miércoles, 13 de mayo de 2015

Sócrates y Menón, Diálogo sobre la virtud.

En la presente entrada compartimos un fragmento del "Menón" de Platón, en donde Sócrates aplica el famoso método de la ironía, haciendo que Menón entre en confusión, reconozca su propia ignorancia y se disponga a pensar -junto con Sócrates- para buscar una respuesta a sus interrogantes




Menon- ¿Podrás, Sócrates, decirme si la virtud puede enseñarse; o si no pudiendo enseñarse, se adquiere sólo con la práctica; ó en fin, si no dependiendo de la práctica, ni de la enseñanza, se encuentra en el hombre naturalmente ó de cualquiera otra manera?

Sócrates- «Extranjero, sin duda me tienes por algún dichoso mortal, si crees que se yo si la virtud puede enseñarse, o si hay algún otro modo de adquirirla. Pero estoy tan distante de saber si la virtud, por su naturaleza, puede enseñarse, que hasta ignoro, absolutamente lo que es la virtud»

Menón:- ¿será cierto, Sócrates, que no sepas lo que es la virtud? ¿Es posible que, al volver a nuestro país tuviéramos que hacer pública allí tu ignorancia sobre este punto?

SÓCRATES. No sólo eso, mi querido amigo, sino que tienes que añadir que yo no he encontrado aún a nadie que lo sepa, a juicio mío.

MENÓN. ¿Cómo? ¿No viste a Gorgias cuando estuvo aquí?

SÓCRATES. Sí.

MENÓN. ¿Y crees que él no lo sabía?

SÓCRATES. No tengo mucha memoria (…) Recuerda, pues, sus discursos sobre este punto, y si no te prestas a esto, dime tú mismo lo que es la virtud.

MENÓN. La cosa no es difícil de explicar, Sócrates. ¿Quieres que te diga, por lo pronto, en qué consiste la virtud del hombre? Nada más sencillo: consiste en estar en posición de administrar los negocios de su patria; y administrando, hacer bien a sus amigos y mal a sus enemigos, procurando, por su parte, evitar todo sufrimiento. ¿Quieres conocer en qué consiste la virtud de una mujer? Es fácil definirla. El deber de una mujer consiste en gobernar bien su casa, vigilar todo lo interior, y estar sometida a su marido. También hay una virtud propia para los jóvenes, de uno y otro sexo, y para los ancianos; la que conviene al hombre libre, también es distinta de la que conviene a un esclavo, en una palabra, hay una infinidad de virtudes diversas.

SÓCRATES. Gran fortuna es la mía, Menón, porque, cuando sólo voy en busca de una sola virtud, me encuentro con todo un enjambre de ellas.(…) Y la virtud, ¿será diferente de sí misma en su cualidad de virtud, ya se encuentre en un joven o en un anciano, en una mujer o en un hombre?(…) Aunque haya muchas y de muchas especies, todas tienen una esencia común, mediante la cual son virtudes; y el que ha de responder a la persona que sobre esto le pregunte, debe fijar sus miradas en esta esencia, para poder explicar lo que es la virtud. ¿No entiendes lo que quiero decir?

MENÓN. Se me figura que lo comprendo; sin embargo, no puedo penetrar, como yo querría, todo el sentido de la pregunta (…)Si buscas una definición general, ¿qué otra cosa es que la capacidad de mandar a los hombres?

SÓCRATES Pero dime, Menón: ¿consiste la virtud de un hijo o de un esclavo en ser capaz de mandar a su dueño?

Menón: Mira, Sócrates, ya había yo oído antes de conocerte que tú no haces otra cosa que confundirte tú y confundir a los demás; y ahora, según a mí me parece, me estás hechizando y embrujando y encantando por completo, con lo que estoy ya lleno de confusión.


martes, 12 de mayo de 2015

El método socrático


“¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela" - Antonio Machado


A. Carpio: Principios de filosofía
Sócrates y la búsqueda del concepto

En sus debates con los sofistas y otros personajes importantes de su época, Sócrates adoptaba una actitud irónica. Se burlaba de las opiniones de sus su interlocutores pero sin contraponer su propia opinión, sino, sencillamente, hurgando en los fundamentos de sus adversarios, buscando las contradicciones y los defectos de sus argumentos. Esta era una actitud claramente destructiva, que irritaba a los supuestos “sabios” que terminaban quedando en ridículo frente a  los oyentes. Muchos de ellos abandonaban enfadados sus conversaciones, lo acusaban de embaucador, de tramposo, de cínico.

Sin embargo, para quienes reconocían su ignorancia, la conversación entraba en una segunda etapa, conocida como “mayéutica”, que significa “técnica para ayudar a dar a luz”. Según Sócrates, todos tenemos dentro de nosotros inteligencia y, por tanto, capacidad para captar la verdad. Por lo tanto, la misión del maestro, era la de guiar a su interlocutor en la búsqueda interior de la verdad, a través del diálogo y la reflexión conjunta.

El primer paso hacia la verdad era barrer de la mente los prejuicios, las ideas incompletas, los errores que generalmente llenan las cabezas de la gente y no dan lugar a la verdad. Hecha la limpieza, el camino queda abierto. ¿Cómo se avanza ahora? De lo particular a lo universal.

