Presentación
Karl Marx (1818-1883) fue un filósofo, historiador y economista alemán del siglo XIX. A lo largo de su vida, se dedicó a analizar las contradicciones del sistema capitalista y a proponer un camino para acabar con la explotación y deshumanización de la clase trabajadora. En su famosa “tesis 11 sobre Feuerbach" (1888) dijo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de distintos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo.” Esta afirmación sintetiza su crítica a la filosofía de su época: no basta con entender el mundo, es necesario cambiarlo.
Las ideas de Marx influyeron en muchos movimientos sociales del siglo XX, como la revolución Rusa, China y Cubana, que intentaron poner en práctica su visión de una sociedad en la que los medios de producción fueran de propiedad colectiva. Para Marx este proceso implicaba una transición inicial hacia el socialismo, donde el Estado gestionaría los recursos en nombre del pueblo, con el objetivo final de llegar al comunismo: una sociedad sin Estado ni clases sociales. Sin embargo ninguno de los intentos históricos lograron llegar a esta última etapa.
El materialismo
Marx concebía a su filosofía como materialista ya que entendía que eran las condiciones materiales de una sociedad la que determinaba su ideología. Por condiciones materiales se refiere al modo en que una sociedad produce todo lo que necesita para vivir (alimentos, ropa, casas, etc.). En su obra Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, lo explica de esta manera:
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino que, por el contrario, es su ser social el que determina su conciencia.
Para entender al ser humano, su historia, su sociedad, no debemos enfocarnos en su sistema de creencias (filosofía, religión, moral, ideas políticas), sino en las condiciones en las que los hombres trabajan. Esta es la base de la sociedad. A partir de su modo de producción la sociedad se va organizando políticamente, jurídicamente, e ideológicamente. Pero la realidad, no está hecha de ideas; no es por ejemplo la idea de ser humano la que define al hombre, sino el hombre concreto, de carne y hueso, con sus necesidades, sus problemas, sus esperanzas.
Marx estudió en detalle el modo en que las sociedades comienzan a estructurarse en base al modo de producir, y encontró que estos están conformados por tres factores: por las condiciones de producción, que son los recursos naturales que tiene una sociedad, la geografía, el clima, el acceso al agua, etc. ; las fuerzas productivas: que son las herramientas con las que trabaja, los talleres, las fábricas, la fuerza de trabajo, etc.; y las relaciones de producción: básicamente cómo se divide el trabajo en base a quién posee los recursos y los medios de producción.
En las comunidades primitivas ha habido modos de producción comunitarias, en donde tanto los recursos como las fuerzas productivas eran de la comunidad, por lo tanto no existían clases sociales. Pero el modo de producción capitalista (analizado por Marx en su libro El Capital) se basa en la propiedad privada. Tanto los recursos como los medios de producción son propiedad de una minoría, a la que Marx llamó clase dominante. Por el contrario, quienes no poseen ni los recursos naturales, ni de los medios de producción, los desposeídos, los proletariados sólo tienen su fuerza de trabajo y se ven obligados a venderla a los capitalistas, bajo condiciones de explotación y alienación.
La superestructura y la ideología
A partir de esta estructura básica, se levanta lo que Marx llama la superestructura, la cual se conforma también por tres elementos: por las instituciones políticas, como el Estado, los ministerio, las fuerzas policiales, del sistema educativo, las cárceles, etc.; el derecho, es decir, las leyes, el sistema jurídico; y la ideología: el conjunto de ideas filosóficas, morales, políticas, religiosas, etc.
De este modo, la clase dominante, que ya posee el dominio económico, material sobre gran parte de la sociedad, monta una superestructura para proteger ese dominio, esa relación de fuerzas. El estado y las leyes, en la concepción de Marx, no son más que instrumentos en manos de la clase dominante y no cumplen otra función más que proteger la propiedad privada y el modo de producción capitalista.
Lo mismo sucede con la ideología. Así como la clase dominada no accede al Estado ni escribe las leyes, tampoco produce la ideología. La ideología que predomina en una sociedad siempre pertenece a la clase dominante, y su función principal es justificar el modo de producción vigente y mantener las relaciones de dominación.
