jueves, 13 de junio de 2019

¿Cómo identificar micromachismos?



Esta guía ha sido elaborada por Ana Requena, periodista y escritora que ha trabajado en varios medios de comunicación y en 2012 formó parte del equipo fundador de eldiario.es, en el que trabaja desde entonces. En 2014, lanzó el blog Micromachismos, un espacio para detectar, denunciar y hablar de machismos cotidianos.


Descarga el texto completo en pdf




“No seas tan bruta que pareces marimacho. Si no quieres que te miren no te pongas escote. Los chicos no lloran. Tienes que esperar a que él te pida salir, ¿qué van a pensar si no? Tú eres el hombre, tienes que lanzarte. Corres como una chica. Si te hacen comentarios por la calle es por cómo vas vestida. ¿De verdad vas a apuntarte a ballet, tío? No seas exagerada, no creo que haya sido para tanto eso que te ha pasado en la calle. Una mujer tiene que ser discreta. Venga tío, no puede ser que tengas miedo.


¿Te suenan algunas de estas frases? Hombres y mujeres estamos acostumbrados a convivir con ciertas situaciones, comentarios y expectativas desde que somos pequeños. Para las mujeres, es frecuente que los hombres nos hagan comentarios sexuales o sobre nuestro físico cuando vamos por la calle o estamos en algún lugar, que nos insistan en que tenemos que tener cuidado cuando volvemos solas a casa de noche, que nos digan cómo tiene que ser nuestro cuerpo para ser consideradas guapas, que resten importancia a lo que decimos o que ni siquiera nos miren cuando hablamos. A los hombres les insisten para que sean y parezcan fuertes: no está bien visto mostrar sentimientos o ser sensible, hay que ser lanzado, tomar siempre la iniciativa, los chicos tienen que dominar las relaciones, no pueden mostrar debilidad.


Tan acostumbrada está toda la sociedad a estas situaciones que casi las vivimos con normalidad. Muchas veces estos comentarios o hechos pasan inadvertidos, se les quita importancia o, si nos quejamos, es fácil que escuchemos un “no es para tanto”, un “no exageres” o un “es lo normal”. Pero que sucedan mucho no significa que sean normales o que no podamos (y debamos) aspirar a cambiar las cosas. Porque, ¿cómo nos hacen sentir estas situaciones?, ¿qué sientes cuando sales de casa con minifalda?, ¿te gustaría poder estar triste en público o llorar sin sentir que alguien va a pensar que no eres un chico duro?, ¿te gustaría simplemente ser y expresarte como te apetezca sin que nadie se juzgue en función de si eres chica o chico?


El primer paso para producir un cambio es nombrar lo que sucede. Este conjunto de ideas preconcebidas, de prejuicios y comportamientos diferenciados que hay en la sociedad es el machismo. Cada sociedad atribuye a cada sexo unos atributos, estereotipos y características generales.


• Si has nacido hombre se esperará de ti, por ejemplo, que no muestres tus sentimientos, que te comportes de forma dura y agresiva y que lleves las riendas de las relaciones.


• Si eres mujer se esperará, entre muchas otras cosas, que seas sensible, poco mañosa para las labores técnicas o para ciertos deportes, que te gusten los niños y que estés preocupada por tu imagen.


“Las mujeres son sensibles e intuitivas, los hombres son fuertes y racionales”. “Las mujeres son cariñosas y se les da bien cuidar, los hombres son más duros y se les da mejor la ciencia”. Es lo que llamamos “género”, que la Organización Mundial de la Salud define como “los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres. Las diferentes funciones y comportamientos pueden generar desigualdades de género, es decir, diferencias entre los hombres y las mujeres que favorecen sistemáticamente a uno de los dos grupos”.