Si se está hablando de justicia y se quiere saber qué es justicia, la primera etapa de la averiguación consiste en recoger ejemplos de casos particulares en los que los presentes concuerdan en afirmar que allí se obró con justicia. La segunda etapa es examinar estos casos particulares, compararlos entre sí, ver sus diferencias, ver sus cosas comunes, hasta ir dando con la cualidad –común a todos– que nos hace afirmar que en cada uno de esos casos hubo justicia. Esa cualidad común, lo universal, es el concepto de la justicia, su definición. Ha sido abstraída de los casos particulares por la mente humana y gracias a un poder que sólo la mente humana posee.  


Primer Paso, la Ironía


Darío Sztajnszrajber; Para qué sirve la filosofía

"Cuando Sócrates se enfrenta a sus contrincantes dialoga minuciosamente con ellos e intenta derribar uno a uno sus argumentos (…) 

Por eso hay un aspecto en la labor socrática puramente disolvente, cuyo objetivo no es otro que desenmascarar la pretensión de monopolio de la verdad por parte de los que ostentan ser los dueños del saber.


Refutar no es más que encontrar argumentos que derrumban el argumento del otro. Pero no es tan simple. Se podría refutar desde el autoritarismo que, aunque parezca una broma, muchas veces se aplica, en especial por haberse borroneado bastante la línea que separa al que tiene autoridad del que es autoritario. Éste último necesita negar la voz del otro, simplemente prohibiendo sus argumentos en nombre de cierta naturalización jerárquica del tipo: “te faltan años de estudio”, o “de este tema vos no sabes nada”, o bien, “los jóvenes no tienen experiencia, o bien , “tenés que haber pasado por la experiencia para opinar”. Este tipo de refutación no tiene validez pedagógica (…)

En la refutación (socrática), sin embargo, se busca otra cosa. Por eso nunca es directa. 

Se la lleva con ironía, palabra griega que significa “Disimulo”, casi como un rodeo donde lo que se busca es que aquel que cree saber, implote contra sí mismo, haciendo estallar su conocimiento seguro en mil pedazos. Para ello resulta más que necesario la ironía en un sentido amplio: esto es, como una camino por el cual en un diálogo vamos llevando al refutado a que por sí mismo vaya haciendo consciente de sus propios errores, o en todo caso sus propias zonas ambiguas (…)


En ese único momento se produce la catarsis, un insigth, la purga de todo “error”, el sacarse de encima aquellos saberes infundados a partir de los cuales se asentaba la supuesta superioridad de conocimiento. Se asume que no sabemos nada.


"Hacer filosofía es en gran parte un ejercicio de refutación." 



Segundo paso, la Mayéutica

Gustavo Santiago, Intensidades Filosóficas

"Con aquellos quienes Sócrates considera verdaderos amantes de la sabiduría, el diálogo se desarrolla como una investigación en la que, ante un problema dado, los diversos participantes -incluso el propio Sócrates- aportan hipótesis tendientes a resolverlño. Comandados por Sócrates, todos van examinando las hipótesis propuestas aportando ejemplos, contraejemplos, detectando supuestos, etcétera. En la mayotría de los casos, las hipótesis presentadas resultan refutadas; en otros, quedan varias posibilidades abiertas para continuar la investigación.

Incluso en los pocos casos en los que el problema parece quedar resuelto, dicha resolución es tomada como provisoria,     ya que en un uevo diálogo sobre la cuestión podrían aparecer elementos no considerados anteriormente que llevaran a reftar la hipótesis que había sido aceptada"



El Laques, discusión acerca de la valentía


A continuación compartimos otro diálogo platónico llamado "Laques". Este es el nombre de un famoso militar ateniense y el diálogo gira en torno al "valor" o la "valentía".

Al comienzo del libro Laques discute con unos amigos sobre si es conveniente o no educar a los jóvenes en el ejercicio de las armas. Para algunos era conveniente porque les permitiría comprender el arte de la táctica y la estrategia, al mismo tiempo que infundía valor en los jóvenes. Laques quiere saber la opinión de Sócrates, ya que tanto se preocupa por la educación de los jóvenes. Pero como la mayoría de las veces, Sócrates no responde la pregunta, por el contrario, cree que es necesario en primer lugar preguntarse qué es el valor. Así comienza este apasionante diálogo.





