martes, 11 de agosto de 2020

Descartes

 Fragmentos del "Discurso del método"



La razón, lo mejor repartido

El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más difíciles de contentar respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros  pensamientos por caminos diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.


Su estilo autoreferencial y el descubrimiento del método

(...) Puedo decir, que creo que fue una gran ventura para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas, con las que he formado un método, en el cual paréceme que tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar.

Pero me gustaría dar a conocer, en el presente discurso, el camino que he seguido y representar en él mi vida, como en un cuadro, para que cada cual pueda formar su juicio, y así, tomando luego conocimiento, por el rumor público, de las opiniones emitidas, sea este un nuevo medio de instruirme, que añadiré a los que acostumbro emplear.

Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he procurado conducir la mía.


Sobre las matemáticas:

Gustaba sobre todo de las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones; pero aun no advertía cuál era su verdadero uso y, pensando que sólo para las artes mecánicas servían, extrañábame que, siendo sus cimientos tan firmes y sólidos, no se hubiese construido sobre ellos nada más levantado.


Conclusión de la primer parte, hay que buscar en uno mismo:

Mas cuando hube pasado varios años estudiando en el libro del mundo y tratando de adquirir alguna experiencia, resolvíme un día a estudiar también en mí mismo y a emplear todas las fuerzas de mi ingenio en la elección de la senda que debía seguir; lo cual me salió mucho mejor, según creo, que si no me hubiese nunca alejado de mi tierra y de mis libros.



Para saber más de la obra les recomiendo el siguiente resumen:

https://www.biografiasyvidas.com/obra/discurso_metodo.htm

Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Resumen de Discurso del método, de René Descartes. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/obra/discurso_metodo.htm el 11 de agosto de 2020.

Encontrá también el libro completo en:

sábado, 8 de agosto de 2020

Nietzsche y la crítica a la razón y el conocimiento

Contra los filósofos y su supuesto afán de conocimiento 

"Yo no creo, por tanto, que un «instinto de conocimiento» sea el padre de la filosofía, sino que, aquí como en otras partes, un instinto diferente se ha servido del conocimiento (¡y del desconocimiento!) nada más como de un instrumento. (...) Pues todo instinto ambiciona dominar: y en cuanto tal intenta filosofar" (
Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §6)

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"Todos ellos [los filósofos] simulan haber descubierto y alcanzado sus opiniones propias mediante el autodesarrollo de una dialéctica fría, pura, divinamente despreocupada (...): siendo así que, en el fondo, es una tesis adoptada de antemano, una ocurrencia, una «inspiración», casi siempre un deseo íntimo vuelto abstracto y pasado por la criba de lo que ellos defienden con razones buscadas posteriormente: -(...) pícaros patrocinadores de sus prejuicios, a los que bautizan con el nombre de «verdades»" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §5) 

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"La mayor parte del pensar consciente de un filósofo está guiada de modo secreto por sus instintos (…) También detrás de toda lógica y de su aparente se encuentran valoraciones.” (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §3)

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"Los auténticos filósofos son hombres que dan órdenes y legislan (...) Su «conocer» es crear, su crear es legislar, su voluntad de verdad es - voluntad de poder" (
Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §211)

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¿Son esos filósofos venideros, nuevos amigos de la «verdad»? Es bastante probable: pues todos los filósofos han amado hasta ahora sus verdades. Mas con toda seguridad no serán dogmáticos. A su orgullo, también a su gusto, tiene que repugnarles el que su verdad deba seguir siendo una verdad para cualquiera: cosa que ha constituido hasta ahora el oculto deseo de y el sentido recóndito de todas las aspiraciones dogmáticas. «Mi juicio es mi juicio: no es fácil que también otro tenga derecho a él» - dice tal vez ese filósofo del futuro. Hay que apartar de nosotros el mal gusto de querer coincidir con muchos" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal,§43)

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Contra la razón y  el mundo verdadero

"¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia de los filósofos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno], - cuando hacen de ella una momia" (Nietzsche, El ocaso de los ídolos; 45)

