martes, 9 de agosto de 2016

Marx, un fantasma recorre Europa

A continuación compartimos un fragmento del libro "El Mundo de Sofía", de Jostein Gaarder, en donde el filósofo le explica a Sofía el materialismo histórico de Marx.







Marx y el materialismo histórico,
Base y superestructura

-¿Dijiste que era un «materialista histórico»?
-No era un «materialista filosófico», como los ato­mistas de la Antigüedad y el materialismo mecanicista de los siglos XVII y XVIII, pero pensaba que en gran medida son las condiciones materiales de la sociedad las que deciden cómo pensamos. También para la evolución histórica son decisivas las condiciones materiales.
Bastante diferente al «espíritu universal» de Hegel.
Hegel había señalado que la evolución histórica se mueve hacia adelante por una tensión entre contrastes, que a su vez es sustituida por un cambio brusco. Esta idea es continuada por Marx. Pero según Marx, Hegel lo expre­saba al revés (...) A la fuerza que impulsa la Historia hacia adelante, Hegel la llamaba «espíritu universal». Es esto lo que, según Marx, es poner las cosas al revés. Él quería mostrar que los cambios materiales son los decisivos

(...) A estas condiciones materiales, económicas y so­ciales de la sociedad, Marx las llamó base de la sociedad. A cómo se piensa en una sociedad, qué clase de institucio­nes políticas se tienen, qué leyes y lo que no es menos im­portante, qué religión, moral, arte, filosofía y ciencia, Marx lo llama supraestructura de la sociedad.
-Base y supraestructura, entonces.
-Ahora alcánzame el templo griego, por favor
-Aquí lo tienes.




-Esto es una copia reducida del viejo templo del Par­tenón de la Acrópolis (...) Ves que el edificio tiene un tejado muy elegante y elaborado. Puede incluso que en lo primero que uno se fije sea en el propio tejado y en la fachada. Eso es lo que po­dríamos llamar la «supraestructura». Pero el tejado no pue­de flotar en el aire.
Está sostenido por columnas.
Todo el edificio tiene ante sí un sólido fundamento, o una «base», que soporta toda la construcción. De la mis­ma manera Marx opinaba que las condiciones materiales levantan, en cierto modo, todo lo que hay de pensamientos e ideas en la sociedad. En este sentido la supraestructura de una sociedad es el reflejo de la base de la misma. (...)
Entiendo. ¿Pero vas a decir algo más sobre el tem­plo?
Sí, un poco más. Estudia detenidamente la base del templo e intenta describírmela.
Las columnas reposan sobre una base que consta de tres niveles o escalones.
De la misma manera también podemos distinguir tres niveles en la base de la sociedad. Lo más básico es lo que podemos llamar «condiciones de producción» de la sociedad, es decir las condiciones y los recursos naturales que existen en la sociedad, todo aquello que tiene que ver con el clima y las materias primas. Todo esto constituye los cimientos de la sociedad, y estos cimientos ponen límites clarísimos sobre qué tipo de producción puede tener esta sociedad. Y con ello, también se ponen límites muy claros sobre qué tipo de sociedad y qué tipo de cultura se puede llegar a tener en general.
Por ejemplo no se pueden pescar arenques en el Sahara, y tampoco se pueden cultivar dátiles en el norte de Noruega.
Justo. Lo has entendido. Pero también hay mucha diferencia entre la manera de pensar de la gente de una cultura nómada y la de un pueblecito pesquero del norte de Noruega. El siguiente nivel abarca las «fuerzas producti­vas» que existen en la sociedad. Marx se refiere con esto a la clase de herramientas y máquinas que se tienen.
Antiguamente se pescaba con barcas de remo, hoy se pesca con grandes barcos de arrastre.
Ya estás tocando el siguiente nivel de la base de la sociedad, es decir quién es el propietario de los medios de producción. A la propia organización del trabajo, es decir; a la división del trabajo y a las relaciones de propiedad, Marx las llamó relaciones de producción de la sociedad.
Entiendo.
Hasta aquí podemos concluir y decir que es el modo de producción de una sociedad el que decide las condiciones políticas e ideológicas que hay en esa socie­dad. No es una casualidad que hoy en día pensemos de un modo algo distinto, y que tengamos una moral distinta a la que existía en una antigua sociedad feudal. 
Entonces Marx no creía en un derecho natural vi­gente en todos los tiempos.
No, la cuestión de lo que es moralmente correcto es, según Marx, un producto de la base de la sociedad. No es, por ejemplo, una casualidad el que en las viejas socie­dades campesinas fueran los padres los que decidieran con quién se iban a casar sus hijos, ya que entraba en juego la cuestión de quién iba a heredar la granja. En una ciudad moderna las relaciones sociales son distintas. Aquí te pue­des encontrar con tu futuro esposo o esposa en una fiesta o en una discoteca, y si uno está suficientemente enamo­rado, encontrará, de alguna manera, un sitio donde vivir.
Yo nunca hubiera consentido que mis padres deci­dieran con quién tengo que casarme.
No, porque tú también eres hija de tu época. Marx señaló además que, por regia general, es la clase domi­nante de una sociedad la que decide lo que es bueno y lo que es malo. Porque toda la Historia es una historia de lu­chas de clases. Es decir, que la Historia trata, sobre todo, de quién va a ser propietario de los medios de producción.
- hoy se pesca con grandes barcos de arrastre.
Ya estás tocando el siguiente nivel de la base de la sociedad, es decir quién es el propietario de los medios de producción. A la propia organización del trabajo, es decir; a la división del trabajo y a las relaciones de propiedad, Marx las llamó relaciones de producción de la sociedad.
-Entiendo.
Hasta aquí podemos concluir y decir que es el modo de producción de una sociedad el que decide las condiciones políticas e ideológicas que hay en esa socie­dad. No es una casualidad que hoy en día pensemos de un modo algo distinto, y que tengamos una moral distinta a la que existía en una antigua sociedad feudal.