"Sócrates: En primer lugar, Laques, nos esforzaremos en definir el valor, y en la forma de aconsejar a los jóvenes, en cuanto al ejercicio y al aprendizaje. Intenta pues definir qué es el valor.
Laques: “Por Zeus amigo Sócrates, que no es difícil. Si alguien quisiera permanecer en las filas al rechazar al enemigo, y no huyera, entiendo que sería valeroso.
Sócrates: Dices muy bien, Laques. Pero tal vez soy responsable porque no me he expresado bien: no has respondido de acuerdo a mi pregunta
Laques: ¿Qué dices Sócrates?
Sócrates: Veré si soy capaz de explicarlo: es valeroso, según afirmas, quien permanece en las filas luchando con los enemigos.
Laques: Así lo creo.
Sócrates: Y yo también. ¿Y el que no permanece, sino que lucha con los enemigos retrocediendo?
Laques: ¿retrocediendo?
Sócrates: Como hacen los escitas, que luchan mejor huyendo que atacando. El propio Homero alababa alguna vez a os caballos de Eneas, y dice, una y otra vez que eran tan rápidos en la persecución como en la huida. También elogia a al propio Eneas, por ser tan hábil en huir, y dice que era maestro en la huida (...)
Laques: Es verdad Sócrates
Sócrates: te decía pues que soy yo el responsable de que no me hayas contestado bien, pues no te he preguntado con acierto. Deseo informarme no solo sobre los valerosos de infantería, los de caballería y todos los combatientes en general, sino también por los que se hayan en peligro en el mar, por los que sufren enfermedades, pobreza y son valerosos en la política, en las penas y temores, luchan contra los deseos y placeres, y se mantienen firmes en reemprender la lucha; pues también existen, Laques, quienes son valerosos en tales circunstancias.
Laques: Lo comprendo Sócrates


A. Carpio, Principios de filosofía.

La primer respuesta de Laques ("si un soldado queda en su puesto, y se mantiene firme contra el enemigo, y no huye") era demasiado estrecha, porque se refería a un caso particular, de un ejemplo, pero Sócrates observa hay otros muchos casos de valentía, como el caso de los guerreros escitas, que luchaban retrocediendo: avanzaban a caballo, lanzaban sus flechas, y luego, rápidamente, volvían grupas y desaparecían.

La nueva definición de Laques (cierta persistencia del ánimo), en cambio, sufre del defecto contrario: es demasiado amplia, puesto que puede aplicarse a muchas actitudes.

Sócrates siempre pide que Laques le señale lo que es "idéntico en todos los casos”. Si alguien preguntara ¿qué es la belleza? la respuesta adecuada no podría consistir en decir: "María es bella", porque lo que se busca con la pregunta es lo que María tiene en común con todas las demás personas hermosas, y con todas las obras de arte, y con todos los paisajes hermosos, etc. 

Ahora bien, lo común a todos los casos no es ya nada particular, sino universal. Una manera de reformular la pregunta “¿qué es?” Sería “¿En qué consiste?” Sócrates busca el "universal", lo que luego su discípulo Platón definiría como “esencia”.


lunes, 11 de mayo de 2015

Sócrates, el hombre más sabio

La "Apología de Sócrates" fue el primer libro que escribió Platón. En él relata el juicio que fue llevado a cabo contra Sócrates tras ser acusado por dos famosos aristócratas atenienses de pervertir a la juventud y no creer en los Dioses de la ciudad. Sócrates se defendió admirablemente, sin embargo fue encontrado culpable por la mayoría de los jueces. A continuación compartimos la historia del Oráculo de Delfos tal como la cuenta Sócrates en su defensa. Esta fue la que le dio fama de Sabio y la que le valió varias enemistades.




"Voy a intentar dar a conocer qué es, realmente, lo que me ha hecho este renombre y esta fama. Oíd, pues."


"En efecto, conocíais sin duda a Querefonte. Éste era amigo mío desde la juventud y adepto al partido democrático, fue al destierro y regresó con vosotros. Y ya sabéis cómo era Querefonte, qué vehemente para lo que emprendía. Pues bien, una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo esto -pero como he dicho, no protestéis, atenienses-, preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio." 


"Así pues, tras oír yo estas palabras reflexionaba así:  «¿Qué dice realmente el dios y qué indica en enigma?  Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho.  ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito.» Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir."

"Más tarde, a regañadientes me incliné a una  investigación del oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecía ser sabio, con la idea de que, si en alguna medida era posible, allí refutaría  este vaticinio y demostraría al oráculo: «éste es más sabio
que yo y tú decías que lo era yo.» Ahora bien, al examinar a éste -pues no necesito citarlo con su nombre, era un político aquel con el que estuve indagando y dialogando- experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. A continuación intentaba yo demostrarle que él creía ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gané la enemistad de él y de  muchos de los presentes."

"Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él  en esta misma pequeñez, en que lo que no sé  tampoco creo saberlo."

"Tras los políticos me encaminé hacia los poetas, los de tragedias, los de ditirambos y los demás, en la idea de que allí me encontraría manifiestamente más ignorante que aquéllos. Así pues, tomando los poemas suyos que me parecían mejor realizados, les iba preguntando qué querían decir, para, al mismo tiempo, aprender yo también algo de ellos.  Pues bien, me resisto por vergüenza a deciros la verdad, atenienses. Sin embargo, hay que decirla.  En efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen."

"Así pues, me alejé también de allí creyendo que les superaba en lo mismo que a los políticos. En último lugar, me encaminé hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por así decirlo, no sabía nada, en cambio estaba seguro de que encontraría a éstos con muchos y bellos conocimientos. Y en esto no me equivoqué, pues sabían cosas que yo no sabía y, en ello, eran más sabios que yo. Pero, atenienses, me pareció a mí que también los buenos artesanos incurrían en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio también respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría."

"Me parece, atenienses, que sólo Dios es el verdadero sabio, y que esto ha querido decir por su oráculo, haciendo entender que toda la sabiduría humana no es gran cosa, o por mejor decir, que no es nada; y si el oráculo ha nombrado a Sócrates, sin duda se ha valido de mí nombre como un ejemplo, y como si dijese a todos los hombres: «el más sabio entre vosotros es aquel que reconoce, como Sócrates, que su sabiduría no es nada."






Platón; Fedro

"Sócrates: Pero, puesto que estoy seguro de que nada de esto ha venido a la mente por mí mismo, ya que soy consciente de mi ignorancia, sólo me queda suponer que de algunas otras fuentes me he llenado, por los oídos, como un tonel. Pero por mi torpeza, siempre me olvido de cómo y de a quién se lo he escuchado.”


sábado, 9 de mayo de 2015

¿Quién fue Sócrates?


"Solo que no nada"


470-0399 a.C.


Nunca escribió, y sin embargo fue considerado por muchos como "el padre de la filosofía". Su legado llega hasta nosotros gracias los escritos de Platón, que reprodujo muchas de sus enseñanzas en sus famosos "diálogos". 

Fue el primero en considerarse "filósofo" (amante de la sabiduría) justamente para diferenciarse de los antiguos sabios que pretendían poder explicar los orígenes del universo. A diferencia de estos manifestó su ignorancia respecto a todas los misterios de la naturaleza. Solo le interesaba los problemas del hombre: el amor, la justicia, el alma, la virtud, la felicidad. 

También se enfrentó a los sofistas, “los maestros del discurso”, debido a su relativismo y su desinterés por la verdad. Sócrates confiaba en que se podía llegar a la verdad dialogando con los otros, examinándose a sí mismo y purgándose de los prejuicios. Es por eso que se lo podía ver en la plaza pública, en el mercado o  los gimnasios, rodeado de discípulos que lo amaban y gente que se acercaba para escucharle. Era un espectáculo verlo discutir. 

Decía no saber nada, y que esa era la razón por la que andaba siempre cuestionándolo todo, que su intención era aprender. Con esta excusa indagaba el saber de los hombres dejando al descubierto su ignorancia, mostrándole sus inconsistencias y contradicciones con humor e ironía. Era capaz  de dejar en ridículo a los más sabios. 

Cuenta la historia que un amigo fue a consultar el Oráculo de Delfos para saber si era Sócrates "el hombre más sabio de toda Grecia" y este contestó afirmativamente. Sócrates recibió la noticia con humildad y picardía. Interpretó que el oráculo valoraba el reconocimiento de su ignorancia y que le imponía una misión: “picar” a los ciudadanos como un tábano, para que estuvieran despiertos y se ocuparan por el cuidado de su alma, ya  que como bien decía: “una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida”. 

Su labor filosófica le costó la vida. Fue acusado por la aristocracia ateniense de pervertir a la juventud y desconfiar de los dioses. Se defendió admirablemente en un juicio que Platón relató en su “Apología de Sócrates”. Sin embargo, por un pequeño margen los jueces lo encontraron culpable y lo condenaron a beber la cicuta.

Afrontó la muerte con una envidiable tranquilidad. Luego de haber convencido a sus discípulos de que la muerte no era más que la separación del cuerpo del alma, y que esta era inmortal, bebió el veneno y se recostó serenamente. 


Sócrates y Atenas



[1] El Partenón era uno de los principales templos griegos, ubicado en lo más alto de la Acrópolis y dedicado a la diosa griega Atenea

"Imaginemos que estamos a fines del siglo V antes de Cristo y que caminamos por las calles de Atenas. Es una gran ciudad para la época (probablemente unos cien mil habitantes) y eso se nota a cada paso: el mercado desborda de gente, numerosos ciudadanos entran y salen de los edificios públicos, el camino hacia el puerto hormiguea de comerciantes, de carretas cargadas de mercancía y de esclavos que transportan fardos. So levantamos los ojos hacia la acrópolis vemos el Partenón, terminado de construir pocos años antes y (contra lo que muchos creen) pintado de colores estridentes.

De pronto, en una esquina, un pequeño grupo de hombres forma un semicírculo en toro a un personaje estrafalario. El qué habla es bajo de estatura, tiene un vientre movedizo y una nariz chata que estalla entre dos ojos demasiado separados. Va descalzo, tiene los pies sucios y una túnica en mal estado. En una palabra, es todo lo contrario de esos griegos apolíneos que nos muestran las estatuas.

Ese hombre gesticula, mueve los brazos, señala impertinentemente con los dedos. Sus interlocutores pasan de la risa a la confusión, del interés a la furia, pero en ningún momento dejan de escucharlo. La mayoría de ellos son jóvenes bien vestidos y de físicos cuidados. Cualquier ateniense los reconocería como hijos de ciudadanos ricos. Y cualquier ateniense diría ante ese cuadro:“ahí está Sócrates insistiendo con sus molestas preguntas."

