1984 y la alegoría de la caverna (Platón)
La situación de la población de Eurasia es similar a la que sufren los esclavos de la caverna platónica. En ambos casos hay una situación "engañosa", una falsa realidad que al ser creída se solidifica en la opinión popular (doxa) Pero por otro lado existe una verdadera realidad, que Winston conoce, como el esclavo liberado de la alegoría platónica. La mayoría cae en la trampa, es engañada, viven en un mundo que es una fantasía, mientras la realidad se les oculta. Son esclavos, están siendo dominados, y lo pero es que no los saben.
A la inversa del la lógica socrática que decía "a mayor sabiduría mayor felicidad", Winston, cuanto más sabe más infeliz es. El saber en este caso nos abre los ojos a una triste realidad. Nosotros, lectores, que sabemos como Winston lo que está pasando nos compadecemos del personaje, sufrimos su asfixia, su impotencia, su angustia, su terrible soledad.
Pero al mismo tiempo es difícil no privilegiar la situación de Winston antes que la de cualquier otro persanaje de la novela. Un claro ejemplo lo tenemos en la figura del vecino de Winston: Parsons, a quién podríamos comparar con esos jóvenes fuertes, bellos y orgullosos que Sócrates intentaba persuadir, como el famoso militar ateniense Alcibíades. Así descrbe Winston a Parsons, su vecino:
"Era un hombre grueso, pero activo y de una estupidez asombrosa, una masa de entusiasmos imbéciles, uno de esos idiotas de los cuales, todavía más que la policía del pensamiento, dependía la estabilidad del Partido. A los treinta y cinco años acababa de salir de la "liga juvenil", y antes de ser admitido en esa organización había conseguido permanecer en la de los Espías un año más de lo reglamentario. En el ministerio estaba empleado en en un puesto subordinado para el que no se requería inteligencia alguna, pero por otra parte, era una figura sobresaliente en el comité deportivo"
Deportista sobresaliente, idiota, fiel al partido, Parsons es una persona útil al sistema, sirve para los fines del Gran Hermano, como si se tratara de sus propios intereses. Participó de la "liga Juvenil", de "los Espías", organizaciones estatales para mantener el orden, y para las cuales la única virtud que se exige es obediencia.
Tanto Alcibíades como Parsons buscan ejercer cierto poder sobre la población. La situación no es del todo parecida en la medida en que el primero buscaba un cargo político para mandar, Parsons también quiere mandar, pero en realidad no hace más que obedecer a los intereses y fines del Gran Hermano (intereses y fines que en el fondo desconoce, pero que hace propios).
1984, el poder y la sociedad disciplinaria (Foucault)
Podríamos pensar también en la descripción que Foucault hace del poder y su concepto de sociedad disciplinaria. En la sociedad del siglo XVIII y el siglo XIX, dice Foucault, han surgido una gran cantidad de instituciones de encierro (la cárcel, la fábrica, la escuela) y mecanismos de "normalización de los sujetos".
Por otro lado, Fouacaut reconoce que el el poder no se encuentra en un clase o en los aparatos del estado, sino que se extiende y recorre todo el cuerpo social, siendo ejercido por cada uno de sus actores.
Además, dice Foucault , el poder no solo es represivo, sino más bien "productivo", en la medida que es capaz de inducir ideas, de promover conductas, de generar hábitos, etc. En síntesis, el poder es capaz de "formar", de "moldear" sujetos.
Hay una escena de 1984 que describe cómo El Gran Hermano logra penetrar en las mentes de los más chicos y así van formando ciudadanos a su medida. Nos acercamos a ella.
Mientras Winston estaba escribiendo su diario intimo, un acto sumamente subversivo que podía costarle muy caro. En eso la mujer de Parsons (su vecino) llama a la puerta de para pedirle ayuda con una canilla, y entonces se produce el drama:
"De repente, se sobresaltó espantosamente. Habían llamado a la puerta.
¡Tan pronto! Siguió sentado inmóvil, como un ratón asustado, con la tonta esperanza de que quien fuese se marchara al ver que no le abrían. Pero no, la llamada se repitió. Lo peor que podía hacer Winston era tardar en abrir. Le redoblaba el corazón como un tambor, pero es muy probable que sus facciones, a fuerza de la costumbre, resultaran nexpresivas. Levantóse y se acercó pesadamente a la puerta.
