CAPÍTULO 34
"De vez en cuando, el grupo presionaba a Philip para que explicara con más detalle cómo lo había ayudado tanto Schopenhauer allí donde la psicoterapia de Julius había fracasado rotundamente. Como le costaba mucho responder a preguntas sobre Schopenhauer sin explicar el necesario marco filosófico, una vez le pidió permiso al grupo para disertar media hora sobre el tema. El grupo refunfuñó, y Julius lo instó a presentar el material pertinente de manera más amena y sucinta.
A la siguiente sesión, Philip comenzó a dar una breve
disertación que, según prometió, respondería de manera breve la pregunta sobre cómo
lo había ayudado
Schopenhauer.
comenzó:
-Imposible explicar a Schopenhauer sin empezar por Kant, el
filósofo a quien, además de Platón, respetaba más que a ningún otro. Kant, que
murió en 1804 cuando Schopenhauer tenía dieciséis años, revolucionó la
filosofía con su idea de
que nos es imposible experimentar la realidad en ningún
sentido verdadero
porque todas nuestras percepciones, los datos que obtenemos
por medio de los
sentidos, son filtrados y procesados por nuestro aparato
neuroanatómico. Todos
los datos resultan conceptualizados a través de
construcciones arbitrarias, como el
espacio, el tiempo y...
-Vamos, Philip, sin tantas vueltas -lo interrumpió Tony-,
¿cómo te ayudó ese tipo?
-Un momento, ya voy a llegar. Estuve hablando tres minutos. Esto
no es un
programa de noticias: no puedo explicar las conclusiones de
uno de los más
grandes pensadores del mundo en dos palabras.
-¡Bien dicho, Philip! Me gustó la respuesta -dijo Roberta.
Tony sonrió y se llamó a
silencio.
-Entonces, como decía, Kant descubrió que, en lugar de
experimentar el mundo
exterior tal como es en realidad, lo que experimentamos es
nuestra propia versión
procesada de esa realidad exterior. Las propiedades como el
espacio, el tiempo, la
cantidad y la causalidad están dentro de nosotros, no
afuera: se las imponemos a
la realidad. Pero, entonces, ¿cuál es la realidad pura y sin
procesar? ¿Qué es lo que
realmente hay ahí afuera? ¿Qué es esa entidad en crudo,
antes de que la
procesemos? Según Kant, eso siempre será incognoscible para
nosotros.
-Schopenhauer... de qué te sirvió... ¿Recuerdas? ¿Falta
mucho? -preguntó Tony.
-Toda la información dentro de noventa segundos. En su obra
posterior, Kant
volcó su atención a la forma en que procesamos esa realidad
primordial.
"Pero Schopenhauer, ¡miren, ya llegamos!, tomó otro
camino. Según su
razonamiento, Kant había pasado por alto un tipo de dato
fundamental e
inmediato acerca de nosotros: nuestro cuerpo y nuestros
sentimientos. Decía que
sí podemos conocernos a nosotros mismos desde adentro.
Tenemos un
conocimiento directo, inmediato, que no depende de nuestras
percepciones. Por lo
tanto, fue el primer filósofo que observó los impulsos y
sentimientos desde
adentro, y dedicó el resto de su carrera a escribir
prolíficamente sobre las
cuestiones internas del ser humano: el sexo, el amor, la
muerte, el sufrimiento, la
religión, el suicidio, las relaciones con los demás, la
vanidad, la autoestima.
Abordó, más que ningún otro filósofo, esos impulsos oscuros
que habitan en lo
profundo de nosotros y que nos resulta intolerable conocer,
y por ende debemos
reprimir.
-Suena un poco freudiano -dijo Bonnie.
-A la inversa: mejor es decir que Freud es schopenhaueriano.
Gran parte de la
psicología freudiana se puede encontrar en el pensamiento de
Schopenhauer.
Aunque Freud nunca reconoció explícitamente su influencia,
no cabe duda de que
conocía bien los escritos de Schopenhauer. En Viena, en la
época en que Freud
estudiaba, entre 1860 y 1870, el nombre de Schopenhauer
estaba en boca de todos.
Creo que sin Schopenhauer, jamás habría existido Freud... y,
para el caso, tampoco
Nietzsche. De hecho, la influencia que Schopenhauer ejerció
sobre Freud, sobre
todo en lo tocante a la teoría de los sueños, el
inconsciente y el mecanismo de la
represión, fue el tema de mi tesis doctoral.
"Schopenhauer -continuó Philip, echando una rápida
mirada a Tony y
apresurándose para evitar una interrupción- normalizó mi
sexualidad; me hizo
ver la omnipresencia del sexo; cómo, en los niveles más
profundos, era el motor
central de todo acto, permeaba todas las relaciones humanas
y llegaba a influir
incluso en cuestiones de Estado. Creo que recité algunas de
sus palabras sobre este
tema hace unos meses.
-Nada más que para confirmar lo que dices -intervino Tony-,
el otro día leí en el
diario que la pornografía recauda más dinero que la
industria de la música y la del
cine juntas. Una cantidad enorme.
-Philip -dijo Roberta-, puedo llegar a deducirlo, pero
todavía no te escuché decir
exactamente cómo te ayudó Schopenhauer a superar tu
compulsión o tú...
adicción. ¿Te parece bien que use esa palabra?
-Tendría que pensarlo; no sé si es el término más adecuado.
-¿Por qué no? A mí, lo que describiste me pareció una
adicción -preguntó Roberta.
-Bueno, volviendo a lo que decía Tony, ¿vieron las cifras de
hombres que miran
pornografía en Internet?
-¿Tú miras pornografía en Internet? -le preguntó Roberta.
