domingo, 5 de marzo de 2023

El Bien y el Mal Según Nietzsche



La crítica al cristianismo

 

Nietzsche es uno de los más férreos enemigos de la moral cristiana. Desde su perspectiva el cristianismo encubre una moral de esclavos, cuya única función ha sido domesticar a los hombres hasta convertirlos en ovejas obedientes, incapaces de crear sus propios valores y apartarse del rebaño.

Lo más difícil –dice Nietzsche-  es mandar, y sobre todo mandarse a uno mismo. Por eso los hombres “débiles” (cuya voluntad de poder está debilitada), solo desean obedecer. Esa es la razón por la cual precisan una región con una moral rígida, con normas universales, que les digan qué está bien y qué está mal.

En su libro Así habló Zaratustra explica:

En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y todo su mal: en verdad no los tomaron de otra parte, no los encontraron, estos no cayeron sobre ellos como una voz del cielo. Para conservarse, el hombre empezó implantando valores en las cosas. (Nietzsche, Así habló Zaratustra, “De las mil y única meta”)

Esta creación del bien y del mal, es totalmente humana; esto es lo que la religión encubre. Por eso, dice Nietzsche, el cristianismo es una moral de esclavos, todos obedecen, pero…  ¿de qué manera inventó el hombre estos conceptos? ¿Qué valor tienen en sí?” (Nietzsche, Genealogía de la moral)

Nietzsche señala que estos conceptos tuvieron una “gran utilidad” para los hombres. Gracias a la moral “se ha encadenado muy bien al hombre para que olvidase portarse como un animal”. De este modo el cristianismo ha logrado pacificar, domesticar a los hombres más valientes y peligrosos. Escuchemos nuevamente las palabras de Nietzsche:

 “La moral es primero un medio de conservar la comunidad, de una manera general, y para preservarla de su pérdida (…) debe servirse de los medios de intimidación más temibles. Uno de estos medios más violentos es la invención de un más allá con un infierno eterno.”  (Nietzsche; El viajero y su sombra, § 44.  Gradas de la moral)

Los conceptos de bien y de mal, al igual que la idea del pecado, la culpa, o la de un más allá en donde se puede llegar a cumplir un castigo eterno, han sido las herramientas con las que, algunos hombres astutos, lograron dominar a una gran masa de hombres fuertes y peligrosos. O, en otras palabras, las herramientas con las que los sacerdotes lograron dominar a los guerreros.

Lo bueno según Nietzsche

 

Sin bien el bien y el mal no existen, si existe “lo bueno y lo malo”. ¿Pero cómo podemos juzgar qué es bueno y qué es malo más allá de los valores cristianos? En un aforismo de “El anticristo” Nietzsche nos da su propia definición de lo bueno y lo malo:

¿Qué es bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad. (Nietzsche, El anticristo, 2)

Para Nietzsche es bueno lo que “acrecienta”, lo que “potencia”, lo que fortalece, lo que permite el desarrollo de lo vital (de ahí que su filosofía sea denominada “vitalismo”). Lo malo, por lo tanto es lo contrario: lo que debilita, lo que impide el desarrollo y el acrecentamiento (lo que entristece diría Spinoza). Esto es lo que ha hecho, según Nietzsche el cristianismo. Ha debilitado a la humanidad con el único fin de poder ejercer un mayor dominio. Veamos cómo describe Nietzsche qué es lo bueno y lo malo según la moral cristiana:

"Lo nuevo es siempre el Mal, pues únicamente quiere conquistar, pisotear los antiguos límites fronterizos y las antiguas piedades; ¡y sólo lo antiguo constituye el Bien!" (Nietzsche, La gaya ciencia)

Para el cristianismo todo lo nuevo, lo distinto, lo diferente, es malo. Solo lo inofensivo, lo obediente, lo que no intenta cambiar el orden establecido es bueno. Esta moral solo lleva a la conservación y por lo tanto al empobrecimiento de lo más vital. El cristianismo propone una moral “de rebaño”, porque busca domesticar a los hombres y volverlos obedientes ovejitas del rebaño, que sigan el camino que les indica el pastor. La ética que propone Nietzsche en cambio, es una ética subversiva, una ética de “guerreros”. “Quien quiera que intente ser un creador en dominio del bien y del mal debe ser primero un destructor y un quebrantador de valores”, dice en Así habló Zaratustra. Pues para crear nuevos valores, nuevas maneras de valorar, se debe primero combatir los valores imperantes de la sociedad y de la época. Es por eso también que sostiene:

