No
nacemos machos, cinco ensayos para repensar el ser hombre en el patriarcado.
Ediciones La social. -Selección de fragmentos-
Se
enseña a los hombres desde niños a no mostrar emociones o signos de debilidad:
a ocultar todo lo que lo acerque a lo femenino. Los hombres tenemos que demostrar
ser hombres de manera constante y periódica y la masculinidad existe en
oposición a lo femenino y es por eso se construye en relación a nosotros, las
parejas, los amigos, los colegas» « CRISTIAN GONZÁLEZ ARRIOLA
ROBERT
KAZANDJIAN, DESEMPEÑAR LA MASCULINIDAD.
(…)
Ver los partidos del United por la tele con mi padre comenzó a ser un ritual.
En la intimidad de nuestra estrecha sala me fijaba en su manera de actuar casi
tanto como lo que ocurría en el campo. Si aplaudía uno de los pases de
«quaterback» de Paul Ince, yo hacía lo propio. Si se levantaba del sofá para
celebrar los goles de Andy Cole, yo también. Si se hartaba a lanzar insultos a
la pantalla, yo los memorizaba, por raros que me resultaran y los repetía en
voz baja. Y si golpeaba brutalmente el puño contra la mesa del café de pura
rabia, ahí iba yo, esperando que mi padre no notara el dolor que casi se me
escapaba por los ojos. Y así aprendí a desempeñar mi masculinidad.
(…)
El día en el que le diagnosticaron cáncer a mi hermano, no acudí a mi familia
para buscar esa tranquilidad que todos y todas necesitábamos, opté por ir al
gimnasio a levantar pesas. Tan decidido me encontraba a ser «fuerte», que elegí
la expresión más literal. Me decidí por presas de banco y peso muerto en lugar
de mostrarme abiertamente vulnerable y mostrar mis miedos a la gente de mi
entorno más cercano. Y ahora me toca vivir con ese vergonzoso recuerdo.
Si
bien el patriarcado oprime a los hombres, conservamos intactos los privilegios
que nos otorga: Ser los primeros en sentarnos a la mesa, comernos el plato de
comida más grande, ser [...] los que ganamos el mejor salario respecto a
nuestras colegas, los que podemos ejercer violencia, piropear a las mujeres en
la calle y tocarles el trasero en el metro sin que nadie diga nada, porque esa
violencia está naturalizada. No se trata de construir un discurso bajo la
lógica del empate entre hombres y mujeres, porque mientras los varones no
soltemos esos privilegios, esa idea de que somos víctimas del patriarcado no va
a poder ser asumida por nosotros» KLAUDIO DUARTE
LAS FEMINISTAS NO SON RESPONSABLES DE EDUCAR A LOS HOMBRES, CECILIA
WINTERFOX
(…) Parafraseando a Audre Lorde:
« Cuando se espera que las
personas de color eduquen a las personas blancas sobre su humanidad, cuando se
espera que las mujeres eduquen a los hombres, a las lesbianas y a los gays se
espera que eduquen al mundo heterosexual, la opresión mantiene su posición y
evade la responsabilidad por sus acciones.»
Si perteneces a un grupo que
tiene ventajas estructurales respecto de salarios, seguridad, salud y educación
– cuando básicamente ganaste la lotería de la vida simplemente por aparecer– es
tu responsabilidad educarte a ti mismo. Y, en serio, no digas a las mujeres que
sean amables. Estamos enfadadas. Tenemos todas las razones para estarlo.
Francamente, tú deberías estarlo también.
«Los
hombres aprendemos a ser hombres. No nacemos machistas, aprendernos a
reproducir patriarcado a través del sexismo, la homofobia, el falocentrismo, la
heteronormatividad. Lo importante es que esos aprendizajes se pueden
desaprender, lo que implica necesariamente una lucha política» KLAUDIO DUARTE
KALI HALLOWAY; LA MASCULINIDAD
ESTÁ MATANDO A LOS HOMBRES: LA CONSTRUCCIÓN DEL HOMBRE Y SU DESARRAIGO.
(…) La emocionalmente dañina
masculinización comienza antes de la adolescencia para muchos chicos, en la más
tierna infancia
(…) A los chicos se les educa
para eliminar esas emociones e incluso se les inculca que su masculinidad
depende casi exclusivamente de ello.
(…) los bebés suelen comportarse
de maneras que nuestra sociedad define como «femeninas». Como Real nos expone:
las criaturas llegan a este mundo con una dependencia, expresividad y emociones
idénticas, y con el mismo deseo de afecto físico. En los primeros estadios de
la vida, todas las criaturas se ciñen más a lo que estereotípicamente se define
como femenino.
