domingo, 29 de abril de 2018
lunes, 16 de abril de 2018
Frases filosóficas acerca de la muerte
“La vida es una continua
resistencia al vacío de la muerte. Vivir es resistir. Si lo otro de la vida es
la muerte, cada fragmento de vida es una pequeña batalla ganada a la muerte.
Nuestra singularidad surge de la multiplicidad de nuestras muertes. Vencemos la
muerte del niño que fuimos, de las relaciones que ya no son, de la lozanía, de
la belleza, de la plenitud. El negativo de mi vida es todas mis muertes.”
Esther Diaz
“No hay más que un problema
filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale
la pena de que se viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.”
Camus, El Mito de Sisifo
“Si el hombre no tuviese
conciencia eterna; si un poder salvaje y efervescente productor de todo, lo
grandioso y lo fútil, en el torbellino de las oscuras pasiones, no fuese el
fondo de todas las cosas; si bajo ellas se ocultase el vacío infinito que nada
puede colmar, ¿qué sería la vida sino desesperación?”
Kierkegaard,
Temor y Temblor
“En Roma, conversé con filósofos
que sintieron que dilatar la vida de los hombres era dilatar su agonía y
multiplicar el número de sus muertes.”
Borges, El
Inmortal
“Exigir la inmortalidad del individuo es querer
perpetuar un error hasta el infinito”
Schopenhauer,
Metafísica de la Muerte
“Yo había de ser el protagonista
de la verdadera muerte, la más auténtica e importante, la muerte de la que
todas las demás muertes no serían más que ensayos dolorosos. ¡Mi muerte, la de
mi yo! ¡No la muerte de los «tú», por queridos que fueran, sino la muerte del
único «yo» que conocía personalmente! Claro que sucedería dentro de mucho
tiempo pero... ¿no me estaba pasando en cierto sentido ya? ¿No era el darme
cuenta de que iba a morirme -yo, yo mismo- también parte de la propia muerte?”.
Savater, Las
preguntas de la vida
“En todas partes y en todos los
tiempos la religión ha servido para dar sentido a la muerte. Si la muerte no
existiese, no habría dioses: mejor dicho, los dioses seríamos nosotros, los
humanos mortales, y viviríamos en el ateísmo divinamente...”
Savater, Las
preguntas de la vida
“Otras religiones posteriores, como
la cristiana, prometen una existencia más feliz y luminosa que la vida terrenal
para quienes hayan cumplido los preceptos de la divinidad (por contrapartida,
aseguran una eternidad de refinadas torturas a los que han sido desobedientes).
Digo «existencia» porque a tal promesa no le cuadra el nombre de «vida»
verdadera. La vida, en el único sentido de la palabra que conocemos, está hecha
de cambios, de oscilaciones entre lo mejor y lo peor, de imprevistos.
Savater, Las
preguntas de la vida
“Descubrí que a la gente de hoy
se le enseña a negar la muerte, y se les enseña que no significa otra cosa que
aniquilación y pérdida. Eso quiere decir que la mayor parte del mundo vive
o bien negando la muerte o bien aterrorizado por ella. El mero hecho de hablar
sobre la muerte se considera morboso, y muchas personas creen que el solo hecho
de mencionarla es correr el riesgo de atraérsela. Otros contemplan la muerte
con un buen humor ingenuo e irreflexivo, pensando que, por alguna causa
desconocida, la muerte les irá bien y que no hay por qué preocuparse.”
Sogyal Rimpoché, El Libro tibetano de la vida y la muerte
“El ritmo de nuestra vida es tan
acelerado que lo último en que se nos ocurriría pensar es en la muerte.
Sofocamos nuestro miedo secreto a la impermanencia rodeándonos de más y más
bienes, de más y más cosas, de más y más comodidades, hasta que nos vemos
convertidos en sus esclavos. Necesitamos todo nuestro tiempo y toda nuestra
energía simplemente para mantenerlos. Nuestra única finalidad en la vida pronto
se convierte en conservarlo todo tan seguro y a salvo como sea posible.”
Sogyal Rimpoché, El Libro tibetano de la vida
y la muerte
Los
hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra. Todo muy
bien. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos,
sus amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué tormentas de pasión los abruman
entonces, qué llantos, qué furor, qué desesperación!
Montaigne
Para
empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja sobre nosotros, adoptemos una
actitud del todo opuesta a la común; privemos a la muerte de su extrañeza,
frecuentémosla, acostumbrémonos a ella; no tengamos nada más presente en
nuestros pensamientos que la muerte. [...] No sabemos dónde nos espera la
muerte: así pues, esperémosla en todas partes. Practicar la muerte es practicar
la libertad. El hombre que ha aprendido a morir ha desaprendido a ser
esclavo”
Montaigne
“En su opinión, el amor y el goce carnal eran
lo único que podía dar calor y valor a la vida. (…) El rápido, fugaz,
maravilloso entendimiento del deleite amoroso, su fuego breve y abrasador, su
rápido apagarse... Todo esto le parecía contener la raíz de toda experiencia,
todo esto se convirtió para él en símbolo de toda la alegría y de todo el dolor
de la vida. Podía entregarse a aquella tristeza y a aquel espanto de la
transitoriedad con el mismo fervor que al amor, y esa melancolía era también
amor, era también carnalidad. Así como el goce erótico, en el instante de
su máxima y más dichosa tensión, sabe que inmediatamente después se desvanecerá
y morirá de nuevo, así también la íntima soledad y la melancolía sabían que
serían tragados súbitamente por el deseo, por una nueva entrega a la faceta
luminosa de la vida. La muerte y la carnalidad eran la misma cosa”.
Hermann
Hesse, Narciso y Goldmundo
Decíase que tal vez la raíz de todo arte y
quizás también de todo espíritu fuera el temor a la muerte. La tememos, nos
horroriza la transitoriedad, vemos con tristeza como las flores se mustian y
las hojas caen una y otra vez, y en el propio corazón sentimos la certidumbre
de que nosotros somos transitorios y de que no tardaremos en marchitarnos.
Hermann
Hesse, Narciso y Goldmundo
¿Llegaría asimismo a marchitarse y perder
todo valor este dolor de hoy, esta desesperación que sentía por la muerte del
maestro y porque hubiese fenecido aborreciéndolo y por no tener un taller donde
saborear la dicha de crear y librar el alma de su carga de imágenes? Sí,
también este dolor, esta acerba congoja, envejecerían, se fatigarían, sin duda,
también los olvidaría. Nada perduraba; tampoco el pesar.
Hermann
Hesse, Narciso y Goldmundo
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