "nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira"

           Decía Einstein:
"Pon tu mano sobre una estufa caliente durante un minuto y te parecerá una hora. Siéntate junto a una chica bonita durante una hora y te parecerá un minuto"
Uno de los filósofos relativistas más conocidos fue Protágoras (siglo V a.C.), su sabiduría puede resumirse en la famosa frase:
"el hombre es la medida de todas las cosas"
Con este principio se elimina toda validez: una cosa será verdadera, justa, bella, de a cuerdo al parecer de cada uno. Uno de los pocos fragmentos de Protágoras que se conservan dice:


         "Digo, efectivamente, que la verdad es tal como he escrito sobre ella, que cada uno de nosotros es la medida de lo que es y de de lo que no es; y que hay una inmensa diferencia entre un individuo y otro, precisamente porque para uno son y parecen ciertas cosas y para otro otras"

 Si la teoría de Protágoras es cierta nadie está en mejor condición que otro para decir cuál es el punto de vista correcto, por lo tanto no hay nada correcto. Ni nada cierto. Ni nada seguro. 


La crítica de Sócrates al relativismo

Le dice Sócrates a Teodoro:

"Si las opiniones que se forman en nosotros por medio de las sensaciones, son verdaderas para cada uno; si nadie está en mejor estado que otro para decidir sobre lo que experimenta su semejante, ni es más hábil para discernir la verdad o falsedad de una opinión; si, por el contrario, como muchas veces se ha dicho, cada uno juzga únicamente de lo que pasa en él y si todos sus juicios son rectos y verdaderos, ¿por qué privilegio, mi querido amigo, ha de ser Protágoras sabio hasta el punto de creerse con derecho para enseñar a los demás y para poner sus lecciones a tan alto precio? Y nosotros, si fuéramos a su escuela, ¿no seríamos unos necios, puesto que cada uno tiene en sí mismo la medida de su sabiduría?"

Platón, Teeteto



Platón 
y el mundo de las ideas

Como su maestro Sócrates, Platón estaba convencido de la existencia de verdades absolutas. A diferencia del saber vulgar (Doxa), de las meras opiniones, cambiantes y contradictorias, existe un verdadero saber (Episteme), y este debe ser permanente, universal y objetivo.

Así como existe un verdadero saber y un falso saber, existe una verdadera realidad y una falsa. Una de las teorías más famosas de la historia de la filosofía es la teoría platónica de los dos mundos. 

Existen dos mundos o formas de ser de la realidad. Por un lado está el mundo sensible, el mundo que nos rodea y que a primera vista consideramos real. Este mundo para Platón es una mera apariencia. Es decir, existe, pero en un grado de realidad inferior al verdaderamente real. Es una mezcla de ser y no ser: es cambiante, imperfecto, perecedero, etc. Pasa constantemente del ser al no ser. 

Por otro lado tenemos el mundo de las ideas, un mundo que no podemos percibir por los sentidos pero que podemos comprender por medio de la razón. Este mundo se encuentra compuesto por las ideas (o esencias) y es perfecto, no cambia, no muere, no tiene principio ni final, es eterno. 

Tenemos entonces un mundo compuesto por las esencias (este es el ser más puro y perfecto) y en segundo lugar tenemos las cosas materiales (corruptibles, imperfectas, etc.). Cosas hay muchas, pero esencias hay una sola. Un ejemplo: hay muchos perros, de diferentes colores y tamaños, sin embargo son todos perros. Lo que estos animales tienen en común –a pesar de sus diferencias- es su esencia. Las esencias, por lo tanto, existen antes que todo, y las cosas no son sino “copias mal hechas” de este original que son las esencias. 

Esta teoría también está representada en la famosa alegoría de la caverna. El prisionero que escapa de la caverna es el filósofo, quien por medio de la razón escapa a los falsos saberes y las apariencias que le presentan los sentidos. Por medio de la razón el filósofo se eleva hacia el mundo inteligible o mundo de las ideas, donde encuentra las esencias puras de las cosas.


Gaarder, El mundo de Sofía
Platón: ¿el huevo o la gallina?

"Platón pensaba que todo lo que vemos a nuestro alrededor en la naturaleza, es decir, todo lo que podemos sentir y tocar, puede compararse con una pompa de jabón. Porque nada de lo que existe en el mundo de los sentidos permanece.