Los espíritus más fuertes y malvados son los que hasta ahora han contribuido en mayor medida al progreso de la humanidad (...) agitaron armas, derribaron límites fronterizos, vulneraron el espíritu de piedad; ¡pero crearon también religiones y morales nuevas!  (Nietzsche, La gaya ciencia)

Los espíritus más fuertes son aquellos que son capaces de llevar a cabo esta transvaloración. Y por hacerlo son también los más “malvados”. Malvados desde la óptica de la moral vigente, porque vienen a romper lo establecido. Pero una vez que el cambio triunfa aquello que era considerado “malo” pasa a ser “bueno”. Por eso dice Nietzsche que los espíritus más malvados son los que más contribuyeron al progreso de la humanidad. Sin estos espíritus “libres” la humanidad no cambiaría.

¿Pero quiénes son estos espíritus libres? Dice Nietzsche:

“Llamamos espíritu libre al que piensa de otro modo al que pudiera esperarse de su origen, de sus relaciones, de su situación y de su empleo o de las opiniones reinantes en su tiempo. El espíritu libre es la excepción, los espíritus siervos son la regla.” (Nietzsche; Humano demasiado humano)

Los espíritus siervos son aquellxs que solo son capaces de obedecer los mandatos y se aferran al pasado y los valores de su época. Los espíritus libres, quienes son capaces de pensar y de vivir de otro modo, superando la moral de su época, quebrantando los valores sin importar el juicio de lxs demás. Los espíritus siervos las ovejas que siguen el rebaño, los espíritus libres las ovejas negras que se apartan de la manada y señalando nuevos rumbos, construyendo nuevos caminos.

Nietzsche otorga un nuevo nombre para estos superadores de la humanidad: los superhombres.


¿El fin justifica los medios? La ética utilitarista

 


El utilitarismo fue propuesto originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra por Jeremy Bentham y James Mill. Sin embargo, llegaría a su máximo desarrollo con el hijo de este último pensador, John Stuart Mill, quien escribió un célebre libro titulado “El utilitarismo” (1861), en donde desarrolla su teoría ética. A continuación explicaremos cuál es su postura respecto lo que implica hacer el bien o actuar correctamente.

Las acciones éticas, según Mill, siempre se ven sujetas a algún tipo de interés. Es imposible juzgar nuestras acciones sin mirar a las consecuencias de las mismas.

En este sentido, el juicio moral siempre implica una adecuada distinción entre lo más conveniente, lo más “útil” o beneficioso para la mayoría.

 

Dice Mill en el capítulo primero de su libro El utilitarismo:

 

Se demuestra que el arte médico es bueno por conducir a la salud; pero ¿cómo es posible saber que la salud es buena? El arte de la música es buena, entre otras cosas, porque provoca placer, pero ¿cómo es posible demostrar que el placer es bueno?

 

1 - ¿Cómo sabemos que algo es bueno? Discutan engrupo o escriban su opinión.

 

Generalmente consideramos “bueno” a lo que nos beneficia, a lo que nos es útil. El problema es encontrar un fin, una meta, que querramos todxs. Mill concuerda con lo que ya había planteado Aristóteles; el único fin que vale por sí mismo y para todos es la felicidad. Sin embargo difiere en un punto: esa felicidad debe alcanzar a todos los seres humanos”. En otras palabras, esa felicidad no debe ser individual, sino colectiva.

2                - ¿Qué opinan al respecto? ¿Están de acuerdo? ¿Podemos ser felices si el resto no lo es?

Mill sostiene que la tristeza no proviene del egoísmo ni de la frustración por no cumplir algún deseo, sino, sino de la conciencia de la infelicidad de los otros. Por eso Mill insiste en que “el criterio no lo constituye la felicidad del propio agente, sino de la mayor cantidad total de felicidad”. Es decir, más felices seremos cuanto más feliz sean las personas con las compartamos la vida.