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Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni del modo como creen los eleatas ni del modo como creía él, - ¡no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la sustancia, de la duración... La «razón» es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo «aparente» es el único: el «mundo verdadero» no es más que un añadido mentiroso... “ (Nietzsche, El ocaso de los ídolos, La razón en filosofía, 2)



Sobre el conocimiento y la voluntad de poder


"Pensar es un transformar falsificante, sentir es un transformar falsificante, querer es un transformar falsificante: en todo esto se halla la fuerza de asimilación, la cual presupone una voluntad de hacer algo igual a nosotros" (Nietzsche, Fragmentos póstumos [F.P])

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"Conocer es el camino para allegar a sentir que ya sabemos algo, pues, la lucha contra una sensación de algo nuevo y la conversión de lo aparentemente nuevo en algo viejo. (F.P)

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"¿Qué es lo único que puede ser el conocimiento? Interpretación, no explicación. (F.P.)

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"El pensar es, en última instancia, sometimiento y ejercicio del poder: un atar, unir, una clasificación de lo nuevo bajo series, etc."

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"Voluntad de poder como conocimiento: no conocer, sino esquematizar, imponerle al caos tanta regularidad y tantas formas como satisfagan nuestra necesidad práctica" (F.P.)





Contra Descartes


"¿Por qué no, más bien, la no-verdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §1)

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"Ambición [la de la «voluntad de verdad»] que continúa prefiriendo siempre un puñado de «certeza» a toda una carreta de hermosas posibilidades; acaso existan incluso fanáticos puritanos de la conciencia que prefieran echarse a morir sobre una nada segura antes que sobre un algo incierto" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §10)

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"Sigue habiendo cándidos observadores de sí mismos que creen que existen «certezas inmediatas», por ejemplo «yo pienso», o, y ésta fue la superstición de Schopenhauer, «yo quiero»: como si aquí, por así decirlo, el conocer lograse captar su objeto de manera pura y desnuda, en cuanto «cosa en sí», y ni por parte del sujeto ni por parte del objeto tuviese lugar ningún falseamiento. Pero que «certeza inmediata» y también «conocimiento absoluto» y «cosa en sí» encierran una contradictio in adjecto [contradicción en el adjetivo], eso yo lo repetiré cien veces: ¡deberíamos liberarnos por fin de la seducción de las palabras!


Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: «cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición `yo pienso' obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, - por ejemplo, que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto causado por un ser que es pensado como causa, que existe un ‘yo’ y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar, - que yo sé qué es pensar. Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez `querer' o `sentir'?


En suma, ese `yo pienso' presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que ya conozco en mí, para de ese modo establecer lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un `saber' diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una `certeza' inmediata.» - En lugar de aquella «certeza inmediata» en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: «¿De dónde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo, e incluso de un yo como causa, y, en fin, incluso de un yo causa de pensamientos?» El que, invocando una especie de intuición del conocimiento, se atreve a responder enseguida a esas cuestiones metafísicas, como hace quien dice: «yo pienso, y yo sé que al menos esto es verdadero, real, cierto» - ése encontrará preparados hoy en un filósofo una sonrisa y dos signos de interrogación. «Señor mío», le dará tal vez a entender el filósofo, «es inverosímil que usted no se equivoque: mas ¿por qué también la verdad a toda costa?» -" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §16)


Contra Kant y Hegel


"Aquellos obreros filosóficos modelados según el noble patrón de Kant y de Hegel tienen que establecer y que reducir a fórmulas cualquier hecho efectivo de valoraciones - es decir, de anteriores posiciones de valor, creaciones de valor que llegaron a ser dominantes y que durante algún tiempo fueron llamadas «verdades»" (MA: §24)


lunes, 3 de agosto de 2020

El sujeto de rendimiento



*Compartimos un capítulo del libro "La sociedad del cansancio" del filósofo surcoreano Byung-Chul Han titulado "Más allá de la sociedad disciplinaria"


"La sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya «sujetos de obediencia», sino «sujetos de rendimiento». Estos sujetos son emprendedores de sí mismos. Aquellos muros de las instituciones disciplinarias, que delimitan el espacio entre lo normal y lo anormal, tienen un efecto arcaico. El análisis de Foucault sobre el poder no es capaz de describir los cambios psíquicos y topológicos que han surgido con la transformación de la sociedad disciplinaria en la de rendimiento. Tampoco el término frecuente «sociedad de control» hace justicia a esa transformación. Aún contiene demasiada negatividad.

La sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad. La define la negatividad de la prohibición. El verbo modal negativo que la caracteriza es el «no-poder» (Nicht-Dürfen). Incluso al  deber(Sollen) le es inherente una negatividad: la de la obligación. La sociedad de rendimiento se desprende progresivamente de la negatividad. Justo la creciente desregularización acaba con ella. La sociedad de rendimiento se caracteriza por el verbo modal positivo poder(können) sin límites. Su plural afirmativo y colectivo «Yes, we can» expresa precisamente su carácter de positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía la rige el no. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados. 

El cambio de paradigma de una sociedad disciplinaria a una sociedad de rendimiento denota una continuidad en un nivel determinado. Según parece, al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción. A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza de pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer (Können), pues a partir de un nivel determinado de producción, la negatividad de la
prohibición tiene un efecto bloqueante e impide un crecimiento ulterior. La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder. El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia. Sin embargo, el poder no anula el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado. Ya ha pasado por la fase disciplinaria. El poder eleva el nivel de productividad obtenida por la técnica disciplinaria, esto es, por el imperativo del deber. En relación con el incremento de productividad no se da ninguna ruptura entre el deber y el poder, sino una continuidad.

Alain Ehrenberg sitúa la depresión en el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento:

El éxito de la depresión comienza en el instante en el que el modelo disciplinario de gestión de la conducta, que, de forma autoritaria y prohibitiva, otorgó sus respectivos papeles tanto a las clases sociales como a los dos sexos, es abandonado a favor de una norma que induce al individuo a la iniciativa personal: que lo obliga a devenir él mismo […]. El deprimido no está a la altura, está cansado del esfuerzo de devenir él mismo.

De manera discutible, Alain Ehrenberg aborda la depresión solo desde la perspectiva de la economía del sí mismo (Selbst). Según él, el imperativo social de pertenecerse solo a sí mismo causa depresiones. Ehrenberg considera la depresión como la expresión patológica del fracaso del hombre tardomoderno de devenir él mismo. Pero también la carencia de vínculos, propia de la progresiva fragmentación y atomización social, conduce a la depresión. Sin embargo, Ehrenberg no plantea este aspecto de la depresión; es más, pasa por alto asimismo la violencia sistémica inherente a la sociedad de rendimiento, que da origen a infartos psíquicos. Lo que provoca la depresión por agotamiento no es el imperativo de pertenecer solo a sí mismo, sino la presión por el rendimiento. Visto así, el síndrome de desgaste ocupacional no pone de manifiesto un sí mismo agotado, sino más bien un alma agotada, quemada. Según Ehrenberg, la depresión se despliega allí donde el mandato y la prohibición de la sociedad disciplinaria ceden ante la responsabilidad propia y las iniciativas. En realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardomoderna.

Alain Ehrenberg equipara de manera equívoca el tipo de ser humano
contemporáneo con el hombre soberano de Nietzsche: «El individuo soberano, semejante a sí mismo, cuya venida anunciaba Nietzsche, está a punto de convertirse en una realidad de masa: nada hay por encima de él que pueda indicarle quién debe ser, porque se considera el único dueño de sí mismo». Precisamente Nietzsche diría que aquel tipo de ser humano que está a punto de convertirse en una realidad de masa ya no es ningún superhombre soberano, sino el último hombre que tan solo trabaja.

Al nuevo tipo de hombre, indefenso y desprotegido frente al exceso de positividad, le falta toda soberanía. El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima. El sí mismo en sentido empático es todavía una categoría inmunológica. La depresión se sustrae, sin embargo, de todo sistema inmunológico y se desata en el momento en el que el sujeto de rendimiento ya no puede poder más.