-No, pero podría haberlo hecho en el pasado, igual que la
mayoría de los hombres.
-Es cierto -dijo Tony-. Yo confieso que miro dos o tres
veces por semana. La
verdad, no conozco a nadie que no lo haga.
-Yo también -dijo Gill-. Ésa es otra de las cosas que le
molestan a Rose.
Todas las miradas se dirigieron a Stuart.
-Bueno, sí, mea culpa. Digamos que me he permitido mirar
algo una que otra vez.
-A eso voy -dijo Philip-. ¿Así que
todos son adictos?
-Ah, ya te entiendo -dijo Roberta-. Y la pornografía no es
lo único: también está la
epidemia de demandas por acoso sexual. En mi estudio defendí
unas cuantas. El
otro día leí un artículo sobre el decano de una importante
facultad de derecho que
tuvo que renunciar por una denuncia de acoso sexual. Y desde
luego el caso
Clinton, y la forma en que han hecho acallar su potente voz.
Y después, miren
cuántos de los fiscales que acusaban a Clinton hacían lo
mismo que él.
-Todo el mundo tiene una vida sexual turbia -dijo Tony-; a
lo mejor es
simplemente que los hombres son como son, nada más. Mírenme
a mí y el tiempo
que pasé en la cárcel porque me puse demasiado insistente
con Susie para que me
la chupara. Conozco como a cien tipos que hicieron cosas
peores y no les pasó
nada. Por ejemplo, Schwarzenegger.
-Tony, no te estás granjeando la amistad del sexo femenino,
o al menos la mía -dijo
Roberta-. Pero no quiero irme por las ramas. Continúa,
Philip, que todavía no
llegaste a lo más importante.
-Primero y principal-prosiguió Philip sin vacilar-, en lugar
de lamentarse por la
conducta depravada del sexo masculino, Schopenhauer entendió
hace dos siglos la
realidad subyacente: el impresionante poder del impulso
sexual. Es la más
fundamental de las fuerzas que operan en nuestro interior:
el deseo de vivir, de
reproducirse, y es imposible aplacarla. No se la puede
acallar con la razón. Se
desliza sigilosamente en todo. Miren, si no, el escándalo
del sacerdote católico,
cualquier instancia del empeño humano, cada profesión, cada
cultura, cada grupo
etario. Este punto de vista me pareció sumamente importante
cuando me encontré
por primera vez con la obra de Schopenhauer: tenía ante mí a
una de las mentes
más lúcidas de la historia y, por primera vez en la vida, me
sentía totalmente
comprendido.
-¿Y? -preguntó Pam, que había permanecido en silencio
durante la conversación.
-¿Y qué? -reaccionó Philip visiblemente nervioso, como
siempre que le hablaba
Pam.
-¿Y qué pasó? ¿Nada más? ¿Con eso bastó? ¿Te recuperaste
porque te sentiste
comprendido por Schopenhauer?
Philip pareció no percatarse de la ironía, y respondió en
tono calmo y sincero:
-Pasó mucho más. Schopenhauer me hizo descubrir que estamos
condenados a
girar perpetuamente en la rueda de la voluntad: deseamos
algo, lo conseguimos y
disfrutamos de un breve instante de satisfacción, que pronto
se diluye en el tedio,
el cual, invariablemente, se ve seguido del próximo
"quiero". Es inútil intentar
escapar apaciguando el deseo; hay que bajarse de la rueda y
abandonarla por
completo. Es lo que hizo Schopenhauer y lo que hice yo
también.
-¿Bajarse de la rueda? ¿Y eso qué significa? -insistió Pam.
-Significa escapar totalmente del deseo, aceptar plenamente
que nuestra
naturaleza más íntima es un ansia imposible de aplacar, que
estamos programados
desde un principio para sufrir, y condenados por nuestra
propia naturaleza.
Significa que primero debemos comprender la nada esencial de
este mundo de
ilusión, y luego tratar de buscar la forma de negar la
voluntad. Nuestra meta debe
ser, como lo ha sido la de todos los grandes artistas,
habitar en el mundo puro de
las ideas platónicas. Algunos lo hacen a través del arte;
otros, mediante el
ascetismo religioso. Schopenhauer lo hizo evitando el mundo
del deseo,
comulgando con las grandes mentes de la historia, y mediante
la contemplación
estética: tocaba la flauta una o dos horas todas las
mañanas. Significa que uno
debe convertirse, no sólo en actor sino también en
observador, reconocer la fuerza
de vida que existe en toda la naturaleza, que se manifiesta
en la existencia
individual de cada persona y que, finalmente, recuperará esa
fuerza cuando el
individuo ya no exista como entidad física.
"Yo imité su ejemplo al pie de la letra. Mis
principales relaciones son las que
mantengo con los grandes pensadores que leo a diario. Evito
atiborrar mi mente
con la cotidianeidad, y todos los días practico la
contemplación jugando al ajedrez
o escuchando música; a diferencia de Schopenhauer, no sé
tocar ningún
instrumento.
Julius estaba fascinado con el diálogo. ¿Acaso Philip no
notaba el rencor de Pam ni
le tenía miedo a su ira? ¿Y qué decir de la forma en que
había superado su
adicción? A veces, Julius se maravillaba de ella; más a
menudo la consideraba
ridícula. Y oírlo comentar que leyendo a Schopenhauer se
había sentido
comprendido por primera vez, había sido como una cachetada
en plena cara. "¿Y
yo?" pensó Julius, "¿No importo un bledo? Trabajé
tres años como un condenado
para tratar de comprenderlo y crear un lazo de empatía con
él". Pero Julius se
quedó callado: poco a poco, Philip estaba cambiando. A
veces, es preferible callar
algunas cosas y volver sobre ellas después."
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