Lo que dice Platón es que no podemos saber nada con seguridad sobre algo que cambia constantemente. Sobre lo que pertenece al mundo de los sentidos, es decir, lo que podemos sentir y tocar, sólo podemos tener ideas o hipótesis poco seguras. Sólo podemos tener conocimientos seguros de aquello que vemos con la razón.

Veamos un ejemplo: imagínate que te encuentras en la naturaleza con una piña completamente redonda. A lo mejor dices que te «parece» redonda, mientras que tu amiga Jorunn dice que está un poco aplastada por un extremo. (¡Y empezáis a pelearos!) Por otra parte, podéis estar totalmente seguras de que la suma angular de un círculo es 360º. En este caso, os pronunciáis sobre un círculo ideal, que a lo mejor no se encuentra en la naturaleza, pero que, en cambio, es fácil de visualizar en la cabeza.

«¿Qué fue primero? ¿La gallina o la "idea de gallina”?». Esta pregunta era casi tan difícil como aquella vieja adivinanza sobre la gallina y el huevo. Sin huevo no hay gallina, pero sin gallina tampoco hay huevo. ¿Sería igual de complicado encontrar qué fue antes: la gallina o la «idea de gallina». Sofía se daba cuenta de lo que Platón quería decir?. Quería decir que la «idea de gallina» existió en el mundo de las Ideas muchísimo antes de que hubiera gallinas en el mundo de los sentidos. Según Platón, el alma había «visto» la propia «idea de gallina» antes de meterse en un cuerpo. ¿Pero no fue sobre este punto sobre el que Sofía había llegado a la conclusión de que Platón se había equivocado? Una persona que no ha visto una gallina viva, ni ninguna imagen de una gallina, no podrá tener ninguna «idea de gallina».

Conclusión: Platón pensaba que tenía que haber una realidad detrás «del mundo de los sentidos», y a esta realidad la llamó el mundo de las Ideas. Aquí se encuentran las eternas e inmutables «imágenes modelo», detrás de los distintos fenómenos con los que nos topamos en la naturaleza."



Descartes
Duda y certeza

"Para ser buscador de la verdad es necesario que al menos una vez en tu vida dudes, tanto como sea posible, de todas las cosas". Descartes

Descartes es considerado el padre de la modernidad. Su preocupación principal era determinar la fuente del conocimiento que nos garantizara el acceso a la verdad. Como no disponemos de un criterio para determinar qué cosas son verdaderas y que cosas son falsas, Descartes decidió adoptar la duda como método, para poner en duda todo y así poder llegar a alguna “certeza”, a algún conocimiento del que no se pudiera dudar. 

Para empezar puso en duda la tradición, Si algunas cuestiones sostenidas por la tradición han resultado falsas, como la explicación geocéntrica de la estructura del universo, también podría fallar en otros aspectos que aún no hayamos descubierto.

Luego, al igual que Platón, puso en duda los sentidos, puesto que muchas veces nos hacen creer cosas que no son. Pero por si quedan dudas desarrolla la hipótesis del sueño: 

"¿Y si todo esto que vemos, el mundo físico que describen los científicos, no fuera más que un sueño?... En los sueños y las alucinaciones también veo un mundo llenos de cosas que se mueven... ¿Cómo sé yo que todo este mundo que tengo ante mí no es una creación de mi mente? … ¿No son acaso los colores o los sonidos “efectos” que se generan en mi cerebro?... ¿Por qué no pensar que también las cosas, con sus volúmenes y sus movimientos, no sean más que imaginaciones mías?... ¿No podría ocurrir todo en el espacio imaginario de mi mente y durante el tiempo que tardo en imaginarlo?"


 durante los sueños consideramos tan real aquello que vemos como en la vigilia, sin que podamos diferenciar claramente un estado de otro. ¿Cómo podemos saber entonces que ahora no estamos soñando? Todas las imágenes, los olores, los sabores pueden reproducirse en los sueños, haciéndonos creer que lo que percibimos es real.

También dudó de la razón (Y en esto dio un paso más allá que el resto de los filósofos) recurriendo a una hipótesis muy famosa y un tanto ridícula, la hipótesis del genio maligno:

“podría existir un genio maligno, que a diferencia de Dios, es un ser sumamente poderoso y perverso, que nos hizo deiformes para confundirnos en nuestros pensamientos y mantenernos así en el error”. 

El genio Maligno podría ser un Dios malvado, o una especie de Matrix que nos presenta un mundo irreal y nos hace creer en él. Tan poderoso es este genio que se mete incluso en nuestros pensamientos. Ante esta hipótesis tampoco se puede confiar en la razón. Sin embargo hay algo de lo que no podríamos dudar…"Pienso, existo" dice Descartes en una exclamación. Por fin una certeza. 