Para los comportamientos y gestos de machismo cotidiano, con los que convivimos diariamente, se ha acuñado un término: micromachismos. Su uso se ha extendido y está sirviendo para poner nombre a lo que vivimos las mujeres en nuestro día a día y para señalar tópicos y estereotipos que son dañinos para todos. El machismo y los micromachismos no son cosas diferentes, pero el término micromachismo se ha popularizado para referirse a los gestos de machismo cotidiano: pasan a menudo, todos los días, pero solemos justificarlos o despreciarlos e, incluso, ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí. Con este término mucha gente está identificando algunas situaciones que antes no veían y muchas mujeres lo están usando para nombrar y contar cosas que les pasan y que quizá antes no se discutían tanto públicamente.


A pesar de lo acostumbrados que estamos a estos micromachismos y de que se les intente quitar importancia, que existan es sólo un síntoma de hasta qué punto la sociedad tiene interiorizadas muchas ideas machistas. Cuando permitimos que este machismo diario exista estamos contribuyendo a crear una sociedad en la que es normal que a las mujeres se las trate de una manera diferente y condescendiente, una sociedad en la que las mujeres somos juzgadas por unos hechos y comportamientos y los hombres no.


Si ellos tienen muchas relaciones son unos crack, unos conquistadores; si nosotras hacemos lo mismo, somos chicas fáciles. Para ver con claridad hasta qué punto son importantes los micromachismos podemos fijarnos en la pirámide de la violencia machista.


Amnistía Internacional la dibuja como un iceberg:


• en la punta, la pequeña parte que se ve, está el asesinato de mujeres, la agresión física o la violación;


• más abajo, en la parte más cercana a la superficie pero ya sumergida, están las humillaciones y desprecios, el chantaje emocional, o las culpabilizaciones;


• en el fondo, en la parte más profunda, está el control, la publicidad sexista, la invisibilización de las mujeres o los micromachismos de los que hablamos.


Este dibujo ilustra muy bien por qué debemos ocuparnos de los micromachismos. Los iceberg son masas compactas de hielo: solo una pequeña parte se ve pero esa punta es sostenida por una base enorme que no vemos a simple vista.
Con el machismo sucede algo muy parecido: con frecuencia vemos que se producen asesinatos por violencia de género y que muchas mujeres son víctimas de maltrato o de violencia sexual.


Sin embargo, esos casos son sólo la punta del iceberg, la parte más visible. Para que existan necesitan ser sostenidos por una base grande y fuerte que, muchas veces, no se ve. Esa base es el machismo cotidiano, el desprecio a lo femenino y a todo lo que tiene que ver con las mujeres.
Podríamos decir que estos comportamientos son la base sobre la que se sostienen hechos muy graves, como la violencia de género y sexual, las agresiones o el menosprecio a las mujeres.


Los celos y el “eres mía” en una pareja, que las mujeres sean “piropeables” y tocables en la calle o en un bar, que su opinión importe menos, que lo asociado a las mujeres esté peor considerado o que hacer algo “como una nenaza” o “como una chica” sea algo negativo son hechos que crean el caldo de cultivo para una sociedad en la que a las mujeres se las agrede e incluso asesina por el hecho de serlo.


Culpar a tu pareja, coaccionarla para que haga algo que en realidad no quiere, usar expresiones y amenazas sutiles son formas de micromachismos. ¿Te suenan?, ¿te han pasado a ti o a alguien que conozcas?, ¿alguna vez has hecho algo que no te apetecía solo por miedo a perder a una persona? Estas situaciones no son aceptables ni son propias de una relación de amor sana.


Pongamos otro ejemplo diferente para hablar de micromachismos en nuestras relaciones, en este caso familiares. Pensemos en la cena de Nochebuena de cada año: ¿quién la prepara? ¿quién se levanta para atender a los demás? ¿quién friega y recoge la cocina? ¿quién se ocupa de los regalos?


Seguramente en algún momento así has escuchado a algún hombre decirle a una mujer (su madre, su pareja, su hermana...) “¿Te ayudo?” Esperar a que sean ellas las que hagan las tareas menos agradables, intentar escaquearse porque sabes que al final tu madre se cansará y fregará ella, o asumir que un hombre “ayuda” en lugar de colaborar o hacer, también son estrategias micromachistas.


ADVERTENCIA: Muchos de estos comportamientos son faltas o delitos que podemos denunciar. Si alguien te intimida, te agrede o te toca, si alguien se exhibe delante de ti, puedes llamar a la policía o acudir a una comisaría. Es bueno que una persona de confianza te ayude o te apoye. Hay también asociaciones de mujeres en cada provincia y ciudad que dan apoyo psicológico y jurídico y a las que podéis acudir en busca de ayuda y orientación. Si te sientes mal por algo que te ha sucedido, pide ayuda.


¿Por qué no hacer nuestra propia pirámide?


• ¿Qué comportamientos y situaciones que percibes en el día a día crees que son más visibles y están más reconocidos y cuáles más escondidos e ignorados?


• ¿Cuáles crees que afectan más a tu vida o que pueden afectarte en el futuro?”


Estereotipos de género



“Los estereotipos de género son un grupo de características, modelos y roles que se le van a adjudicar a las personas según que hayan nacido con pene o con vagina. Esas ideas sobre los géneros se construyen y sostienen culturalmente a través de muchísimos dispositivos que la cultura masiva tiene para convencernos de que eso que se nos impone lo estamos eligiendo.

Desde que nacemos, vamos a ser inducides a través de los colores, juguetes, tratos, la educación escolar, los dibujos, series y películas, la literatura y todos los consumos masivos que se nos ofrecen.

Estos estereotipos que definen como tenemos que lucir y que debemos desear para encajar en ese molde imposible, nos hacen sentir vergüenza de nuestros cuerpos y nuestras elecciones, nos hace sentir que como somos no está bien.

Sin embargo, los seres humanos somos diverses y diferentes, y ser libres es expresar esa diversidad. Vivimos en una cultura que nos impone un modelo único de visibilidad y felicidad, un modelo inalcanzable, que excluye, discrimina, y nos siembra la vergüenza.

Les invitamos a todes a seguir mirando hacia afuera con mirada crítica, pero también a mirarse a ustedes mismes con mirada amorosa, a sacarnos de encima la vergüenza de no encajar y a tratarnos bien.” (Mujeres que no fueron tapa)


Los estereotipos de género tienen una función normalizadora, nos dicen cómo tenemos que ser, conforman nuestra subjetividad alentándonos a ser de una determinada manera porque así vamos a ser personas más queribles, más aceptadas, más deseadas. De lo contrario vamos a ser rechazados/as, a veces violentados/as o víctimas de burlas infinitas. Los hombres tenemos que ser fuertes y no mostrar debilidad, dice KALI HALLOWAY:

“Los bebés suelen comportarse de maneras que nuestra sociedad define como «femeninas». Como Real nos expone: las criaturas llegan a este mundo con una dependencia, expresividad y emociones idénticas, y con el mismo deseo de afecto físico. En los primeros estadios de la vida, todas las criaturas se ciñen más a lo que estereotípicamente se define como femenino. (…) La emocionalmente dañina masculinización comienza antes de la adolescencia para muchos chicos, en la más tierna infancia (…) A los chicos se les educa para eliminar esas emociones e incluso se les inculca que su masculinidad depende casi exclusivamente de ello.”

Las mujeres en cambio, deben ser bonitas y deben hacer todo lo posible por estar delgadas, por no tener arrugas ni bello en ninguna zona del cuerpo. Los mandatos son infinitos. Pero ahora les proponemos que pensemos en los mandatos que nosotres mismos nos imponemos, muchas veces sin darnos cuenta, al decir algunas frases “normalizadoras” como los siguientes ejemplos:


● “Los hombres no lloran.”

● “No seas maricón”

● “El fútbol es de hombres.”

● “¡Mira los bigotes que tiene, parece un hombre!”

¿Qué otros ejemplos se les ocurre?
¿Alguna vez dicjieron o escucharon estas frases?
¿Qué efecto creen que tienen sobre nosotrxs? ¿promueve nuestra libertad y nuestro bienestar? ¿Nos alienta a ser auténticas y a aceptarnos a nosotrxs mismxs?

No hay comentarios:

Publicar un comentario