lunes, 15 de junio de 2015

El realismo aristotélico



Esta imagen pertenece al cuadro "la escuela de Atenas", de Rafael, en el centro de la escena se puede ver a Platón señalando hacia arriba (haciendo alusión al mundo de las ideas) y a su discípulo, Aristóteles, con la palma hacia abajo, como si dijera "no vueles tan alto Platón, el mundo está aquí abajo".


Las críticas a Platón

Aristóteles reconoce muchas deficiencias en la filosofía de su maestro. Por ejemplo, para explicar la contradicción de este mundo cambiante que vemos y tocamos, Platón plantea la existencia de otro mundo, muy distinto al nuestro -perfecto, inmóvil, inmutable- lo cual en lugar de hacer las cosas más sencillas duplica los problemas. La hipótesis de la existencia de este mundo inteligible, modelo de este mundo imperfecto y cambiante, nos muestra un mundo oscuro y complejo. De hecho Platón no logra explicar la relación de estos mundos más que por alegorías y mitos.

Aristóteles se da cuenta que el problema fundamental de la filosofía de Platón reside en otorgarle existencia a las ideas; el hecho de creer que las esencias existen más allá de los objetos concretos. 


¿Qué son las cosas?
La Sustancia, la forma y los accidentes

En vías de restaurar el error de su maestro Aristóteles postula la existencia de un solo mundo; el sensible, el mundo concreto que nos es asequible por medio de nuestra experiencia sensible. Este mundo que nos muestran los sentidos existe, no es mera apariencia ni copa de otro mundo mejor. Sin embargo, estas cosas particulares que se nos presentan (esta mesa, esta silla, este hombre, esta acción) tienen tanto características propias (únicas e irrepetibles) como también cosas en común; ciertas características universales que las reúne y les da identidad. De esta manera llegamos a comprender la “Forma”, algo muy parecido a lo que Platón llama esencia. En ambos casos se trata de esa “unidad” estable, de aquellos caracteres que comparten un conjunto de cosas, que las hace iguales entre si y les da consistencia. Pero la diferencia entre lo que Aristóteles llama Forma y la esencia platónica es que la primera no tiene una existencia trascendente, sino inmanente. Esto quiere decir que la forma no es algo ajeno a las cosas particulares, no está más allá, en otro mundo, sino que pertenece a las cosas mismas, es parte de ellas (en cambio las esencias platónicas son trascendentes, trascienden a las cosas, están en otro plano)

Para completar su teoría Aristóteles dice que toda sustancia está formada por dos elementos: forma y accidente. La forma es lo que hace que una cosa sea lo que es, es aquello que hace que varios elementos particulares formen una unidad. Los accidentes son las notas particulares de cada uno de esos elementos, lo que los hace únicos y diferentes. Por ejemplo, en una habitación me encuentro con una cantidad x de mesas, de diferentes formas, tamaños y colores. Por la simple percepción de los sentidos (vista, tacto, etc.) lo único que puedo decir es que estas cosas existen y que se parecen entre ellas sin llegar a ser iguales. Lo que las hace distintas son sus accidentes: el color, el material, lo gastadas o lo nuevas que estén. Pero hay algo que las hace iguales, esa es su forma. El acto de conocer requiere por lo tanto dar con la forma de las cosas. Ante la realidad múltiple y cambiante, la razón va más allá, abstrae, olvida las diferencias y retiene lo que une a esa multiplicidad. 


El conocimiento

El conocimiento, por lo tanto, se logra al abstraer (por medio de la razón) las notas particulares (que nos llegan en un primer momento por los sentidos) y dar con las formas. Conocer es conocer la forma que cada cosa posee. Por medio de la razón llegamos a poseer una imagen perfecta de lo que las cosas son (en su esencia, diría Platón), como si la mente fuere un espejo de la realidad. 
En síntesis, para el realista (tanto platónico como aristotélico) el conocimiento no es otra cosa que el reflejo de la realidad, este supone una adecuación perfecta entre la representación (idea/concepto) que poseemos y las cosas en sí mismas (forma /esencia). 



¿Qué es el realismo?
-Manuel García Morente-


Hemos entrado en el campo de la filosofía por la senda de la metafísica. Nos habíamos hecho la pregunta fundamental de la metafísica, que es la pregunta: ¿qué existe?; ¿quién existe?, y habíamos tropezado inmediatamente con la respuesta que el espíritu humano da espontánea, naturalmente, a esa pregunta. Esa respuesta está contenida en la metafísica realista, en el realismo. ¿Que quién existe? Pues existen las cosas, el mundo de las cosas y yo en ellas. Habíamos visto que esa contestación dada por el realismo implica que el mundo es lo que existe; el conjunto de todos los seres, de todas las substancias; que esas substancias, esos seres que existen están ellos también impregnados de inteligibilidad: son, y además de ser, tienen esencia: "son", y son inteligibles. 

La relación en que nosotros nos hallamos con ese mundo de cosas impregnadas de inteligibilidad, es una relación de conocimiento. Nosotros conocemos esas cosas. Para conocerlas, empezamos por formar conceptos de ellas; nociones, que reproducen las esencias de las cosas. Cuando tenemos formado un concepto de una cosa, entonces ya estamos armados para ir por el mundo, y cada vez que encontremos esa cosa, tener listo en nuestra mente el concepto que le corresponde; y entonces formular juicios de conocimiento, en donde se diga: esto es eso. 

Nada, pues, le sorprende al sabio cuya mente está llena de conceptos. Saber, para el realista, consiste en tener en la mente una colección, lo más variada, amplia y rica posible, de conceptos, que le permiten deambular por el mundo entre las realidades, sin sentirse nunca sorprendido; porque cada vez que encuentre algo, si es verdaderamente sabio tendrá en su mente el concepto correspondiente. Si encuentra algo que no conoce, se acercará más, mirará en ello; y o bien a una mayor proximidad logrará encontrar al fin el concepto que le corresponde, o formará de esa cosa nueva, de esa substancia nueva, que tiene delante, un concepto nuevo, y aumentará con ello el caudal de su saber. 

El conocimiento, pues, refleja en la mente la mismísima realidad. El conocimiento, para el realista, es eso: reflejo; y de esta manera entre el pensamiento del que conoce y la realidad no existe discrepancia alguna. El pensamiento es verdadero; Y esto quiere decir que entre él y la cosa –objeto del pensamiento– existe una perfecta adecuación. La verdad se define, en el realismo, por la adecuación entre el pensamiento y la cosa. Esa adecuación, ¿cómo se ha conseguido? Se ha conseguido mediante la recta formación de los conceptos. El trato continuo en nuestra vida con las cosas hace que la mente forme los conceptos. Si esos conceptos están bien formados, si han sido formados como es debido, entonces reflejan exactamente la realidad; son perfectamente adecuados a la realidad. Si no están bien formados esos conceptos, hay que corregirlos. 

En conclusión, la propensión natural del hombre es la de contestar a la pregunta metafísica señalando hacia las substancias individuales, cuyo concepto constituye el universo; y señalando hacia ellas no sólo en el sentido de decir que existen, sino además en el sentido de apresar qué son, lo que son, su esencia, además de su existencia. Así, durante siglos y siglos, la filosofía se ha sustentado en esa creencia en el realismo. 




Manuel García Morente, Lecciones Preliminares de Filosofía, lección IX

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