Pablo da Silveira; Historia de Filósofos







Sócrates Vs. los sofistas 



Jenofonte fue otro de los discípulos de Sócrates que, como Platón, escribió algunas de las enseñanzas de su maestro. Uno de sus libros se titula "Recuerdos de Sócrates". No es un diálogo como los que escribía Platón, sino un conjunto de anécdotas que ilustran claramente el carácter y las ideas de su maestro. A continuación dos de estas anécdotas que tienen a los sofistas como protagonistas.


"El caso es que, un día, queriendo Antifonte quitarle sus discípulos, se acercó a Sócrates y en presencia de aquéllos le dijo:


-Sócrates, yo creía que los que se dedican a la filosofía llegan a ser más felices, pero lo que me parece es que tú has conseguido de la filosofía el fruto contrario. Al menos estás viviendo de una manera que ni un esclavo le aguantaría a su amo un régimen como ése: comes los manjares y bebes las bebidas más pobres, y la ropa que llevas no sólo es miserable sino que te sirve lo mismo para invierno que para el verano, no llevas calzado ni usas túnica. Encima, no aceptas dinero, que da alegría al recibirlo y cuya posesión permite vivir con más libertad y más agradablemente…

Sócrates respondió a ello:
-Me parece, Antifonte, que opinas que la felicidad es molicie y derroche (…) En cambio, yo creo que no necesitar nada es algo divino, y necesitar lo menos posible es estar cerquísima de la divinidad; como la divinidad es la perfección, lo que está más cerca de la divinidad está también más cerca de la perfección.

Otro día Antifonte el sofista le dijo:

-Oh Sócrates, yo te considero una persona justa, pero de ninguna manera sabia, y me parece que tú mismo así lo reconoces al no cobrar retribución por tu compañía (…) Por ello, es evidente que si creyeras que tu compañía vale algo, no cobrarías por ella menos dinero del que vale. Por ello, es posible que seas justo, ya que no engañas a nadie por codicia, pero no puedes ser sabio, pues no sabes nada que valga algo.

Sócrates respondió a esto:
- Antifonte, nosotros creemos que tanto la belleza como la sabiduría pueden emplearse tanto de manera honesta como deshonesta. Si una mujer vende por dinero su belleza a quien se la pide, se la llama prostituta. Con la sabiduría ocurre lo mismo: los que la venden por dinero a quien la desea se llaman sofistas."


Jenofonte; Recuerdos de Sócrates

viernes, 8 de mayo de 2015

¿Existe la verdad o todo es relativo?



Uno de los primeros problemas filosóficos ha sido aquel que plantearon en el siglo V a.C. los Relativistas. Este grupo de pensadores afirmaba la inexistencia de una verdad absoluta, universal, objetiva. "Todo es relativo" era la fórmula que expresa su máxima sabiduría, negando así todo tipo de conocimiento. Según los relativistas solo existen distintos puntos de vista, miradas parciales de las cosas según el modo de ver y pensar de cada persona, pero jamás se podría llegar a una mirada total u objetiva.

Uno de los filósofos relativistas más conocidos fue Protágoras (siglo V a.C.), su sabiduría puede resumirse en la famosa frase "el hombre es la medida de todas las cosas". Con este principio se elimina toda validez: una cosa será verdadera, justa, bella, de acuerdo al parecer de cada uno. Uno de los pocos fragmentos de Protágoras que se conservan dice:

"Yo afirmo que la verdad es como he escrito: que cada uno de nosotros es la medida de lo que es y de lo que no es. Y que la diferencia de uno a otro es infinita, ya que a uno se manifiestan y son unas cosas, y otro, otras diferentes (...) Recordad lo que se decía anteriormente, que al enfermo le parece amargo y, por lo tanto, lo es, todo lo que come, mientras que para el hombre sano es y parece lo contrario. Y no se debe, ni sería posible, considerar a ninguno de los dos más sabio, ni acusar al enfermo de ignorante"

Otro relativista emblemático fue Górgias (V a.C.), su pensamiento se resumía a tres principios:

1 "Nada existe"2 "Si algo existe, el hombre no lo podría conocer"3 "Si se lo pudiese conocer, ese conocimiento sería inexpresable e incomunicable a los demás".
En primer lugar Górgias plantea que no existe una verdad. En segundo, en el caso de que exista una verdad, entonces esta no sería accesible a los hombres, y por último, suponiendo que algún privilegiado tenga acceso a ella, entonces no podría comunicarla al resto de los hombres. La verdad entonces es algo que no debe de preocuparnos. Los hombres son finalmente "la medida de todas las cosas", los que dicen que es bueno, que cosa es justa, que es bello o feo.

Comúnmente se dice que algo es relativo cuando no se puede hablar de ello de modo absoluto ya que cambia de acuerdo al punto de vista en que se lo mire. Relativizar las cosas, por lo tanto, es sacarles su carácter absoluto. Permite pensar las cosas de otra manera, mirarlas desde otro lugar.

En la cultura occidental la monogamia es una forma de relación correcta, en cambio, decir lo mismo en una cultura como la árabe no resulta lo mismo, ya que en estos lugares es común la poligamia. Por lo tanto la monogamia no siempre está bien; su aceptación no es absoluta ni universal, por lo tanto es relativa.