Al principio, la depresión consiste en un «cansancio del crear y del poder hacer». El lamento del individuo depresivo, «Nada es posible», solamente puede manifestarse dentro de una sociedad que cree que «Nada es imposible». No-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada. La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad. Refleja aquella humanidad que dirige la guerra contra sí misma.

El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera, no está sometido a nadie, mejor dicho, solo a sí mismo. En este sentido, se diferencia del sujeto de obediencia. La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Esta autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia. Las enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica."


domingo, 2 de agosto de 2020

David Harvey, "Razones para ser anticapitalista"


 

* Este texto es la transcripción en español de la exposición de David Harvey en la conferencia internacional “The Future is Public” –Ámsterdam, diciembre de 2019–. 

Compartimos una selección de fragmentos.


Capitalismo y globalización

Marx escribió su obra a mediados del siglo XIX, cuando el capitalismo industrial era la forma de capital más influyente en esa época. Pero, en realidad, el capitalismo industrial solo dominaba una parte muy pequeña del mundo; a saber, Gran Bretaña, parte de Europa occidental, la costa este de los Estados Unidos, y eso es todo. El resto del mundo se relacionaba con el capital a través de las actividades de los comerciantes y el capitalismo comercial. Pero las relaciones sociales no eran globales. Sin embargo, una de las tesis sobre el capital  desarrolladas en el Manifiesto Comunista establece que este, para sobrevivir, debía desarrollar un mercado mundial, y por entonces el capital ya estaba en proceso de crearlo. Se trataba de una expansión geográfica. La expansión geográfica está acompañada por lo que Marx llamaba la aniquilación del espacio a través del tiempo, lo que significa que, si bien existía una expansión geográfica, la cantidad de tiempo que se demo- raba en llegar de una parte del mundo a otra se reduciría constantemente.

Ahora bien, es muy interesante que Marx haya realizado esta observación en 1848 o 1860. En la actualidad ya hemos llegado al punto en que el capital prácticamente domina cada rincón del mundo.

 

El capital crece

Una de las tesis con las que nos topamos una y otra vez sostiene que el capitalismo se trata de la acumulación infinita del capital; es decir, que el capital perdurará a lo largo del tiempo y se expandirá continuamente. Marx también destacó –y creo que esa observación es fundamental para comprender lo que sucede en la actualidad– cuál sería la forma del capital que podría expandirse sin límites: la forma dinero. Esa es la forma que puede expandirse.

No se trata solo de tener más al final del día, sino de que parte de ese excedente se reinvierta en generar más y más. Por ende, el crecimiento es significativo.

La principal motivación de la economía capitalista es la ganancia, lo que quiere decir que, al final del día, hay más de lo que había al comienzo de la jornada. Y si hay más al final del día, la pregunta es de dónde proviene y qué se hace con eso.

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En Grundrisse y El capital (volumen III), Marx hace una cita interesante sobre alguien que escribía a fines del siglo XVIII: un tal Dr. Price, quien en 1772 planteó algunas observaciones interesantes. Lo más importante acerca de estas observaciones fue que el doctor Price descubrió que existía algo llamado interés compuesto. Este tipo de interés es una fuerza muy poderosa, por lo que escribió brevemente al respecto. Expresó que, si hubiera invertido un penique con una tasa del 5% el día en que nació Jesucristo, habría obtenido, al día de hoy, un valor equivalente a 150 planetas Tierra de oro sólido.

Debo destacar que durante los primeros cincuenta años, más o menos, no percibimos este proceso. Luego, llegamos al punto de inflexión, comienza la aceleración y la curva de crecimiento exponencial.