3- Esto nos arroja otro problema: ¿hay que sacrificar la propia felicidad por la del resto de las personas? ¿Qué opinan?

Uno de los puntos más controversiales de la teoría de Mill es la idea de que el fin justifica los medios. Es decir, estaría permitido hacer algo que generalmente es considerado “malo”, si la consecuencia de ese acto trae como resultado la felicidad de la mayoría. Un buen ejemplo es el caso de Robin Hood, que le robaba al rey y sus recaudadores de impuestos, para devolvérselo a los campesinos. Si el fin que me propongo es bueno, en el sentido utilitarista, que beneficia a la mayoría, entonces los medios que yo utilice para lograr esa finalidad pueden ser aceptados.

4- ¿Están de acuerdo con esta idea? Problematicen a partir de un ejemplo y escriban sus conclusiones.

5- ¿Qué sucede si lo que es bueno para una mayoría es malo para a una minoría? ¿Podría ser considerado “bueno”? ¿Existe algo que sea bueno para todos?

Mill sostiene que hay que intentar conciliar la propia felicidad con la colectiva. Además, cuando hablamos del “mundo”, no nos referimos a “todo el mundo”, lo que sería una utopía, nos referimos al mundo circundante, a nuestros seres cercanos. No solo a los seres humanos, sino a toda “criatura sintiente”. No es de extrañar que Mill sea un defensor de los derechos de los animales.

6- Esta idea arroja un último problema: ¿Está bien comer carne? Si lo bueno es lo que hace felices a la mayoría, ¿podemos considerar bueno a lo que provoca sufrimiento en tantos otros seres vivos? ¿Deberíamos ser vegetarianxs o veganxs para ser mejores personas? ¿Qué opinan? Escriban sus conclusiones.

 

 

 


La ideología según Marx

 


Marx (1818- 1883) fue un Filósofo, historiador y economista alemán de origen judío. Sus ideas ejercieron una gran influencia sobre los movimientos sociales del siglo XX, como los de Rusia, China y Cuba, que intentaron llevar a cabo su ideal de una sociedad sin clases (socialismo).

La filosofía de Marx suele definirse como "materialista". Ello se debe a que Marx pensaba que son las condiciones materiales de la sociedad las que definen la ideología de un pueblo. Las condiciones materiales son las condiciones bajo las que el ser humano produce todo lo que precisa para vivir (ropa, alimentos, máquinas, etc.).

Esto incluye las “condiciones de producción” (los recursos naturales, la geografía, el clima, etc.), las “fuerzas productivas” (herramientas, fábricas, tecnología, fuerza de trabajo, etc.) y las “relaciones de producción” (la división del trabajo, las relaciones de propiedad, quien manda, quien obedece)

Por ejemplo, en la antigüedad el modo de producción material era esclavista; había esclavos, existía un derecho que avalaba la esclavitud, y también creencias en la clase dominante de esa época se apoyaba y justificaba. En la edad el modo de producción era feudal: había nobles y siervos, la nobleza se heredaba y esto en general era respetado. En la modernidad capitalista las relaciones de producción son entre los capitalistas y los obreros, entre los dueños de los medios de producción y las personas comunes, que solo tienen su fuerza de trabajo. Y existe un Estado que más allá del partido político que gobierne, garantiza el derecho de la propiedad de esos capitalistas (tierras, capital, máquinas, etc.).  Pero además existe una ideología dominante que hace que los propios explotados defiendan la propiedad privada, como algo más importante incluso que la desigualdad o la explotación o la pobreza.

Dice Marx en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859):

“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.

No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.

En otras palabras, pensamos de acuerdo a cómo producimos. En un mundo capitalista, nuestras ideas van a ser acordes al modo de producción capitalista. Y no solo nuestras ideas políticas, sino también nuestros ideales de vida, nuestros valores morales, nuestras creencias religiosas, etc.

 

La Ideología

El concepto ideología tiene para Marx un sentido negativo. Con él se refiere a un conjunto de ideas que dan una imagen falseada de la realidad.

La ideología que predomina en una sociedad es la ideología de la clase dominante. Esta clase dominante, elabora una teoría acerca de la realidad social y del ser humano, escondiendo sus intereses, justificando el modo de producción y la situación de dominio existente.