El filósofo Spinoza decía acerca del bien y del mal:

Una sola y misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, y también indiferente. Por ejemplo, la música es buena para el que es propenso a una suave tristeza o melancolía, y es mala para el que está profundamente alterado por la emoción; en cambio, para un sordo no es buena ni mala.

Einstein, por su parte, sostenía acerca del tiempo:


Pon tu mano sobre una estufa caliente durante un minuto y te parecerá una hora. Siéntate junto a una chica bonita durante una hora y te parecerá un minuto. 


¿Qué otras cosas pueden ser relativas?

¿Es posible que no existan verdades absolutas? ¿Puede ser que sea todo relativo?

 




La paradoja de Protágoras

Cuenta la leyenda que Euatlo era un joven sin recursos económicos que deseaba estudiar con Protágoras con la idea de dedicarse a la abogacía. Protágoras, que apreciaba la inteligencia del joven, le propuso que asistiera a sus clases y que una vez ganara su primer pleito ejerciendo de abogado, le abonara sus honorarios. El joven estuvo de acuerdo en el arreglo.

Euatlo, efectivamente, asistió a todas las lecciones pero, cuando acabó su formación, anunció que finalmente no se iba a dedicar a la abogacía, sino a la política, y que, por tanto, no estaba en obligación de pagar sus honorarios, pues jamás ganaría un pleito. Protágoras amenazó al estudiante con un pleito y el joven argumentó:   
«Si vamos a juicio, Protágoras, y yo gano, por este mandamiento judicial, no te tendré que pagar; si pierdo, dado que aún no habré ganado mi primer pleito, y esta era nuestra condición, tampoco tendré que pagar. Así, pues, Protágoras, no te conviene ir a juicio: seguro que lo perderás.»
 A lo que Protágoras replicó:  
«Si vamos a juicio, Euatlo, y yo gano, por este mandamiento judicial, me habrás de pagar; si pierdo,    tú habrás ganado tu primer pleito y por razón de nuestro antiguo pacto, me habrás de pagar.

¿Quién tiene razón? 


Las críticas de Sócrates y Aristóteles

Aristóteles afirmó que las únicas que podían ser relativistas coherentemente eran las plantas, que ni piensan ni hablan. Según el filósofo griego es imposible no asumir un compromiso intelectual con algo que se cree verdadero, al menos más verdadero que su contrario. Del mismo modo, pretender que dos proposiciones contrarias son igualmente verdaderas, sólo puede hacerse a costa de la lógica.

Y resulta que el relativismo cae en una profunda contradicción, o al menos no puede pensarse en términos lógicos. Pues si yo afirmo que todo es relativo, estoy afirmando una verdad; pero al mismo tiempo digo que no hay ninguna verdad, porque todo es relativo. Como en la paradoja de Protágoras, caemos en una tautología.

Quizás el más férreo enemigo del relativismo haya sido Sócrates. Platón dejo plasmado en varios de sus Diálogos el enfrentamiento que su maestro llevo adelante contra los relativistas.

A continuación un fragmento de "El Teeto". Sócrates le dice a Teodoro, un joven ateniense que estaba estudiando con Protágoras:

"Me sorprende, que al principio de su libro “Verdad” (en referencia al libro de Protágoras) no haya dicho que el cerdo u otro animal más ridículo aún, son la medida de todas las cosas (...) Si las opiniones que se forman en nosotros por medio de las sensaciones, son verdaderas para cada uno; si nadie está en mejor estado que otro para decidir sobre lo que experimenta su semejante, ni es más hábil para discernir la verdad o falsedad de una opinión; si, por el contrario, como muchas veces se ha dicho, cada uno juzga únicamente de lo que pasa en él y si todos sus juicios son rectos y verdaderos, ¿por qué privilegio, mi querido amigo, ha de ser Protágoras sabio hasta el punto de creerse con derecho para enseñar a los demás y para poner sus lecciones a tan alto precio? Y nosotros, si fuéramos a su escuela, ¿no seríamos unos necios, puesto que cada uno tiene en sí mismo la medida de su sabiduría?"





 ¿Seguís pensando lo mismo que al principio? ¿Te definirías como un relativista? ¿Qué pensás de las críticas de Sócrates y Aristóteles?


Una canción que nos recuerda que todo depende....






A continuación proponemos una lista de frases para que piensen si son verdaderas, falsas, o relativas.

  • El amor es hermoso

  • 5 minutos es muy poco tiempo.

  • Córdoba queda re cerca.

  • El pasto es verde.

  • La luna es enorme.

  • Toda droga es mala.

  • Los que estudian matemática son re inteligentes.

  • Si tenés pareja no podes "estar" con otra persona.

  • Robar está mal.

  • Matar está mal.

  • El paso del tiempo es inevitable.

  • La muerte nos llega a todos.

  • El agua moja.

  • La filosofía te hace pensar.


Para terminar, un relato de Julio Cortázar...



