jueves, 19 de enero de 2017

Sócrates y Alcibiades



Introducción

Alcibíades, o "de la naturaleza humana" es uno de los primeros diálogos platónicos. En él encontramos solo dos personajes: Por un lado está Alcibíades, un joven  aristócrata, valeroso luchador, genial estratega, famoso por su belleza y arrogancia, codiciado por los hombres. Por otro lado tenemos a Sócrates, un hombre ya maduro, petiso y regordete, feo, de mal aspecto (viste siempre de un modo sencillo y no lleva calzado) pero que gracias a sus palabras ha logrado seducir a un séquito de muchachos. 

Un día Sócrates se encuentra a Alcibíades solo, para su sorpresa, ya que comúnmente se lo ve acompañado por sus admiradores. Entonces aprovecha para acercarse y le dice que hasta el momento ha estado observandolo y nunca le dirigió la palabra, pero que ya es tiempo de decirle lo que piensa de él. Alcibíades se muestra muy extrañado de la actitud de Sócrates, más aún cuando este le dice que es un altanero, que se la pasa despreciando a sus admiradores, que se cree que se basta a sí mismo y que es muy poderoso. Entonces Alcibíades se siente agredido y le contesta:
"¿Qué esperas importunandome de este modo y obstinándote en seguirme a todas partes?"
Sócrates le contesta que le han llegado rumores de que pretende dedicarse a la politica, cosa que Alcibíades confirma, y que de esta manera se dice que será muy poderoso, pero se confunde y él está dispuesto a demostrárselo. Y agrega:
"yo por mi parte espero ser poderosísimo para ti cuando te haya demostrado  de qué modo te soy necesario"
 Alcibíades extrañado le contesta:
"En verdad Sócrates, que más extraño me pareces desde que has empezado a hablarme que cuando me seguías sin decir palabra"
Sin embargo acepta escucharlo. Entonces Sócrates, apelando a su falsa humildad, realizando en el fondo una crítica solapada a los sofistas, le dice:
Sóc- No pretenderás, por supuesto, que me sea posible explicarme mediante largos discursos, como estás acostumbrado a oír ¿verdad? (...) Ahora bien, es preciso que me otorgues un pequeño favor"
Alc- Si no se trata de una cosa muy dificil, accedo

Soc- ¿Es a tu juicio dificil responder cuando se pregunta?

Alc- ¡Oh no! Fácil
Sóc- Perfectamente, entonces vas a responderme
Alc- Sea. Interroga"
 Así comienza este espectacular diálogo. 





Diálogo sobre lo justo

Sócrates comienza preguntando sobre que cosas sería capaz de aconsejar al pueblo si es que se convierte en un político y Alcibíades responde en un momento, a modo de ejemplo, que podría aconsejar cuando es conveniente hacer la guerra o hacer la paz con los pueblos vecinos. Así Sócrates encamina la discusión hacia el concepto de justicia. 
"Soc- Pues bien ¿contra qué adversarios arrastrarías tu a los atenienses a hacer la guerra, contra quienes les traten injustamente o contra quienes les tratasen justamente?"
Alcibíades responde que obviamente contra quienes son injustos. Entonces Sócrates le pregunta de quién aprendió lo que es la justicia. Porque evidentemente sabe qué es lo justo y si lo sabe es porque lo ha aprendido ya sea por su cuenta o de algún otro.

A continuación un fragmento del diálogo en dónde Sócrates le hace vera Alcibíades que nunca se ocupó de este tema:

"Sócrates. Pero, mi querido Alcibíades, es preciso que suceda una de dos cosas: o que sin saberlo, ignores tú lo que es justo, o que, sin saberlo yo, hayas ido a casa de algún maestro que te enseñara a distinguir lo que es más justo y lo que es más injusto. ¿Quién es ese maestro? Dímelo, te lo suplico, para que me pongas en sus manos y me recomiendes a él.
Alcibíades. Esa es una de tus ironías, Sócrates.
Sócrates. No, te lo juro por el Dios que preside a nuestra amistad, y que es un Dios a quien no querría ofender con un perjurio. Te lo suplico muy seriamente; si tienes un maestro, dime quién es.
Alcibíades. ¡Ah! y aunque yo no tenga maestro, ¿crees tú que no pueda saber por otra parte lo que es justo y lo que es injusto? 
Sócrates. Lo sabrás, si lo has descubierto tú mismo.
Alcibíades. ¿Y crees tú que no lo he descubierto?
Sócrates. Si has hecho indagaciones, lo habrás descubierto.
Alcibíades. ¿Piensas que no he hecho yo indagaciones?
Sócrates. Pero si has hecho indagaciones, habrás creído ignorarlo.
Alcibíades. ¿Te imaginas que no ha habido un tiempo en que yo lo ignoraba?
Sócrates. Muy bien. Pero podrías señalarme precisamente ese tiempo, en que has creído que ignorabas lo que es justo e injusto. Veamos; ¿fue el año pasado cuando empezaste a hacer tus indagaciones porque lo ignorabas? ¿O creías saberlo? Di la verdad para que no hablemos en vano.
Alcibíades. El año pasado creía saberlo.
Sócrates. ¿Hace tres, cuatro, cinco, no lo creías lo mismo?
Alcibíades. Lo mismo.
Sócrates. Antes de este tiempo tú eras un niño; ¿no es así?
Alcibíades. Sí. (...)
Sócrates. ¿En qué tiempo creías tú ignorarlo? Míralo, hecha cuentas; tengo mucho miedo que no des con ese tiempo.
Alcibíades. En verdad, Sócrates, no puedo decírtelo.
Sócrates. ¿Por consiguiente, tú no has encontrado por ti mismo esta ciencia de lo justo y de lo injusto?
Alcibíades. Así parece."




