"Solo los poetas son lo suficientemente cándidos para inventar semejantes monstruosidades". C. Baudelaire.
Edvard Munch
pintó el grito en 1893, símbolo de la angustia y la desesperación existencial a
la que se enfrenta el hombre del siglo XX, descreído y desilusionado por los
tormentos de las guerras, vacío de fe y de esperanza, frente al espectáculo de
su minúscula existencia. Este es el panorama que describió Nietzsche a fines
del siglo XIX, presagiando los siguientes dos siglos que vendrían.
Ante la muerte de Dios surge el peligro
de un tremendo empobrecimiento del ser humano, de una horrible trivialización
de la vida y un desenfreno moral. La trascendencia se atrofia, lo sagrado
pierde todo valor, la vida se vuelve estúpida, carente de sentido.
Si Dios, como fundamento suprasensible y
meta de todo lo efectivamente real, ha muerto, nos hemos quedado sin
"brújula", sin sentido que darle a esta vida. La fórmula «Dios ha
muerto» comprende la constatación de que esa nada se extiende. Nada significa
aquí ausencia de mundo suprasensible.
Al perderse todos los valores que antaño
se consideraban absolutos, el hombre queda desorientado, lleno de
incertidumbres, la vida, la historia, carecen de sentido. Por eso Nietzsche se
pregunta:
« ¿No erramos a través de una
nada infinita?»
El nihilismo, «el más inquietante de todos los huéspedes» Se encuentra ante la puerta. Esto
nos obliga a reflexionar sobre lo que ha ocurrido ya con las verdades del mundo
y su relación con la esencia del hombre.
EL nihilismo comienza con la creación de
valores supremos, que luego caerán. La historia es cíclica, se repite. Primero
se crea, se inventa, se venera. Luego de desconfía, se enfrenta y finalmente se
destruye para luego volver a crear.
Si la primer etapa consiste en la
creación de valores absolutos, la segunda etapa consiste en la reflexión, el
cuestionamiento y el rechazo de las tradiciones. Es la etapa destructiva,
irrespetuosa de todo pasado, altiva y orgullosa, en la que el hombre no siente
respeto por nada. Esta fase es necesaria, pues antes de construir es preciso
derribar los falsos ídolos.
«¿Qué significa el nihilismo? Que los
valores supremos pierden validez». Por tanto, la civilización occidental se
quedará sin los valores que ha poseído hasta ahora: del «Dios es la verdad» se
pasará a decir que «todo es falso», se perderá el «sentido de la existencia»,
toda meta, todo «para qué» Nietzsche; Voluntad de Poder.
Pero el nihilismo tiene su cara
positiva, esta se puede ver en su última fase, y es que la pérdida de valores
debe llevar, en último término, a una nueva producción de valores. Este "momento"
del nihilismo es recorrido no por la reflexión de la razón, sino por algo
"instintivo”. Eso quiere decir que el hombre se encuentra en total
libertad de crear, pero sin venerar lo creado como si fuera algo extraño. El
hombre debe cobrar conciencia de su naturaleza creadora y proyectar nuevos
ideales, sabiéndose autor de los mismos. Esta última posibilidad es la que
predice Zaratustra con el nombre de Superhombre, el hombre libre de todo deber,
el hombre artista, creador, aquel que dice "si", en lugar de
"no", “quiero” en lugar de “debo”, aquel que es capaz de mandarse a
sí mismo, obedeciendo solamente a su voluntad.
El nihilismo en la literatura
E. Cambaceres; Sin Rumbo.
"Entregado Andrés a su negro
pesimismo, minada el alma por la zapa de los grandes demoledores modernos,
abismado el espíritu en el glacial y terrible "nada" de las doctrinas
nuevas, prestigiadas a sus ojos por el triste caudal de su experiencia,
penosamente arrastraba su vida en la soledad y el aislamiento.
Insensible y como muerto, encerrado dentro
de las paredes mudas de su casa, días enteros se pasaba sin querer hablar ni
ver a nadie, arrebatado en la corriente destructora de su siglo, pensando en
él, en los otros, en la miseria de vivir, en el amor -un torpe llamado de los
sentidos-, la amistad -una ruin explotación-, el patriotismo -un oficio o un
rezago de barbarie-, la generosidad, la abnegación, el sacrificio -una quimera
o un desamor monstruoso de sí mismo-, en el cálculo de la honradez, en la falta
de ocasión de la virtud; y nada ni nadie hallaba gracia ante el fuero
inexorable de su amargo escepticismo. Ni aun el afecto de la madre, hijo tan
sólo del propio sufrimiento al ver sufrir a los hijos; ni aun Dios, un absurdo
espantapájaros inventado por la collonería de los hombres."