La función de ideología, por lo tanto, es ocultar, desfigurar y justificar una realidad social injusta y opresiva: los capitalistas explotan al obrero, y estos no se revelan en gran medida gracias a la ideología.

La clase dominada, que se ve obligada a trabajar, adopta la ideología creada por las clases dominantes (los trabajadores producen la materia, los capitalistas producen la ideología). Un claro ejemplo, según Marx, es la religión, a quién concebía como “el opio del pueblo”.

Por tal motivo Marx entendía a la ideología como “forma de conciencia deformada” o una “falsa conciencia”.

La primera referencia a la noción de “falsa conciencia” aparece en una carta escrita por Engels:

"La ideología es un proceso que el llamado pensador cumple conscientemente, es cierto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas motrices que lo impulsan le permanecen desconocidas”.

La clase dominada piensa, pero piensa con las ideas de la clase dominante, las cuales le impide comprender su propia realidad.

El trabajador sufre su realidad: la explotación, la injusticia, la exclusión, la pobreza, imposibilidad de desarrollarse íntegramente, como ser humano. Sufre su realidad, pero le cuesta pensarla y expresarla, porque la ideología lo convence de que este es el “mejor de los mundos posibles”.


 

Algunos Ejemplos

Veamos un ejemplo: la ideología dominante sostiene que el Estado somos todos”. Es algo que nos enseñan en la escuela, forma parte de nuestra cultura, de nuestras creencias, de nuestro sentido común. Pero en realidad, dice Marx, el Estado es un instrumento opresión de las clases dominantes.

¿Cuántos trabajadores llegan a formar parte del gobierno de un Estado? ¿Cuántos verdaderos representantes de los intereses de los trabajadores hay en un gobierno? En realidad, solo aquellas personas que forman parte de la clase dominante llegan a ejercer funciones dentro de un gobierno, sea cual sea su partido político.

Otro ejemplo: según la ideología dominante “todos los ciudadanos somos libres e iguales.  El falseamiento es manifiesto: la libertad y la igualdad son puramente “ideales”, pero en la realidad social sabemos perfectamente que la justicia no igual para los que tienen plata, que la libertad de un trabajador se ve muy disminuida por sus necesidades que lo arrastran “servir” a un patrón para sobrevivir. No son igual de libres un trabajador en relación de dependencia que el dueño de una empresa millonaria. Ambos son libres por ejemplo de irse de vacaciones a Disney, pero uno es libre realmente de hacerlo, porque lo puede hacer, y el otro solo es libre en el plano ideal, pero no en el real.

 

viernes, 3 de marzo de 2023

El gordo Luques - Diálogo sobre la valentía

 

 

"Laques" es uno de los primeros diálogos escrito por Platón. La historia cuenta que Laques, un famoso militar ateniense, discutía con unos amigos sobre si era conveniente o no educar a los niños en el ejercicio de las armas. Para algunos era conveniente porque les permitiría comprender el arte de la táctica y la estrategia, al mismo tiempo que infundía valor en los jóvenes. Pero otros no estaban convencidos. Es entonces cuando Sócrates pasa justo por allí y los muchachos no pierden la oportunidad de invitarlo a formar parte de la conversación.

En lugar de compartir el diálogo original, preferimos imaginar cómo sería una conversación de Sócrates en la actualidad, en algún barrio del conurbano bonaerense. Es por eso que este diálogo es entre Sócrates y “el gordo Luques”, jefe de la barra brava de San Martín de Burzaco. Imaginemos que nuestros protagonistas se encuentran a la salida de la cancha, discutiendo sobre el tema original del relato, la valentía…

Luques: Sócrates, ¿qué haces, tanto tiempo? ¿Viniste a ver al San Ma?

Sócrates: ¿Qué hacés gordo? Si, hace rato que no venía. ¿Cómo andás vos? ¿Todo bien?

Luques: Como siempre amigo. Caíste justo, mira, estábamos discutiendo acá con los muchachos si está bien o no traer a los pibes a la cancha. Yo les decía que sí, así aprenden de chiquitos a ser valientes. Y estos (señalando a sus amigos) me dicen que no, que  es peligroso, que los pibes no tienen que aprender de la violencia que hay en el futbol. ¿Vos qué pensás?

