“Acaso sea la promesa de que la
felicidad es aquello que se recibe por establecer las relaciones correctas la
que nos orienta a relacionarnos con determinadas cosas. La felicidad
dicta la organización del mundo.”
“Retomando el abordaje que esbocé en Queer
Phenomenology, me interesa explorar aquí de qué manera nos vemos direccionados por la promesa de la felicidad,
entendiendo por ello la promesa de que si seguimos tal o cual camino habremos de ser felices. Dicha
promesa es responsable de la proximidad de ciertos objetos, y afecta el modo en que el mundo se organiza
a nuestro alrededor.”
“La felicidad es una expectativa de algo que habrá de venir, y una expectativa que
produce diferencias entre las cosas, sin importar si dichas cosas existen o no
como objetos en el presente. A la niña, por ejemplo, se le puede decir que
imagine la felicidad representándose ciertos eventos futuros, como por ejemplo
el día de su boda, "el día más feliz de tu vida".
“La propia expectativa
de la felicidad nos brinda una imagen precisa del futuro. Es por ello
que la felicidad brinda el marco
emocional para las decepciones, aun sin necesidad de darse: basta con
que esperemos la felicidad de "esto o aquello" para que podamos
experimentar "esto o aquello" como objetos de decepción. Nuestras
expectativas vienen de algún lugar. Pensar la genealogía de las expectativas
implica también pensar acerca de la
promesa y de cómo esta nos guía
en determinada dirección, esa dirección de la que tanto esperamos. Podríamos
decir que se promete la felicidad por medio de la proximidad a ciertos objetos.
La palabra "objetos"
hace referencia aquí no solo a cosas físicas o materiales, sino a lo que sea que
imaginemos podría conducirnos hacia la felicidad, como por ejemplo valores,
prácticas, estilos y aspiraciones. Hacer x o tener x podría ser lo que nos
prometa felicidad. La promesa de la felicidad adopta la siguiente forma: si
tienes esto o aquello, si haces esto o aquello, llegará la felicidad. En el
Crespúsculo de los ídolos, Nietzsche afirma que esto que aquí denomino la
promesa de la felicidad constituye la fórmula básica de toda religión y moral: "haz esto y
aquello, no hagas esto. Y aquello - ¡así serás feliz! ".
¿Es posible medir la felicidad?
“Richard Layard nos brinda un punto de
referencia útil. Sostiene que "la
felicidad consiste en sentirse bien, y la miseria en sentirse mal".
La felicidad es "sentirse bien", lo que implica que podemos medir la
felicidad porque podemos medir cuán bien se siente la gente (…). Según Layard;
"a la mayoría de las personas les resulta sencillo decir cuán bien se
sienten". La investigación de la felicidad se basa ante todo en el autoinforme: los estudios miden cuán
feliz dice que se siente una persona, y asume que quien dice ser feliz, es feliz.”
“No obstante, si de antemano se entiende que la felicidad es aquello que se anhela,
difícilmente podamos aceptar que preguntarle a alguien cuán feliz se siente
constituya una pregunta neutral. La misma no solo le pide que evalúe sus condiciones de vida, sino que las
evalúe en función de categorías cargadas de valores.”
El matrimonio
“Uno de los
principales indicadores de felicidad es el matrimonio. (…) El argumento es simple:
si una persona está casada, es más probable que sea más feliz que si no lo estuviera.
El hallazgo trae de la mano una recomendación: ¡cásese y será más feliz!”
“La ciencia de la felicidad redescribe corno bueno
aquello que las personas ya consideran bueno. En la medida en que promocionar aquello que causa
felicidad parece ser un deber de todos, la propia felicidad se vuelve un deber.”
Una obligación moral
“A la gente que no es feliz se la
considera carenciada, antisocial y patológica: "la gente infeliz tiende a ser solitaria y fuertemente
neurótica". Los individuos deben ser felices para los demás: la psicología
positiva describe este proyecto no como un derecho, sino más bien como una responsabilidad. En la medida en que alimentar nuestra propia
felicidad nos permite incrementar la felicidad de los demás, tenemos la
obligación de ser felices.”
Perfil de la persona feliz
“Un perfil de felicidad sería el perfil que
corresponde al tipo de persona que tiene mayores probabilidades de ser feliz,
como puede verse en la siguiente descripción:
La probabilidad de hallar personas felices aumenta
e n los países económicamente prósperos (…). Es más probable encontrar personas
felices en los grupos mayoritarios que entre las minorías, y más habitual en la
cima de la escala social que en la base (…) las personas felices parecen
relativamente saludables, física y mentalmente. Son activas y de mentalidad
abierta. Se sienten a cargo de sus vidas. Sus aspiraciones están ligadas a
cuestiones sociales y morales antes que a hacer dinero. En materia de política,
tienden a ubicarse en la variante conservadora del centro.
