La naturaleza llama dentro nuestro interior, pero la
conciencia se encuentra contaminada y extraviada por los vicios de una cultura
artificial. Solo la sensibilidad es
capaz de oír ese llamado. Es el llamado de la naturaleza, que habla dentro
nuestro en el lenguaje de la sensibilidad.
Las ideas vienen desde afuera, “pero los sentimientos
que las aprecian están dentro nuestro”. Podemos conocer la naturaleza humana
mirando en nuestro interior.
El “estado de naturaleza” no es solo una hipótesis,
es una realidad efectiva, es el
sentimiento inmediato.
Esta actividad introspectiva no nos lleva al
individualismo, al mirar en nuestro interior podemos conectar con la naturaleza
humana. Esa introspección nos conecta con los otros y con todos los seres.
El despertar
de la conciencia nos exige una conducta ética de cuidado y respeto respecto con
todo ser vivo.
El amor a sí mismo puede convertirse en amor a la
humanidad y despertar una inspiración religiosa, moral, e incluso política, ya
que habilita la posibilidad de crear un Yo común, conciliando así individuo y
sociedad, coerción y libertad.
El hombre consciente de sí y de su propia naturaleza,
conducido por el amor a la humanidad, es capaz de dejar a un lado su
individualidad y hasta su propia felicidad. “La alegría de hacer felices a los
demás es la más dulce de todas”. Su voluntad se purifica y obra como si en él
estuviera obrando la humanidad.
Dice Kant. “gracias a Rousseau aprendí a honrar a los hombres”. Los pilares de
la ética kantiana son la idea que
todo ser humano es un fin en sí mismo, jamás un medio para; y la idea de que el sujeto debe obrar aspirando a la
universalidad de sus actos. De este modo la libertad humana radica en la
autodeterminación, no en la falta de determinación (libre albedrío). Libre es
lo que por su sola naturaleza se
determina.
La naturaleza humana no solo nos permite ser libres, nos exige que seamos libres. “Estamos condenados a ser libres” dice
Sartre. No podemos no elegir, siempre
decidimos. Quien simplemente se queja y pone excusas, quien no se hace
responsable de sus actos, actúa de “mala fe”. La ética sartreana también se
apoya en este principio roussoneano de buscar lo universal a través de la
interioridad:
“el hombre que se compromete y que se da cuenta de
que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo
tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de
su total y profunda responsabilidad”
La libertad no solo es un “derecho natural
inalienable”, sino también una obligación, un deber, una responsabilidad. Es lo que nos hace personas, por
lo tanto, debemos ser libres.
“Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad
de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes.”
También Sartre sostiene que el ser humano es el único
ser sobre la tierra que se elige.
Por otro lado, el concepto de libertad está unido al desarrollo
integral de la persona. Dice Mondolfo en su libro “Rousseau y la conciencia
moral”:
“El principio de la personalidad presupone dos condiciones: el
desarrollo integral y la actividad libre. Condiciones íntimamente ligadas entre
ellas, porque solo el hombre que representa
en sí una totalidad espiritual es capaz de ser libre y solo el hombre que
desarrolla libremente sus actividades naturales es susceptible de convertirse
en una totalidad integral. El que por la división del trabajo sea reducido a
desarrollar sólo una fracción de su humanidad, pierde, con la capacidad de
conformarse a la naturaleza y ser realmente sí mismo, la posibilidad de ser
libre: (…) pierde toda posibilidad de
independencia; no es más un organismo capaz de autonomía.” (48)
Un hombre, que no logre desarrollarse de modo
integral (culturalmente, intelectualmente, políticamente, económicamente, etc.)
no es un hombre libre, por lo tanto, pierde su humanidad, su cualidad de persona. “Vivir, dice en el Emilio, no es respirar, es obrar, es hacer
uso de nuestros órganos, de nuestros sentidos, de nuestras facultades,
de todas las partes de nosotros mismos que nos dan el sentimiento de nuestra
existencia” (Citado por Rodolfo Mondolfo)[1]
Podemos ver que la libertad del hombre es una cuestión
ética, pero también política. Vivimos en una sociedad muy desigual, que permite
la riqueza, la pobreza, la esclavitud a sueldo, donde muchísimas personas no
pueden desarrollarse, íntegramente, dignamente.
