La crítica al cristianismo
Nietzsche es uno de los más férreos enemigos de la moral
cristiana. Desde su perspectiva el cristianismo encubre una moral de
esclavos, cuya única función ha sido domesticar a los hombres hasta
convertirlos en ovejas obedientes, incapaces de crear sus propios valores y
apartarse del rebaño.
Lo más
difícil –dice Nietzsche- es mandar, y
sobre todo mandarse a uno mismo. Por eso los hombres “débiles” (cuya voluntad de poder está debilitada), solo
desean obedecer. Esa es la razón por la cual precisan una región con una moral
rígida, con normas universales, que les digan qué está bien y qué está mal.
En su libro Así habló Zaratustra explica:
En
verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y todo su mal: en
verdad no los tomaron de otra parte, no los encontraron, estos no cayeron sobre
ellos como una voz del cielo. Para conservarse, el hombre empezó implantando
valores en las cosas. (Nietzsche, Así habló Zaratustra, “De las mil y única
meta”)
Esta
creación del bien y del mal, es totalmente humana; esto es lo que la religión
encubre. Por eso, dice Nietzsche, el cristianismo es una moral de esclavos,
todos obedecen, pero… “¿de qué manera inventó el hombre estos
conceptos? ¿Qué valor tienen en sí?” (Nietzsche, Genealogía de la moral)
Nietzsche señala que estos conceptos tuvieron una “gran
utilidad” para los hombres. Gracias a la moral “se ha encadenado muy bien al
hombre para que olvidase portarse como un animal”. De este modo el cristianismo
ha logrado pacificar, domesticar a los hombres más valientes y peligrosos.
Escuchemos nuevamente las palabras de Nietzsche:
“La moral es primero un medio de conservar la
comunidad, de una manera general, y para preservarla de su pérdida (…) debe
servirse de los medios de intimidación más temibles. Uno de estos medios más
violentos es la invención de un más allá con un infierno eterno.” (Nietzsche; El viajero y su sombra, § 44. Gradas de la moral)
Los
conceptos de bien y de mal, al igual que la idea del pecado, la culpa, o la de
un más allá en donde se puede llegar a cumplir un castigo eterno, han sido las
herramientas con las que, algunos hombres astutos, lograron dominar a una gran
masa de hombres fuertes y peligrosos. O, en otras palabras, las herramientas
con las que los sacerdotes lograron dominar a los guerreros.
Lo bueno según
Nietzsche
Sin bien el bien y el mal no existen, si existe “lo bueno
y lo malo”. ¿Pero cómo podemos juzgar qué es bueno y qué es malo más allá de
los valores cristianos? En un aforismo de “El anticristo” Nietzsche nos da su propia
definición de lo bueno y lo malo:
¿Qué es
bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad
de poder, el poder mismo. ¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad.
(Nietzsche, El anticristo, 2)
Para
Nietzsche es bueno lo que “acrecienta”, lo que “potencia”, lo que fortalece, lo
que permite el desarrollo de lo vital (de ahí que su filosofía sea denominada
“vitalismo”). Lo malo, por lo tanto es lo contrario: lo que debilita, lo que
impide el desarrollo y el acrecentamiento (lo que entristece diría Spinoza).
Esto es lo que ha hecho, según Nietzsche el cristianismo. Ha debilitado a la
humanidad con el único fin de poder ejercer un mayor dominio. Veamos cómo
describe Nietzsche qué es lo bueno y lo malo según la moral cristiana:
"Lo
nuevo es siempre el Mal, pues únicamente quiere conquistar, pisotear los
antiguos límites fronterizos y las antiguas piedades; ¡y sólo lo antiguo
constituye el Bien!" (Nietzsche, La gaya ciencia)
Para el cristianismo todo lo nuevo, lo distinto, lo
diferente, es malo. Solo lo inofensivo, lo obediente, lo que no intenta cambiar
el orden establecido es bueno. Esta moral solo lleva a la conservación y por lo
tanto al empobrecimiento de lo más vital. El cristianismo propone una moral “de
rebaño”, porque busca domesticar a
los hombres y volverlos obedientes ovejitas del rebaño, que sigan el camino que
les indica el pastor. La ética que propone Nietzsche en cambio, es una ética
subversiva, una ética de “guerreros”. “Quien
quiera que intente ser un creador en dominio del bien y del mal debe ser
primero un destructor y un quebrantador de valores”, dice en Así habló Zaratustra. Pues para crear
nuevos valores, nuevas maneras de valorar, se debe primero combatir los valores
imperantes de la sociedad y de la época. Es por eso también que sostiene:
Los
espíritus más fuertes y malvados son los que hasta ahora han contribuido en
mayor medida al progreso de la humanidad (...) agitaron armas, derribaron
límites fronterizos, vulneraron el espíritu de piedad; ¡pero crearon también
religiones y morales nuevas! (Nietzsche,
La gaya ciencia)
Los espíritus más fuertes son aquellos que son capaces de
llevar a cabo esta transvaloración. Y por hacerlo son también los más
“malvados”. Malvados desde la óptica de la moral vigente, porque vienen a
romper lo establecido. Pero una vez que el cambio triunfa aquello que era
considerado “malo” pasa a ser “bueno”. Por eso dice Nietzsche que los espíritus
más malvados son los que más contribuyeron al progreso de la humanidad. Sin
estos espíritus “libres” la humanidad no cambiaría.
¿Pero
quiénes son estos espíritus libres? Dice Nietzsche:
“Llamamos
espíritu libre al que piensa de otro modo al que pudiera esperarse de su
origen, de sus relaciones, de su situación y de su empleo o de las opiniones
reinantes en su tiempo. El espíritu libre es la excepción, los espíritus
siervos son la regla.” (Nietzsche; Humano demasiado humano)
Los
espíritus siervos son aquellxs que solo son capaces de obedecer los mandatos y
se aferran al pasado y los valores de su época. Los espíritus libres, quienes
son capaces de pensar y de vivir de otro modo, superando la moral de su época,
quebrantando los valores sin importar el juicio de lxs demás. Los espíritus
siervos las ovejas que siguen el rebaño, los espíritus libres las ovejas negras
que se apartan de la manada y señalando nuevos rumbos, construyendo nuevos
caminos.
Nietzsche
otorga un nuevo nombre para estos superadores de la humanidad: los superhombres.
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