"Yo no soy un hombre, soy dinamita"
Nietzsche (1844- 1900) es uno de los más
grandes filósofos de los últimos tiempos. Dio comienzo a la época contemporánea
al enfrentándose con toda la tradición filosófica de una manera agresiva y
demoledora. Consideraba que la historia
de la filosofía no era más que la
historia de un error, que había comenzado con Sócrates y la sobrevaloración
de la razón, lo cual es un síntoma de decadencia y debilidad. Desde entonces el
hombre se ha vuelto un animal doméstico, obediente e inofensivo, una oveja de
rebaño.
También criticó duramente al cristianismo, al
que consideraba un consuelo para los débiles, y se opuso a todo tipo de moral,
ya que esta reprime lo más instintivo del ser humano. Criticó a la ciencia y su ideal de objetividad.
Anunció la muerte de toda verdad absoluta con una de sus frases más polémicas:
"Dios ha muerto". Predicó
el comienzo de una nueva época: el nihilismo; el ocaso de la cultura
occidental, el derrumbe de sus creencias y sus valores más altos. Buscó en el
fondo del famoso amor por la verdad y encontró lo que se esconde detrás de esa
gran máscara: la voluntad de poder, la voluntad de ejercer nuestro poder sobre
las cosas.
El conocimiento, para Nietzsche, no es más
que un afán de imponerle al mundo nuestro orden, y un instrumento para dominar
a otros hombres. Su filosofía nunca pretendió ser un sistema que explique el
mundo, sino un conjunto de herramientas que permita destruirlo, hacer volar por
el aire los viejos ideales que han dominado al hombre por siglos.
Por eso llamaba a su filosofía la
"filosofía del martillo", cuya función era golpear sobre estos
ideales para mostrar lo que se esconde detrás: la voluntad humana, y el
ejercicio del poder. Sin embargo, no pretendió imponer nuevas verdades. "Yo no he de levantar ídolos”, decía, “Derribar ídolos (así llamo yo a los ideales)
es mi deber principal” (Nietzsche, El ocaso de los ídolos). Su filosofía
prendió ser un instrumento de liberación.
Escribía generalmente en aforismos, con
estilo irónico y mordaz, más cercano a la poesía y la literatura que a los
grandes sistemas filosóficos. Decía que escribía para los siglos posteriores,
porque había llegado demasiado pronto y los hombres de su época no estaban
listos para comprender su trágica sabiduría. En su último libro dejo escrito:
Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido a mi nombre el recuerdo de algo
gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la Tierra, de la más
profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjuro,
contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo
no soy un hombre, soy dinamita. (Nietzsche; Ecce Homo, 1908)
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