lunes, 14 de marzo de 2016

Sócrates Vs. Callicles: Sobre la felicidad


"Gorgias" es uno de los tantos diálogos que escribió Platón, en él Sócrates discute con el afamado sofista que da título al libro, y con dos de sus discípulos, Polo y Callicles. La conversación comienza siendo sobre la retórica (el arte de persuadir) a la que Sócrates critica y opone a la filosofía (la búsqueda del verdadero saber). Luego se evalúan los pro y los contra de cada una de estas artes, se discute sobre la justicia y la injusticia, sobre  si conviene más llevar una vida justa y dedicada a la filosofía, o una vida injusta y basada en la mentira, y finalmente el tema recae en la felicidad. ¿Qué tipo de vida debemos llevar?  ¿Una vida desenfrenada y entregada al placer o una vida moderada, basada en la razón y el control de nuestras pasiones? A continuación un fragmento de este fabuloso diálogo.



Platón; Górgias

Callicles.- Pero voy a decirte con entera libertad lo que es lo bello y lo justo en el orden de la naturaleza. Para tener una vida feliz es necesario dejar que sus pasiones tomen el incremento posible y no reprimirlas. Cuando así han llegado al paroxismo se debe estar en disposición de satisfacerlas con valor y habilidad, satisfaciendo cada deseo a medida que nace (…)

Sócrates- Acabas de exponer con mucho valor y libertad tu pensamiento, Callicles; explicas con mucha claridad lo que los otros piensan, es cierto, pero no se atreven a decir. Te conjuro para que en todas las materias, procedas del mismo modo a fin de que veamos clarísimamente el género de vida que nos es preciso adoptar. Y dime: ¿sostienes que para ser como conviene, no se deben poner trabas a las pasiones, sino dejarlas acrecentarse todo lo posible y cuidando de tener con qué satisfacerlas, y que en esto consiste la virtud?

Callicles.- Sí, lo sostengo.

Sócrates.- Admitido esto, es una gran equivocación decir que los que nada necesitan son felices.

Callicles.- Si así fuera, nadie sería tan feliz como los cadáveres y las piedras.

Sócrates.- Pero también sería una vida terrible la de que tú hablas. (…)

Tolera que te explique un nuevo emblema salido de la misma escuela que el anterior. Mira si lo que dices de estas dos vidas, la desenfrenada y la moderada, no es como si supieras que dos hombres tiene cada uno un gran número de toneles; que los de uno de los dos hombres están en muy buen estado y llenos éste de vino, este otro de miel, un tercero de leche y otros de diferentes licores; que además los licores de cada tonel sólo se obtienen tras muchas molestias y son muy raros; que aquel hombre que llenó sus toneles no tiene que echar nada más en ellos en lo sucesivo y que por esto puede estar perfectamente tranquilo; el otro hombre puede, es cierto, procurarse los mismos licores tan difícilmente como el primero; sus toneles, en cambio, están podridos y agujereados, lo que le obliga a estar llenándolos incesantemente de día y de noche, so pena de verse presa de terribles disgustos. Este cuadro es la imagen de una y otra vida; ¿sigues diciendo que la del libertino es más feliz que la del moderado? ¿No te hace convenir este discurso en que la vida morigerada es preferible a la desarreglada o no te he convencido?




Callicles.- No me has convencido, Sócrates, porque este hombre cuyos toneles están siempre llenos no disfruta de placer alguno, y una vez que los ha llenado se encuentra en el caso de que antes hablé, de vivir como una piedra, sin experimentar en lo sucesivo placeres ni dolores. El placer y la dulzura de la vida consisten en derramar cuanto más posible en los toneles.

Sócrates.- Si hay que echar mucho es señal de que mucho se escapa, y para que así sea tiene que haber agujeros muy grandes.

Callicles.- Sin duda.

Sócrates.- La condición de que hablas no es, por cierto, la de un cadáver ni la de una piedra, sino la de una sima. Además, dime: ¿comparas eso al tener hambre y comer entonces?

Callicles.- Sí.

Sócrates.- ¿Y a tener sed y beber?

Callicles.- Sí, y sostengo que sentir esos apetitos y poder satisfacerlos es vivir dichoso.

Sócrates.- Muy bien, querido amigo, continúa como has empezado y procura no tener que avergonzarte. Pero que yo, por mi parte, tampoco me avergüence. Ante todo, dime si es vivir feliz tener sarna y comezón, poderse rascar a gusto y pasarse la vida rascándose.

Callicles.- ¡Qué absurdos dices y qué prueba de mal gusto das recurriendo a tan feos artificios!



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