Sócrates: No se Gordo, vos ya sabes que soy un ignorante. La verdad no tengo idea. Es más, no sé ni lo que significa ser valiente.

Luques: Dale Sócrates, ¿me estas jodiendo? ¿Cómo no vas a saber lo que es ser valiente?

Sócrates: Pará gordo, ¿De verdad te comiste el verso del oráculo, de que yo soy el más sabio? No tengo idea. Yo soy un simple filósofo, me dedico pensar. ¿Qué puedo saber de valentía?  Pero ¿quién más que vos, que sos el jefe de la barra, puede saberlo? Me encantaría escucharte, así aprendo un poco.

Luque: ¡Pero sí, amigo! Es una pavada. ¿Viste cuando vas a la cancha y de lejos viene la hinchada contraria para pudrirla? Si alguien va al frente y no corre, ese es valiente.

Sócrates: A ver, a ver, a ver… ¿vos me estás diciendo que el que se queda en el grupo para agarrase a trompadas y no corre, ese es valiente?

Laques: Y sí. ¿Qué te parece?

Sócrates: Está bien. Pero, ¿qué pasa si algunos salen corriendo, en lugar de ir al frente?

Laques: Y no, esos son cagones, Sócrates.

Sócrates: ¿Y si resulta que un grupo retrocede para hacerle creer a los otros que están escapando y le tienden una emboscada? Así hacían los de chacharita. Se hacían perseguir y después te la daban.

Luques: ¡Andá a c*** Sócrates! es lo mismo.

Sócrates: No es lo mismo, vos dijiste que los valientes no corren.

Luques: Bueno, pero no importa si corren o no corren, lo importante es que se agarren a trompadas. ¿Valiente es el que se la banca, entendés? Los de Chaca corren, pero después se paran de mano y sos pollo.

Sócrates: Está bien, la culpa es mía de que no me contestes bien, porque no te pregunté bien. Yo quiero saber qué significa ser valiente; no un ejemplo particular de valentía. Claro que los que pelean son valientes, pero también son valientes los que se enfrentan a una enfermedad; y no se agarran a piñas con nadie. Y están los que son valientes porque se animan a hablar en público, o los que se animan a dejar el trabajo y abrir un negocio, o los que se van de viaje solos. No solo son valientes los que se agarran a trompadas.

Luques: Si, tenés razón.

Sócrates: y todas esas maneras de ser valiente tienen algo en común, ¿no? Esa es la esencia de la valentía, ¿entendés? Eso es lo que tenemos que encontrar, la esencia. ¿Qué tienen en común todos esos casos de valentía?

Luques. Sí, claro. A ver, pará. Déjame pensar…Ya sé, creo que en todos los casos que mencionas esas personas se están enfrentado a algo, no tienen miedo y se mantienen firmes en su decisión, sin ir para atrás.

Sócrates: Esa respuesta es mucho mejor. Pero no estoy seguro de que sea del todo correcta.

Luques: ¡Pero! ¡qué manera de buscarle el pelo al huevo! Me dijeron que eras vueltero, pero no pensé que tanto. ¿Qué tiene de malo lo que te dije?

Sócrates: No tienen nada, solo digo que no estoy cien por ciento seguro de que sea cierto. Hay que pensarlo.

Luques: ¿Y qué querés pensar?

Sócrates: A ver, dijiste la valentía era enfrentarse a algo.

Luques: Si

Sócrates: Y sin miedo.

Luques: Y si, sino sos cagón.

Sócrates:  Pensemos lo siguiente: ¿hay que ser valiente para decir la verdad, no cierto?

Luques: Y sí.

Sócrates: Por ejemplo, para decirle a alguien que lo querés, tenés que ser valiente, ¿no?

Luques: Y, a veces sí, no es fácil.

Sócrates: Y sin embargo no te estás enfrentando a nadie. Al contrario, la persona que se anima decirle a alguien que le gusta, o que la ama, se está queriendo acercar.

Laques: No te digo, ya me diste vuelta la tortilla. No sé para qué te invité mira, me estás haciendo quedar como un b*** a delante de mis amigos.

