miércoles, 22 de julio de 2020

El bien según Spinoza

Por Gustavo Santiago, en "Intensidades filosóficas"

 ¿En qué se diferencian dos seres humanos? En lo mismo en que se diferencia un hombre de un gato o de una lamparita. En lo que pueden. Un gato puede maullar, una persona normalmente no maúlla (aunque en alguna ocasión puede imitar el maullido). Una lamparita en particular puede iluminar una habitación, una persona no.

La potencia pregunta “¿qué soy?” Tiene una simple respuesta: “soy lo que puedo”.

Soy lo que puedo. ¿Pero qué puedo? ¿Cómo saber de lo que soy capaz? Hay una frase de Spinoza, muy comentada por los especialistas, en la que afirma que “nadie sabe lo que puede un cuerpo”.

Está claro que hay una cantidad de capacidades de las que puedo dar cuenta: se leer, escribir, caminar, andar en bicicleta, etc. etc. Pero también sé que hay muchas cosas que ignoro de mí. ¿Puedo saltar de un avión en paracaídas? No lo sé. Nunca lo he hecho y no estoy seguro de qué haría en esa situación.

Pero no solo no sé lo que puedo en relación con acciones que nunca he realizado. Tampoco lo sé a propósito de aquellas que son habituales en mí. Digo que puedo leer. Pero, por ejemplo, si estoy en una habitación a oscuras, no puedo. O si mi vecino pone música a un volumen elevado, quizá tampoco. (…) Algo semejante puede pasar con cosas que creo que no puedo hacer y que en una circunstancia determinada termino descubriendo que sí podía: por el aliento de otro, por su ayudad, por una amenaza, por una recompensa, etc. Es decir, lo que puedo y lo que no puedo depende en buena medida del entorno en el que me encuentro. (…)

El mundo de Spinoza es un mundo en el que cada cosa está abierta a las demás. La ética no es más que una mirada sobre los encuentros y desencuentros que se producen entre los diversos seres.

Hemos visto que hay encuentros que redundan en un aumento de potencia del conjunto por sobre cada ser singular, Son los casos en los que dos cuerpos afines componen un cuerpo mayor. Cuanto mayor sea la afinidad entre esos cuerpos, mayor será la potencia resultante: “si dos individuos que tienen una naturaleza enteramente igual se unen entre sí, componen un individuo doblemente potente que cada uno de ellos por separado" (Spinoza, Ética, parte IV, prop. XVIII)

(…) En efecto, con una persona con la que tengamos muchos puntos desde los cuales conectarnos o con la que el punto de contacto sea muy significativo, tendremos mayores posibilidades de actuar conjuntamente, como si formáramos “un solo cuerpo”. Insistimos en que esto no quiere decir que existan grandes semejanzas entre ambos cuerpos. Muchas veces lo que da intensidad al encuentro es, precisamente, la diferencia.

Quizá resulte útil imaginar a los distintos seres como dotados de conectores o enchufes, cuya función es permitir que se establezcan las conexiones. Quien mayor cantidad y variedad de conectores tienen mejores posibilidades tendrá de establecer conexiones con otros seres y, en consecuencia, de aumentar su potencia de acción en diversas circunstancias.

Todos conocemos a personas que son capaces de decir la palabra justa, o de sonreír en el momento apropiado para crear un clima que favorezca la acción conjunta con otras personas a las que todos se alegran de ver allegar, porque saben que con su presencia las cosas resultarán mejor que sin ella. A la inversa, seguramente conocemos también a alguien que parece imposible que pueda ser apreciado por los demás, puesto que genera discordia, malestar, y contribuye a complicar hasta la tarea más simple. En este último caso, en lugar de haber composición, hablamos de “descomposición”. Un grupo funciona medianamente bien, se incorpora esta persona y el grupo se descompone, ya no actúa como un solo cuerpo. Volviendo a la imagen de los conectores, es como si estas personas nunca encontraran el enchufe apropiado para conectarse con los demás y, como agravante de su situación, se dedican a destruir los enchufes de los otros. (…)

Desde la perspectiva ética de Spinoza no puede hablarse ya de bien y del mal, sino de que lo que corresponde es atender a “lo bueno” y “lo malo”, o “lo que me hace bien” y “lo que me hace mal”.

