Por alguna razón el ser humano tiene la tendencia de buscar razones. Somos buscadores y dadores de sentidos. Pero, nuestra vida, ¿qué sentido posee?
Camus, un existencialista ateo, francés, del siglo XX, se abstuvo de buscar un sentido metafísico o religioso de la existencia. También advirtió que la ciencia poco puede ayudarnos en este asunto. En "El mito de Sísifo" al contrario de ofrecernos razones para vivir, nos revela el absurdo de nuestra existencia, y cómo a pesar del mismo, vivimos.
Camus, un existencialista ateo, francés, del siglo XX, se abstuvo de buscar un sentido metafísico o religioso de la existencia. También advirtió que la ciencia poco puede ayudarnos en este asunto. En "El mito de Sísifo" al contrario de ofrecernos razones para vivir, nos revela el absurdo de nuestra existencia, y cómo a pesar del mismo, vivimos.
A continuación el comienzo de este maravilloso ensayo:
El mito de Sísifo
"No hay más que un problema
filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale
la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las
demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce
categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que
responder. Y si es cierto, como pretende Nietzsche, que un filósofo, para ser
estimable, debe predicar con el ejemplo, se advierte la importancia de esa
respuesta, puesto que va a preceder al gesto definitivo. Se trata de evidencias
perceptibles para el corazón, pero que se debe profundizar a fin de hacerlas
claras para el espíritu.
Si me pregunto en qué puedo basarme para juzgar si tal
cuestión es más apremiante que tal otra, respondo que en los actos a los que
obligue. Nunca vi morir a nadie por el argumento ontológico. Galileo, que
defendía una verdad científica importante, abjuró de ella con la mayor
facilidad del mundo, cuando puso su vida en peligro. En cierto sentido, hizo
bien. Aquella verdad no valía la hoguera. Es profundamente indiferente saber
cuál gira alrededor del otro, si la tierra o el sol. Para decirlo todo, es una
cuestión baladí. En cambio, veo que muchas personas mueren porque estiman que
la vida no vale la pena de vivirla. Veo a otras que, paradójicamente, se hacen
matar por las ideas o las ilusiones que les dan una razón para vivir (lo que se
llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para
morir). Opino, en consecuencia, que el sentido de la vida es la pregunta más
apremiante. ¿Cómo contestarla? (…)
Vivir, naturalmente, nunca es fácil. Uno sigue haciendo los
gestos que ordena la existencia, por muchas razones, la primera de las cuales
es la costumbre. Morir voluntariamente supone que se ha reconocido, aunque sea
instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre, la ausencia de toda
razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y
la inutilidad del sufrimiento.
¿Cuál es, pues, ese sentimiento incalculable que priva al
espíritu del sueño necesario para una vida? Un mundo que se puede explicar
incluso con malas razones es un mundo familiar. Pero, por el contrario, en un
universo privado repentinamente de ilusiones y de luces, el hombre se siente
extraño. Es un exilio sin recurso, pues está privado de los recuerdos de una
patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Tal divorcio entre el
hombre y su vida, entre el actor y su decorado, es propiamente el sentimiento
de lo absurdo. (…)
Suele suceder que los decorados se derrumben. Levantarse,
coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía,
cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves,
viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante
la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el "por qué" y todo
comienza con esa lasitud teñida de asombro. (…)
Asimismo, y durante todos los días de una vida sin brillo,
el tiempo nos lleva. Pero siempre llega un momento en que hay que llevarlo.
Vivimos del porvenir: "mañana", "más tarde", "cuando
tengas una posición", "con los años comprenderás . Estas
inconsecuencias son admirables, pues, al fin y al cabo, se trata de morir. (…)"
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