martes, 9 de junio de 2015

La alegoría de la caverna

En sus diálogos Platón incluye alegorías, es decir, relatos metafóricos que le ayudan a expresar sus ideas. Una de las más célebres es la que se encuentra en La República, la “Alegoría de la caverna”. Así lo relata Guillermo  Obiols en su manual "Nuevo curso de Lógica y filosofía" 



"Platón propone que imaginemos una caverna en la cual hay unos prisioneros encadenados desde su infancia, de tal manera que están obligados a mirar permanentemente hacia el fondo de la misma. Detrás de los prisioneros hay un fuego y entre el fuego y los prisioneros se encuentra un camino que por el pasan personas llevando sobre sus cabezas figuras de animales u otros objetos. El resplandor del fuego proyecta las sombras de estos objetos en el fondo de la caverna y una pared que llega hasta la altura de las cabezas de los hombres que los llevan impide que también se proyecte la sombra de ellos.

 ¿Qué sucede con los prisioneros? Ellos sólo pueden ver las sombras que se proyectan en el fondo de la caverna. Platón imagina que allí hay un eco que repite las palabras de los que portan sobre sus cabezas los objetos de madera. El resultado es que para los prisioneros esas sombras que parecen hablar constituyen la única realidad.

Platón se pregunta entonces qué sucedería si se liberara a un prisionero. Al encontrarse libre de sus cadenas querría erguirse, volver la cabeza, pero todos estos movimientos le causarían dolor y molestias pues su cuerpo no estaba acostumbrado a los mismos.

Si se lo obligara a mirar en dirección del fuego, sus ojos habituados a percibir sombras se deslumbrarían y nada verían. Su tendencia sería a volver a sus cadenas.

Pero Platón imagina que el prisionero es conducido hasta el exterior de la caverna. Allí, la visión de los objetos reales y la luz del sol cegaría inicialmente al prisionero y tendría el impulso de retornar a la caverna, pero, si logra vencer dicha tendencia, pronto comprendería que esos objetos constituyen una realidad mucho más auténtica que la que percibía en la caverna.

En su conjunto la liberación y salida del prisionero de la caverna simboliza el pasaje del mundo estrecho y limitado de todos los días que se percibe por medio de los sentidos, al mundo de las ideas, únicamente accesible por medio de la razón." 

Pero, ¿qué es el mundo de las ideas?




Encontrá el texto completo de G. Obiols en:

http://filosofiaprofebasilio.blogspot.com.ar/2013/05/platon-y-la-alegoria-de-la-caverna.html


La alegoría de la caverna en
"La educación Prohibida"





Heidegger y la dictadura del “se"

A. Carpio; Principios de filosofía

Una posible adaptación de la alegoría de la caverna y de los conceptos de Doxa y Episteme a nuestro mundo actual es la que plantea Adolfo Carpio en su famoso libro "Principios de Filosofía"



"Con expresiones de la filosofía de la existencia, se dirá entonces que, en primera instancia, y ante todo, vivimos en el anonimato, en el olvido de nosotros mismos, porque en nuestra vida diaria somos, no nosotros mismos como auténticas personalidades libres, sino que nos encontramos sometidos al poder de un tirano impersonal, que en términos sociológicos puede denominarse "la gente", y que en términos filosóficos llama Heidegger el "se" o el "uno". En efecto, en la mayor parte de nuestros actos no nos comportamos como personas autónomas que libremente deciden hacer esto o lo otro, sino que hacemos lo que la "gente" hace; compramos un aparato de televisión o nos cortamos el cabello de cierta manera, porque "la gente" ve televisión, porque "se" usa tal corte de cabello, "uno" compra tal diario presuntamente intelectual porque es lo que "se" lee. Se trata entonces de actitudes, inclusive de "ideas", que se adoptan por una especie de imposición del medio social en que se vive; y en todos esos casos es el "se", el "uno", el impersonal, el que decide, y no nosotros mismos; y esa tiranía o dominación impide entonces que llevemos una existencia auténtica, nos impide descubrirnos en lo que nosotros mismos somos, y oculta nuestra verdadera realidad con la especie de máscara que nos impone. Y es preciso no perder de vista que el impersonal no sólo dicta las modas en materia de ropas o peinados, sino que también hay modas en el campo de las ideas, esto es, ideas impuestas por "la gente": son muchos, en efecto, los que participan de determinadas ideas políticas porque son las ideas políticas de moda, lo que "queda bien", lo que ahora "se" piensa -como si el impersonal pudiese pensar, y olvidando que el pensar es siempre eminentemente personal."




La Alegoría de la Caverna en Mentira la Verdad.