Sócrates: Pará gordo, no te calentés. No está mal lo que dijiste. Y creo que avanzamos un poco hacia la verdad, aunque todavía estamos lejos. Pero fíjate, ahora ya sabemos varias cosas: sabemos que no solo los que se la aguantan son valientes, que hay muchas clases de valentía, muchas formas de ser valiente. Y pareciera ser que la valentía tiene que ver con enfrentar algo, aunque no sea a una persona.

Luques: Es lo que decía.

Sócrates: ¿Pero a qué se enfrenta la persona que dice “te quiero”?  Luques: No sé, no tengo idea.

Sócrates: Dale gordo, pensá un poco, y no seas cagón.

Luques:  No sé, a lo mejor tiene miedo de que lo rechacen.

Sócrates: O sea que se está enfrentando a su propio temor.

Luques: - bajando la vos y apartándose de sus amigos -Tenés razón. Yo muchas veces no digo te quiero porque tengo miedo de ser rechazado o de que se rían de mí.

Sócrates: No te pongas mal gordo. A todos nos pasa. Pero avancemos en esto que pareciera que estamos cerca. Vos habías dicho que ser valiente es enfrentarse a algo sin temor.

Luques: Si

Sócrates: Y ahora dijimos que es un acto de valentía enfrentar el propio miedo.

Luques: Rascándose la cabeza -¿Y entonces?-

Sócrates: Pareciera que se puede ser valiente incluso teniendo miedo.

Luques: Me estás volviendo loco Sócrates. Y no sé qué pensar…

Sócrates: ¿Será que ser valiente es enfrentar los propios miedos?

Luques: ¡Nunca lo había pensado de esa manera chabón!  Ya entiendo por qué algunos dicen que sos como un mago o un hechicero. La verdad no sé si darte una piña o darte un abrazo.

Pero pará, ¿y con los pibes que hacemos? ¿Los traemos a la cancha o no?

Sócrates: No se gordo, ya te dije que yo no sé nada.

 


lunes, 27 de febrero de 2023

Las pasiones según Spinoza

Según Spinoza lo bueno está relacionado con lo que nos conviene, lo que aumenta nuestra potencia y con lo que nos une, lo que promueve relaciones, composiciones “potentes”, saludables. Al mismo tiempo, lo bueno está relacionado con los afectos[1], porque lo que aumenta nuestra potencia nos alegra. Por eso dice Spinoza: "Entiendo por bien todo tipo de gozo y lo que nos lleva a él" Por el contrario, “cuando el hombre siente Tristeza disminuye su potencia de obrar" (Spinoza, Ética)

La alegría, dice Spinoza, puede provenir de nuestro interior o ser causada por un encuentro, por una causa externa. La tristeza, por el contrario, siempre viene de afuera. ¿Quién quiere estar triste porque sí? Ningún ser querría disminuir su potencia ni dejar de ser. Si esto sucede se debe a los malos encuentros, a un entorno negativo que nos deprime y nos produce pasiones tristes.

Todas las pasiones se dividen en tristes o alegres. La alegría y la tristeza, junto con el deseo son los tres afectos primarios del ser humano.  Así, el odio, el rencor, la envidia, el miedo, son pasiones tristes, y disminuyen nuestra potencia. Y el amor, el placer, el regocijo, la seguridad, son pasiones alegres, y aumentan nuestra potencia.

La propuesta ética de Spinoza es que conozcamos las causas de nuestras pasiones, para así poder evitar las pasiones tristes e incrementar las alegres. Sin embargo, Spinoza aclara que una pasión no se puede controlar. Ante el encuentro con una persona que me ha hecho daño, por ejemplo, es imposible que no sienta miedo, u odio, o rencor. Pero si bien las pasiones no se controlan, porque no podemos elegir qué sentir, sí podemos contrarrestarlas. “Una pasión no puede destruirse al no ser que actúe una de signo contrario y más poderosa que ella”, dice Spinoza. Por lo tanto, si conocemos la causa de nuestras pasiones podremos elegir. Por ejemplo, podemos evitar el encuentro con la persona que despierta malas pasiones y buscar encuentros que despierten las pasiones alegres. Incluso en el caso de que no tengamos más remedio que tratar con la persona que nos hizo daño, deberíamos evitar actuar bajo las pasiones tristes, como el enojo, el odio o el rencor.  “El odio crece si es recíproco”, dice Spinoza, “y muere si nace el amor”. 

