“Quisiera hacerle una pregunta, dijo el doctor Cardoso,
¿conoce usted los médecins-philosophes? No, admitió Pereira, no los conozco,
¿quiénes son? Los más importantes son Théodule Ribot y Pierre Janet, dijo el
doctor Cardoso, fueron sus obras lo que estudié en París, son médicos y
psicólogos, pero también filósofos, propugnan una teoría que me parece
interesante, la de la confederación de las almas. Explíqueme esa teoría, dijo
Pereira. Pues bien, dijo el doctor Cardoso, creer que somos ‘uno’ que tiene
existencia por sí mismo, desligado de la inconmensurable pluralidad de los
propios yoes, representa una ilusión, por lo demás ingenua, de la tradición
cristiana de un alma única; el doctor Ribot y el doctor Janet ven la
personalidad como una confederación de varias almas, porque nosotros tenemos
almas dentro de nosotros, ¿comprende?, una confederación que se pone bajo el
control de un yo hegemónico. El doctor Cardozo hizo una breve pausa y después continuó. Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la
normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un
yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el
caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo
hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigirle la cohorte de las almas, mejor
dicho, de la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado
a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una
paciente erosión. Tal vez, concluyó el doctor Cardozo, tras una paciente erosión haya un yo hegemónico que esté ocupando el liderazgode la confederación de sus almas, señor Pereira, y usted no puede hacer nada, tan sólo puede, eventualmente,
apoyarlo.
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