Turgueniev, Padres e
hijos.
Petrovich
se atusó los bigotes-. Pero bueno; y ese señor Basarov, personalmente ¿qué es?
-¿Que
qué es Basarov? -sonrió Arkadii-. ¿Es que quiere usted, tío, que yo le diga lo
que es?
-Hazme
el favor, sobrino.
-Pues
es nihilista.
-¿Cómo?
-preguntó Nikolai Petrovich; pero Pavel Petrovich levantó en el aire el
cuchillo, untado de manteca en su afilada punta, y quedóse inmóvil.
-Es
nihilista -repitió Arkadii.
-Nihilista
-recalcó Nikolai Petrovich-. Eso viene del latín nihil (nada),
según creo recordar; probablemente, esa palabra designa... que no cree en nada.
-Di
más bien que nada respeta -encareció Pavel Petrovich; y volvió a emprenderla
con su mantequilla.
-Que
a todo aplica su punto de vista crítico -observó Arkadii.
-¿Y
no viene a ser todo uno? -preguntó Pavel Petrovich.
-No;
no es todo lo mismo. El nihilista es un hombre que no acata ninguna autoridad,
que no tiene fe en ningún principio ni les guarda respeto de ninguna clase, ni
se deja influir por ellos.
-¿Y
eso está bien? -preguntó Pavel Petrovich.
-Según
se mire, tío. A unos les parece bien; a otros muy mal.
-¡Ya,
ya! Por lo que veo, eso no es para nosotros.
Nosotros,
gente de la vieja generación, suponemos que sin principios profesados con fe,
como tú dices, es imposible dar un paso ni descansar. Pues nosotros nos
limitamos a admirar a los señores... ¿Cómo dijiste?
-Nihilistas
-puntualizó Arkadii.
-Sí.
Antes eran hegelianos, pero ahora son nihilistas. Ya veremos cómo podéis vivir
en el vacío, en el espacio sin aire. Ahora haz el favor de llamar, Nikolai
Petrovich, que ya es hora de que tome yo mi cacao.
Ante la muerte de Dios surge el peligro
de un tremendo empobrecimiento del ser humano, de una horrible trivialización
de la vida y un desenfreno moral. La trascendencia se atrofia, lo sagrado
pierde todo valor, la vida se vuelve estúpida, carente de sentido.
Si Dios, como fundamento suprasensible y
meta de todo lo efectivamente real, ha muerto, nos hemos quedado sin
"brújula", sin sentido que darle a esta vida. La fórmula «Dios ha
muerto» comprende la constatación de que esa nada se extiende. Nada significa
aquí ausencia de mundo suprasensible.
Al perderse todos los valores que antaño
se consideraban absolutos, el hombre queda desorientado, lleno de
incertidumbres, la vida, la historia, carecen de sentido. Por eso Nietzsche se
pregunta:
« ¿No erramos a través de una nada infinita?»
El nihilismo, «el más inquietante de todos los huéspedes» Se encuentra ante la puerta. Esto
nos obliga a reflexionar sobre lo que ha ocurrido ya con las verdades del mundo
y su relación con la esencia del hombre.
EL nihilismo comienza con la creación de
valores supremos, que luego caerán. La historia es cíclica, se repite. Primero
se crea, se inventa, se venera. Luego de desconfía, se enfrenta y finalmente se
destruye para luego volver a crear.
Si la primer etapa consiste en la
creación de valores absolutos, la segunda etapa consiste en la reflexión, el
cuestionamiento y el rechazo de las tradiciones. Es la etapa destructiva,
irrespetuosa de todo pasado, altiva y orgullosa, en la que el hombre no siente
respeto por nada. Esta fase es necesaria, pues antes de construir es preciso
derribar los falsos ídolos.
«¿Qué significa el nihilismo? Que los valores supremos pierden validez». Por tanto, la civilización occidental se quedará sin los valores que ha poseído hasta ahora: del «Dios es la verdad» se pasará a decir que «todo es falso», se perderá el «sentido de la existencia», toda meta, todo «para qué» Nietzsche; Voluntad de Poder.