Contuvo la respiración y abrió la puerta. Instantáneamente, le invadió una sensación de alivio. Una mujer insignificante, avejentada, con el cabello revuelto y la cara llena de arrugas, estaba a su lado.
—¡Oh, camarada! empezó a decir la mujer en una voz lúgubre y quejumbrosa——, te sentí llegar y he venido por si puedes echarle un ojo al desagüe del fregadero. Se nos ha atascado...
Era la señora Parsons (...)
—¿Tiene usted un destornillador? dijo Winston tocando el tapón del desagüe.
—Un destornillador dijo la señora Parsons, inmovilizándose inmediatamente—. Pues, no sé. Es posible que los niños...
En la habitación de al lado se oían fuertes pisadas y más trompetazos con el peine. La señora. Parsons trajo el destornillador. Winston dejó salir el agua y quitó con asco el pegote de cabello que había atrancado el tubo. Se limpió los dedos lo mejor que pudo en el agua fría del grifo y volvió a la otra habitación.
—¡Arriba las manos! chilló una voz salvaje.
Un chico, guapo y de aspecto rudo, que parecía tener unos nueve años, había surgido por detrás de la mesa y amenazaba a Winston con una pistola automática de juguete mientras que su hermanita, de unos dos años menos, hacía el mismo ademán con un pedazo de madera. Ambos iban vestidos con pantalones cortos azules, camisas grises y pañuelo rojo al cuello. Éste era el uniforme de los Espías. Winston levantó las manos, pero a pesar de la broma sentía cierta inquietud por el gesto del maldad que veía en el niño.
—¡Eres un traidor! grito el chico—. ¡Eres un crirninal mental ¡Eres un espía de Eurasia! ¡Te mataré, te vaporizaré; te mandaré a las minas de sal.
De pronto, tanto el niño como la niña empezaron a saltar en torno a él gritando: «¡Traidor!» «¡Criminal mental!», imitando la niña todos los movimientos de su hermano. Aquello producía un poco de miedo, algo así como los juegos de los cachorros de los tigres cuando pensamos que pronto se convertirán en devoradores de hombres (...)
Lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los Espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido."
1984, la verdad como producto de la voluntad (Nietzsche)
El primer filósofo que se encarga de analizar el tema del poder, y al mismo tiempo, el mayor crítico del platonismo, es Nietzsche. Si detrás de las cosas Platón creía encontrar la esencia misma de las cosas, Nietzsche va a encontrar que detrás de todo está "la mano del hombre": todo es "Humano demasiado humano". Las cosas no son lo que son, sino o que nosotros hicimos de ellas.
Para Nietzsche la verdad es un invento, una creación, pero no desinteresada ni pacífica, detrás de toda gran verdad hay manchas de sangre; ya lo decía Heráclito: "la Guerra es la madre de todas las cosas". La verdad es el producto de una guerra, de un combate.
Si analizamos la situación que nos describe Orwell a través de los conceptos nietzscheanos podemos ver en lugar de dos realidades (una verdadera, otra falsa) una sola; construida, inventada. Nietzsche no recurre a la oposición verdad-falsedad para describir el mundo; ambas son lo mismo. La verdad es una mentira que se impuso y que con el tiempo se volvió una creencia firme. La verdad no tiene más que un fin moral, social: domesticar la bestia humana. sin la verdad sería imposible la convivencia. Es por eso que los hombres decidimos mentir en tropel.
Por otro lado, a través de la verdad el hombre logra ejercer cierto poder, el dominio de la verdad permite el dominio de los hombres, y más efectivo se vuelve cuanto más se oculte la voluntad que hay detrás.
En 1984 encontramos este mundo ficticio creado (impuesto) por el hombre, en el que todos creen como preexistente y objetivo. Un concepto que pone en tela de juicio la hipocresía de los hombres al creer en ciertas verdades y la importancia del lenguaje respecto al dominio de la realidad es el de "doblepensar". Dice Winston: