“La madurez del hombre
es haber vuelto a encontrar
la seriedad con que jugaba
cuando era niño”
Unos de los primeros discursos que realiza Zaratustra al bajar de la montaña es sobre las tres transformaciones del espíritu.
En este recorrido, Nietzsche parece mostrarnos de forma metafórica, el camino que deben pasar los hombres para poder llegar a cambiar su antigua moral y convertirse en creadores de nuevos valores.
La primera figura que Nietzsche nos propone es la del camello; el camello es servicial, se encarga de llevar a cabo los preceptos morales que se le han impuesto.
“¿Qué es lo más pesado, oh héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije.”
El camello se arrodilla ante los deberes que se le han impuesto para cargarlos con orgullo. La fortaleza de la que el camello dispone para llevar a cabo los mandatos de la moral heredada es parte de su regocijo. La humillación es tomada como un valor, así como la dedicación a los otros, el sufrimiento y el sacrificio.
“Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: El espíritu aquí se transforma en león, desea capturar la libertad y ser señor en su propio desierto.”
Esta transformación representa el enfrentamiento ente la voluntad y el deber. Por eso Nietzsche no solo habla del león sino también del dragón:
“El gran dragón se llama »Tú debes«. Pero el espíritu del león dice »yo quiero«.”
El gran dragón representa la moral, el deber, la responsabilidad, todo lo impuesto por la sociedad, la familia o la propia conciencia. El león representa la voluntad, pero una voluntad negadora que aún es incapaz de crear.
“Crear valores nuevos – todavía el león no puede hacer eso: mas crearse libertad para nuevas creaciones – eso puede hacer el poder del león.”
La figura del león la podemos ver reflejada también en el discurso de Zaratustra sobre " los sublimes:
"Con el pecho levantado y semejante a quienes están tomando aire; así estaba él, el sublime, y callaba: guarnecido de feas verdades, su botín de caza, y con muchas vestidos desgarrados; también pendían de él muchas espinas, pero no vi ninguna rosa"
Como vemos, tanto los sublimes como el león, no son capaces de crear nuevos valores. No poseen la alegría ni la inocencia que son necesarias. Sin embargo, es totalmente necesario este momento del espíritu para poder ganar la libertad para poder llevar a cabo la creación de valores nuevos.
La última transformación es del león al niño: el niño que juega a orillas del mal, levantando su castillo de arena, que luego se verá la marea. Se precisa de la inocencia del niño para jugar, para crear, para construir, sabiendo que nada es eterno, que sus creaciones están atadas a las leyes del devenir. Sin embargo, en el momento de crear, el niño impone un orden, y para esto no depende más que se su propia voluntad.
En ese momento el hombre ríe, baila, canta, se olvida de sí mismo, se convierte, se transforma. El hombre es un puente, un nuevo amanecer.
La figura del niño puede ser comparada con la del superhombre (tantas veces mal interpretada), el espíritu creativo, quebrantador de los valores, aquel que construye su propio camino alejándose del rebaño, aquel que siempre aspira a más, que siempre se propone nuevas metas, que siempre se está superando, que es capaz de mandarse a sí mismo, que es capaz de vencerse a sí mismo.
“El niño es inocencia y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer movimiento, un sí sagrado. Sí, para el juego de la creación, hermanos míos, se requiere de una afirmación sagrada: el espíritu quiere ahora su voluntad, el que perdió el mundo gana ahora su mundo.”
En ese momento el hombre ríe, baila, canta, se olvida de sí mismo, se convierte, se transforma. El hombre es un puente, un nuevo amanecer.
La figura del niño puede ser comparada con la del superhombre (tantas veces mal interpretada), el espíritu creativo, quebrantador de los valores, aquel que construye su propio camino alejándose del rebaño, aquel que siempre aspira a más, que siempre se propone nuevas metas, que siempre se está superando, que es capaz de mandarse a sí mismo, que es capaz de vencerse a sí mismo.
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