"Gorgias" es uno de los tantos diálogos que escribió Platón, en él Sócrates discute con el afamado sofista que da título al libro, y con dos de sus discípulos, Polo y Callicles. La conversación comienza siendo sobre la retórica (el arte de persuadir) a la que Sócrates critica y opone a la filosofía (la búsqueda del verdadero saber). Luego se evalúan los pro y los contra de cada una de estas artes, se discute sobre la justicia y la injusticia, sobre si conviene más llevar una vida justa y dedicada a la filosofía, o una vida injusta y basada en la mentira, y finalmente el tema recae en la felicidad. ¿Qué tipo de vida debemos llevar? ¿Una vida desenfrenada y entregada al placer o una vida moderada, basada en la razón y el control de nuestras pasiones? A continuación un fragmento de este fabuloso diálogo.
Platón; Górgias
Callicles.- Pero voy a decirte con entera libertad lo que es lo bello y lo justo en el orden de la naturaleza. Para tener una vida feliz es necesario dejar que sus pasiones tomen el incremento posible y no reprimirlas. Cuando así han llegado al paroxismo se debe estar en disposición de satisfacerlas con valor y habilidad, satisfaciendo cada deseo a medida que nace (…)
Sócrates- Acabas de
exponer con mucho valor y libertad tu pensamiento, Callicles; explicas con
mucha claridad lo que los otros piensan, es cierto, pero no se atreven a decir.
Te conjuro para que en todas las materias, procedas del mismo modo a fin de que
veamos clarísimamente el género de vida que nos es preciso adoptar. Y dime:
¿sostienes que para ser como conviene, no se deben poner trabas a las pasiones,
sino dejarlas acrecentarse todo lo posible y cuidando de tener con qué
satisfacerlas, y que en esto consiste la virtud?
Callicles.- Sí, lo
sostengo.
Sócrates.- Admitido
esto, es una gran equivocación decir que los que nada necesitan son felices.
Callicles.- Si así
fuera, nadie sería tan feliz como los cadáveres y las piedras.
Sócrates.- Pero
también sería una vida terrible la de que tú hablas. (…)
Tolera que te
explique un nuevo emblema salido de la misma escuela que el anterior. Mira si
lo que dices de estas dos vidas, la desenfrenada y la moderada, no es como si
supieras que dos hombres tiene cada uno un gran número de toneles; que los de
uno de los dos hombres están en muy buen estado y llenos éste de vino, este
otro de miel, un tercero de leche y otros de diferentes licores; que además los
licores de cada tonel sólo se obtienen tras muchas molestias y son muy raros;
que aquel hombre que llenó sus toneles no tiene que echar nada más en ellos en
lo sucesivo y que por esto puede estar perfectamente tranquilo; el otro hombre
puede, es cierto, procurarse los mismos licores tan difícilmente como el
primero; sus toneles, en cambio, están podridos y agujereados, lo que le obliga
a estar llenándolos incesantemente de día y de noche, so pena de verse presa de
terribles disgustos. Este cuadro es la imagen de una y otra vida; ¿sigues
diciendo que la del libertino es más feliz que la del moderado? ¿No te hace
convenir este discurso en que la vida morigerada es preferible a la
desarreglada o no te he convencido?
Callicles.- No me has
convencido, Sócrates, porque este hombre cuyos toneles están siempre llenos no
disfruta de placer alguno, y una vez que los ha llenado se encuentra en el caso
de que antes hablé, de vivir como una piedra, sin experimentar en lo sucesivo
placeres ni dolores. El placer y la dulzura de la vida consisten en derramar
cuanto más posible en los toneles.
Sócrates.- Si hay que
echar mucho es señal de que mucho se escapa, y para que así sea tiene que haber
agujeros muy grandes.
Callicles.- Sin duda.
Callicles.- Sin duda.
Sócrates.- La
condición de que hablas no es, por cierto, la de un cadáver ni la de una
piedra, sino la de una sima. Además, dime: ¿comparas eso al tener hambre y
comer entonces?
Callicles.- Sí.
Sócrates.- ¿Y a tener
sed y beber?
Callicles.- Sí, y
sostengo que sentir esos apetitos y poder satisfacerlos es vivir dichoso.
Sócrates.- Muy bien,
querido amigo, continúa como has empezado y procura no tener que avergonzarte.
Pero que yo, por mi parte, tampoco me avergüence. Ante todo, dime si es vivir
feliz tener sarna y comezón, poderse rascar a gusto y pasarse la vida
rascándose.
Callicles.- ¡Qué absurdos dices y qué prueba de mal gusto das recurriendo a tan feos artificios!
Callicles.- ¡Qué absurdos dices y qué prueba de mal gusto das recurriendo a tan feos artificios!
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