No siempre es posible amar, y mucho menos a quien nos lastimó, pero al menos podemos intentar no retroalimentar el odio; no solo porque “crece si es recíproco”, sino porque nos entristece y disminuye nuestra potencia.

Cuando el entorno no es bueno, cuando no nos alegra ni nos hace sentir cómodos (lo que no permitirá desarrollarnos) lo único que podemos hacer es buscar otros entornos y otros encuentros que nos favorezcan. Esto no solo será beneficioso para nosotrxs, sino también para lxs demás porque la alegría es contagiosa, y la tristeza también.

 



[1] Spinoza llama afectos o afecciones a la reacción del cuerpo ante una causa. Cuando esa causa es externa los afectos son “pasiones”, porque se “padecen”. Si la causa proviene de nosotros mismos ese afecto será una “acción”.

viernes, 17 de junio de 2022

Hermann Hesse - Demian - Caín

 

 

—Hoy he asistido a vuestra clase —dijo—. Sobre la historia de

Caín, el que llevaba un estigma en la frente, ¿no? ¿Te gusta?

No, pocas veces me gustaba lo que tenía que estudiar. Sin

embargo, no me atrevía a decirlo, porque era como si estuviera

hablando con una persona mayor. Contesté que la historia me

gustaba.

Demian me dio unas palmaditas en el hombro.

—No necesitas fingir, amigo. Pero esa historia es

verdaderamente muy rara, mucho más que la mayoría de las

que se tratan en clase. El profesor no ha dicho mucho; sólo lo

habitual sobre Dios y el pecado, y todo eso. Pero yo creo...

Se interrumpió sonriendo y me pregunto:

—Oye, ¿pero esto te interesa? Pues yo creo —continuó— que la

historia de Caín se puede interpretar de manera muy distinta.

La mayoría de las cosas que nos enseñan son seguramente

verdaderas, pero se pueden ver desde otro punto de vista que

el de los profesores y generalmente se entienden entonces

mucho mejor. Por ejemplo, no se puede estar satisfecho con la

explicación que se nos da de Caín y la señal que lleva en su

frente. ¿No te parece? Que uno mate a su hermano en una

pelea, puede pasar; que luego le dé miedo y se arrepienta,

también es posible; pero que precisamente por su cobardía le

recompensen con una distinción que le proteja y que inspire

miedo, eso me parece muy raro.

—Sí, es verdad —dije interesado. El asunto empezaba a

intrigarme—. ¿Pero cómo vas a interpretar si no la historia?

Me dio una palmada en el hombro.

—¡Muy sencillo! El estigma fue lo que existió en un principio y

en él se basó la historia. Hubo un hombre con algo en el rostro

que daba miedo a los demás. No se atrevían a tocarle; él y sus

hijos les impresionaban. Quizás, o seguramente, no se trataba

de una auténtica señal sobre la frente, de algo como un sello de

correos; la vida no suele ser tan tosca. Probablemente fuera algo

apenas perceptible, inquietante: un poco más de inteligencia y

audacia en la mirada. Aquel hombre tenía poder, aquel hombre

inspiraba temor. Llevaba una “señal”. Esto podía explicarse

como se quisiera; y siempre se prefiere lo que resulta cómodo y

da razón. Se temía a los hijos de Caín, que llevaban una “señal”.

Esta no se explicaba como lo que era, es decir, como una

distinción, sino como todo lo contrario. La gente dijo que

aquellos tipos con la “señal” eran siniestros; y la verdad, lo

eran. Los hombres con valor y carácter siempre les han

resultado siniestros a la gente. Que anduviera suelta una raza

de hombres audaces e inquietantes resultaba incomodísimo; y

les pusieron un sobrenombre y se inventaron una leyenda para

vengarse de ellos y justificar un poco todo el miedo que les

tenían. ¿Comprendes?

—Sí, eso quiere decir que Caín no fue malo. Entonces, ¿toda la

historia de la Biblia es mentira?