Pero el nihilismo tiene su cara
positiva, esta se puede ver en su última fase, y es que la pérdida de valores
debe llevar, en último término, a una nueva producción de valores. Este "momento"
del nihilismo es recorrido no por la reflexión de la razón, sino por algo
"instintivo”. Eso quiere decir que el hombre se encuentra en total
libertad de crear, pero sin venerar lo creado como si fuera algo extraño. El
hombre debe cobrar conciencia de su naturaleza creadora y proyectar nuevos
ideales, sabiéndose autor de los mismos. Esta última posibilidad es la que
predice Zaratustra con el nombre de Superhombre, el hombre libre de todo deber,
el hombre artista, creador, aquel que dice "si", en lugar de
"no", “quiero” en lugar de “debo”, aquel que es capaz de mandarse a
sí mismo, obedeciendo solamente a su voluntad.
El nihilismo en la literatura
E. Cambaceres; Sin Rumbo.
"Entregado Andrés a su negro
pesimismo, minada el alma por la zapa de los grandes demoledores modernos,
abismado el espíritu en el glacial y terrible "nada" de las doctrinas
nuevas, prestigiadas a sus ojos por el triste caudal de su experiencia,
penosamente arrastraba su vida en la soledad y el aislamiento.
Insensible y como muerto, encerrado dentro
de las paredes mudas de su casa, días enteros se pasaba sin querer hablar ni
ver a nadie, arrebatado en la corriente destructora de su siglo, pensando en
él, en los otros, en la miseria de vivir, en el amor -un torpe llamado de los
sentidos-, la amistad -una ruin explotación-, el patriotismo -un oficio o un
rezago de barbarie-, la generosidad, la abnegación, el sacrificio -una quimera
o un desamor monstruoso de sí mismo-, en el cálculo de la honradez, en la falta
de ocasión de la virtud; y nada ni nadie hallaba gracia ante el fuero
inexorable de su amargo escepticismo. Ni aun el afecto de la madre, hijo tan
sólo del propio sufrimiento al ver sufrir a los hijos; ni aun Dios, un absurdo
espantapájaros inventado por la collonería de los hombres."
Turgueniev, Padres e
hijos.
Petrovich
se atusó los bigotes-. Pero bueno; y ese señor Basarov, personalmente ¿qué es?
-¿Que
qué es Basarov? -sonrió Arkadii-. ¿Es que quiere usted, tío, que yo le diga lo
que es?
-Hazme
el favor, sobrino.
-Pues
es nihilista.
-¿Cómo?
-preguntó Nikolai Petrovich; pero Pavel Petrovich levantó en el aire el
cuchillo, untado de manteca en su afilada punta, y quedóse inmóvil.
-Es
nihilista -repitió Arkadii.
-Nihilista
-recalcó Nikolai Petrovich-. Eso viene del latín nihil (nada),
según creo recordar; probablemente, esa palabra designa... que no cree en nada.
-Di
más bien que nada respeta -encareció Pavel Petrovich; y volvió a emprenderla
con su mantequilla.
-Que
a todo aplica su punto de vista crítico -observó Arkadii.
-¿Y
no viene a ser todo uno? -preguntó Pavel Petrovich.
-No;
no es todo lo mismo. El nihilista es un hombre que no acata ninguna autoridad,
que no tiene fe en ningún principio ni les guarda respeto de ninguna clase, ni
se deja influir por ellos.
-¿Y
eso está bien? -preguntó Pavel Petrovich.
-Según
se mire, tío. A unos les parece bien; a otros muy mal.
-¡Ya,
ya! Por lo que veo, eso no es para nosotros.
Nosotros,
gente de la vieja generación, suponemos que sin principios profesados con fe,
como tú dices, es imposible dar un paso ni descansar. Pues nosotros nos
limitamos a admirar a los señores... ¿Cómo dijiste?
-Nihilistas
-puntualizó Arkadii.
-Sí.
Antes eran hegelianos, pero ahora son nihilistas. Ya veremos cómo podéis vivir
en el vacío, en el espacio sin aire. Ahora haz el favor de llamar, Nikolai
Petrovich, que ya es hora de que tome yo mi cacao.
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