La Lucha de Clases y el progreso de la historia




–En todas las fases de la Historia ha habido, según Marx, un antagonismo entre las dos clases sociales domi­nantes. En la sociedad de esclavitud de la Antigüedad, el antagonismo estaba entre el ciudadano libre y el esclavo; en la sociedad feudal de la Edad Media entre el señor feu­dal y el siervo; y más adelante entre el noble y el burgués. Pero en la época del propio Marx, en lo que él llama una sociedad burguesa o capitalista, los antagonismos están ante todo entre el capitalista y el obrero o proletario. Exis­te, pues, un antagonismo entre los que poseen y los que no poseen los medios de producción. Y como la «clase supe­rior» no quiere ceder su predominio, un cambio sólo pue­de tener lugar mediante una revolución (...)

En el sistema capitalista el obrero trabaja para otro. Así el trabajo se convierte en algo fuera de él. El obrero es un extraño a su propio trabajo y por tanto también se con­vierte en un extraño a si mismo. Pierde su propia realidad humana. Marx dice con una expresión hegeliana que el obrero se siente alienado.
Yo tengo una tía que lleva veinte años en una fá­brica empaquetando bombones, de modo que no me cues­ta nada entender lo que dices. Dice que odia tener que ir al trabajo todas las mañanas.
Pero si odia su trabajo, Sofía, entonces, en cierta manera, también debe de odiarse a sí misma.
Desde luego, odia los bombones.
En la sociedad capitalista el trabajo está organiza­do de manera que el obrero está realizando, en realidad, un trabajo de esclavo para otra clase social. Así, el obrero transfiere su propia fuerza laboral, y con ello toda su exis­tencia humana, a la burguesía.
–¿Tan terrible es?
Estamos hablando de Marx. Tenemos que tener pre­sentes las condiciones sociales existentes a mediados del si­glo pasado. Y la respuesta es un sonoro «sí». El obrero tenía fácilmente una jornada laboral de doce horas, en unas frías naves de producción. La paga era a menudo tan escasa que también tenían que trabajar los niños y las mujeres que aca­baban de dar a luz. Todo esto llevó a condiciones sociales indescriptibles. En algunos lugares, parte del salario se pa­gaba en forma de aguardiente barato, y muchas mujeres se veían obligadas a prostituirse. Los clientes eran los «señores de la ciudad». En pocas palabras: precisamente mediante lo que sería la marca de nobleza del hombre, es decir, el tra­bajo, al obrero se le convertía en un animal.

-Pero el capitalismo es una etapa de la historia que será superado, porque el capitalismo es un sistema autodesctructivo, no tiene una dirección racional. Los capitalistan ganan cada vez más, para competir abaratan los costos, compran maquinarias, bajan los sueldos. Los trabajadores ganan cada vez menos y no pueden comprar los productos. La revolución es inminente-

-«A la propiedad privada capitalista le ha llegado su hora», dice Marx. Pronto nos encontraremos en una situación revolucionaria.
Entiendo.
Para resumir, acaba con que se levantan los proleta­rios asumiendo la propiedad de los medios de producción.
–¿Y entonces qué pasa?
–Durante un cierto período tendremos una nueva «sociedad de clases» en la que los proletarios mantendrán sometida por la fuerza a la burguesía. A esta etapa Marx la llamó dictadura del proletariado. Pero tras un período de transición, la dictadura del proletariado será sustituida por una «sociedad sin clases», o comunismo. En esta sociedad los medios de producción serán propiedad de «todos», es decir del propio pueblo. En una sociedad así cada uno «rendirá según su capacidad y recibirá según su necesi­dad». Además ahora el trabajo pertenecerá al propio pue­blo y cesará la «alienación» capitalista.
 Jostein Gaarder, El Mundo de Sofía





Un esquema conceptual del pensamiento de Marx



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