Por eso, para Marx, el concepto de ideología tiene una connotación negativa, ya que se refiere a un conjunto de ideas que presentan una visión distorsionada de la realidad. “Esta ideología se puede ver claramente en la política: la clase dominante por medio del estado se empeña en declarar al pueblo soberano y a todos los ciudadanos libres e iguales. El falseamiento es manifiesto: el pueblo es soberano, según lo afirman las constituciones de los Estados, pero la soberanía del pueblo, la libertad y la igualdad son puramente formales porque no alcanzan a la persona real y concreta. El Estado, teóricamente, es el árbitro de las diferencias entre los ciudadanos, es el que tiene que estar por encima de las diferencias particulares de los individuos. Pero, lo que realmente ocurre, es que el Estado es un instrumento de opresión en manos de la clase dominante”. (Porras Guardo, 2008)
En cierto sentido es cierto que “todos somos iguales”, o que “todos somos libres”, pero sólo en el plano abstracto del derecho. Para Marx, esa igualdad formal encubre las diferencias reales, es decir, materiales. Pues la realidad es ante todo material, y en términos materiales no todos somos iguales, porque no todos tenemos los mismos recursos; tampoco todos somos libres en la misma medida, porque quien carece de recursos económicos tiene muchas menos posibilidades de hacer lo que desea. Por ejemplo, cualquiera es libre de viajar a Disney, pero en la práctica no todos pueden realmente hacerlo. En la sociedad capitalista la libertad está condicionada por la capacidad económica de cada individuo.
Pero lo peor de la situación que describe Marx es que los trabajadores, al estar inmersos en un sistema que los oprime y no les permite desarrollarse íntegramente (intelectualmente, culturalmente, políticamente) terminan por interiorizar, sin ser plenamente conscientes, la ideología de la clase dominante. Friedrich Engels, amigo y colaborador de Marx, definió a la ideología como una “falsa conciencia”. En una carta de 1893 Engels escribió: "La ideología es un proceso que el llamado pensador realiza conscientemente, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas motrices que lo impulsan le permanecen desconocidas". Es decir, los trabajadores piensan, y creen hacerlo libremente, pero en realidad, sin saberlo, reproducen las ideas de la clase dominante.
Otro pensador que reflexionó sobre el rol de la ideología fue Paulo Freire, el creador de la pedagogía liberadora. En su libro La pedagogía del oprimido (1968) explicó que los oprimidos, tras haber internalizado la opinión que los opresores tienen de él, terminan autodesvalorizándose. Su conciencia se vuelve un eco de la conciencia del opresor, entonces se creen brutos, ignorantes, vagos, incapaces, etc., y terminan adoptando una relación “dependiente” con el opresor. De ahí que surja “una atracción irresistible por el opresor” (Freire, 1968) y quieran parecerse a él. Esto representa triunfo máximo de la ideología: los oprimidos solo quieren dejar de ser oprimidos para pasar a ser opresores. En lugar de luchar por cambiar el sistema de producción que genera la opresión y construir una sociedad sin oprimidos ni opresores —que era el ideal de Marx—, terminarán reproduciendo la misma lógica de dominación.
Debates en torno al rol de la ideología
Existe una discusión entre los marxistas sobre el rol de la ideología. Una primera interpretación fue la soviética, se desarrolló tras la Revolución Rusa de 1917 y sostiene que cualquier transformación verdadera de la sociedad sólo es posible cuando se cambia la base económica, ya que es ella la que da forma a la superestructura. Sin embargo, a partir de las contribuciones de algunos pensadores marxistas como Gramsci y Althusser la importancia de la ideología ha ganado mucho terreno en el siglo XX.
Gramsci, por ejemplo, introduce el concepto de hegemonía para explicar cómo la clase dominante ejerce su poder. La hegemonía es la capacidad de una clase para hacer que sus valores, creencias y formas de ver el mundo sean aceptadas como naturales por toda la sociedad. A través de la hegemonía la clase dominante logra prevalecer mediante el consentimiento de las clases dominadas. Es por eso que Gramsci plantea que la clase trabajadora no solo debe tomar el control de los medios de producción, sino que también debe librar una “batalla cultural” para generar una nueva conciencia. Si los trabajadores no cuestionan las ideas dominantes y no crean una contrahegemonía capaz de disputar el sentido común, el cambio en la estructura económica no será suficiente para sostener una revolución.
Por su parte, Althusser introduce el concepto de los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE), que incluyen instituciones como la escuela, la iglesia y los medios de comunicación. Para él, la ideología no es simplemente un reflejo de la base económica, sino un mecanismo fundamental para reproducir las relaciones de producción. A través de estos aparatos, el Estado moldea las subjetividades y asegura que los individuos internalicen el sistema dominante, lo que refuerza el statu quo sin necesidad de recurrir constantemente a la represión.
El fin de la historia
Dijimos que la filosofía de Marx suele llamarse “materialismo histórico”. Ello se debe a que Marx lee la historia en clave materialista y encuentra que “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” (Marx y Engels, 1848). Cada formación histórica contiene contradicciones internas que, con el tiempo, generan su transformación. Estas contradicciones se manifiestan en la lucha de clases, la cual adopta nuevas formas con el surgimiento de cada nuevo modo de producción.
