"El hombre es lobo
para el hombre"
Filósofo ingles cuya obra
es considerada como una de las fundamentales en la ruptura con la línea de
la Edad
Media y el inicio de la Modernidad.
Sus descripciones de la realidad son tan brutales que sus libros fueron quemados
luego de haber sido tachado de ateo.
La filosofía política
de Hobbes es una evidente reacción contra las ideas democráticas que a los ojos
de Hobbes eran la causa del desorden y las guerras civiles en Inglaterra. Temía
que la libertad condujera a la anarquía y el caos, por eso en su
“Leviatán” (uno de los nombres bíblicos que se le dio al Diablo) fundamenta
la necesidad de instaurar una monarquía absoluta que tenga que ser
obedecida por todos sin excepción. El problema que tenían los
absolutistas en su momento era cómo fundamentar una monarquía sin recurrir a la
iglesia y la religión, y Hobbes encontró la solución en la propia naturaleza
humana.
En lo que Hobbes llama
el estado natural, es decir, el estado en el que se encontraba el ser humano
antes de la organización de la vida social, los seres humanos son iguales por
naturaleza en facultades mentales y corporales, produciéndose, también de una
forma natural, la compensación entre las deficiencias y las cualidades con las
que la naturaleza ha dotado a cada cual. Cada ser humano busca su propia
conservación, lo que da origen a la competición y a la
desconfianza entre los seres humanos. En este estado natural no existen
distinciones morales objetivas, por lo que dicha competición da lugar a un
estado permanente de guerra de todos contra todos, en el que cada cual se guía
exclusivamente por la obtención de su propio beneficio y, no existiendo
moralidad alguna, no hay más límite para la obtención de nuestros deseos más que
la oposición que podamos encontrar en los demás.
El estado natural,
pues, es un estado de guerra permanente, el individuo depende para su seguridad
de su propia fuerza e ingenio, no habiendo más límite para su acción que los
que éstas le impongan, ni pudiendo esperar la colaboración de otros para
conseguir sus propios objetivos. Tal concepción del estado natural es una
consecuencia de la consideración previa negativa sobre la naturaleza del ser
humano.
Sin embargo, hay
aspectos en la naturaleza humana que
posibilitan el acuerdo entre los hombres para formar un estado “artificial” que asegure la consecución de dicha
paz; estas son las “leyes de la naturaleza” que pueden ser descubiertas por la
razón y que proveen al ser humano de un conjunto de normas -de egoísta
prudencia- que hacen posible la salida del estado de natural.
La inseguridad a la que
se ven sometidos los seres humanos en estado de naturaleza, y la razón, que comprende
la existencia de leyes pero, al mismo tiempo, observa que dichas leyes no se
cumplirán sin un poder coercitivo, público, respaldado por la fuerza y capaz de
castigar a los infractores.
“Por tanto, antes de que los nombres de lo justo o injusto puedan aceptarse, deberá haber algún poder coercitivo que obligue igualitariamente a los hombres al cumplimiento de sus pactos, por el terror a algún castigo mayor que el beneficio que esperan de la ruptura de su pacto y que haga buena aquella propiedad que los hombres adquieren por contrato mutuo, en compensación del derecho universal que abandonan, y no existe tal poder antes de que se erija una República.”
A diferencia de algunos
animales, como las abejas y las hormigas, que viven de forma natural sociablemente,
los seres humanos sólo pueden alcanzar esta convivencia social por medio de un
pacto por el que se genera, simultáneamente, la sociedad civil y un poder común
capaz de obligar a todos al cumplimiento del pacto suscrito. El pacto tiene
lugar, pues, de cada hombre con cada hombre, "como si todo hombre debiera decir a todo hombre: autorizo y abandono el
derecho a gobernarme a mí mismo, a este hombre, o a esta asamblea de hombres,
con la condición de que tú abandones tu derecho a ello y autorices todas sus
acciones de manera semejante".
Este poder común no
puede hallarse dividido (contra la división de poderes) sino que ha de ser
ejercido por "un hombre o una
asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de
voces, a una sola voluntad”. Hay que hacer notar que el soberano no es
parte del contrato, es decir, el contrato no se establece entre los súbditos y
el soberano, sino exclusivamente entre los súbditos. De este modo Hobbes
entiende que no hay obligación ninguna que limite la acción del soberano
respecto a los súbditos.
Por lo demás, el
contrato, la creación de la sociedad civil y del soberano son simultáneos, pues
no podría surgir el contrato sin que surja simultáneamente un poder capaz de
ponerlo en vigor.
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