sábado, 27 de enero de 2018

Fink, La filosofía de Nietzsche, oculta bajo máscaras


Federico Nietzsche es una de las grandes personalidades que jalonan el destino de la historia espiritual de Occidente, un hombre fatal que obliga a tomar decisiones últimas, una tremenda interrogación plantada al borde del camino que el hombre europeo ha venido recorriendo hasta ahora y que ha estado caracterizado por la herencia de la Antigüedad y dos mil años de cristianismo. Nietzsche es la sospecha de que este camino ha sido un camino errado, de que el hombre se ha extraviado, de que es necesario dar marcha atrás, de que resulta preciso renunciar a todo lo que hasta ahora se ha considerado como «santo» y «bueno» y «verdadero». Nietzsche representa la crítica más extremada de la religión, la filosofía y la ciencia, la moral. Si Hegel realizó el ensayo gigantesco de concebir la historia entera del espíritu como un proceso evolutivo en el que se hallan integrados todos los pasos anteriores, que deben ser estimados en su valor propio; si Hegel creyó que podía dar una respuesta positiva a la historia de la humanidad occidental, Nietzsche representa, por el contrario, la negación despiadada, resuelta, del pasado; la repulsa de todas las tradiciones, la invitación a una radical vuelta atrás. Con Nietzsche el hombre europeo llega a una encrucijada. 

Para Nietzsche esta misma historia no es más que la historia del error más prolongado, y por ello la ataca con una pasión desmedida, con una polémica estremecida por la tensión, formulando sospechas, haciendo imputaciones, con un odio desenfrenado y una amarga ironía, con rasgos de ingenio y a la vez con todas las insidiosas malignidades propias de un panfletista. Para su lucha acude a todas las armas de que dispone: su refinada psicología, la agudeza de su ingenio, su vehemencia y, sobre todo, su estilo. Nietzsche lucha con una entrega total, pero no realiza una destrucción conceptual de la metafísica, no la desmonta con los mismos medios del pensar conceptual del ser, sino que repudia el concepto, lucha contra el racionalismo, se opone a la violación de la realidad por el pensamiento. Su discusión con el pasado la realiza Nietzsche en un amplio frente. No polemiza sólo contra la moral y la religión tradicionales. Su lucha tiene la forma de una crítica total de la cultura. Este factor es de gran importancia.

No sólo se enfrenta de manera crítica al pasado, sino que dicta, además, una condenación; invierte los valores occidentales, posee una voluntad de futuro, un programa, un ideal. Pero no es un utopista, uno de esos hombres que pretenden mejorar el mundo y traerle la felicidad; no cree en el «progreso». Tiene una oscura profecía para el futuro, es el mensajero del nihilismo europeo. 

El estilo difícil de sus obras hace que los grandes pensadores sistemáticos, como Aristóteles, Leibniz, Kant, Hegel, por ejemplo, estén tal vez menos expuestos que Nietzsche a ser malentendidos de modo banal. Este último ofrece aparentemente un acceso más fácil, atrae por el esplendor de su estilo, por su forma aforística, seduce y cautiva por la audacia de sus formulaciones, ejerce una fascinación estética, adormece por la magia de sus extremosidades 

Sus libros no tienen el carácter de obras que discurran desarrollando pensamientos, que presenten un despliegue progresivo del curso de la idea. Son colecciones de aforismos. 

El aforismo es, antes bien, adecuado al estilo de pensar de Nietzsche. Permite la formulación breve, audaz, que renuncia a presentar las pruebas. Nietzsche piensa, por así decirlo, en relámpagos mentales, no en la forma penosa de exponer conceptualmente largas cadenas de ideas. Como pensador es intuitivo, gráfico, y posee una inusitada fuerza para representar las cosas. Los aforismos de Nietzsche tienen concisión. Se parecen a piedras talladas.

Nietzsche nos atrae en dirección a él mismo. Todos sus libros están escritos en estilo de confesiones; no permanece, como autor, en segundo plano. Por el contrario, de un modo casi insoportable habla de sí mismo, de sus experiencias espirituales, de su enfermedad, de sus gustos. Implica una arrogancia única el molestar así al lector con la persona del autor y afirmar a la vez que, en el fondo, todos los libros no son más que monólogos de Nietzsche consigo mismo. 

Diagnosticador genial de la decadencia cultural, como el creador de una psicología penetrante, abismal, concebida como un excelso arte de adivinación y de interpretación; se ensalza a Nietzsche como el sagaz descubridor del «resentimiento», de la «decadencia», dotado de una mirada maligna que percibe todo lo mórbido y putrefacto. 

Nietzsche es un peligro para todo el que se ocupa de él, no sólo para los jóvenes, que, todavía inseguros, quedan expuestos a su escepticismo, a su abismal desconfianza, a su arte de seducir las almas. El peligro de Nietzsche no está sólo en su naturaleza de ratonera, en la musicalidad de su persuasivo lenguaje, sino que consiste más bien en una mezcla inquietante de filosofía y sofística, de pensamiento originario y de abismal desconfianza del pensar frente a sí mismo. 

Se le considera como artista, como poeta que domina el idioma, como predicador profético. Como dijo una vez Scheler, Nietzsche dio a la palabra «vida» una resonancia áurea; fundó la «filosofía de la vida.

Su arte del análisis psicológico posee una altura suprema. Indiscutiblemente. Nietzsche estaba dotado de un olfato increíble para captar los acontecimientos históricos; podía leer los signos de lo que ha de venir y profetizar el futuro. Nietzsche es, sin duda, un artista que posee una sensibilidad delicadísima, un ingenio fabuloso, una ardiente fantasía, una imaginación visionaria. Indiscutiblemente es Nietzsche un poeta.

Fink, la filosofía de Niezsche, cap.1 -selección de fragmentos-




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