Según Marx, la historia avanza de forma dialéctica, es decir, mediante el conflicto entre fuerzas opuestas que impulsan su superación y transformación. Esta idea la toma de Hegel, quien entendía que el desarrollo de la historia ocurre a través de un movimiento racional de superación (o síntesis) de las ideas. Pero Marx critica a Hegel por idealista y traslada la dialéctica al plano material: no son las ideas las que mueven la historia, sino las condiciones materiales y las relaciones de producción. Veamos algunos ejemplos de cómo la realidad histórica ha cambiado y el rol que ha jugado la ideología en cada caso.
En sociedades antiguas, como la de la antigua Grecia o Roma, la estructura económica se basaba en la esclavitud. Los esclavos constituían la principal fuerza de trabajo, y los propietarios de tierras (amos) controlaban los medios de producción. La superestructura de estas sociedades—las leyes, la religión y las ideas filosóficas—justificaba y naturalizaba esta división social. Por ejemplo, se difundía la idea de que era "natural" que unos nacieran para ser esclavos y otros para gobernar. La filosofía aristotélica, que legitimaba la esclavitud, es un claro ejemplo de cómo la ideología actuaba para preservar las relaciones de poder en esa época.
Con el feudalismo, la estructura económica cambió. La sociedad medieval europea estaba organizada en torno a las relaciones feudales: los señores feudales poseían la tierra, y los siervos trabajaban en ella a cambio de protección. La superestructura medieval, dominada por la Iglesia, promovía la idea de que el orden social era voluntad divina, y que cada persona tenía un lugar designado por Dios, sea como noble, clérigo o campesino. La teología cristiana y las instituciones eclesiásticas apoyaban el feudalismo, haciendo que los siervos aceptaran su posición de subordinación como parte del plan divino.
Con la llegada del capitalismo en la era moderna, la estructura volvió a transformarse. La clase capitalista o burguesía controlaba los medios de producción, mientras que los trabajadores asalariados vendían su fuerza de trabajo. La superestructura en la modernidad—desde la legislación hasta la educación y los medios de comunicación—se ha encargado de legitimar las nuevas relaciones económicas. Ideas como el libre mercado y el derecho a la propiedad privada se volvieron centrales en el discurso moderno, favoreciendo a la clase que tenía capital.
Como vemos, a pesar de los cambios la lucha de clases continúa. Sin embargo, según Marx, en cada época se avanza hacia la autoconciencia. Y es en el capitalismo donde, gracias a las fábricas, los trabajadores se encuentran, se reconocen como clase y comienzan a organizarse para hacer la "revolución del proletariado". Según Marx, la clase trabajadora no solo debe adueñarse de los medios de producción, sino también del Estado. Este período de transición en el que el Estado controlaría los medios de producción en nombre de los trabajadores se denomina socialismo.
Finalmente, el comunismo representaría la fase final de la historia, en la cual las clases sociales y el Estado desaparecerían por completo, ya que las relaciones de producción se habrían transformado radicalmente. En este sistema, los medios de producción serían gestionados colectivamente, y se llegaría a una sociedad sin explotación ni opresión, en la que cada individuo contribuiría según sus capacidades y recibiría según sus necesidades.
Marx condensa su crítica al capitalismo al tiempo que imagina su sociedad ideal en un fragmento de La Ideología Alemana:
En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de la vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos. (Marx y Engels, 1845/1932):
Por último, según Marx, las contradicciones del capitalismo lo llevan a crisis recurrentes, que crean las condiciones para su superación. Sin embargo, la transición al comunismo no ocurre de manera automática, sino que depende de la acción organizada de la clase trabajadora. Por lo tanto, para Marx el comunismo no es un mero ideal o una utopía, sino el lugar hacia el cuál se dirige la historia.
Referencias Bibliográficas:
Porras Guardo, A (27 Febrero 2008) Carlos Marx. Materialismo, alienación e ideología. Filex, Aula de filosofía. Recuperado de https://filex.es/index.php/aula-de-filosofia/h-filosofia/75-carlos-marx-materialismo-alienacion-e-ideologia
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido.
Marx, C. y Engels, F. (1859) Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, l.
Marx, K. y Engels, F. (1932). La ideología alemana .
Marx, K. (1888). Tesis sobre Feuerbach. En F. Engels (Ed.), Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/feuerbach.htm
Engels, F. (1893, 14 de julio). Carta a Franz Mehring . Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/me/cartas/e1893-7-14.htm.
Recomendación: Žižek, S. (sf). Ellos viven. [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=CMRM_bfCBig