A continuación algunos de los fragmentos más importantes de los dos primeros capítulos de las "Meditaciones Metafísicas"
Primera meditación. De las cosas que se pueden poner en duda
Primera meditación. De las cosas que se pueden poner en duda
1. Hace ya algún tiempo que me
di cuenta de que, desde mi infancia, había tenido por verdaderas numerosas
opiniones falsas, y que lo construido posteriormente sobre principios tan poco
firmes no podía dejar de ser altamente dudoso e incierto; de modo que debía
emprender seriamente por una vez en mi vida la tarea de deshacerme de todas las
opiniones que había tomado hasta entonces por verdaderas, y comenzar
completamente de nuevo, desde los cimientos, si quería establecer algo firme y constante
en las ciencias.
2. Pero, para cumplir tal
designio, no será necesario probar que son todas falsas (…) lo que sería un
trabajo infinito; sino que, ya que la ruina de los cimientos entraña
necesariamente la de todo el edificio, me concentraré primero en los principios
sobre los que todas mis antiguas opiniones se habían fundado.
3. Todo lo que hasta el
presente he tenido como lo más verdadero y seguro lo he aprendido de los
sentidos o por los sentidos: ahora bien, a veces he experimentado que esos
sentidos eran engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes
nos han engañado una vez.
4. Pero, aunque los sentidos
nos engañen a veces, en lo referente a cosas poco perceptibles y muy alejadas,
hay quizá muchas otras de las que no se puede razonablemente dudar, aunque las
conozcamos a través de ellos: por ejemplo, de que estoy aquí, sentado cerca del
fuego, vestido con una bata, sosteniendo este papel entre mis manos, y otras
cosas de esta naturaleza. ¿Y cómo podría negar que estas manos y este cuerpo
sean míos?
5. No obstante, tengo aquí que
considerar que soy hombre y, en consecuencia, que tengo costumbre de dormir y
de representarme en mis sueños las mismas cosas, o algunas menos verosímiles,
que esos insensatos cuando están despiertos. ¿Cuántas veces he soñado, durante
la noche, que estaba en este lugar, que estaba vestido, que estaba cerca del
fuego, aunque estuviese completamente desnudo en mi cama? Me parece ahora que
no miro este papel con ojos somnolientos; que esta cabeza que muevo no está
adormilada; que extiendo esta mano intencionadamente y con un propósito
deliberado, y que la siento: lo que ocurre en un sueño, sin embargo, no parece
ser tan claro ni tan distinto como todo esto. Pero, pensándolo cuidadosamente,
recuerdo haber sido a menudo engañado, mientras dormía, por semejantes
ilusiones. Y deteniéndome en este pensamiento, veo tan manifiestamente que no
hay indicios concluyentes, ni señales suficientemente seguras por las que se
pueda distinguir claramente la vigilia del sueño, que me quedo totalmente
asombrado; y mi asombro es tal, que es casi capaz de persuadirme de que duermo.
6. Supongamos ahora, pues, que
estamos dormidos, y que todas esas particularidades, a saber: que abrimos los
ojos, que movemos la cabeza, que extendemos las manos, y cosas semejantes, no
son más que falsas ilusiones; y pensemos que quizás nuestras manos, y todo
nuestro cuerpo, no sean tales como los vemos. No obstante, hay que confesar al
menos que las cosas que se nos representan en el sueño son como cuadros y
pinturas, que no pueden estar hechas más que a semejanza de algo real y
verdadero; y que así, al menos, esas cosas generales, a saber: los ojos, la
cabeza, las manos, y todo el resto del cuerpo, no son cosas imaginarias, sino
verdaderas y existentes. Así, ciertamente, los pintores, incluso cuando se
emplean con el mayor artificio en representar sirenas y sátiros mediante formas
extrañas y extraordinarias, no les pueden atribuir, sin embargo, formas y
naturalezas completamente nuevas; simplemente hacen una cierta mezcla y
composición con los miembros de diversos animales; o bien, si acaso su
imaginación fuera lo suficientemente extravagante como para inventar algo
nuevo, tal que jamás hubiéramos visto nada semejante, y que así su obra nos
representara algo puramente fingido y absolutamente falso, al menos es cierto
que los colores que lo componen serían verdaderos.
7. De ese tipo de cosas es la
naturaleza corporal en general, y su extensión; como lo es la figura de las
cosas extensas, su cantidad o magnitud, y su número; y el lugar en el que
están, el tiempo que mide su duración, y otras semejantes.
8. Por ello, no será, quizás,
errónea nuestra conclusión si decimos que la física, la astronomía, la medicina
y todas las demás ciencias que dependen de la consideración de cosas compuestas
son altamente dudosas e inciertas; mientras que la aritmética, la geometría, y
las demás ciencias de esta naturaleza, que sólo tratan de cosas muy simples y
generales, sin preocuparse mucho de si se dan o no en la naturaleza, contienen algo
de cierto e indudable. Pues, tanto si estoy despierto como si duermo, 2 y 3
sumarán siempre cinco, y el cuadrado nunca tendrá más de cuatro lados; y no
parece posible que verdades tan manifiestas puedan ser sospechosas de ninguna
falsedad o incertidumbre.