Por eso, para pensar la libertad seriamente, tenemos
que pensarla no solo en términos éticos y antropológicos, sino también en
términos políticos.
El contrato social
La filosofía política de Rousseau la encontramos
fundamentalmente en El Contrato social, idea que había desarrollado con
anterioridad Thomas Hobbes. Pero hay una enorme diferencia entre la teoría hobbesiana
del contrato social y la de Rousseau. Según Hobbes no es la benevolencia de los
hombres sino su egoísmo lo que funda el estado (“el hombre es lobo para el hombre”), y su instauración “representa, no la garantía, sino la renuncia
del derecho natural” (Mondolfo, Rousseau y la conciencia social, 63)
En la teoría de Hobbes el hombre renuncia a su
autonomía, a su infinita libertad natural y la delega a una sola persona, el
Rey, en post de la paz social. Se pierde libertad, pero gana seguridad.
En la concepción de Rousseau el pacto social no
implica la entrega de la soberanía ni la perdida de libertad, el pacto social
es un acuerdo de voluntades, es un sometimiento a la voluntad general, al bien
común. Lo que limita la libertad, la autonomía, es la propia autodeterminación.
Por eso para Rousseau el estado ideal es la democracia directa. Y si no puede
ser directa debe al menos ser representativa. Y de no ser posible, al menos,
quien o quienes gobiernen deben hacerlo siguiendo la voluntad general.
Por otro lado, para Rousseau el contrato no se
realiza a causa del egoísmo humano, porque el hombre, si bien es egoísta,
también es empático, y puede ser solidario, cooperativo, bondadoso. Los peores
vicios de los hombres no provienen de su propia naturaleza, sino de la
civilización: la ambición, la competencia, el engaño, etc.
¿Cuál es la causa del contrato social entonces? ¿De
dónde proviene la necesidad de crear un Estado civil?
Recordemos las palabras del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres:
“El primer hombre a quien,
cercando un terreno, se lo ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante
simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos
crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al
género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las
estacas de la cerca o cubriendo el foso: «¡Guardaos de escuchar a este
impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra
de nadie!»” (Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre
los hombres)
Es la creación de la propiedad privada lo que lleva a
los hombres a crear el Estado civil. Sin embargo, en la visión de Rousseau esto
no significó un avance, sino un retroceso. El hombre en estado de naturaleza
vivía feliz y pacíficamente, pero con la creación de la propiedad privada
comienza una serie de conflictos: la avaricia, la envidia, el robo, la
necesidad de defenderse, la venganza, la acumulación de riqueza, la pobreza.
Es por eso que Rousseau propone un nuevo pacto social que asegure la igualdad
y que ponga límites a la propiedad privada.
Con esto surgen nuevos dilemas políticos y económicos
¿Debe la propiedad privada tener un límite? ¿Se puede ser libre si se depende
económicamente de otra persona? ¿es posible la libertad sin igualdad?
La propiedad privada
Locke, en su tratado sobre el gobierno civil (1690)
abordó ambas problemáticas, el de la de la libertad y el de la propiedad, antes
que Rousseau. También defendió la idea de ciertos derechos individuales
naturales inalienables: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad
privada. Todo hombre, sostenía Locke, tiene derecho sobre su persona, sobre su
actividad y por lo tanto sobre el fruto de su actividad. De este modo, si bien
la tierra no es de nadie, porque Dios nos la dio a todos, puede un hombre
apropiarse de un terreno. El derecho sobre el mismo se lo da el trabajo. Quien
trabaje la tierra tiene derecho sobre sus frutos. Este es un derecho natural,
que el contrato social debe reivindicar. Aun así Locke pensó en ciertos límites
a esta propiedad:
“Cada uno tiene derecho a todo aquello
que pueda adquirir mediante su propio trabajo, y nada más. En segundo lugar,
cada uno tiene derecho a adquirir todo aquello que pueda consumir antes de que
se estropee, y nada más. Y cada uno tiene derecho a acumular siempre que deje
en cantidad suficiente y de la misma calidad para los demás.”