—Sí y no. Estas viejas historias son siempre verdad, pero no

siempre han sido recogidas y explicadas como debiera ser. Yo

pienso que Caín era un gran tipo y que le echaron toda esa

historia encima sólo porque le tenían miedo. La historia era

simplemente un bulo que la gente contaba; era verdad sólo lo

referente al estigma que Caín y sus hijos llevaban y que les

hacían diferentes a la demás gente.

Yo estaba asombrado.

—¿Y crees que lo del asesinato no fue tampoco verdad?

—pregunté emocionado.

—¡Oh, sí! Seguramente es verdad. El más fuerte mató a uno

más débil. Que fuera su hermano, eso ya se puede dudar.

Además, no importa; a fin de cuentas, todos los hombres son

hermanos. Así que un fuerte mató a un débil. Quizá fue un acto

heroico, quizá no lo fue. En todo caso, los débiles tuvieron

miedo y empezaron a lamentarse mucho. Y cuando les

preguntaban: “¿Por qué no le matáis?”, ellos no contestaban,

“porque somos unos cobardes”, sino que decían: “No se puede.

Tiene una señal. ¡Dios le ha marcado!” Así nació la mentira.

Bueno no te entretengo más. ¡Adiós!

Dobló por la Altgasse y me dejó solo, sorprendido como jamás

en toda mi vida. Nada más desaparecer, todo lo que me había

dicho me pareció increíble. ¡Caín un hombre noble y Abel un

cobarde! ¡La señal que llevaba Caín en la frente era una

distinción! Era absurdo, blasfemo e infame. Y Dios, ¿dónde se

quedaba? ¿No había aceptado el sacrificio de Abel? ¿No quería

a Abel? ¡Qué tontería! Y empecé a pensar que Demian me había

tomado el pelo y quería ponerme en ridículo. ¡Qué chico más

inteligente y qué bien que hablaba! Pero no, no podía ser.

De todos modos, nunca había recapacitado tanto sobre una

historia, fuera o no de la Biblia. Y hacía tiempo que no olvidaba

tan por completo a Franz Kromer, durante horas, una tarde

entera. En casa leí la historia otra vez, tal como estaba en la

Biblia. Era breve y clara. Resultaba una insensatez buscarle una

interpretación especial y misteriosa. ¡Así cualquier asesino

podría declararse elegido de Dios! No, era absurdo. Lo

fascinante era la manera tan ligera y graciosa con que Demian

sabía decir las cosas, como si todo fuera tan natural. Y además,

¡con qué mirada!

Sin embargo, algo había en mí mismo que no estaba en orden

sino en franco desorden. Yo había vivido en un mundo claro y

limpio, había sido una especie de Abel, y ahora me encontraba

metido en el “otro” mundo. Había caído tan bajo y, sin

embargo, no tenía en el fondo tanta culpa. ¿Qué había

sucedido? En ese momento me vino un recuerdo que casi me

cortó la respiración. En aquella tarde aciaga, que dio comienzo

a mi actual desgracia, había ocurrido aquello mismo con mi

padre; durante un momento fue como si le hubiera

desenmascarado y despreciado a él, a su mundo y a su

sabiduría. Sí, en aquel momento yo, que era Caín y llevaba una

marca en la frente, pensé que esa marca no era una vergüenza

sino una distinción y que yo era superior a mi padre, superior a

los buenos y piadosos precisamente por mi maldad y mi

desgracia. Entonces no comprendí estas cosas con mente clara,

pero las intuí en una llamarada de sentimientos, de extrañas

emociones, que me dolían pero me llenaban de orgullo.

¡De qué manera tan extraña había hablado Demian de los

valientes y de los cobardes!

¡Cómo había interpretado la señal en la frente de Caín! ¡Y cómo

habían brillado sus ojos, sus extraños ojos de hombre! Se me

ocurrió que Demian mismo era un Caín. ¿Por qué le defendía si

no se sentía semejante a él? ¿Por qué tenía aquel poder en la

mirada? ¿Por qué hablaba tan despectivamente de los “otros”,

los cobardes, que son en verdad los piadosos, los elegidos de

Dios?

Con estos pensamientos no acababa de llegar a ninguna

conclusión. Una piedra había caído en el pozo: el pozo era mi

alma joven. Durante mucho tiempo esta historia de Caín, con el

homicidio y la “señal”, fue el punto de partida de mis intentos

de conocimiento, duda y crítica.