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Usaré las cifras que brindó el economista Brad DeLong, quien sostiene que en 1950 la producción total de bienes y servicios en la economía mundial era el equivalente a unos cuatro billones de dólares de 1990. Hacia el año 2000, la cifra ya se había convertido en 40 billones. Y, en este momento, ronda los 80 billones. Al analizarlo, podemos observar que se duplica cada veinticinco años, así que sí eran 40 billones en el año 2000 esa cifra sería hoy equivalente a unos 80 billones. Esto significa que, más adelante, en el año 2050, serán 160 billones. Ya pueden imaginarse entonces hacia dónde nos dirigimos.

¿A dónde va el excedente de capital?

 

El mito de la “La mano oculta”

El capitalismo es un sistema gobernado por abstracciones y no por personas. No es otorgado y gobernado de manera activa y consciente. Todos le hacemos frente al mundo con conciencia, o tal vez no, pero el sistema no funciona de ese modo. Y, en cierto sentido, esta es una cuestión que Marx tomó de Adam Smith. Adam Smith dijo que no importaban las motivaciones individuales porque la mano oculta del mercado era la que regiría todo. Luego, Smith se refirió a los mecanismos que guiarían la evolución de las sociedades. De cierto modo, él creía que estos mecanismos eran guiados de manera benevolente, que crearían la riqueza y el poder, y los bienes y todo, para que el mundo fuese un lugar mejor.

La mano oculta (…) no lleva necesariamente a la tierra prometida (…) toma ese mundo de libertad e independencia individual, y lo que hace es construir un mundo de esclavitud salarial, peonaje por deudas, desigualdad.

Marx sostiene que debe realizarse a la inversa: lo que debemos hacer es construir una situación colectiva que emancipe al individuo al final del día. Debemos partir de la colectividad.

Ahora bien, existe una mitología sobre Marx, el marxismo y el socialismo, acerca de la renuncia a la individualidad emancipatoria en pos de la colectividad, pero eso no es por lo que Marx abogaba. Marx sostenía que debíamos abandonar esa forma de libertad individual que habíamos construido en los siglos XVII, XVIII y XIX. Debíamos renunciar a ello en busca de un proyecto colectivo que permitiera la emancipación del individuo.

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Ahora bien, algo que Marx se preguntaba era: ¿qué indica que un individuo está  verdaderamente emancipado? El tiempo libre desechable y lo que debería crear una sociedad que posee la cantidad máxima de tiempo libre desechable. Vivimos en un mundo en el que, de hecho, tenemos menos tiempo libre no reutilizable. Y una de las razones por las que la política es tan compleja es que las personas están tan atareadas todo el tiempo que no tienen tiempo de pensar, no tienen tiempo de reflexionar ni de organizarse políticamente.


Aumento del capital= aumento de la desigualdad y el descontento

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, dio una entrevista al Financial Times diez días antes del estallido social en Santiago, en la que declaró que su país era un oasis, ya que poseía el mayor ingreso per cápita y los mejores indicadores económicos, asegurando que todo estaba en orden en términos macroeconómicos, que Chile era un faro, un imán para todo el resto de América Latina en todo lo referente a la organización de la economía. Estaba encantado. Y diez días después, todo explotó. Entonces, no supo cómo manejarlo, no entendía lo que el pueblo estaba diciendo. Pero una y otra vez vemos movimientos que simplemente atestiguan que el modelo económico dominante no está funcionando para el pueblo, y las personas comprenden que no funciona y exigen algo diferente.

Surge entonces la pregunta acerca de por qué el modelo económico no funciona. ¿Qué ocurre con el capital en esta época que vuelve imposible su funcionamiento sin generar el tipo de violencia que ejerce sobre las sociedades en todo el mundo?

 



El Capitalismo actual y la sociedad de consumo

 Bauman, La modernidad líquida -Selección de fragmentos-


*Perdón por el formato, hay fragmentos que arrancan ya empezados, comenzar a leer a partir del punto seguido.

Modernidad sólida (el capitalismo industrial)


De los productores a  los consumidores (el capitalismo actual y la sociedad de consumo)



Los trabajadores (la mano de obra)



 

Los pobres frente al consumo



Los gobiernos frente al capital en el liberalismo



Lo privado sobre lo público