Julio Cortazar; El Perseguidor. -Fragmento-




Johnny- (…) de acuerdo, pero antes le voy a contar lo del metro a Bruno. El otro día me di bien cuenta de lo que pasaba. Me puse a pensar en mi vieja, después en Lan y los chicos, y claro, al momento me parecía que estaba caminando por mi barrio, y veía las caras de los muchachos, los de aquel tiempo. No era pensar, me parece que ya te he dicho muchas veces que yo no pienso nunca; estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo. ¿Te das cuenta? Jim dice que todos somos iguales, que en general (así dice) uno no piensa por su cuenta. Pongamos que sea así, la cuestión es que yo había tomado el metro en la estación de Saint-Michel y en seguida me puse a pensar en Lan y los chicos, y a ver el barrio. Apenas me senté me puse a pensar en ellos. Pero al mismo tiempo me daba cuenta de que estaba en el metro, y vi que al cabo de un minuto más o menos llegábamos a Odéon, y que la gente entraba y salía. Entonces seguí pensando en Lan y vi a mi vieja cuando volvía de hacer las compras, y empecé a verlos a todos, a estar con ellos de una manera hermosísima, como hacía mucho que no sentía. Los recuerdos son siempre un asco, pero esta vez me gustaba pensar en los chicos y verlos. Si me pongo a contarte todo lo que vi no lo vas a creer porque tendría para rato. Y eso que ahorraría detalles. Por ejemplo, para decirte una sola cosa, veía a Lan con un vestido verde que se ponía cuando iba al Club 33 donde yo tocaba con Hamp. Veía el vestido con unas cintas, un moño, una especie de adorno al costado y un cuello… No al mismo tiempo, sino que en realidad me estaba paseando alrededor del vestido de Lan y lo miraba despacio. Y después miré la cara de Lan y la de los chicos, y después me acordé de Mike que vivía en la pieza de al lado, y cómo Mike me había contado la historia de unos caballos salvajes en Colorado, y él que trabajaba en un rancho y hablaba sacando pecho como los domadores de caballos…

-Johnny -ha dicho Dédée desde su rincón.
-Fíjate que solamente te cuento un pedacito de todo lo que estaba pensando y viendo. ¿Cuánto hará que te estoy contando este pedacito?
-No sé, pongamos unos dos minutos.
-Pongamos unos dos minutos -remeda Johnny-. Dos minutos y te he contado un pedacito nada más. Si te contara todo lo que les vi hacer a los chicos, y cómo Hamp tocaba Save it, pretty mamma y yo escuchaba cada nota, entiendes, cada nota, y Hamp no es de los que se cansan, y si te contara que también le oí a mi vieja una oración larguísima, donde hablaba de repollos, me parece, Pedía perdón por mi viejo y por mí y decía algo de unos repollos… Bueno, si te contara en detalle todo eso, pasaríamos más de dos minutos, ¿eh, Bruno?
-Si realmente escuchaste y viste todo eso, pasaría un buen cuarto de hora -le he dicho, riéndome.
-Pasaría un buen cuarto de hora, eh, Bruno Entonces me vas a decir cómo puede ser que de repente siento que el metro se para y yo me salvo de mi vieja y Lan y todo aquello, y veo que estamos en Saint Germain-des-Prés, que queda justo a un minuto y medio de Odéon.
Nunca me preocupo demasiado por las cosas que dice Johnny, pero ahora, con su manera de mirarme, he sentido frío.
-Apenas un minuto y medio por tu tiempo, por el tiempo de ésa -ha dicho rencorosamente Johnny-. Y también por el del metro y el de mi reloj, malditos sean. Entonces, ¿cómo puede ser que yo haya estado pensando un cuarto de hora, eh Bruno? ¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio? Te juro que ese día no había fumado ni un pedacito, ni una hojita -agrega como un chico que se excusa-. Y después me ha vuelto a suceder en todas partes. Pero -agrega astutamente- sólo en el metro me puedo dar cuen porque viajar en el metro es como estar metido en un reloj. Las estaciones son los minutos, comprendes, es ese tiempo de ustedes, de ahora; pero yo sé que hay otro, y he estado pensando, pensando…





Sigamos pensando... 

jueves, 7 de mayo de 2015

¿Todo cambia?

  Heráclito

"Nadie se baña dos veces en el mismo rió"

                               
Heráclito, por Hendrik ter Brugghen


Guillermo Obiols; Lógica y Filosofía


"Los niños crecen, la ropa se gasta, las costumbres se modifican, todos estos son ejemplos de cambios. Estamos tan acostumbrados a estos y otros cambios que nos parecen la cosa más natural del mundo. Sin embargo, es fantástico que haya cambio y bien podría no haberlo. Tal vez, el universo entero podría haber sido estático, más o menos como cuando los chicos juegan a las estatuas.


miércoles, 6 de mayo de 2015

¿Cuál es el origen del universo?

 Tales de Mileto
por Rafaél Gambra, en "Historia Sencilla de la filosofía"



"Se dice que una de las cosas impulsa a los hombres a filosofar es la admiración, y si hay algo una que no deja de asombrarnos es el simple hecho de existir o, más aún, de que exista todo un mundo. ¿Cómo se creó el universo? ¿Cuál es el origen de todas las cosas? ¿Por qué existe el mundo, en lugar de no haber nada? Preguntas como estas son las que el hombre se ha hecho desde los orígenes de los tiempos. Sin embargo Las respuestas no siempre han sido filosóficas. Uno de los primeros intentos por satisfacer estas inquietudes los encontramos en los mitos."