¿Qué significa esto? Aún cuando podamos poner en duda todo, no podemos dudar de nuestra existencia, de nuestras dudas y nuestros pensamientos. Para ser engañados es necesario que existamos. La misma duda, y nuestra actividad de pensar, es una prueba de nuestra existencia. Pero la existencia que queda probada por Descartes no es solo la existencia de la personalidad individual, sino la existencia del único ser que piensa, el hombre, el sujeto del conocimiento. A partir de la modernidad el sujeto se convirtió en el nuevo objeto de conocimiento. 


El Argumento ontológico y el racionalismo


Descartes quería llegar a una verdad (una certeza) para luego a partir de ella empezar a construir un conocimiento seguro. A partir de la primera certeza se puede comenzar a deducir. ¿Qué soy yo? Se pregunta Descartes: una cosa que piensa y ¿Qué es lo que hay en el pensamiento? Hay distintos tipos de ideas (adventicias, ficticias e innatas) pero una de ellas llama poderosamente la atención: la idea de Dios, una idea innata.

Todos tenemos la idea de Dios, y esta no puede haber sido creada por nosotros mismos, pues “de lo finito no puede surgir lo infinito” asegura Descartes. Esta idea tiene que haber sido puesta por Dios en nuestra mente para que sepamos de él. Uno de los argumentos más famosos de la existencia de Dios es el argumento ontológico y dice más o menos así: la idea de Dios es la idea de un ser perfecto, si es perfecto no puede faltarle la existencia. Por lo tanto, Dios existe.

Una vez demostrada la existencia de Dios se elimina la posibilidad de que exista un genio malvado que me haya creado con la mente retorcida para que me equivoque cada vez que pienso. Por el contrario, Dios es garantía de verdad, él nos hizo y nos dio la razón para que pudiéramos conocer. Solo el conocimiento otorgado por la razón es verdadero. Esta postura filosófica fue denominada racionalismo.



Nietsche, la filosofía del martillo



“En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento.” Nietzsche



La crítica al conocimiento. Verdad y el poder

Según Nietzsche el conocimiento no es más que una ficción que se ha vuelto una firme creencia. Con Nietzsche aparece por primera vez en la historia de la filosofía la idea de que el conocimiento es un invento humano, y este no nos dice nada de cómo son las cosas, solo nos hablan de cómo son los hombres. 

El hombre es según Nietzsche el animal más débil, pero para sobrevivir hizo uso de la razón. Allí radica la fortaleza del hombre. Sin embargo la razón no sirve para conocer, sino para dominar.

Los hombres crearon el “conocimiento" con el fin de dominar, de domesticar a “los peligrosos”, a “los fuertes”, a “los creadores”, a los "inmorales", a los que se apartan de la tradición y de las mayorías. Para poder frenarlos es que ser ha inventado la moral, las religiones, la ciencia, etc. Todos estos discursos que se adjudican poseer la verdad solo buscan ejercer el poder y normalizar conductas.

La verdad, por lo tanto, existe; pero en tanto creación humana, como resultado de un enfrentamiento, de una lucha de poder. Pero esta no es la verdad que siempre han buscado los filósofos, la esencia platónica, la verdad eterna y universal. De ahí la famosa frase: “Dios ha muerto”. La muerte de Dios simboliza la muerte de toda verdad absoluta (en todos los ámbitos) y un desenmascaramiento: que detrás de toda verdad se oculta una voluntad:
“Un impulso a acercarse a algo o a separarse de algo, sin un sentimiento de querer lo provechoso y evitar lo nocivo, no existe en el hombre” 
Todo conocimiento, por lo tanto, es el producto de una lucha de fuerzas en donde unas someten y otras son sometidas, del resultado de esa lucha surge la verdad. 