Doxa y episteme


Uno de los significados de la alegoría de la caverna es la distinción que hace Platón entre el verdadero conocimiento y la mera opinión o percepción. Platón continúa la lucha de Sócrates contra los relativistas e intenta transmitir por medio de este relato que así como existen distintos pareceres también existen verdades universales y objetivas. El prisionero que sale de la caverna conoce la verdadera realidad y sale de la ignorancia. Comprende que todo lo que había vivido hasta el momento era un engaño, que tenía una falsa visión de las cosas, que hasta el momento solo conocía "las sombras", es decir, meras apariencias, pero no conocía las cosas "en sí mismas", la verdadera realidad.
El prisionero de la caverna es prisionero principalmente de la ignorancia. No conoce, tiene impresiones, percibe, se fía de los sentidos y de la costumbre, cosas de las que todo filósofo debe desconfiar. Respecto a los sentidos Sócrates dice en el Fedón:
-"¿Y qué hay respecto de la adquisición misma de la sabiduría? ¿Es el cuerpo un impedimento o no, si uno lo toma en la investigación como compañero? Quiero decir, por ejemplo, lo siguiente: ¿acaso garantizan alguna verdad la vista y el oído a los humanos, o sucede lo que incluso los poetas nos repiten de continuo, que no oímos nada preciso ni lo vemos? Aunque, si estos sentidos del cuerpo no son exactos ni claros, mal lo serán los otros. Pues todos son inferiores a ésos. ¿O no te lo parecen a ti? "(Fedon 65-B)
El cuerpo, los sentidos, no son medios adecuados y confiable para conocer. En cambio si podemos confiar en la razón: 
"¿No es, pues, al reflexionar, más que en ningún otro momento, cuando se le hace evidente algo de lo real? (65-C)
El filósofo es aquel que desconfía de "lo dado" y reflexiona para llegar a la verdad por sí mismo. Es la razón (y no los sentidos ni la costumbre) lo único que puede alumbrar el camino que nos saque de la caverna (ignorancia).

Platón es el primer filósofo que establece una clara distinción entre el verdadero conocer y la mera opinión, y para esto utiliza dos conceptos que resultan imprescindibles en su sistema filosófico: doxa y episteme.

La doxa es la "opinión", un pseudoconocimiento, es decir, no llega a ser conocimiento, porque no está fundamentado. En general nuestra opinión se basa o bien en nuestros sentidos, en nuestras apreciaciones (cosas en las que no debemos confiar) o en las opiniones de los demás. Dice Sócrates en el Fedro: 
"¿Qué de dónde deduzco esto? Pues verás. Henchido como tengo el pecho, duende mío, me siento capaz de decir cosas que no habrían de ser inferiores. Pero, puesto que estoy seguro de que nada de esto ha venido a la mente por sí mismo, ya que soy consciente de mi ignorancia, sólo me queda suponer que de algunas otras fuentes me he llenado, por los oídos, como un tonel. Pero por mi torpeza, siempre me olvido de cómo y de a quién se lo he escuchado" (Fedro, 235 C)
¿De dónde saca Sócrates lo que había dicho anteriormente? De la gente, de lo que "se dice". Sócrates se critica a sí miso para criticar disimuladamente este proceder tan común en la gente, el de repetir las cosas que por medio de los oídos nos van llenando de ideas ajenas (e infundadas) "como un tonel". Cómo Sócrates se reconoce ignorante admite no haber llegado a estas ideas por sus propios medios. Esta sería la segunda alternativa, averiguar las cosas por uno mismo, con la sola guía de la razón.

Solo así es posible llegar al conocimiento, o lo que Platón llama Episteme.

Actualmente se traduce el concepto de Episteme como "ciencia", sin embargo no es la ciencia, como la conocemos actualmente, a la que se refiere Platón. Para los griegos "ciencia" es aquel conocimiento fundamentado racionalmente.

Entonces, hay dos vías de acceso al conocimiento (y dos clases de conocimientos): o bien conocemos por lo que dicen los demás: doxa- saber vulgar, opinión; o conocemos por haberlo averiguado por nosotros mismos.

En El Alcibíades, Sócrates le pregunta al joven aristócrata si sabe lo que es la justicia. Este dice saberlo, entonces Sócrates le pregunta ¿quién es "que te enseñaba a distinguir lo justo de los injusto? ¿Quién es tal maestro? Dímelo por favor a fin de que me introduzcas junto a él como discípulo"

La conversación continúa  de esta manera:


"Alcibíades- ¡Ah! y aunque yo no tenga maestro, ¿crees tú que no pueda saber por otra parte lo que es justo y lo que es injusto? Sócrates- Lo sabrás, si lo has descubierto tú mismo. Alcibíades- ¿Y crees tú que no lo he podido descubrir?Sócrates- Lo habrás descubierto siempre y cuando lo hayas pretendido. Alcibíades- ¿Y piensas que  no lo habré pretendido?Sócrates. Lo habrás creído si creías ignorarlo"


Como Alcibíades se empecina en querer demostrar que llegó a tener una idea de la justicia por sí mismo asegura que en algún momento creyó ignorarlo, pero no puede dar cuenta del momento en que creía ignorarlo, porque ya desde niño no manifestaba duda alguna sobre lo que era justo e injusto. Por lo tanto tiene que aceptar que no llegó a descubrirlo por sí mismo. Entonces Sócrates concluye: 
"Entonces henos aquí vueltos al mismo punto. ¿de quién lo has aprendido?  Dímelo cuanto antes."
Y Alcibíades contesta: 
"De todo el mundo"
Y Sócrates, irónicamente le responde: 
"oh, ¿no es famoso maestro este, todo el mundo?"
Para Sócrates "todo el mundo" no es un buen maestro. Todo el mundo sabe qué es un caballo, pero no "todo el mundo" sabe cuál caballo es bueno para las carreras. Del mismo modo no "todo el mundo" sabe qué medicamento conviene a un enfermo.  Para todas estas cosas se precisan especialistas y para todas estas cosas hay un verdadero conocimiento (episteme) y un falso conocimiento (doxa, opinión). Muchos son los que creen saber, pero muy pocos los que saben. 



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