Por consiguiente, en la medida en que se desprenden
de determinadas ideas acerca de quién
es digno y tiene la capacidad de ser feliz "de la manera correcta", estas nociones
de felicidad traen aparejadas distinciones
morales y sociales.”
“Resulta así que la felicidad pasa a ser no solo aquello que se desea alcanzar, sino
también un modo de aumentar al máximo
las posibilidades de alcanzar
aquello que se desea.”
“En otras palabras, la atribución de felicidad
podría ser un modo de afectivizar
normas e ideales sociales, generando la idea de que la proximidad
relativa a estas normas e ideales contribuiría a alcanzar la felicidad.”
El buen gusto y el mandato moral.
“Como bien demostró Pierre Bourdieu en
su monumental La distinción, el
gusto es un tipo de orientación corporal muy específica que se organiza a partir de lo que ya ha sido
caracterizado como bueno
o como un bien mayor.
Aprendemos a diferenciar entre objetos elevados y
bajos aprendiendo a discernir qué sabe bien y qué es desagradable: el deleite y el disgusto son orientaciones no
solo corporales, sino también sociales. Cuando una persona dice
"¿cómo puede gustarte eso?" formula su juicio contra otro como un
rechazo a aceptar que a ella pudiera llegar a gustarle lo que le gusta al otro,
y dando a entender que ese objeto en el que inviste su felicidad no es
merecedor de ello. Esta diferenciación afectiva es la base de un a economía esencialmente moral en la que, como bien ha mostrado
Beverly Skeggs, las distinciones de mérito constituyen también distinciones sociales de valor. Lo que nos "gusta" revela si
tenernos o no "buen gusto".
La idea de orientación significa que somos
direccionados hacia una serie de objetos específicos a los que se ha atribuido
de antemano la idea de deleite, de ser aquellos de los que disfrutan quienes
tienen buen gusto. He planteado que los
objetos que salen a nuestro encuentro no son neutrales: cuando ingresan
en nuestra esfera traen ya determinado
valor afectivo, lo que significa que han sido investidos de valor
positivo o negativo. (…) Adquirirnos
hábitos, es decir, formas del buen gusto que saben diferenciar los objetos en
función de su valor afectivo y moral”
“La felicidad se convierte en un mandato moral”.
Capítulo 2: Feministas aguafiestas
“En 1960, el malestar que no tiene nombre reventó como un
forúnculo, destrozando la imagen de la feliz ama de casa estadounidense. En los
anuncios de televisión, las hermosas amas de casa seguían sonriendo (…) . Pero
de repente se empezó a hablar de la infelicidad real del ama de casa (…) aunque
casi todo el mundo que aludía a aquel tema hallaba alguna razón superficial
para restarle importancia.”
Betty Friedan, La mística de la feminidad
El modelo de felicidad americano para las
mujeres
“En La mística de la feminidad, Betty Friedan
identifica un problema que no tiene nombre y expone aquello que se agazapa,
latente, tras la imagen de la feliz ama de casa estadounidense.
Lo que se ocultaba bajo esta imagen revienta, como un forúnculo, y
deja al descubierto la infección que yace bajo su radiante sonrisa. Friedan
muestra así los límites de esta fantasía pública de felicidad. El ama de casa
feliz es una figura de fantasía que encubre los signos del trabajo bajo el
signo de la felicidad. La afirmación de que las mujeres son felices y que esta
felicidad radica en el trabajo que hacen permite justificar una división del
trabajo en función del género, no como un producto de la naturaleza, la ley o
el deber, sino más bien como la expresión de un anhelo y un deseo colectivo.
¿Qué mejor forma de justificar una distribución desigual del trabajo que
afirmando que dicho trabajo hace felices a las personas que lo realizan? ¿Qué
mejor forma de asegurar el consentimiento de algunas personas a desempeñar un
trabajo gratuito o mal remunerado que describiendo dicho consentimiento como el
origen de un sentimiento positivo?
(…) Veamos, por caso, el siguiente pasaje del
libro Happy Housewives [Amas de casa felices] , de Darla Shine:
"Quedarte
en casa dentro de una vivienda cálida y confortable, enfundada en tus pijamas y
pantuflas de peluche, bebiendo café mientras tus bebés juegan en el suelo y tu
maridito trabaja duro para pagar todo, eso no es desesperante. ¡ Madura! ¡
Basta de quejarte! ¡ Date cuenta de lo afortunada que eres!".