¿Qué es lo bueno? Aquello que produce aumento de potencia. En los términos recién empleados, los encuentros, las conexiones que “me hacen bien”. Incluso podemos hablar de “buenas personas”: son aquellas que habitualmente promueven composiciones entre sus pares. Por contrapartida “malo” será aquello de cuyo encuentro resulte una descomposición o una pérdida de potencia para mí, y las “malas personas” serán aquellas que habitualmente tiendan a provocar descomposición y decrecimiento de potencia en aquellos con los que se encuentran. Obviamente, aún una persona llamada “buena” por su conducta más habitual puede resultar mala para otra en un momento determinado y viceversa”



Spinoza, Ética (1677)

“Por «bien» entiendo aquí todo género de alegría y todo cuanto a ella conduce, y, principalmente, lo que satisface un anhelo, cualquiera que éste sea. Por «mal», en cambio, todo género de tristeza, y principalmente, lo que frustra un anhelo. En efecto, hemos mostrado más arriba que nosotros no deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que lo llamamos «bueno» porque lo deseamos, y, por consiguiente, llamamos «malo» lo que aborrecemos. Según eso, cada uno juzga o estima, según su afecto, lo que es bueno o malo, mejor o peor, lo óptimo o lo pésimo. Así, el avaro juzga que la abundancia de dinero es lo mejor de todo, y su escasez, lo peor. El ambicioso, en cambio, nada desea tanto como la gloria, y nada teme tanto como la vergüenza. Nada más agradable para el envidioso que la desgracia ajena, ni más molesto que la ajena felicidad. Y así cada uno juzga según su afecto que una cosa es buena o mala, útil o inútil.” (Spinoza, ética. Libro III, proposición 39. Escolio.)

“Por lo que atañe al bien y al mal, tampoco aluden a nada positivo en las cosas -consideradas éstas en sí mismas- , ni son otra cosa que modos de pensar, o sea, nociones que formamos a partir de la comparación de las cosas entre sí. Pues una sola y misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, y también indiferente. Por ejemplo, la música es buena para el que es propenso a una suave tristeza o melancolía, y es mala para el que está profundamente alterado por la emoción; en cambio, para un sordo no es buena ni mala. De todas formas, aun siendo esto así, debemos conservar esos vocablos. Pues, ya que deseamos formar una idea de hombre que sea como un modelo ideal de la naturaleza humana, para tenerlo a la vista, nos será útil conservar esos vocablos en el sentido que he dicho. Así, pues, entenderé en adelante por «bueno» aquello que sabemos con certeza ser un medio para acercarnos cada vez más al modelo ideal de naturaleza humana que nos proponemos. Y por «malo», en cambio, entenderé aquello que sabemos ciertamente nos impide referirnos a dicho modelo. Además, diremos que los hombres son más perfectos o más imperfectos, según se aproximen más o menos al modelo en cuestión. (…) Debe observarse, ante todo, que cuando digo que alguien pasa de una menor a una mayor perfección, y a la inversa, no quiero decir con ello que de una esencia o forma se cambie a otra; un caballo, por ejemplo, queda destruido tanto si se trueca en un hombre como si se trueca en un insecto. Lo que quiero decir es que concebimos que aumenta o disminuye su potencia de obrar, tal y como se la entiende según su naturaleza.” (Spinoza, ética. Libro IV, Prefasio)

“El supremo bien de los que siguen la virtud es común a todos, y todos pueden gozar de él igualmente”

“Es útil a los hombres, ante todo, asociarse entre ellos, y vincularse con los lazos que mejor contribuyen a que estén unidos, y, en general, hacer aquello que sirva para consolidar la amistad”

“Y así, nada es más útil al hombre que el hombre; quiero decir que nada pueden desear los hombres que sea mejor para la conservación de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que las almas de todos formen como una sola alma, y sus cuerpos como un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuanto puedan, en conservar su ser, y buscando todos a una la común utilidad; de donde se sigue que los hombres que se gobiernan por la razón, es decir, los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos de confianza y honestos.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario