domingo, 19 de marzo de 2017

¿Podemos conocer las cosas como son? Empirismo e idealismo kantiano


A partir de la modernidad el sujeto se convirtió en el nuevo objeto de conocimiento. Los filósofos ya no se preocuparon tanto por conocer las cosas, sino por averiguar cómo las conocemos. La rama principal de filosofía moderna fue la gnoseología (teoría del conocimiento) y sus inquietudes principales fueron: ¿cómo es que conoce el hombre? ¿qué cosas puede y qué cosas no puede conocer? ¿podemos conocer las cosas tal como son? ¿cuáles son las fuentes del conocimiento humano? ¿nuestros saberes provienen de la experiencia o de la razón?  


A esta última pregunta Descartes había señalado que solo los conocimientos que brinda la razón son confiables. A este racionalismo extremo se le opuso el empirismo (empírea = experiencia), el cual afirmaba que todo conocimiento no proviene más que de la experiencia.


Locke: la mente es una hoja en blanco

J. Locke (1632-1704), el gran empirista inglés pensaba que el hombre nace con la mente como una “hoja en blanco” sobre la cual se van inscribiendo los distintos conocimientos a partir de su propia experiencia, lo cual echaba por tierra la teoría de Descartes de las "ideas innatas". En su Ensayo Sobre el Entendimiento Humano dice:

"Supongamos, entonces, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? ¿De dónde se hace la mente con ese prodigioso cúmulo, que la activa e ilimitada imaginación del hombre ha pintado en ella, en una variedad casi infinita? ¿De dónde saca todo ese material de la razón y del conocimiento? A esto contesto con una sola palabra: de la experiencia; he allí el fundamento de todo nuestro conocimiento, y de allí es de donde en última instancia se deriva”. 

Desde esta posición el conocimiento es un producto humano que se va formando con el tiempo, al percibir que determinados hechos se repiten una y otra vez. Ante la reiteración de los hechos inducimos; elaboramos leyes generales a partir de hechos particulares, y así formamos nuestros conocimientos.  ¿Pero qué nos asegura que lo que paso ayer volverá a suceder mañana?


Hume: Ideas sin pasaporte


Continuando las ideas de Locke, David Hume, (1711- 1776) explica cómo todos nuestros conocimientos se basan en el hábito y la costumbre y que no hay más realidad posible para el hombre que sus propias percepciones o impresiones.

Un hombre que jamás haya visto una mesa de billar, por ejemplo, no podría saber cómo se juega, ni siquiera sabría en qué dirección saldrá la bola blanca luego de impactar con la negra. Del mismo modo pensamos que el sol va a salir mañana, pero podría perfectamente dejar de salir un día. Así concluye Hume que ni siquiera la ciencia es segura, porque también se basa en la observación y la costumbre. 


Además Hume se destacó por haber realizado una contundente crítica a las grandes ideas de la ciencia y la filosofía. 


Hume creía que las ideas no eran más que un conglomerado de impresiones. Pero ¿que son las impresiones y qué diferencia hay respecto a las ideas? En su Investigación sobre el Conocimiento Humano explica:

Llamo "impresiones" a los “fenómenos psíquicos actuales”, es decir, a las vivencias que tenemos en un momento dado. Por ejemplo, tengo la impresión de verde en este momento mientras miro el pasto por mi ventana. Y llamo ideas a los fenómenos psíquicos “reproducidos”, es decir, a las representaciones mentales que nos hacemos de aquello que ya hemos percibido.

La impresión por lo tanto siempre es real, en tanto vivencia. Pero las ideas son una reproducción de aquello que fue real, es como el recuerdo de una vivencia.  

Ahora bien, las ideas pueden referirse a una impresión ( a algo que fue real) o no. La idea de "rojo" por ejemplo es una idea simple y tiene un correlato sensible. Pero hay ideas que son compuestas, por ejemplo la idea "manzana"; no tenemos la impresión de la “manzana”, dice Hume, tenemos la impresión de roja, de dulce, de arenosa, etc. Es más, si hilamos fino ni siquiera podemos decir que la manzana es dulce, esta es solo una percepción subjetiva. Atribuimos nuestro modo de percibir a las cosas, pero en realidad no sabemos cómo son.



La idea de "manzana" es compleja, pero sin embargo "tiene pasaporte", es decir, se refiere a ciertas impresiones. Pero ¿qué sucede con las grandes ideas de la filosofía como el "Yo" de Descartes o como la idea de Dios?  

Según Hume son ideas complejas que no tienen ningún correlato sensible, Ideas "sin pasaporte", que no llevan a ningún lado. Por ejemplo, de la impresión de montaña y la impresión de oro, podemos hacernos la idea de una montaña de oro, pero esta idea es falsa, es solo un producto de nuestra imaginación. Lo mismo sucede la idea de Dios. Dice Hume: 

"La idea de Dios, refiriéndonos a un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge de la reflexión sobre las operaciones de nuestra propia mente, y de aumentar sin límites aquellas cualidades de bondad y sabiduría”



Berkeley: ser es ser percibido



En un capítulo de los Simpsons Lisa le pregunta a Bart “¿Si un árbol cae en medio de un bosque y no hay nadie cerca (para escucharlo) hace ruido?” 



El obispo Berkeley (1685- 1753) se planteó este problema mucho tiempo antes, pero de un modo más general. A la pregunta metafísica por excelencia ¿Qué es el ser? Berkeley responde: "ser" es ser-percibido; "ser" es aquello que percibo, en el modo en que lo percibo. La percepción, como vivencia, es lo único que constituye el ser. No me es dado en ninguna parte un ser que no sea percibido por mí. Así describe Berkeley el mundo:

"El mundo de las cosas y de los organismos, de los cuerpos celestes y de los elementos, no es nada más que nuestra representación, una apariencia en las almas individuales. No están las almas en el mundo, sino que el mundo está sólo en las almas." 

Imaginen ustedes, dice, una realidad que no sea percibida; no podría serlo, no tendría nada de real. Un objeto solo es real cuando un sujeto lo piensa, cuando se presenta sobre una conciencia. Una realidad de la cual no tengo la menor noción, de la que no conozco de nada, no puedo hablar. No sería real ni para mí ni para nadie. De modo que ser no significa otra cosa que ser percibido.


El empirismo negó toda realidad objetiva y convirtió el conocimiento en un simple reflejo de nuestras percepciones, endebles e inciertas.


Quien renovó el estatus del conocimiento y puso fin a las discusiones entre racionalistas y empiristas creando una nueva corriente de pensamiento fue el filósofo alemán I. Kant. La revolución que provocó  dentro del ámbito de la filosofía se la compara con la llevada a cabo por Copérnico en el ámbito de la ciencia: así como Copérnico solucionó los problemas de la astronomía sacando a la tierra del centro del universo y poniéndola a girar alrededor del sol, Kant solucionó los problemas de la filosofía haciendo que el sujeto deje de dar vueltas alrededor del objeto, y sea este el que gire alrededor de él.


Kant: el sujeto constituye el objeto


Existe una leyenda sobre un pescador muy ingenuo, que cierto día decidió probar suerte en un río que no conocía. Este estuvo tirando su red un largo rato, sin obtener resultados, hasta que otro pescador se acercó y le preguntó cómo iba la pesca. El primero le contestó entre insultos y quejas que en ese río no había peces. El segundo pescador observó la red y luego repuso: “a lo mejor el problema no sean los peces, sino la red”. Efectivamente, los agujeros de la red eran demasiado anchos para atrapar a los pequeños peces característicos de aquel río. En cuanto el pescador cambió su red por una con espacios más pequeños comenzó a pescar. El problema no estaba en el río, sino en el instrumento con el que intentaba pescar.

Algo similar observó Kant de los filósofos anteriores. Estos se habían lanzado a querer conocer las cosas sin antes analizar las capacidades del instrumento con el que contaban para hacerlo.

Según Kant el conocimiento comienza con la experiencia, es necesario que los objetos se den a nuestra sensibilidad, que tengamos una intuición directa de los mismos para que podamos conocerlos. Luego, en el proceso del conocer interfiere el entendimiento, otorgando unidad y sentido al caos de sensaciones que nos envían los sentidos.

El conocimiento, por lo tanto, es un producto de nuestro entendimiento y nuestra sensibilidad, y por lo tanto es subjetivo. No nos dice cómo son las cosas sino más bien cómo somos nosotros.