(…) debatiendo con Real, me
informó de estudios que sugieren que estos jóvenes comienzan a ocultar sus sentimientos desde los 3 o los 5
años. «No es que posean menos emociones, es que ya van aprendiendo las reglas del juego: que
mejor no las muestren».
(…) Es inconmensurable la
influencia de imágenes y mensajes sobre masculinidad implícitos en nuestros
medios de comunicación. Miles de series y películas lanzan propaganda a los
jóvenes (y a todo el mundo, en realidad) no tanto sobre cómo hombres (y
mujeres) ya somos sino cómo deberíamos ser. Aunque hoy día existe mucho
material académico sobre la representación de la mujer en los medios de comunicación
y también existen miles de análisis deconstructivos de sus perniciosos efectos
gracias a feministas, no existe tanto análisis sobre las construcciones
masculinas en los mismos. Aun así, reconocemos claramente las características
que mediáticamente se valoran entre los hombres en películas, televisión,
videojuegos, cómics, etc.: fortaleza, valor, independencia, la habilidad de
proveer y proteger. (…)
Conocemos de sobra a este tipo de
personajes que se repiten hasta la saciedad. Son los héroes de acción
indomables, los psicópatas folladores de Grand Theft Auto, los padres de sitcom
alérgicos al trabajo doméstico casados inexplicablemente con bellísimas
esposas, los veinteañeros marihuanos sin oficio ni beneficio que se las apañan
para ligarse a la mamacita al final; y, aún, el férreo Superman.
(…) La pronta anulación de los
sentimientos en los chicos y nuestra insistencia colectiva para que permanezcan
en ese camino han traído como consecuencia el cisma entre ellos y sus
sentimientos y entre ellos mismos y sus yos más vulnerables.
La historiadora Stephanie Coontz
ha llamado a esto la «mística masculina». Deja a las pequeñas criaturas
asignadas hombre y posteriormente, a los hombres adultos, desmembrados emocionalmente,
con pánico a mostrar debilidad y la mayoría de las veces incapaces de acceder
satisfactoriamente, reconocer o enfrentarse a sus sentimientos.
En su libro, Why Men Can’t Feel
(El porqué de la asensibilidad masculina), Marvin Allen afirma que «estos mensajes
animan a los chicos a ser competitivos, a centrarse en los logros externos,
depender de su intelecto, soportar el dolor físico y reprimir sus sentimientos
de vulnerabilidad. Cuando alguno de ellos viola el código, lo común es humillarle,
ridiculizarle o avergonzarle».
(…) La masculinidad es difícil de
conseguir e imposible de mantener, un hecho que Real incluye y que queda de
manifiesto en la frase «frágil ego masculino». Como la autoestima masculina
descansa temblorosamente sobre el frágil suelo de la construcción social, el
esfuerzo para mantenerla es agotador. Intentar evitar la humillación que queda
una vez esta se ha desvanecido puede llevar a muchos hombres a finales
peligrosos.
Entrevista a JAVIER OMAR RUIZ
ARROYAVE
-
¿De qué manera cree que los hombres pueden
aportar, de la mano de los feminismos, a darle un nuevo significado a ser
hombre y a trabajar en temas como las nuevas masculinidades?
Una manera es como lo hacemos
nosotros: trabajando con hombres para replantear la masculinidad.
(…) Otra ruta
es que el Estado les apunte a políticas públicas que replanteen los modelos
machistas establecidos en las lógicas institucionales. Por ejemplo, las
políticas públicas del embarazo adolescente se orientan fundamentalmente a las
mujeres y esta es una mirada sesgada de la situación, porque también deben
contemplar a los embarazadores y no descargar esa responsabilidad solamente en
ellas.
ANDREW HERNANN, Cuatro consejos
desde la trinchera de los aliados feministas
“En
el momento en que exhibí mi condición de aliado, algunos cuestionaron mi
sexualidad y otros incluso me insultaron. « ¿Es que ahora eres gay», decían algunos,
«¿eres una chica?». Algunos otros incluso me hablaban de haber traicionado a
mis queridos compañeros machos, heterosexuales y cis.!
Para ser abiertamente un aliado
feminista, debemos estar cómodos con nuestro género y sexualidad y debemos
dejar de identificarnos en relación a otras personas. Debemos dejar de ponernos
la zancadilla unos a otros mediante la explotación de los mismos mitos
patriarcales de siempre. Un hombre «de verdad» no es sistemáticamente atlético,
un hombre «de verdad» no ha de tener un pene enorme, un hombre «de verdad» no
siempre tiene un montón de sexo con miles de mujeres, un hombre «de verdad» no
tiene por qué tener un puesto de trabajo poderoso y lucrativo.
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