9. No obstante, hace mucho
tiempo que tengo en mi mente cierta opinión según la cual hay un Dios que todo
lo puede, y por quien he sido creado y producido tal como soy. Pero ¿quién
podría asegurarme que ese Dios no ha hecho que no exista ninguna tierra, ningún
cielo, ningún cuerpo extenso, ninguna figura, ninguna magnitud, ningún lugar, y
que sin embargo yo tenga la percepción de todas esas cosas, y que todo eso no
me parezca que exista de otro modo que yo lo veo? E incluso, como juzgo que a
veces los demás se equivocan, aun en las cosas que creen saber con mayor
certeza, podría ocurrir que hubiera querido que yo me equivoque cada vez que
sumo 2 y 3, o cuento los lados de un cuadrado, o considero cualquier cosa aún
más fácil, si es que podemos imaginar algo más fácil que eso. Pero quizás Dios
no ha querido que fuese engañado de tal modo, ya que es soberanamente bueno.
10. Supondré que hay, pues, no
un verdadero Dios, que es la soberana fuente de verdad, sino un cierto genio
malvado, no menos astuto y engañador que poderoso, que ha empleado toda su
industria en engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores,
las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que vemos no son más que
ilusiones y engaños, de los que se sirve para sorprender mi credulidad. Me
consideraré a mí mismo como carente de manos, de ojos, de carne, de sangre,
como carente de sentidos, pero creyendo falsamente tener todas estas cosas.
Permaneceré obstinadamente ligado a este pensamiento; y si, de este modo, no está
en mi poder alcanzar el conocimiento de verdad alguna, al menos estará en mi
poder suspender el juicio. Por ello, evitaré cuidadosamente admitir en mi
creencia ninguna falsedad, y prepararé tan bien a mi mente para todas las
astucias de ese gran engañador que, por poderoso y astuto que sea, jamás podrá
imponerme nada.
Segunda meditación. De la
naturaleza de la mente humana: que es más fácil de conocer que el cuerpo
11 La meditación que hice ayer
me ha llenado la mente de tantas dudas que, en adelante, ya no está en mí poder
olvidarlas. Y sin embargo no veo de qué modo podría resolverlas; así, como si
hubiera caído de repente en aguas muy profundas, me encuentro tan sorprendido
que ni puedo asegurar mis pies en el fondo ni nadar para mantenerme en la
superficie. No obstante, me esforzaré y seguiré, sin desviarme, por el mismo
camino por el que había transitado ayer, alejándome de todo aquello en lo que
pudiera imaginar la menor duda, al igual que haría si supiese que es
absolutamente falso; y continuaré siempre por este camino hasta que encuentre
algo cierto o, por lo menos, si no puedo hacer otra cosa, hasta que haya
comprendido con certeza que no hay nada cierto en el mundo. Arquímedes, para
mover el globo terrestre de su lugar y llevarlo a otro, sólo pedía un punto de
apoyo firme y seguro. Del mismo modo podría yo concebir grandes esperanzas si
fuera lo bastante afortunado como para encontrar una sola cosa que fuera cierta
e indudable.
12. Supongo, pues, que todas
las cosas que veo son falsas; y me persuado de que jamás ha existido nada de
todo aquello que mi memoria, llena de mentiras, me representa; pienso que no
tengo sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el
lugar no son más que ficciones de mi mente. ¿Qué es, pues, lo que podrá
estimarse verdadero? Quizá ninguna otra cosa excepto que no hay nada cierto en
el mundo.
13. Pero ¿qué sé yo si no hay
alguna otra cosa diferente de las que acabo de considerar inciertas y de
las que no puede caber la menor duda? ¿No hay algún Dios o cualquier otro poder
que me ponga en la mente estos pensamientos? Eso no es necesario, ya que quizás
sea yo capaz de producirlos por mí mismo. Pero, al menos, ¿no soy yo acaso
alguna cosa? Pero ya he negado que tuviese sentidos o cuerpo alguno. Dudo, sin
embargo, pues ¿qué se sigue de ello? ¿Dependo hasta tal punto de mi cuerpo y de
mis sentidos que no pueda ser sin ellos? Pero me he persuadido de que no había
absolutamente nada en el mundo: ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos;
¿no me he persuadido, pues, de que yo no existía? No, ciertamente,
probablemente exista, si me he persuadido, o solamente si he pensado algo. Pero
hay un engañador, muy poderoso y muy astuto, que emplea toda su industria en
que me engañe siempre. No hay pues duda alguna de que existo, si me engaña; y
que me engañe tanto como quiera, que nunca podría hacer que yo no fuera nada
mientras yo piense ser algo. De modo que, tras haberlo pensado bien y haber
examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir finalmente y tener
por establecido que esta proposición: "yo soy, yo existo" es
necesariamente verdadera todas las veces que la pronuncio o que la concibo en
mi mente.
14 Encuentro aquí que el
pensamiento es un atributo que me pertenece: es el único que no puede ser
separado de mí. "Soy, existo": esto es cierto; pero ¿durante cuánto
tiempo? A saber: tanto tiempo mientras piense.
15 ¿Qué es, pues, lo que soy?
Una cosa que piensa. ¿Y qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que
concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina,
también, y que siente.
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