A. Carpio explica en su libro Principios de Filosofía:

"Supóngase que todos los seres humanos naciesen con gafas de cristales azules; que esos anteojos formasen parte de nuestro órgano visual, de tal manera que quitárnoslos equivaldría a arrancarnos a la vez los ojos; y supongamos, además, que no nos diésemos cuenta de que tenemos puestos tales anteojos. Entonces ocurriría que todo lo que viésemos se nos aparecería azul, lo cual nos llevaría a suponer, no que las cosas las “vemos” azules, sino que realmente “son” azules -aunque la verdad fuese que en sí mismas no son azules, sino que nosotros, en la medida en que las miramos, estaríamos contribuyendo a otorgarles un cierto carácter, las estaríamos “azulando”.
El ejemplo sirve para explicar las estructuras gracias a las cuales el sujeto conoce. En lugar de pensar en gafas de colores hay que pensar en el tiempo y el espacio (que son las formas bajo las cuales se ordenan nuestras sensaciones) y los conceptos puros del entendimiento (como el concepto de causa y efecto) gracias a los cuales ordenamos conceptualmente lo que percibimos.

J.Gaarder, en su novela El Mundo de Sofía presenta este ejemplo:
"–Imagínate un gato tumbado en el suelo. Imagínate que una pelota entra en la habitación. ¿Qué haría el gato en ese caso?
–Lo he visto muchas veces. El gato correría detrás de la pelota.
–De acuerdo. imagínate luego que eres tú la que estás sentada en una habitación y que de pronto entra una pelota rodando. ¿Tú también te irías corriendo detrás de la pelota?
–Antes de hacer algo giraría la cabeza para ver de dónde viene la pelota.
–Sí, porque eres una persona, y buscarás indefectiblemente la causa de cualquier suceso. La ley causal forma parte, pues, de tu propia constitución."

El aporte de Kant respecto a los empiristas, fue mostrar que algunos conceptos no provienen de la experiencia sino que son parte constitucional de nuestro entendimiento, de nuestro modo de pensar, y que gracias a estos podemos producir, si bien no un conocimiento objetivo -en tanto conocimiento de las cosas en sí mismas-, si al menos un conocimiento universal, ya que todos tenemos la misma capacidad de percibir y de pensar, y seguro, ya que se asienta, no solo en la costumbre, sino en nuestras formas de percibir y entender.

¿Pero qué sucede con aquellas ideas clásicas de la metafísica como la idea de Dios o la idea de alma (o el "yo" de Descartes)? Aquí Kant establece los límites de nuestro entendimiento. El hombre piensa lo absoluto, pero pensar no es conocer, puesto que para que haya conocimiento tiene que unirse al pensar la experiencia sensible del objeto. No podemos conocer aquello de lo que no tenemos experiencia. No podemos afirmar -por ejemplo- la existencia de Dios, como hacía Descartes, por la mera especulación. Sin embargo tampoco lo podemos negar. Dice Kant:
“¿de dónde y cómo puede uno deducir, por medio de la pura especulación de la razón, la evidencia de que no existe un ser supremo como fundamento primero de todo…? "

Conclusiones

Desde que Descartes puso bajo la lupa al sujeto los filósofos comenzaron a comprender la dificultad de garantizar una correlación entre nuestras ideas de las cosas y las cosas mismas. 

Los empiristas le quitaron todo estatus al conocimiento. La ciencia, al igual que el mero saber vulgar, se basa en  el hábito y la costumbre y no nos otorga ninguna seguridad. La filosofía se empeña en querer conocer cosas que no están a su alcance (como la ida de Dios) y solo divaga en imaginaciones. Nuestra realidad se reduce a nuestras percepciones. Si tuviéramos un sentido más o un sentido menos esta sería completamente distinta.
Kant, por su parte, entendió de los empiristas que era imposible querer conocer aquello de lo que no tenemos experiencia, ya que el conocimiento comienza con ella. Pero también aprendió de los racionalistas que sería imposible ir formando una experiencia sin la capacidad de la razón para ir dando orden a nuestras percepciones. 

Así, se puso fin a las discusiones sobre cómo conocemos, cuáles son las fuentes de nuestro conocimiento y hasta donde podemos conocer. Por último, ante la pregunta inicial, si podemos conocer las cosas tal cual son, tanto Kant como los empiristas concuerdan en que es imposible. El conocimiento no deja de ser un producto subjetivo. Por eso para comprender cómo son las cosas, antes debemos preguntarnos cómo somos nosotros, los que conocemos.




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