Ante los ojos de sus lectoras, Shine conjura una imagen muy
específica de aquello que hace felices a las amas de casa. Al conjurar esta
imagen -del ocio, la comodidad y la tranquilidad-, las invita a retornar a
cierto tipo de vida, como si aquella imagen fuera la realidad a la que las
mujeres renunciaron al hacer suya la causa feminista: su fantasía de la feliz
ama de casa es una fantasía blanca y burguesa del ayer, la nostalgia de un
pasado que para la mayoría de las mujeres nunca fue un presente posible, y que
hoy lo es todavía menos. Shine afirma que las mujeres decidieron "estar
desesperadas" y han sido traicionadas por el movimiento feminista que
"arruinó la situación de las mujeres en el hogar". (…) El libro de
Shine no es la excepción. En Internet, podemos observar toda una nueva
generación de blogueras que hacen suya la identidad de la "feliz ama de
casa" y aprovechan el espacio público que ofrecen las nuevas tecnologías
para hacer pública su afirmación de felicidad.
Esta afirmación insiste en considerar que el feminismo ha sido un
error, y en que es importante enseñar a las mujeres a ser felices: la felicidad
es ser una buena ama de casa, y es también aquello que se obtiene al ser buena.
Por lo general, en estos blogs encontramos recetas, consejos sobre las tareas
del hogar, reflexiones acerca de la maternidad y declaraciones de principios en
las que la feliz ama de casa es reconocida como una función y un deber social
que es preciso defender, casi como si el acto de habla soy u n ama de casa
feliz representara en sí mismo una rebelión contra cierta ortodoxia social.”
La educación de las mujeres según Rousseau
“Como explica Rousseau, "la educación
de las mujeres debe referirse a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse
amar y honrar por ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos de adultos,
aconsejarlos, consolarlos, hacerles la vida agradable y dulce: he ahí los
deberes de las mujeres en todo tiempo, y lo que debe enseñárseles desde su
infancia. Mientras no nos atengamos a este principio nos alejaremos de la meta,
y todos los preceptos que se les den de nada servirán ni para su felicidad ni para
la nuestra". Cualquier
desviación de los roles de género, entendidos en términos de que es preciso
entrenar a las mujeres para hacer felices a los hombres, constituye una
desviación de la felicidad común. Para Rousseau, la buena mujer tiene el deber de
mantener a la familia unida y preservar la integridad de su forma.
"¿Pensáis que una mujer amable y prudente, adornada con
semejantes talentos que consagra a la distracción de su marido, no añadiría
felicidad a su vida y no le impediría, cuando sale de su gabinete con la cabeza
agotada, ir en busca de entretenimientos fuera de su casa? ¿No ha visto nadie
reunidas de esta forma familias felices en las que cada uno sabe aportar la
suya a las distracciones comunes?"
Las mujeres deben aprender a hacer felices a los hombres para
mantener la familia unida e impedir que la recreación ocurra en otro lugar. El
deber de la mujer es contener a la felicidad dentro de la casa. (…) La hija
tiene el deber de reproducir la forma de la familia, lo que significa adoptar la
causa de la felicidad parental como si fuese la suya propia.
(…) La felicidad consiste en seguir los caminos de la naturaleza.
Las desviaciones de la naturaleza constituyen desviaciones del bien común.
Educar a las mujeres para que sean cualquier otra cosa que esposas de los
hombres significaría apartarlas de la naturaleza, y por ende de aquello que
puede prometerles la felicidad.”
La señora Dalloway, la novela de Virginia
Woolf.
“Seguir los caminos de la vida (matrimonio,
reproducción) es sentir que todo lo que hay por delante es una especie de
solemne avance, como si se viviera la vida de otra persona, limitándose a ir en
el mismo sentido que los demás, como si hubiera que dejar atrás todo propósito
personal, como si vivir no fuera otra cosa que continuar una serie de
movimientos que ya ha comenzado antes de que llegáramos.
La necesidad de mantenerse ocupada da cuenta de una tristeza
enorme. La necesidad de no verse desbordada por el dolor da cuenta de un dolor
enorme. Sin duda, el solo hecho de reconocer la tristeza y la decepción es una
ardua tarea cuando se vive una vida que debería ser feliz pero no lo es, que
debiendo ser plena se siente vacía.
No es solo que estos objetos no causen nuestra felicidad, sino que
nos recuerdan nuestra incapacidad de ser felices, encarnan nuestra decepción. Es
decir, la infelicidad viene por la incapacidad de ser felices por las cosas que
deberían hacernos felices.
Hay, creo que todos los sabemos, muchas personas que permanecen en
situaciones de infelicidad por miedo a causar la infelicidad de otras, a perder
la simpatía de los demás, a renunciar a la simpatía.
Como afirma Charlotte Perkins Gilman, "la
comodidad y la felicidad son muy probablemente resultado de un largo proceso de
adaptación. Nos gusta aquello a lo que nos hemos acostumbrado". Lo que subyace a esta adaptación es la
pérdida de otras formas de vida posibles. (…) La felicidad no es lo mismo que
la alegría de una utilización plena de tus capacidades.”
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