Sin embargo, estos límites a la propiedad privada
desaparecen con la invención del dinero, pues el dinero no se echa a perder y
no impide que otro pueda adquirirlo. Por lo tanto, según Locke, es legítimo acumular
dinero ilimitadamente. De este modo Locke se convirtió en el gran fundador del
pensamiento liberal.
¿Pero qué libertades era las que defendía Locke? Eran
las libertades que reclamaba la burguesía tras la revolución inglesa: libertad
para comercializar, libertad de credo, libertad política (poder participar del
parlamento). A su manera Locke fue un revolucionario, se opuso a la Monarquía
absoluta, defendió el derecho a la rebelión, propuso la democracia representativa
como forma de gobierno, defendió los derechos del individuo de las
arbitrariedades del poder monárquico y propuso la separación de la iglesia del
Estado.
Sin embargo, su pensamiento político no fue tan
revolucionario como el de Rousseau. Locke acotó su análisis de la naturaleza
humana al terreno de la vida material, dejando de lado el desarrollo
espiritual. Es justamente ese humanismo y esa sensibilidad espiritual lo que lo
convierten a Rousseau en el gran representante intelectual de la posterior revolución
francesa, con sus ideales de igualdad, libertad y fraternidad.
¿Qué es lo que vemos cuando miramos a nuestra
sociedad? Una de las frases más famosas de Rousseau dice:
“El hombre nace libre, pero en todos
lados está encadenado”
Recordemos nuevamente la idea de desarrollo integral:
El que por la división del trabajo sea
reducido a desarrollar sólo una fracción de su humanidad, pierde, con la
capacidad de conformarse a la naturaleza y ser realmente sí mismo, la
posibilidad de ser libre.
En una época en la que la burguesía pedía a gritos
libertad para negociar Rousseau ya estaba denunciando que los trabajadores no
eran libres, porque se veían atados a un sistema de producción del cuál no
podían escapar y a un contrato social que garantizaba la desigualdad y la falta
de libertad. Por eso el nuevo pacto social debe revertir las cosas. Dice
Rousseau:
“en cuanto a la riqueza, que ningún
ciudadano sea bastante opulento como para poder comprar a otro, y ninguno tan
pobre como para verse obligado a venderse.”
Este es el límite que el pacto debe poner a la
propiedad privada. Recordemos que en la concepción de Rousseau libertad y determinación
no se excluyen. La libertad supone el límite, pero el límite autoimpuesto. Y
por otro lado, la libertad va de la mano con el desarrollo integral de la
persona. ¿Puede alguien ser libre si se ve obligado a venderse? ¿Puede el
trabajador esclavizado de la sociedad capitalista desarrollarse íntegramente
como persona?
La denuncia de Rousseau a su momento histórico, e
indudablemente también al nuestro, es que nuestra naturaleza humana está
corrompida por los valores de una civilización individualista, competitiva, mentirosa,
superficial, hipócrita. Por eso es necesario un nuevo pacto social que, en
lugar de basarse en la propiedad privada y la libre competencia, se base en la
voluntad general y el bien común, que permita el desarrollo de la interioridad
espiritual de cada ciudadano. Por este medio los ciudadanos “podrán identificarse por fin con el más
grande Todo, sentirse miembros de la patria, amarla con ese sentimiento
exquisito que todo hombre aislado sólo tiene para sí mismo” (Artículo Economie politique en la Enciclopedia,
citado por Mondolfo, pag 71)
[1] Esta manera de pensar la
libertad, como una autodeterminación, como un obrar no por la coacción externa,
sino por una autodeterminación basado en el amor y respeto a lo universal que
hay dentro nuestro, recuerda nuevamente la ética kantiana. Y la idea de que la
libertad va de la mano del desarrollo integral del hombre la podemos encontrar
en la concepción marxista del hombre alienado.