Sobre las fuentes del conocimiento

Como Alcibíades reconoce no haber averiguado por sí mismo qué es la justicia es necesario indagar la otra alternativa, que lo haya aprendido de algún maestro:
"Alcibíades. Creo, que la he aprendido de todo el mundo.
Sócrates. ¿Otra vez volvemos a empezar? ¿De quién la has aprendido? habla.
Alcibíades. Del pueblo.
Sócrates. Mal maestro me citas."
A partir de acá la discusión gira en torno a cuán confiable es la opinión pública, lo que Platón luego definirá como "doxa", la mera opinión, el visión general, en oposición a la "episteme", el verdadero conocimiento. 

Alcibíades le responde a Sócrates que el pueblo es capaz de enseñar muchas cosas, por ejemplo la lengua. Aprendemos a hablar (aprendemos una lengua) gracias al saber popular. Sócrates admite este hecho, pero le responde que hay cosas más difíciles sobre las que no todo el mundo puede opinar:

"Sócrates. Pero si en lugar de querer saber lo que significan las palabras hombre o caballo, quisiéramos saber si un caballo es bueno o malo, ¿el pueblo sería capaz de enseñárnoslo?Alcibíades. No, seguramente.
Sócrates. Y si quisiéramos saber, no lo que quiere decir la palabra hombre, sino lo que es un hombre sano o enfermo, ¿el pueblo estaría en estado de decírnoslo?Alcibíades. Menos aún.
Sócrates. ¿Y crees tú que sobre lo justo y lo injusto y sobre sus propios negocios el pueblo esté más de acuerdo consigo mismo que en los demás?Alcibíades. No, ¡por Júpiter!Sócrates.  ¿No crees tú que precisamente en esto es en lo que menos de acuerdo está el pueblo?Alcibíades. Estoy persuadido de eso.
 Sócrates. ¿No es esta misma diversidad sobre lo justo y lo injusto la única causa que ha hecho perecer a tantos atenienses, lacedemonios y beocios en la tomada de Tanagre, y después de ésta en la batalla de Coronea, donde recibió la muerte tu padre?Alcibíades. ¿Podrá nadie negarlo?
Sócrates. ¡Ah! ¡Mira los maestros que me citas; en el acto mismo reconoces su ignorancia!"


Es así que termina  lo que suele llamarse la primer etapa del método socrático, que consiste en lograr la conciencia de la propia ignorancia, en la purga de todo prejuicio, de toda presunción del saber que no permite iniciar una verdadera búsqueda. Así, Alcibíades termina por decir:


"Alcibíades. Te juro, Sócrates, por todos los dioses, que yo no sé lo que digo, y francamente, temo que he perdido la razón, porque estas cosas que me parecen de una manera, tan pronto me parecen de otra, según tú me preguntas."



Sócrates no solo ha logrado que Alcibíades reconozca su ignorancia en materia de lo justo y lo injusto, sino que lo ha conquistado, ha barrido toda altanería y ahora Alcibíades, seducido por la inteligencia de Sócrates, se entregará a él, tal como lo había prevenido Sócrates. 

El diálogo continúa a pedido de Alcibíades, que quiere saber qué es lo justo. Sócrates dice no saberlo pero le ofrece tratar de averiguarlo en forma conjunta. Ambos tratarán de definir qué es la justicia, y en su intento surgirá un nuevo tema: la virtud.

La segunda parte del diálogo entonces se encamina hacia el concepto de virtud, y Sócrates le recomendará, antes que entregarse a la política, para dirigir a los demás, entregarse a la filosofía para conocerse a sí mismo y volverse un hombre virtuoso.




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