Muy distintas son las respuestas de aquellos que fueran considerados los primeros filósofos griegos, conocidos como Jónicos (por ser de la región de Jonia) o “naturalistas”. Estos se alejaron de estas explicaciones narradas por inspirados poetas y sostenidas largamente por la tradición, y buscaron respuestas a partir de la observación de la naturaleza y de la deducción racional (Logos).


Fueron el siglo VI antes de J.C. y la ciudad de Mileto ‑puerto griego de la costa de Asia Menor‑ la época y el escenario de los más remotos intentos filosóficos de que poseemos noticia. Allí vivió un personaje cuyo conocimiento llega hasta nosotros envuelto en la oscuridad de la leyenda y del mito: Tales de Mileto, uno de los fabulosos Siete Sabios de Grecia. 
                            
La pregunta principal que despertaba la curiosidad de Tales era ¿cuál es el Arjé, es decir, el principio del universo?

A partir de la observación del mundo y de la deducción racional Tales llegó a la siguiente conclusión: el origen de todo es el agua, el agua es la sustancia originaria que estaría en el fondo de todas las cosas. ¿Por qué pensó esto Tales? Podemos suponer algunos motivos que psicológicamente actuarían en aquel pensamiento todavía primitivo: el agua del mar es el límite de la tierra, y más allá de nuestro mundo aseguran los navegantes que se extiende el océano infinito; si profundizamos bajo nuestro suelo encontramos frecuentemente agua; el agua desciende del cielo y hace brotar la vida de las plantas, que son, a su vez, el alimento de los animales; el agua, en fin, puede transformarse por la temperatura en sólida y en gaseosa: el principio (arjé) de todas las cosas será, pues, el agua.




El origen según los mitos




El poeta Hesíodo narró el origen del universo a partir del linaje de los dioses. Allí nos cuenta que en un principio solo existía el Caos, pero de él surgieron Gea (la tierra) y Eros (el amor). De Gea surgió Urano, el dios del Cielo, que gracias a Eros se unió a Gea, que dio a luz a los gigantes de cien brazos, la raza de los poderosos titanes y los cíclopes. Estos últimos se rebelaron contra Urano y, por esta causa, fueron encerrados en el Tár­taro, el lugar más profundo de los Infiernos.


 Ofendida, Gea incitó al más joven de los titanes cuyo nombre era Cronos (el tiempo), a destro­nar a su padre. Cronos fue advertido por el oráculo que uno de sus descendientes lo destronaría, por lo que devoraba a cada uno de los hijos que salían del vientre de su esposa, Rea. Esta, para salvar a uno de sus hijos -Zeus- lo parió secretamente de noche y por la mañana llevó a Cronos una piedra envuelta en pañales que el dios del tiempo se apresuró a devorar. 


Cuando Zeus fue grande y se enteró de la verdad, decidió acabar con el Titán, su padre, quién se ha comido a los hermanos que le precedieron.  Preparó una poción que lleva consigo, y se dirigió allí donde su padre tiene su morada, frente a frente, y valiéndose de la astucia, invitó a su padre a beber de la copa que le ofreció. El Titán, que desconocía sus intenciones y que ni siquiera sabía que este era su hijo accedió y de un trago tomó todo el contenido. Al rato comenzó a sentirse mal, tanto que de pronto abriendo su boca vomitó a todos los hijos que durante el inicio de los Tiempos había tragado: Hera, Hades, Poseidón...Esto dió origen a una guerra que duró diez años. Cronos tuvo el respaldo de sus hermanos los titanes, pero fueron vencidos por Zeus y los suyos. Tras la victoria Zeus repartió el gobierno del mundo, quedándose con el cielo y otorgándole el mar a Poseidón y el inframundo a Hades. 




Algunas historias sobre Tales 


Diógenes Laercio; Vida de los filósofos más ilustres


"fue el primero que cultivó la Astrología, y

predicó los eclipses del sol y mudanzas del aire.

*


De las cosas memorables, que queriendo

Tales manifestar la facilidad con que podía enriquecerse,

como hubiese conocido que había de haber

presto gran, cosecha de aceite, tomó en arriendo muchos
olivares, y ganó muchísimo dinero.

*

Fue el primero que averiguó la carrera

del sol de un trópico a otro; y el primero que,

comparando la magnitud del sol con la de la luna,

manifestó ser ésta setecientas veinte veces menor
que aquél.

*

Dijo que «el agua es el primer principio de las
cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus»-
Fue inventor de las estaciones del año, y

asignó a éste trescientos sesenta y cinco días.

*

No escribió más, según dice Lobón Argivo, que

hasta unos doscientos versos.

*

Jerónimo dice que midió las pirámides por

medio de la sombra, proporcionándola con la

nuestra cuando es igual al cuerpo.

*

Refiérese que habiéndole una vieja sacado de

casa para que observase las estrellas, cayó en un hoyo,

y como se quejase de la caída, le dijo la vieja:

«¡Oh, Tales, tú presumes ver lo que está en el cielo,
cuando no ves lo que tienes a los pies!»