 Dice Foucault, en  La Verdad  y las Formas Jurídicas:
Para Nietzsche, el conocimiento es de la misma naturaleza que los instintos, no es otra cosa que su refinamiento (…) el conocimiento es simplemente el resultado del juego, el enfrentamiento, la confluencia, la lucha y el compromiso entre los instintos. Es precisamente debido a que los instintos chocan entre sí, se baten y llegan finalmente al término de sus batallas, que hay un compromiso y algo se produce. Este algo es el conocimiento. Dice Nietzsche que es como «una centella que brota del choque entre dos espadas» 
Por lo tanto, si queremos conocer las cosas no debemos buscar inocentemente las esencias platónicas, sino reconstruir la historia que dio origen a esa verdad. El método de Nietzsche es la “genealogía”, esto es, la búsqueda de la procedencia de determinadas ideas, valores, prácticas, etc. Las preguntas sobre la verdad no son ya ¿qué es real? o ¿Qué es cierto? sino ¿de dónde procede tal idea? ¿Por qué se dice que eso está bien?¿Quién inventó el concepto de bien y para qué? ¿Con qué fines? Y por otro lado, si la verdad la crea el hombre, entonces no tiene sentido preguntarse cómo son las cosas. Lo que debe importarnos es ¿de qué manera queremos que sean? Es por eso que dice:
“La falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra él; acaso sea en esto en lo que más extraño suene nuestro nuevo lenguaje. La cuestión está en saber hasta qué punto ese juicio favorece la vida”

La crítica a la razón

A lo largo de la historia de la filosofía se ha tomado a la razón como el rasgo distintivo del hombre, aquel medio que le posibilita el acceso verdad (así lo entendían Sócrates, Platón, y Descartes, entre otros) El error de todos los filósofos ha sido otorgarle independencia y autonomía a la razón, sobrevalorándola y otorgándole poderes que no tiene. Para Nietzsche no existe la razón pura, libre de instintos. La razón está unida a los instintos y responde de un modo secreto a ellos. Dice en Más Allá de Bien y del Mal:
"La mayor parte del pensar consciente de un filósofo está guiada de modo secreto por sus instintos"
Por debajo de toda razón, de toda lógica, se encentra una voluntad. El hombre –incluso hombre de conocimiento- no busca la verdad, sino ejercer el poder: mandar, dominar. Las razones siempre vienen después de una decisión tomada de antemano, y solo sirven para “decorar” u “ocultar” esta voluntad. Por eso dice: “los hombres honrados no llevan así sus razones tan a mano". De este modo revela un acto de hipocresía en aquellos hombres que creen que con argumentos desinteresados llegan a la verdad. La crítica de Nietzsche por lo tanto se dirige a toda la historia de la filosofía, ya que los filósofos siempre se han abrazado a la razón y han ocultado su voluntad. 


La crítica a la moral 

Si bien Nietzsche tuvo muchos enemigos, dos fueron los principales: Platón y el cristianismo (platonismo para el pueblo). 

Tanto Platón como el cristianismo plantean en una realidad que se encuentra más allá de esta vida. La idea de una felicidad futura (el paraíso, o el retorno al mundo de las ideas) nos permite tolerar la vida. Pero pretender una eternidad o un futuro sin sufrimientos es según Nietzsche un desprecio hacia la vida, por eso califica al cristianismo como una enfermedad, en el sentido de debilidad de la voluntad. Solo una voluntad débil, temerosa, cansada de vivir puede haber creado una religión en la que lo más esencial de la vida (la voluntad) está ausente. En la Genealogía de la Moral dice: 
"Cristianismo ha sido desde un principio, esencial y fundamentalmente, asco y cansancio de la vida misma, que se disfrazaba bajo la fe en otra vida mejor" 
El cristianismo ha sido una moral de esclavos que a lo largo del tiempo fue domesticando a los hombres hasta convertirlos en ovejas obedientes que siguen al rebaño. Lo más difícil de todo según Nietzsche es mandar, y sobre todo mandarse a uno mismo. El cristianismo nos ahorra este esfuerzo, solo nos exige obedecer, y obedecer siempre es más fácil que mandar. 

También la moral racionalista de Sócrates es un síntoma de debilidad. En el Ocaso de los Ídolos afirma: 
"La cruda luz del día, la racionalidad a toda costa, la vida clara, consciente, prudente, sin instintos, en oposición a los instintos, fue una enfermedad; en modo alguno un retorno a la virtud, a la salud, ésta es la fórmula de la decadencia: en tanto la vida ascienda, la felicidad y el instinto son cosas iguales" 

La lucha de Nietzsche es contra de la razón y la moral que nos dominan y reprimen. Al revés de lo que pensaba Platón, el alma (la razón, la moral) es la cárcel del cuerpo. Los instintos se ven atados, al no poder liberarse se vuelven contra sí mismos pervirtiéndose, degenerándose, o bien se debilitan. Así, la vida, cuanto más racional, cuanto más civilizada, se vuelve cada vez más pobre, decadente.


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